De territorio hostil a símbolo de oportunidades: La nueva cara de La Campanera

Durante décadas, mencionar el reparto La Campanera, en la zona norte del distrito de Soyapango, era evocar imágenes de miedo, de fronteras invisibles impuestas por pandillas y de un Estado ausente y fallido. Sus habitantes vivían en un estado de sitio no declarado, donde la violencia era la norma y las oportunidades una fantasía. Sin embargo, el Soyapango de hoy, y en particular La Campanera, es el epicentro de una de las transformaciones de seguridad y sociales más ambiciosas en 204 años de República, un proceso que merece un análisis profundo desde la criminología.

Todo comenzó con la Fase I del Plan Control Territorial con el despliegue operativo y táctico de la PNC con el apoyo invaluable de la Fuerza Armada con un plan, estrategia, objetivos y una técnica policial basada en inteligencia. Con las Fases de “Incursión y Extracción” todo se profundizo. A finales de 2022, un masivo despliegue de fuerzas de seguridad cercó el municipio, penetrando en bastiones criminales que antes eran impenetrables. Esta etapa, de combate y de represión, fue una condición necesaria pero no suficiente. Desde una perspectiva de prevención de la violencia, desarticular las estructuras criminales es apenas el primer paso. El verdadero desafío, el que define el éxito a largo plazo, es llenar el vacío de poder, dominio y control que tenían las pandillas con algo más que solo autoridad: con oportunidades.

Aquí es donde la estrategia se vuelve integral y adquiere relevancia. La intervención no se detuvo en las capturas. El gobierno dio paso a la Fase de «Oportunidades», una apuesta por la reconstrucción del tejido social. Uno de los ejemplos más palpable ha sido la implementación de los Centros Urbanos de Bienestar y Oportunidades (CUBO). Estos espacios, con su oferta de tecnología, arte, deportes y formación, atacan directamente las causas raíz de la violencia: la exclusión social y la falta de alternativas para la juventud. En lugar del reclutamiento forzado, los jóvenes de La Campanera y sus alrededores ahora encuentran un camino para desarrollar sus talentos y construir un futuro legítimo. Y qué decir de poder ir a la Escuela e inscribirse en el centro educativo de su preferencia sin temor a ingresar a territorio de otra pandilla. La presencia, coordinación y apoyo de instituciones del Estado como: Ministerio de Seguridad Pública y Justicia, PNC, Fuerza Armada, Academia Nacional de Seguridad Pública, Ministerio de la Vivienda, Ministerio de Salud, Ministerio de Educación, Procuraduría General de la República, Dirección de Integración, Dirección de Tejido Social, RNPN, CNR, Fosalud, Ministerio de Obras Públicas, INDES, Ministerio de la Defensa Nacional, Conamype, CONAPINA, ISDEMU entre otras.

La reciente inauguración de una moderna estación de policía en La Campanera, en Soyapango, es una pieza que consolida este proceso. Este no es un simple base o sede policial; su entrega simboliza una nueva filosofía de seguridad ciudadana. Representa la transición de una fuerza de choque, de recuperación del territorio a una policía cercana a la población, cuyo objetivo primordial es la protección y el servicio, no la confrontación.

Esta estación servirá como un ancla de estabilidad para todo el reparto y sus alrededores. Su presencia permanente disuade el resurgimiento de grupos ilícitos y, más importante aún, construye confianza entre los ciudadanos y las instituciones. Es la manifestación física del compromiso del Estado de no retirarse y de acompañar a la comunidad en su desarrollo.

El modelo que se está implementando en La Campanera es un caso de estudio fascinante. Combina la contención delictiva con la prevención social, entendiendo que la seguridad no solo se construye con represión, armas de fuego y accesorios; sino con libros, computadoras, educación, sano esparcimiento, deporte, arte, cultura, y, fundamentalmente, con la presencia constante y positiva del Estado y sus servicios básicos, integrando a la comunidad con otros sectores. El desafío ahora es garantizar la sostenibilidad de estos programas, asegurar que la inversión social continúe y que la nueva relación entre la policía y la comunidad se fortalezca. La Campanera está floreciendo, y su historia podría convertirse en un manual sobre cómo recuperar la paz, no solo silenciando armas y conflictos diversos, sino encendiendo la esperanza. Mi opinión es que el caso de La Campanera una vez consolidado puede servir de modelo para otras comunidades, barrios, cantones y caseríos a nivel nacional para impulsar el desarrollo humano en otros sectores donde se ha recuperado el territorio y ahora hay esperanza.

*Ricardo Sosa es Doctor y máster en Criminología 

@jricardososa