Emboscada Climática: Del Tiktaalik al Colapso Humano

Era una noche de estrellas indiferentes, en el confín del horizonte despuntaban los primeros filos de un sol que se alzaba como un centinela descreído, aunque la tiniebla aún reinaba soberana en aquella madrugada del 31 de diciembre, último estertor de un año cargado de promesas traidoras y miedos que olían a azufre.

El mundo había mutado y girado a la derecha en ese 2025 maldito, con esperanzas que se volvían cuchillos en la oscuridad. Cuchillos egoístas, espejos de la cultura narcisista y ambiciosa de las nuevas generaciones. Un surfista curtido, de esos que desafían al océano como un hidalgo a duelo, se adentraba mar adentro sobre su tabla, remando con la tenacidad de un galeón en temporal. La superficie era un espejo negro y sereno, y con cada brazada saltaban centellas luminosas desde las profundidades, como almas en pena escapando del abismo.

El silencio era un mazazo, roto solo por el rumor sordo de las olas, cual murmullo de conspiradores en la penumbra. De pronto, un chasquido lejano, como otra tabla cortando el agua, lo alertó. Al acercarse, divisó un garrobito de tamaño mediano, que al cruzarse con su mirada se zambulló en pánico, nadando como alma que lleva el diablo.

«Raro como el demonio», masculló el hombre, que en años de madrugadas negras no había visto tal prodigio. Una ola se hinchó atractiva, como una cortesana prometiendo placeres prohibidos; el surfista giró, remó en sintonía con su furia y, al sentir la tracción, saltó sobre la tabla, cabalgándola en esa danza de adrenalina y paz engañosa. La cresta lo acercó a la playa, y allí, en un espectáculo que helaba la sangre, cientos de iguanas verdes y negras invadían el océano, regresando al agua primordial con la urgencia de un ejército en retirada.

El surfista las miró con ojos desorbitados, como si presenciara el tiktaalik —aquel pez-anfibio de hace 375 millones de años— dando el salto inverso, del agua a la tierra convertida ahora en infierno inhabitable. Todo era obra del cambio climático, acelerado en los últimos cincuenta años a un galope endemoniado: más de tres grados de fiebre global, desertificación como un cáncer voraz y agua dulce evaporada en sequías asesinas.

En los albores del siglo XX, el calentamiento era un trote de damas: siete centésimas por década; más post-1975, se duplicó a trece o veinte, azuzado por chimeneas que vomitaban humo negro como cañones de asedio y coches rugiendo veneno cual dragones del Averno. Los invernaderos antropogénicos —CO2 y su pandilla— tendieron la emboscada, mientras los aerosoles, escudos contra el sol traidor, se disiparon en el vendaval de la codicia. Nutrias, castores, hipopótamos y reptiles se refugian más en el agua para termorregularse y sobrevivir; la tierra escasea recursos, y la ventaja selectiva premia a los acuáticos. El instinto primal filtra ganadores: no incluye al hombre, cuya soberbia ha sobrepasado toda adaptación.

La velocidad del colapso aniquila a la especie humana. Así, caballeros, el planeta se sacude el yugo humano con la frialdad de un verdugo toledano. Las bestias vuelven al mar primordial, y el hombre, ese hidalgo arrogante, queda varado en desiertos de su propia forja. El surfista volvió su vista mar adentro, y vio el abismo que se le planteaba a su especie, hambre, sed, guerras…por primera vez desde su existencia admiro al mar, no como su amante y amigo, sino como aquel ser destructor y enemigo de la raza humana.

La vida, en este planeta de la especie humana, reinando desde hace más de 300 mil años, estaba llegando a su fin. Él lo presentía. Decidió salir del agua, el caliente ambiente lo corroboraba su piel. Se sentó a la orilla de la playa y admirando el sol naciente, pensó:

Si no empuñamos ya la disciplina colectiva con fuerza defensiva —cortando emisiones con precisión letal y abrazando la moderación—, volviendo a nuestro ser natural, no habrá refugio para valientes ni cobardes en este siglo de fiebres colectivas. Hora de rendirnos al recato, o perecer degollados por nuestra propia mano incendiaria. ¡Bienvenido seas 2026!