Más allá del diagnóstico: cuando sobrevivir al cáncer de mama se vuelve una forma de servir

La forma de vivir el cáncer de mama, los miedos, la red de apoyo y las victorias dibujan un panorama distinto en cada historia.

Ana Marta, Leiden y Wendy enfrentaron la enfermedad en contextos diferentes, pero comparten un mismo propósito: transformar su experiencia en una herramienta para ayudar a otras mujeres.

Ana Marta Najarro, sobreviviente de cáncer de mama. Cortesía.

Ana Marta Najarro: el voluntariado como misión

A los 45 años, Ana Marta fue diagnosticada con cáncer de mama. No tenía antecedentes familiares ni síntomas visibles. “No tuve dolor ni cambios, solo una cosa pequeñita que no pensé que fuera cáncer”, recuerda.

Su esposo, marcado por los antecedentes de la enfermedad en su familia, fue quien la motivó a realizarse los chequeos. La detección temprana le salvó la vida.

Tras una mastectomía radical y cinco años de hormonoterapia, Ana Marta se convirtió en voluntaria de la Fundación Edificando Vidas y promotora del diagnóstico temprano.

“Quienes tenemos acceso al tratamiento médico es porque trabajamos, tenemos seguro o recursos. Pero hay muchas familias que no cumplen ninguna de esas condiciones, y se les complica incluso hacerse los exámenes”.
Ana Marta Najarro, sobreviviente de cáncer de mama.

Hoy, desde el voluntariado, acompaña a mujeres en tratamiento y advierte sobre las brechas de acceso a la salud. “A todas las mujeres: Cuídense, chequéense, no tengan miedo. Es mejor detectarlo a tiempo que llegar tarde”.

Leiden Cáceres es una periodista, comunicadora y sobreviviente de cáncer de mama. /Archivo DEM

Leiden Cáceres: una actitud heredada

El cáncer no era nuevo para Leiden. Su abuela y su madre lo padecieron, y cuando le tocó a los 34 años, ya conocía el camino. “Lo que yo recogí de mi mamá fue su actitud positiva. La sonrisa no la perdió nunca, y eso me sostuvo”, cuenta.

Su primer tratamiento fue agresivo. “La primera quimio fue tan fuerte que no sabía si al día siguiente iba a amanecer”, recuerda. Hoy, libre de cáncer, habla de lo que considera una nueva responsabilidad. “Somos responsables de ayudar, de ser esa voz que alerte. Octubre es importante, pero todos los meses hay que estar pendientes.”

Desde la Fundación Edificando Vidas, acompaña a pacientes y promueve el apoyo emocional, un aspecto que considera vital.

“El cáncer necesita tratamiento médico, pero también emocional y espiritual. La mente puede jugar sucio. Muchas personas caen en depresión o pierden la esperanza».
Leiden Cáceres, sobreviviente de cáncer.

Wendy Maldonado: De la mano con la comunidad

A los 23 años, Wendy era estudiante de medicina cuando descubrió un bulto en su pecho. “Mi diagnóstico empezó con el autoexamen. Si no me lo hubiera hecho, tal vez no estaría contando esto”, dice.

Su cáncer era tipo HER2 positivo, uno de los más agresivos y costosos. En 2015, el sistema público no cubría el medicamento que necesitaba. Cada dosis costaba $2,300. “Había semanas en que no había quimio en el hospital. Mis compañeros, mi iglesia y la fundación me ayudaron a conseguir el dinero.”

En la Fundación Edificando Vidas encontró una red que la acompañó en el proceso. “Con ellas puedo bromear o llorar. Son mi pink family. Entienden lo que significa un examen o una recaída.”

Una década después, enfrentó una segunda batalla contra la enfermedad.

“El cáncer no espera, hay que correr”, dice. Hoy participa como voluntaria en hospitales y jornadas de apoyo. “Me gustaría empoderar a las mujeres a hacerse el autoexamen. No todo es cáncer, pero todo debe revisarse».
Wendy Maldonado, sobreviviente de cáncer.

Tres voces, una misma enseñanza

Ana Marta, Leiden y Wendy enfrentaron el cáncer desde contextos distintos: el acceso desigual a la salud, la herencia familiar y la falta de recursos. Pero sus historias coinciden en una certeza: el diagnóstico temprano salva vidas.

La Fundación Edificando Vidas ha sido un punto de encuentro para las tres, un espacio donde la experiencia personal se convierte en acompañamiento y educación.

Su mayor victoria no es solo haber superado la enfermedad, sino usar su experiencia para tender la mano a quienes vienen detrás.

Este domingo 19 de octubre es el día mundial contras la lucha del cáncer de mama, que tiene por meta la detección temprana de un padecimiento que afecta a millones de mujeres en el mundo y que ha sembrado dolor y luto en miles de familias salvadoreñas, pero también ha despertado la esperanza y la resiliencia en miles de ellas que lo han superado.

Mientras el cáncer no discrimine, la solidaridad tampoco deberá hacerlo. La lucha continúa. Porque el lazo rosado no es solo un símbolo, sino un compromiso de acompañar más allá del diagnóstico.

 

Le sugerimos leer las entregas anteriores de la serie: 

Primera entrega: Más allá del diagnóstico: María fue diagnosticada con cáncer de mama a los 22 años y hoy impulsa la detección temprana

Segunda entrega: Más allá del diagnóstico: entre la desigualdad y la esperanza, así se enfrenta el cáncer de mama en El Salvador

Tercera entrega: Más allá del diagnóstico: el machismo y las barreras culturales son un riesgo para detectar cáncer de mama

Cuarta entrega: Más allá del diagnóstico: Edificando Vidas lleva esperanza y detección temprana a comunidades rurales