La cumbre de jefes de Estado del Mercosur, celebrada este sábado 20 de diciembre en Foz de Iguazú, Brasil, concluyó con un mensaje de unidad pragmática respecto al acuerdo comercial con la Unión Europea (UE).
Pese a los ultimátums previos que sugerían un abandono de las negociaciones si no se firmaba hoy, los presidentes optaron por la cautela y acordaron esperar a que el bloque europeo resuelva sus discrepancias internas. La nueva fecha tentativa para la rúbrica del histórico tratado se fijó para el próximo 12 de enero en Paraguay.
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, quien entregó la presidencia pro tempore del bloque a su homólogo paraguayo, evitó mencionar la amenaza de desistir del acuerdo.
Por el contrario, destacó que diversas naciones están «ávidas» por negociar con el Mercosur, lo que refuerza la necesidad de mantener el bloque activo.
Sin embargo, la jornada no estuvo exenta de tensiones, especialmente por las visiones encontradas sobre cómo debe operar la unión aduanera frente a terceros mercados.
Las diferencias más profundas afloraron en el ámbito geopolítico, específicamente sobre la situación en Venezuela. Lula da Silva hizo un llamado vehemente a mantener a Sudamérica como una «zona de paz», alertando que una intervención armada liderada por potencias extranjeras desembocaría en una «catástrofe humanitaria». Esta postura contrastó radicalmente con la del presidente argentino, Javier Milei, quien instó a sus socios a secundar la presión militar ejercida por Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump para deponer al gobierno de Nicolás Maduro.
En el plano comercial, la tensión se centró en la flexibilización de las reglas del bloque. Argentina y Uruguay insistieron en la necesidad de que cada país pueda negociar acuerdos bilaterales de forma independiente.
Milei fue particularmente crítico, atribuyendo la demora de décadas con la UE a la rigidez del Mercosur. «Cuando el Mercosur intenta avanzar de manera monolítica, los procesos se dilatan y las oportunidades se pierden», sentenció el mandatario argentino durante su intervención.
Por su parte, el presidente uruguayo, Yamandú Orsi, no ocultó su «desilusión» por el nuevo aplazamiento, aunque aceptó esperar a que la UE finalice sus trámites. Santiago Peña, presidente de Paraguay, adoptó una postura intermedia: si bien desea el acuerdo con Europa, advirtió que el Mercosur no puede quedarse esperando «en el altar» indefinidamente y debe avanzar con otros socios estratégicos para enviar una señal de dinamismo al mundo.
Ante la incertidumbre europea, el bloque anunció que intensificará contactos con mercados como Japón, Canadá, Reino Unido y Emiratos Árabes Unidos. Como resultado tangible de la cumbre, se oficializó el lanzamiento de negociaciones para un acuerdo de preferencias arancelarias con Vietnam, demostrando un giro hacia las economías asiáticas para diversificar las exportaciones regionales.
Otro punto de coincidencia fue la creación de una comisión regional para combatir el crimen organizado transnacional, un paso necesario para fortalecer la seguridad interna del bloque. No obstante, este avance técnico quedó eclipsado por el debate ideológico sobre la soberanía regional y el papel de las potencias extrarregionales en los conflictos internos de los países miembros.
La cumbre cerró con un Mercosur que sobrevive a sus crisis internas gracias a la necesidad de concretar el pacto con la UE. Sin embargo, la presidencia de Paraguay hereda el reto de gestionar un bloque dividido entre el proteccionismo defensivo y la apertura liberal, bajo la sombra de una crisis venezolana que parece polarizar cada vez más a los líderes de la región.









