Esta porción de la frontera sur de Estados Unidos está custodiada por dos muros

En los barrotes cafés del muro fronterizo de Estados Unidos aún se observan manchas grises, son las cicatrices de los intentos o cruces de miles de migrantes que se jugaron la vida al colgarse de más de seis metros para llegar a San Diego, California, una ciudad que hacia el sur colinda con Tijuana, México.

Las primeras viviendas, carreteras, plazas e incluso el aeropuerto de Tijuana se ven desde el territorio estadounidense, y es que, tras la línea fronteriza, la vida en la ciudad mexicana empieza a apenas unos metros.

Esta cercanía con San Diego, a tan solo una hora de esa línea divisoria, es la razón porque en toda la frontera estadounidense de la ciudad de la eterna primavera hay dos muros.

Según el vocero de la Patrulla Fronteriza, (USBP, según sus siglas en inglés), Gerardo Gutiérrez, originalmente el muro se construyó para detener el flujo de vehículos que cruzaban sin un chequeo migratorio desde México a Estados Unidos, pero con los años se usa para detener el flujo de migrantes que buscan el sueño americano.

“La razón de porque hay dos muros es porque tenemos las dos ciudades, Tijuana y San Diego, juntas, entonces los muros nos dan tiempo para que nosotros podamos responder y mitigar cualquier cosa que esté pasando”, relató Gutiérrez mientras muestra las construcciones del muro primario y secundario.

“El muro primario mide alrededor de seis metros de altura y el secundario unos nueve metros. No están hechos para ser escalados; son peligrosos”, añadió.

Más de 25 kilómetros de la frontera sur de Estados Unidos, en San Diego, California, está custodiada por un doble muro. En la fotografía se muestra el final de uno de los muros, en el inicio de las montañas de California. / Fotografía de Iliana Cornejo

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Ambas estructuras se extienden por 14 millas desde el océano hasta las montañas, es decir, unos 22 kilómetros y medio donde la geografía permite reducir la infraestructura a un solo muro. En total, el sector San Diego cubre 60 millas de frontera, 96 kilómetros y medio, de las cuales unas 50 ya cuentan con muro, mientras el resto continúa en proceso de construcción.

El agente de USBP indicó que la gran afluencia de personas que salen desde Tijuana para intentar cruzar la frontera ilegalmente, en su momento, les llevó a construir esa doble barrera, así les daba y sigue dando tiempo de acudir. A lo largo de los muros se extiende una calle, por tramos de concreto, en los lugares más inclinados especialmente, esa también es parte de la inversión que el gobierno estadounidense ha hecho, a través de la Patrulla Fronteriza para proteger su frontera.

“Nosotros siempre trabajamos para tener infraestructura, carreteras de todo clima para que nuestros agentes se puedan mover, si hay alguna incursión ilegal, entonces nuestros agentes pueden responder y entonces se necesitan los dos muros”, añadió Gutiérrez.

Y es que la topografía del sur de California difiere al sur de Texas o inclusive Arizona, la frontera para llegar a Estados Unidos ahí atraviesa montañas, riscos, lugares desolados, donde el clima es inclemente, pero también se une con el océano Pacífico, cuyas aguas en el hemisferio norte se alejan de la tibieza del trópico y sus temperaturas se tornan frías que podrían causar la muerte de una persona que lo intente cruzar y se mantenga por mucho tiempo en ellas.

Ese doble muro también se adentra al océano, en al menos 50 metros, una longitud considerable para que las personas no puedan ingresar a territorio estadounidense.

“El muro entra al mar unos 50 metros, aproximadamente como media cancha de fútbol”, detalló el vocero de la Patrulla Fronteriza. Aunque la distancia puede parecer corta, subrayó que no fue diseñada para ser cruzada, sino para frenar y disuadir los intentos de ingreso irregular en una zona altamente urbanizada.

Un drone sobrevuela en las cercanías del muro fronterizo de EEUU, atrás se observa Tijuana. Fotografía de Iliana Cornejo.

Túneles y drones: las rutas ocultas del crimen organizado

Debajo del muro y por encima de él, las organizaciones criminales han buscado otras rutas.

En los últimos 25 años, la Patrulla Fronteriza ha detectado más de 90 túneles en el sector San Diego, utilizados para el tráfico de personas, drogas y mercancías ilícitas. Algunos de estos pasadizos han sido altamente sofisticados, con sistemas de ventilación, electricidad, rieles e incluso bombas de agua.

Los túneles más extensos han alcanzado casi tres kilómetros de longitud, cruzando silenciosamente la frontera bajo tierra. Uno de ellos, inició en una iglesia en Tijuana y llegó hasta una bodega del lado de San Diego, pero que fue intersectado por las autoridades estadounidenses.

A estas rutas subterráneas se suma el uso de drones, empleados por  contrabandistas de personas o “coyotes” para vigilar los movimientos de los agentes y coordinar cruces ilegales. Según explicó Gutiérrez, estas prácticas forman parte de una adaptación constante de los grupos delictivos frente al reforzamiento de la frontera.

Vigilancia permanente y coordinación binacional

Frente a estas amenazas, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) ha reforzado su capacidad tecnológica en el sector.

La vigilancia se mantiene las 24 horas del día, los siete días de la semana, incluso en días festivos, mediante una combinación de personal, infraestructura y tecnología avanzada.

El sistema incluye cámaras de vigilancia diurnas y nocturnas con visión infrarroja, sensores de movimiento y plataformas automatizadas con inteligencia artificial, capaces de detectar actividad tanto en tierra como en el mar.

“Aunque las personas piensen que pueden cruzar sin ser vistos, siempre hay vigilancia”, advirtió Gutiérrez.

Además, las autoridades estadounidenses trabajan de forma coordinada con autoridades mexicanas a través de las llamadas operaciones espejo, que consisten en monitoreos simultáneos a ambos lados de la frontera para responder de manera inmediata ante actividades ilícitas.

El final de los muros fronterizos entre Tijuana, México, y San Diego, California, Estados Unidos, en el océano Pacífico. / Fotografía de Iliana Cornejo.

Un cruce que no perdona errores

Pese a las advertencias, los intentos de cruce continúan.

Migrantes se arriesgan a bordear el muro a nado, en lanchas sobrecargadas, motos acuáticas o embarcaciones improvisadas, muchas veces durante la noche, cuando el oleaje aumenta y la temperatura del agua desciende.

“Hemos visto muchas personas perder la vida”, lamentó Gutiérrez. Recordó que hace apenas una semana y media, cuatro migrantes murieron ahogados luego de que una lancha pesquera rudimentaria volcara en aguas cercanas a este punto de la frontera.

La neblina, las corrientes marinas y el frío convierten este tramo de San Diego, California, en un escenario impredecible, donde una mala decisión puede ser fatal.

Para la Patrulla Fronteriza, el muro, el mar y la tecnología no son obstáculos aislados, sino parte de un sistema diseñado para impedir cruces irregulares en una de las fronteras más vigiladas del mundo.

“La única vía segura es la legal, a través de un puerto de entrada o un consulado”, reiteró el vocero de CBP.

Mientras tanto, el océano Pacífico sigue golpeando los muros día y noche, recordando que en este punto del mapa la frontera no solo divide países, también intenta separar la vida del riesgo extremo.