Conflictividad global

¿Es inédita la interferencia política y militar de Estados Unidos en los asuntos de América Latina? Por supuesto que no. De hecho, se trata de una constante desde el siglo XIX. Hace años el legendario periodista Gregorio Selser mostró un documentado detalle de esto. Es decir, no se trata de una invención para señalar una infracción. Se trata de una realidad imposible de ocultar. Y de borrar.

La línea operativa que ha venido siguiendo la administración Trump desde hace unos meses al movilizar ingentes recursos bélicos en el Caribe y en el Pacífico, es una suerte de glosa a todo aquel cúmulo histórico de acciones que desde Estados Unidos se han dirigido, como latigazos, hacia América Latina.

Estados Unidos, dado su talante imperial, ahora indisimulado, ha hecho y desecho en diferentes partes del planeta, pero es en América Latina desde finales del siglo XIX hasta la fecha donde ha procedido con ‘sentido de propiedad’.

El ‘cerco’ por el Caribe a Venezuela y ahora por el Pacífico a Colombia (y Ecuador, y tal vez México) bajo la consigna de luchar contra el narcotráfico llevará, si no se busca un modo de aplacarse la tensión generada, a un cuadro explosivo.

¿Podrían entrar las tropas norteamericanas a los territorios venezolano, colombiano o ecuatoriano, e incluso boliviano, para ‘eyectar’ a los cabezales, que según el análisis de la inteligencia norteamericana son los responsables del flujo de drogas hacia Estados Unidos? Sin duda que están en capacidad de hacerlo.

¿Eso es en realidad lo que quieren hacer? ¿O el menú es mucho más amplio?

El poderío militar de los Estados Unidos es indiscutible y en este performance marítimo (y aéreo) que por ahora escenifica, es fácil identificar que hay algo más que unas acciones de presión e intimidación o de guerra sicológica. Los varios millones de dólares que implica esa enorme movilización de recursos frente a las costas de América Latina de seguro que no comportan un gasto sin más. Deberán sacarle rédito a eso.

La mentalidad de guerra que la administración Trump gusta hoy mostrar para las cámaras, debe leerse como lo que es: una preparación para la guerra. Cualquier guerra. Contra cualquier enemigo. En cualquier tiempo.

¿Por qué puede proceder en este momento de esa forma la administración Trump? Porque sus halcones han tasado el escenario y han concluido que en las actuales condiciones no hay contrapeso posible frente a esas poderosas fuerzas militares norteamericanas. Sin embargo, esta fortaleza militar de la que hace gala la Gran Potencia del Norte no coincide con su dinamismo económico. Este desfase quizás es uno de los elementos que puede iluminar la comprensión del ‘momento histérico’ que se vive.

La andanada de tetuntazos arancelarios que lanza el presidente Trump, parece más palos de ciego que otra cosa. Lo que con la economía no puede, quizá lo quiere resolver con la mostración (y ‘prueba controlada’) de su dispositivo militar de alcance global.

Porque no es solo China el contrapeso a Estados Unidos en el terreno económico, sino todos los integrantes de los BRICS, y esto es algo que no puede desanudar Donald Trump. La Unión Europea es otro valladar que no está resultando fácil domeñar.

En síntesis, hay un concepto que puede aplicarse sin desperdicio a lo que ahora está emprendiendo la administración Trump: la conflictividad global. Atizar esa conflictividad, imaginan los halcones y otros pajarracos que será el camino que pondrá adelante a Estados Unidos. Y eso sería así, si todos los ‘enemigos’ con los que está peleando (incluidos los internos) se quedan inmóviles, tiritando en una esquina del ring mundial (y local).

La mesa económica global se mueve rápido. Para cada movimiento anunciado por Trump, hay una respuesta de sus ‘enemigos’. Algunos de sus aliados naturales incluso se encuentran frente a graves dilemas porque pareciera que ya no hay consideraciones, existe ‘tabula rasa’ para todos.

Atacar las instalaciones nucleares de Irán fue una temeridad muy peligrosa, que más adelante le pasará factura no solo a esta administración sino a la política global norteamericana. Azuzar a Venezuela (y ahora a Colombia) con una posible intervención militar o la ejecución de ataques puntuales no ya en aguas internaciones sino en puntos precisos dentro de esos países, de realizarse, será un curso de acción del que resulta difícil imaginar que pueda sacar ventajas Estados Unidos.

Si este es un plan estratégico norteamericano para reconfigurar su hegemonía mundial, de verdad que está enredado, porque como en el billar, Trump está tirando una bola para golpear a otra bola que debe chocar con otra y esta con otra, para ir a caer en una de las seis troneras.

Lo que sí es seguro que está logrando Estados Unidos es exacerbar la conflictividad global, y esto se sumará a la crisis política que se ha creado dentro de su país.

*Jaime Barba, REGIÓN Centro de Investigaciones