La casa de Diógenes Cuervo no fue construida por arquitectos ni financiada por bancos. Nació en un vertedero, entre trozos de madera, láminas de zinc y cemento viejo. En medio del calor panameño y las lluvias tropicales, su vivienda improvisada es testigo del drama silencioso que millones enfrentan a diario en Centroamérica: no tener un hogar digno.
A sus 54 años, Diógenes vive con los hijos de una amiga y dos niños pequeños. No tienen trabajo formal. Viven del reciclaje, de lo que logran vender tras horas escarbando en la basura, y de la pesca artesanal de camarones.
«Cuando llueve, se nos moja todo. Hay veces que no comemos. Pero siempre damos gracias a Dios por el arrocito que aparece», dice a EFE con resignación, pero sin perder la esperanza.
Diógenes nunca intentó pedir un préstamo para una vivienda: «¿Cómo? Si nunca he tenido un trabajo con papeles… Nosotros hicimos la casa bajando de a poquito cosas del basurero. Nos tomó casi un mes.»

Una región sin techo
La historia de Diógenes es apenas una entre millones de historias similares en Centroamérica y República Dominicana, donde más de 7,7 millones de familias viven sin una vivienda adecuada o carecen totalmente de ella.
Las cifras revelan una crisis estructural: 59 % del déficit habitacional es cualitativo: viviendas precarias, en mal estado, sin servicios básicos El 41 % es cuantitativo: familias que no tienen casa.
Las casas improvisadas abundan en laderas, terrenos baldíos o comunidades irregulares.
«Cada año, miles construyen como pueden. Sin técnicos, sin materiales adecuados. Solo con voluntad y necesidad», explica Cesarina Fabián, de Hábitat para la Humanidad en República Dominicana.
La pobreza que no deja construir futuro
“Cuando tú eres muy pobre, no puedes migrar. Tampoco puedes comprar una casa”, explica Felipe Muñoz, del BID. La informalidad laboral es un obstáculo invisible pero poderoso. Alexi Vargas, limpiabotas hondureño de 65 años, lo resume así: “Gano 11 dólares al día. Comprar casa es imposible.”
La mayoría de los hogares en déficit fueron autoconstruidos, sin guía técnica ni condiciones mínimas. La carencia de acceso a crédito, servicios públicos, materiales dignos y acompañamiento técnico genera barrios vulnerables desde el primer ladrillo.
Políticas públicas: cortas, lentas y discontinuas
Los Estados han implementado programas de vivienda social, subsidios y créditos con tasas preferenciales. Sin embargo, expertos denuncian que las políticas son insuficientes, lentas y sin continuidad.
En Guatemala, la ley de tasa preferencial y el fondo para primera vivienda han tenido bajo impacto. «La mayoría no califica: viven en pobreza, sin ingresos fijos, sin historial crediticio», detalla Delorean Randich, de Hábitat para la Humanidad Guatemala.
En Honduras, Gustavo Boquín, presidente de la Cámara Hondureña de la Industria de la Construcción (CHICO), denuncia la falta de prioridad: “Las soluciones no son estructurales. No hay visión a largo plazo.”
Mientras los gobiernos debaten presupuestos y planes, la señora Diógenes sigue barriendo el agua que entra por su techo de zinc cada vez que llueve. No exige lujos. Solo un techo que no se derrumbe. Un espacio seco para dormir. Un poco de dignidad.
En Centroamérica, la vivienda no es un lujo. Es una deuda histórica. Una emergencia silenciosa que, sin cambios estructurales, seguirá creciendo con cada familia que, como Diógenes, construye esperanza entre la basura.
