A pocos kilómetros del centro capitalino y a pasos del hospital Rosales, está el Albergue Misericordia que se ha convertido en un refugio vital para cientos de pacientes con cáncer que provienen del interior del país. Allí, mujeres —muchas con cáncer de mama— encuentran no solo un lugar para dormir, sino un espacio de contención, fe y esperanza.
“Este proyecto nació al ver pacientes durmiendo en bancas de hospitales o en parques de San Salvador”, recuerda Maritza Caridad de Romero, directora ejecutiva del Comité de Proyección Social de El Salvador.
“Pensábamos que eran indigentes, pero descubrimos que eran personas con cáncer que venían desde San Miguel o La Unión y no tenían dónde quedarse mientras recibían quimioterapia o radioterapia. Ahí entendimos que necesitábamos actuar”.
Maritza Caridad de Romero, directora ejecutiva del Comité de Proyección Social de El Salvador.
Así, en 2016, el comité propuso la creación de un pequeño albergue para siete pacientes. Pero la solidaridad transformó el proyecto: con apoyo de la Fundación Gloria Kriete y la donación de un edificio, el espacio se amplió hasta convertirse en un centro con 47 camas, que hoy atiende aproximadamente a 500 pacientes al mes.

En el albergue, la doctora Regina Ramos observa a diario las consecuencias emocionales del diagnóstico. “Cuando una persona escucha la palabra cáncer, muchas veces deja de oír todo lo demás. Aceptar el diagnóstico no es rendirse, sino entender que hay opciones y esperanza”, explica.
Allí no se administran tratamientos médicos, pero sí se brinda acompañamiento psicológico, curaciones, apoyo espiritual y transporte hacia los hospitales oncológicos. “Todo esto con una cuota simbólica, mucho menor que el costo de viajar cada día desde sus municipios”, detalla Romero.
“Muchas veces los pacientes abandonan la terapia por desconocimiento o miedo a los efectos secundarios —advierte Ramos—. Por eso acompañamos tanto al paciente como a su familia. A veces los familiares también necesitan apoyo; el desgaste emocional es enorme”, explica la directora Romero.
Avances médicos
Los avances tecnológicos y científicos han permitido que, en muchos casos, el cáncer de mama sea una enfermedad curable, siempre que se detecte a tiempo. Sin embargo, persisten grandes desigualdades en el acceso al diagnóstico y al tratamiento, especialmente fuera del área metropolitana.
El médico Víctor Caceros, cofundador del Centro Internacional del Cáncer, explicó que el sistema de salud salvadoreño – tanto en la red pública como en la privada – ofrece los principales tratamientos oncológicos, pero su disponibilidad varía significantivamente.

Según el Dr. Caceros, los avances tecnológicos en el tratamiento del cáncer de mama tienen que ver con la mejora de las técnicas quirúrgicas. “Las cirugías de mínima invasión reducen los tiempos quirúrgicos y postoperatorios”, explica.
En radioterapia, añade, la precisión es cada vez mayor: “Podemos aplicar dosis más altas al tumor y proteger los tejidos sanos. Esto permite tratamientos más cortos y efectivos, con menos efectos secundarios”.
Estos progresos han transformado la experiencia del paciente: los tratamientos actuales son menos tóxicos, los tiempos de recuperación son más breves y las expectativas de sobrevivir —y curarse— son mayores.
Acceso desigual
Aunque los avances médicos son innegables, el acceso a ellos sigue siendo una deuda pendiente.
El especialista advierte que la tecnología no siempre está al alcance de todos. “La principal deuda del sistema es la descentralización del diagnóstico”.
Por un lado, existen tratamientos modernos disponibles, pero por otro, el acceso a ellos sigue siendo desigual.
El Dr. Caceros explicó que uno de los principales problemas en la atención del cáncer es la centralización de los servicios médicos en “las grandes metropolis o capitales regionales”, y limita el acceso a diagnóstico o tratamiento fuera de las grandes ciudades.
El especialista también advirtió que la tecnología médica existe, pero no siempre está al alcance de la población.
“Los métodos diagnósticos están centralizados y, por lo tanto, son poco accesibles. No es fácil el acceso a la tecnología… la tecnología está disponible, son otras las barreras”.
Dr. Víctor Caceros, oncólogo.
Finalmente, subrayó que la realidad económica de muchas familias es otro factor determinante: “Hay familias que batallan para cubrir los aspectos más básicos de su sobrevivencia. Y de repente, para un estudio, por económico que sea, se sale del presupuesto. Y ya no hay para eso. También es una realidad económica”, acota.

Miedo al diagnóstico
La doctora Irma Portales, ginecóloga y mastóloga, considera que uno de los principales obstáculos es el miedo de las pacientes a realizarse los estudios, ya sea por temor al dolor de la mamografía o al diagnóstico mismo.
“Hay programas de tamizaje, pero el acceso a mamografías no llega a todas las regiones del país, especialmente a las zonas rurales”, comenta Portales, quien también colabora con la Fundación Edificando Vidas.
Para ella, la educación comunitaria y la empatía médica son fundamentales:
“El cáncer no debe verse como una sentencia. Hay tratamientos exitosos y redes de apoyo que acompañan a las pacientes en todo el proceso”.
Irma Portales, ginecóloga y mastóloga.
Portales insiste en que la detección temprana sigue siendo la herramienta más poderosa. “La mamografía anual a partir de los 40 años es esencial, pero muchas mujeres no se la realizan por miedo, desinformación o dificultades para acceder a los servicios”, advierte.
También celebra que los tratamientos actuales permiten conservar la mama en más casos: “Ya no todas las pacientes necesitan una mastectomía. Cuando el tumor se detecta temprano, se puede hacer una cirugía conservadora y evitar procedimientos más invasivos”.
El doctor Víctor Caceros explicó a Diario El Mundo que “el cáncer de mama se está presentando en mujeres más jóvenes, a partir de los 30 y 40 años, no solo después de los 50 como antes estaba tipificado”.
Añade que sólo un 15 % de los casos se deben a una causa estrictamente hereditaria. Si bien el cáncer de mama se origina por alteraciones genéticas, la mayoría de esas mutaciones son provocadas por la exposición continua a contaminantes ambientales y químicos presentes en el entorno, el agua y los alimentos.

Desmitificar el cáncer
El Dr. Caceros considera que el país debe desmitificar el tema del cáncer. “Ahora tenemos muchas más herramientas terapéuticas, mucho más eficientes que hace 50 años. En buena parte de los casos, el cáncer de mama es curable. Los pacientes sobreviven también porque los tratamientos actuales no dejan efectos tóxicos severos”, señala.
El nuevo paradigma oncológico busca individualizar cada caso. “Cada paciente es un mundo. Ya no se trata con un esquema genérico, sino de acuerdo con el tipo de tumor, el estadio y las condiciones personales”, explica.
Los especialistas coinciden en que la información salva vidas. “Más que los tratamientos, es la información la que empuja a la gente a consultar”, resume el Dr. Caceros.
El desafío, añaden, es mantener esa información viva durante todo el año, no solo en octubre. “Hablar del cáncer de mama debería ser parte de las conversaciones cotidianas, sin miedo y sin tabúes”, concluye.
Mientras tanto, organizaciones como el Centro Internacional de Cáncer, Albergue Misericordia y la Fundación Edificando Vidas siguen siendo puentes de esperanza para cientos de salvadoreñas que enfrentan no solo una enfermedad, sino también la lucha por acceder a un tratamiento digno.
Entre la desigualdad y la esperanza, miles de mujeres en El Salvador siguen demostrando que el cáncer de mama no solo se enfrenta con medicina, sino también con solidaridad y fe.
