La notable reducción en el número de barcos en espera para ingresar al Puerto de Acajutla —de 25 a prácticamente cero— constituye uno de los avances logísticos más significativos para la economía salvadoreña en la última década. Según la Unión Portuaria del Pacífico (UPDP), este cambio ha significado un ahorro estimado de $200 millones, una cifra que rebasa el plano financiero empresarial y se traduce en menores costos para los consumidores y una contribución directa al control de la inflación. En un país altamente dependiente del comercio exterior, estos resultados no son menores: un puerto eficiente puede marcar la diferencia entre competitividad y rezago.
La situación previa era, sin duda, insostenible. Barcos en rada por un mes, sobrecostos de hasta $30,000 diarios por embarcación, demoras en exportaciones e importaciones y una carga logística que finalmente recaía en los hogares salvadoreños a través de precios más altos. La descripción del gerente general de la UPDP, Luis Canto, sobre los primeros meses de operación —“muy duros”, sin sentir que el sistema funcionaba— revela el grado de deterioro que heredó el consorcio y que era necesario corregir.
El giro comenzó en abril, y un año después los resultados son evidentes: mayor fluidez, mayor productividad y un clima de confianza que incluso ha atraído carga extranjera, especialmente de Guatemala. Que empresas guatemaltecas estén utilizando Acajutla para movilizar su mercadería, pasando por encima de su propio Puerto Quetzal, donde las embarcaciones pueden esperar hasta 90 días, demuestra no solo el avance local sino las oportunidades regionales que se abren cuando la infraestructura funciona.
Sin embargo, el éxito no debe ocultar los desafíos. El salto operativo se ha sostenido mediante inversiones como la compra de 40 camiones, nueva maquinaria, capacitación y mejoras de seguridad; pero la evolución natural del puerto exige proyectos más ambiciosos, como la construcción del nuevo muelle que supera los $500 millones. La fase 1 plantea interrogantes necesarias: ¿cómo se garantizará la sostenibilidad financiera del proyecto?, ¿qué mecanismos de transparencia supervisarán la ejecución?, ¿qué impacto tendrá la expansión en tarifas, servicios y empleos locales?
Asimismo, el entusiasmo debe ser acompañado por una estrategia integral que asegure que este crecimiento no dependa únicamente de eficiencias coyunturales, sino de una estructura logística robusta, moderna y capaz de absorber un aumento sostenido en volumen de carga.
El anuncio de la implementación del sistema Navis N4, utilizado en los puertos más avanzados del mundo, apunta en esa dirección y es un paso necesario para mantener el ritmo de modernización. Sin embargo, la verdadera transformación depende de que la visión de crecimiento esté acompañada de gobernanza sólida, controles adecuados y una política portuaria coherente a largo plazo.
La mejora en Acajutla es un logro innegable. Pero como todo avance estratégico, plantea la obligación de mirar más allá del éxito inmediato. El reto ahora es convertir esta recuperación operativa en una plataforma sostenible de desarrollo económico y logístico para El Salvador, capaz de competir en la región y ofrecer beneficios duraderos al país.
