La representación de pueblos originarios o indígenas en los premios Óscar ha evolucionado a lo largo de las décadas, dejando momentos que han desafiado la narrativa tradicional de la Academia.
En 1973, la activista apache Sacheen Littlefeather se presentó en la ceremonia para rechazar, en nombre de Marlon Brando (1924-2004), el premio a Mejor Actor por «El Padrino» (1972), precisamente en protesta por la representación errónea de los pueblos nativos en el cine.
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Medio siglo después, la Academia se disculpó formalmente con Littlefeather, en agosto de 2022, poco antes de que ella falleciera: el 2 de octubre de aquel año, a sus 75 años de edad.
Fue hasta 2019 que Yalitza Aparicio, actriz de etnias mixteca y triqui (del estado de Oaxaca, México), se convirtió en la primera mujer indígena americana-mexicana nominada al Óscar a la Mejor Actriz por su papel en la cinta «Roma» (2018), dirigida por Alfonso Cuarón.
Aparicio rompió barreras y estereotipos, y visibilizó la diversidad cultural indígena en una industria donde estas voces han sido históricamente marginadas, tanto en México como en Estados Unidos.
Para la 96ª edición de los Óscar, Lily Gladstone marcó un nuevo hito al ser la primera mujer nativa estadounidense nominada a Mejor Actriz por su actuación en «Killers of the Flower Moon» (2023), junto al actor Leonardo DiCaprio y dirigida por el legendario director Martin Scorsese, ambos ganadores de la estatuilla.
Gladstone, de ascendencia siksikaitsitapi y nimíipuu, compartió el protagonismo con la nación Osage, cuyos bailarines y cantantes tribales recorrieron la alfombra roja y subieron al escenario del Teatro Dolby de Los Ángeles para interpretar «Wahzhazhe (A Song for My People)», que también estaba nominada a Mejor Canción Original.
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