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  • Filósofo advierte que nunca sabremos si la Inteligencia Artificial es consciente

    Filósofo advierte que nunca sabremos si la Inteligencia Artificial es consciente

    La comunidad científica aún no tiene forma de saber si la inteligencia artificial (IA) es consciente, ni siquiera si algún día lo será. Así lo sostiene el filósofo Tom McClelland, de la Universidad de Cambridge, quien advierte que cualquier prueba válida para determinar conciencia en sistemas artificiales seguirá siendo inalcanzable en el futuro previsible.

    Las reflexiones del académico británico han sido publicadas en la revista Mind and Language, en un contexto donde el debate sobre derechos, ética y regulaciones para inteligencias artificiales ha ganado terreno en gobiernos, empresas tecnológicas y el ámbito académico.

    McClelland afirma que, si bien la conciencia suele relacionarse con los derechos de la IA, lo que realmente debería preocupar es la sintiencia: la capacidad de experimentar sensaciones positivas o negativas, lo que convierte a una entidad en susceptible al sufrimiento o al disfrute.

    “La consciencia haría que la IA desarrollara la percepción y se volviera consciente de sí misma, pero este todavía puede ser un estado neutral”, explica el filósofo.

    “La sensibilidad implica experiencias conscientes, buenas o malas, que es lo que hace que una entidad sea capaz de sufrir o disfrutar. Aquí es donde entra en juego la ética”, subraya.

    En su análisis, señala que un coche autónomo que «perciba» la carretera no representa un dilema ético, pero si llegara a tener una reacción emocional ante su destino, la discusión cambiaría radicalmente.

    El problema, advierte, es que ni siquiera entendemos qué origina la conciencia en los seres humanos, lo que impide establecer criterios claros para identificarla en una máquina.

    “No hay evidencia que sugiera que la consciencia pueda surgir con la estructura computacional adecuada, ni que sea esencialmente biológica”, aclara. “Estamos a una revolución intelectual de cualquier prueba viable de consciencia”.

    McClelland plantea que los argumentos a favor o en contra de una conciencia artificial dependen más de creencias que de datos. Mientras algunos sostienen que replicar la arquitectura funcional del cerebro en chips de silicio bastaría para generar conciencia, otros creen que esta solo puede emerger en organismos biológicos.

    En este sentido, considera que ambas posturas caen en “un salto de fe”, pues no hay pruebas científicas sólidas que respalden ni una ni otra hipótesis. “Creo que mi gato es consciente… pero eso se basa en el sentido común, no en la ciencia. Y ese mismo sentido común no se puede aplicar a la inteligencia artificial”, ilustra.

    Finalmente, advierte que el entusiasmo con el que la industria tecnológica promueve la noción de una IA consciente puede ser parte de una estrategia publicitaria. “Existe el riesgo de que la industria aproveche la incapacidad de demostrar la conciencia para hacer afirmaciones descabelladas sobre su tecnología”, apuntó.

    Según McClelland, la atención excesiva en este tema podría desviar recursos de investigación que podrían usarse en desafíos más concretos, mientras el misterio de la conciencia —en humanos o máquinas— sigue sin resolverse.

     

  • ¿Vale la pena una televisión de ultra-alta definición? los científicos aseguran que no

    ¿Vale la pena una televisión de ultra-alta definición? los científicos aseguran que no

    ¿Vale la pena invertir más por una televisión de ultra-alta definición? Los científicos piensan que en unas condiciones de uso típicas no, porque el ojo humano tiene un límite de resolución y solo es capaz de apreciar una cantidad determinada de píxeles, por encima de la cual una pantalla proporciona a los ojos más información de la que pueden detectar.

    Lo han comprobado investigadores de la Universidad de Cambridge y de Meta Reality Labs, que han demostrado que en una sala de estar promedio y a unos 2,5 metros del televisor, una pantalla de ultra-alta definición (las de 4K u 8K) de 44 pulgadas no ofrece ninguna ventaja adicional respecto a una de las catalogadas como ‘Quad HD’ del mismo tamaño. Hoy publican los resultados de su trabajo en Nature Communications.

    Los investigadores también han desarrollado una calculadora en línea y gratuita en la que los usuarios pueden introducir el tamaño de su habitación, así como las dimensiones y la resolución de su televisor, para determinar la pantalla más adecuada para su hogar.

    Más píxeles no siempre significa una mejor percepción visual porque el ojo humano tiene un límite de resolución que depende de factores como el tamaño de la pantalla, la distancia o la visión central o periférica, han señalado los investigadores, y han corroborado que un mayor número de píxeles implican un mayor coste y consumo de energía, pero no automáticamente una mejor experiencia visual.

    “A medida que se realizan grandes esfuerzos de ingeniería para mejorar la resolución de las pantallas móviles, de realidad aumentada o de realidad virtual, es importante conocer la resolución máxima a la que las mejoras adicionales no aportan un beneficio apreciable”, ha señalado Maliha Ashraf, investigadora del Departamento de Ciencias de la Computación y Tecnología de Cambridge y primera autora del estudio.

    Los investigadores han comprobado también que el límite de resolución del ojo es mayor de lo que se creía, pero que existen diferencias importantes entre las imágenes en color y en blanco y negro, ya que el cerebro no tiene la capacidad de percibir muy bien los detalles de las imágenes en color, en especial al verlas con una visión periférica.

  • Cambio climático podría reducir hasta 24 % del PIB mundial en 2100

    Cambio climático podría reducir hasta 24 % del PIB mundial en 2100

    Si el cambio climático sigue avanzando sin mitigación, el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita global podría caer hasta un 24 % para el año 2100, según un estudio publicado por la revista científica PLOS. El impacto económico sería generalizado y afectaría a países ricos y pobres por igual.

    La investigación, liderada por los economistas Kamiar Mohaddes y Mehdi Raissi del laboratorio climaTRACES de la Universidad de Cambridge, concluye que las economías de países más cálidos y con menores ingresos sufrirían pérdidas entre un 30 % y un 60 % por encima del promedio mundial.

    En contraste, el estudio indica que si se logran los objetivos del Acuerdo de París, se obtendría un beneficio económico global del 0.25 % respecto a un escenario donde las temperaturas continúan aumentando a su ritmo histórico.

    Los investigadores subrayan que la visión tradicional de que solo los países del sur sufrirían las consecuencias económicas del cambio climático ha quedado obsoleta. “Hemos demostrado que el cambio climático reduce los ingresos en todos los países, tanto cálidos como fríos, ricos y pobres”, destacaron.

    Impacto transversal en todos los sectores

    El informe aclara que los efectos del calentamiento global no se limitan a la agricultura o sectores directamente vinculados con la naturaleza. También se extienden a industrias como el transporte, la manufactura y el comercio minorista.

    “Ningún país es inmune si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero”, advierten los autores, quienes hacen un llamado urgente a la acción climática global para proteger las economías del mundo.

    La investigación utilizó datos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), analizando 174 países bajo distintos escenarios de aumento de temperatura, variabilidad climática y políticas de mitigación.

    En un escenario con incremento sostenido de 0.04 grados anuales sin adaptación significativa, se proyecta una caída del PIB per cápita global entre 10 % y 11 % para el año 2100.

    En el peor escenario de emisiones, las pérdidas alcanzarían entre 20 % y 24 %, en comparación con un mundo sin calentamiento adicional.