Crecimiento, bienestar, florecimiento

Hay que agradecer a Donald Trump que esté poniendo todo patas arriba, porque de esa forma muchas máscaras están cayendo. Su modo de intervenir en el genocidio de Gaza deja muy claro el peso del Estado de Israel dentro de las esferas de poder de Estados Unidos, que es más que grupos de presión. Se trata de intereses corporativos. El tema de la producción de armas es piedra de toque en eso. Lo demás, secundario.

De igual modo, la intervención directa sobre los asuntos de Venezuela, que ahora tiene el acoso por aire y por mar como punta de lanza, establece para Venezuela y para América Latina que casi nada ha cambiado en cuanto a la conducta imperial de los Estados Unidos.

Trump que anhelaba el Premio Nobel de la Paz por… sus esfuerzos de guerra, lo obtuvo porque la FIFA le dio uno de la paz… por ser anfitrión del Mundial de Fútbol. Todo esto parece el libreto de una comedia barata. Pero así están las cosas ahora. Por si alguien duda acerca de la mano peluda en estos asuntos.

La persecución a los inmigrantes y la ‘batalla’ por los aranceles hasta hoy han sido dos de los pilares de esta administración, que quiere mostrarse dura, firme y a la ofensiva, pero que en realidad solo deja ver el rumbo incierto que tiene, con un señor que ya se duerme en los actos oficiales… Biden se caía del podio, pero Trump cae en brazos de Morfeo. Y a saber qué es peor.

El despliegue imperial que hoy está mostrando Estados Unidos con Donald Trump como vocero es muy peligroso, porque activa otras voluntades imperiales que también se disputan recursos por todo el planeta.

Dentro de Estados Unidos el divisionismo intencionado que las políticas de Trump imprimen en el imaginario colectivo tarde o temprano detonarán en expresiones masivas de rechazo. Algo hay ya, aquí y allá. Más en unos estados que en otros.

Y es que la promesa de crecimiento (económico) que tanto se pregona y que lleva a millones de votantes en Estados Unidos y en otros países a volcar su apoyo electoral, cada vez es una promesa incumplida y cuando se concreta (un 4% o 5% en algún año) atrás tiene pérdida en la calidad de vida de muchos sectores sociales, que votaron por esas opciones, que aplaudieron sus desmanes institucionales, que avalaron las desregulaciones y desprotecciones sociales y hoy están atrapados en la sumisión y la desesperanza.

La moneda del crecimiento sino está combinada con estrategias de desarrollo, es humo. Y humo es lo que vende Trump. Y también Milei en Argentina y Bolsonaro, en su momento, en Brasil. Y Kats que, por sus ofertas, parece que tomará ese camino.

Se puede crecer, claro que se puede, depende de sus ‘motores’, y sus objetivos sociales se expresan en los indicadores de la economía. Una rápida revisión de los presupuestos anuales de los países americanos (Estados Unidos y Canadá incluidos) no deja dudas acerca de las prioridades y los alcances de las gestiones gubernamentales.

Bajo Trump los recortes a varias áreas no esenciales ―según los voceros de los que tienen sentado a Trump en la Casa Blanca―, están poniendo muy tensa la convivencia social. El rubro medioambiental, en las actuales condiciones del planeta, es estratégico para la supervivencia, pero al examinar los presupuestos gubernamentales americanos estos dejan mucho que desear (hay algunas excepciones), porque muestran que las administraciones públicas están viendo para otro lado creyendo que el crecimiento económico es el todo y las partes de la vida. Craso error que en los grandes países como Estados Unidos se pagan rápido con la pérdida de respaldo electoral (los índices de popularidad de Donald Trump se han derrumbado, por ejemplo, y esto impacta también, de algún modo, al Partido Republicano).

Existe un crecimiento que lleva a la excesiva concentración de la riqueza, pero hay también un crecimiento que, bien modulado y sin excesos, podría ayudar a alcanzar bienestar social generalizado. Y esto, ni en Estados Unidos ni en América Latina está sucediendo. De ahí que el malestar ciudadano va subiendo de tono, paso a paso, en los diferentes tramos de la estructura social. Los que aspiran al crecimiento económico sin control y sin consideraciones sociales tienen garantizado la pérdida de la aquiescencia ciudadana.

Si hubiese crecimiento equilibrado (o no draconiano), si tuviese lugar el bienestar social generalizado (que tiene que ver con la economía, pero también con la política, la cultura…), pues las perspectivas de un florecimiento estarían a las puertas de la esquina.

Por desgracia, eso no está ocurriendo en Estados Unidos ni en América Latina.

 

* Jaime Barba, REGIÓN Centro de Investigaciones