Feliz navidad… que Jesús nazca en nuestros corazones

Los cristianos conmemoramos de manera simbólica cada 25 de diciembre la natividad de Nuestro Señor Jesucristo, pero hasta ahora no se tiene certeza del día de su nacimiento ni su edad exacta de su crucifixión. Según los anales religiosos es a partir del año 336 D. de C. que se celebra la navidad luego que el Papa Julio I estableciera esa fecha como la oficial de la natividad, aunque se han encontrado pruebas de que, con su Santidad Telésforo, un siglo antes ya se conmemoraba ese acontecimiento en esa fecha.

La certeza nadie la tiene, pero los cristianos hemos hecho nuestra la fecha la cual tiene el inmenso valor trascendental de señalar el nacimiento del Hijo Unigénito de Dios que vino a morir en la cruz para con su sacrificio lavar los pecados de la humanidad y enseñarnos que Él es el camino de la verdad y el amor hacia la vida eterna.

De tal manera que la navidad es la época propicia para que como seres humanos fortalezcamos nuestra fe cristiana y permitamos que Jesús vuelva a nacer en nuestros corazones llenándonos de fe y bondad, siguiendo su santa palabra y  ejecutando buenas acciones según los mandamientos de la ley divina. Amar al prójimo como a nosotros mismos resume la enseñanza máxima de la fe cristiana. El que ama a su prójimo ama a Dios,

Jesús debe anidar en nuestros corazones y ser el eje central de las acciones y creencias de nuestra vida. Debemos siempre inspirarnos en la cristiandad para obrar con bondad hacia los demás. Como dice la canción del cantautor guatemalteco Ricardo Arjona “Jesús es verbo (acción) y no sustantivo” porque está en el corazón de quien entrega de manera desinteresada, de nuestros hermanos necesitados que viven en la orfandad, la indigencia, el desamparo, la depresión y la mendicidad. Jesús no vive en el templo adornado por metales preciosos, mucho menos en las paredes que resguardan al pastor que se ha hecho rico y mentiroso en nombre de la fe… Jesús está en las obras buenas, por muy pequeñas que parezcan.

Navidad nos debe de servir como una época de reflexión sobre las consecuencias de nuestra conducta en la familia (y la sociedad) y de nuestra relación particular con Jesucristo. Debemos pedir fortaleza espiritual y bendiciones para nuestros semejantes. Debemos anteponer nuestra promesa sincera de ser mejores personas por añadiduras espirituales y por amor a la humanidad.

Para los cristianos la navidad debe ser motivo de regocijo, al igual que todas las fechas del año, porque es una forma de amar y reconocer que Dios es todopoderoso y misericordioso, tanto así que según Juan (3:15) “Amo tanto al mundo que entregó a sus Hijo Unigénito (Jesús) para que todo el que crea en Él tenga vida eterna y no se pierda”. Como regalo nos ofrece, por misericordia, salvación eterna.

Dicen los teólogos que Dios entregó a su hijo para manifestar su amor profundo por la humanidad, para que cada persona, por medio de la fe, pueda experimentar la vida eterna y una relación directa con él. De tal manera que Jesús es el medio o el camino por el cual se logra la salvación divina.

Justamente eso es el espíritu simbólico de la navidad. Agradecer a Dios la entrega de su hijo unigénito, como muestra de amor y misericordia. Por eso Dios quiso que naciera en la humildad y se gestara en el vientre de una virgen. Dios quiso que su hijo sufriera el sacrificio para que todos entendiéramos el mensaje de la redención.

Por eso navidad es propicio para alimentarnos de la fe, para renovar nuestra espiritualidad cristiana y para amar al prójimo, siendo individuos honestos de buenas acciones y conduciéndonos por el camino del bien, siempre con Jesús en nuestros corazones.

Paganamente la navidad es aprovechada por el comercio, por el consumismo, por el brillo del glamour, por las festividades, por el turismo y por mucho accionar mundano, pero al margen de eso, hay que reservar tiempo para fortalecernos en la fe. El cuerpo es carne y espíritu y no está prohibido celebrar con costumbres y tradiciones, pues de manera sana también hay que dar paso a la cena navideña en familia, a los regalos y juguetes, al simbolismo costumbrista y tradicional, a os estrenos, a disfrutar las vacaciones de la época, todo eso agradeciendo a Dios por su inmensa bondad.

Muchos llegan a esta época enfermos, en soledad, sin trabajo o con otros problemas existenciales, pero no debemos perder nunca la fe porque no hay problema que dure cien años y Jesús nunca nos abandona, Él siempre nos bendice y no permite que los suyos vivamos en desamparo. La protección divina es en cada instante de nuestra vida cuando tenemos fe.

Disfrutemos la época de navidad. Reflexionemos sobre nuestra conducta y oremos para tener siempre en nuestros corazones a Jesús. Feliz navidad a todo el mundo cristiano, evangélicos, ortodoxos y católicos. Que Jesús nazca en  nuestros corazones y que la paz sea con nosotros.

*Jaime Ulises Marinero es periodista