Hospitales sin médicos: la otra cara de la salud en El Salvador

“La medicina está en peligro porque los médicos estamos en peligro. Tenemos que sentarnos a trabajar y armonizar las posturas y acciones de quienes forman, los que conducen y los médicos”, subrayó el Dr. Martín Oliva, Ph. D., profesor de cardiología en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER), en Concepción del Uruguay, Argentina, y senador provincial por Entre Ríos, quien recomendó fortalecer el recurso humano en lugar de invertir únicamente en infraestructura.

Estas declaraciones del Dr. Oliva se sustentan en un estudio presentado en el Congreso Argentino de Cardiología, realizado en octubre de este año en Buenos Aires. Los resultados son alarmantes: solo el 52,8 % de los médicos argentinos respondió afirmativamente a la pregunta “Si pudiera elegir nuevamente, ¿estudiaría medicina?”. En contraste, 29,3 % rechazó esa posibilidad y 17,9 % no está seguro. Además, 64,5 % declaró sufrir desgaste profesional, entendido como agotamiento físico, emocional y mental derivado del estrés crónico no gestionado. Los más afectados son los residentes (más del 80 %), seguidos por especialistas en terapia intensiva, pediatría, cirugía general, neurología y clínica médica.

En El Salvador, aunque la situación se manifiesta de manera distinta, comparte raíces similares. Nuestro país enfrenta una emergencia de salud pública derivada de la falta de personal médico a nivel nacional. Recientemente, este medio reportó que “el déficit de médicos especialistas ha provocado que las citas ginecológicas se retrasen y que las usuarias sean atendidas en menos ocasiones durante el año”.

En el Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) se estima un déficit del 40 % de médicos para atender a más de 2,1 millones de derechohabientes. El Ministerio de Salud (MINSAL), por su parte, reconoce una “grave crisis de médicos especialistas”, aunque no detalla cifras concretas.

Según una encuesta de Comunidades de Fe Organizadas para la Acción (COFOA), el 67 % de los usuarios del sistema público espera entre 4 y 6 horas para recibir atención médica, y el resto al menos 2 horas. Además, 69 % de los pacientes incurre en gastos de bolsillo moderados o altos por la falta de insumos y medicamentos.

A pesar de estos indicadores, el gobierno continúa priorizando la construcción de hospitales y la compra de equipo, presentando esta inversión como un salto hacia un sistema “de primer nivel”. Sin embargo, como señaló el presidente del Colegio Médico de El Salvador, Dr. Iván Solano, “estos datos matan relatos. Cuando decimos que tenemos el mejor sistema de salud del mundo, estos datos objetivos contradicen ese discurso”.

A ello se suma un dato preocupante: la matrícula de estudiantes de medicina ha disminuido en un 25 % entre 2022 y 2024, después de casi dos décadas de crecimiento sostenido. Esto sugiere que, frente a una crisis de personal médico, el sistema educativo tampoco está respondiendo con la urgencia que el país necesita.

Si no se toman medidas inmediatas para estimular la formación médica, mejorar las condiciones laborales y reconocer el valor humano de la profesión, el déficit actual podría transformarse en una crisis estructural de largo plazo.

No basta con construir hospitales si no habrá médicos que los atiendan. La verdadera inversión en salud debe comenzar por rescatar la vocación, dignificar el ejercicio profesional y garantizar un entorno donde los médicos puedan servir sin agotarse ni perder la esperanza y con una remuneración justa y que responda a su rol fundamental en el desarrollo social de nuestro país.