Kast

Se ha cerrado el ciclo del gobierno progresista del Frente Amplio, con Gabriel Boric a la cabeza. El resultado electoral en el balotaje no deja lugar a dudas de lo que los votantes chilenos quieren, ‘ahora’. Se han decantado, de un modo intuitivo (por decirlo de manera suave) por la antípoda que no respaldaron hace 4 años. ¡Curioso malabarismo mental!

Esto no debe tomarse a la ligera, puesto que el impacto que se viene sobre Chile será inmediato, si es que los anuncios de Kast en pro de un giro en inmigración, en economía y en seguridad, sobre todo, no eran una trampa cazabobos.

Como está ya sucediendo, desde el regreso de Trump a la presidencia de Estados Unidos, todos aquellos ‘parientes políticos’ que acceden a cuotas de poder estatal se lanzan a deshacer lo que los adversarios han concretado y a ‘sembrar’ sus anunciadas promesas. El caso de Milei, en Argentina, no puede ser más patético en su entrega sin recato al Gran Poder del Norte. No pareciera importar a los ejecutores de las acciones de desmantelamiento económico y político (que se ejecutan a los gritos y empellones por parte de La Libertad Avanza de Milei) el perjuicio que se ocasiona a millones de argentinos. Este ‘nuevo fanatismo’ tiene prisa y no quiere dejar títere con cabeza.

En Argentina, Milei y su banda hace poco volvieron a revalidar (y ampliar) su apoyatura electoral, y esto los ha envalentonado en lo político, y ahora tienen más apremio que nunca, porque saben que la confusión y la incomprensión ciudadana no durarán para siempre, y el humo que venden se disipará…. Quizás hacen cuentas alegres con los resultados electorales y se les olvida lo de la volatilidad electoral, porque hay indicios de que desde la base de la sociedad argentina se están configurando diversas respuestas político-sociales. De ahí que el descuaje del Estado deba hacerse con gran celeridad y sin guardar las formas.

Habrá que ver si Kast en Chile procederá de esta forma. De ser afirmativo, tomará la vereda más corta pero la que está llena de muchos obstáculos.

El debilitamiento del aparato estatal trae inmediata insatisfacción social, porque los recortes que se plantean tienen a los sectores educación y salud como destinarios preferenciales, y eso afecta a millones de personas.

Son tiempos muy complicados los que América Latina vive y vivirá en lo inmediato, y la administración Trump lo está haciendo patente. El episodio aún no finalizado del asedio militar a Venezuela es el expediente más descarado que Trump está poniendo sobre la mesa y donde está diciendo que no hay alianzas con nadie, solo subordinaciones vergonzosas a sus designios.

Los cuatro años de gobierno del Frente Amplio en Chile ahora sus dirigentes lo están evaluando y quizá no pocos se vean tentados a decir que ‘todo’ fue un fracaso y que ‘nada’ se hizo bien. Si así ocurriera, las fracturas de esa convergencia política no se harán esperar y entonces le allanaran el camino a Kast. Y quien tendrá que cargar con todo ese ‘fracaso’ ya se sabe quién será: Gabriel Boric. Sin embargo, esa forma de analizar los procesos políticos no considera las complejidades del tejido social sobre el que se actúa. Es una pena el analfabetismo sociológico de las fuerzas políticas que aspiran a cambiar las cosas.

Ha ganado Kast (a saber si el electorado chileno calibró con cuidado la calidad de esas propuestas regresivas), pero eso no quiere decir que ya terminó el juego. Si hay imaginación y coherencias políticas, los derrotados del Frente Amplio o algunos de sus segmentos deberán de volver a la llanura y dar batalla cívica y construir y reformular perspectivas. Es un pésimo consejo el que algunos han comenzado a difundir desde mullidos sillones al decir que le fue mal al gobierno de Boric por haber sido muy moderado.

En América Latina siempre han estado en tensión dos nociones: democracia y transformación social. Se dice: los blandos van por la democracia y los duros por la transformación social. Pero esos argumentos son simples y vaciados de sustantividad.

Lo que sí es cierto es que la apuesta estratégica por la vida en democracia no puede seguir siendo un asunto que solo tiene que ver con el hecho de votar. Esto no quiere decir que sea un asunto menor el hecho de votar, significa que los procesos electorales deben ser blindados frente a toda tentación autoritaria y para eso deben ser por completo libres de toda presión y manipulación y, además, debe garantizarse el ejercicio irrestricto de la ciudadanía en todos los ámbitos. Es decir, la disensión debe ser administrada con justeza, no pulverizada ni enjaulada.

La transformación social como horizonte también debe ser replanteada para no seguir repitiendo los ritos inviables ni las frases de cajón que ya no ilusionan a nadie.

*Jaime Barba, REGIÓN Centro de Investigaciones