La ascensión de la República Popular China (RPC) a la cúspide del poder global en tan solo siete décadas es un fenómeno fascinante de estudio desde la criminología, la seguridad y defensa nacional que son mis áreas de interés y, es frecuente, que desconcierta a Occidente. Desde la perspectiva de la criminología y la ciencia política, que estudian el orden, el control social y la arquitectura del poder, la «grandeza» de China no es un accidente histórico ni el simple resultado de la casualidad, sino la manifestación de una planificación estratégica rigurosa, incesante y a largo plazo que ha hecho predecibles sus resultados alcanzados.
La planificación como arquitectura de la estrategia
El éxito de la RPC en la consecución de objetivos masivos como sacar a cientos de millones de personas de la pobreza (que para mí es el que más destaco) construir una infraestructura de clase mundial, establecerse como líder en tecnología 5G e inteligencia artificial puede entenderse a través de lo que denomino preliminarmente el «Síndrome de la Planificación Centenaria». A diferencia de las democracias occidentales, cuyos ciclos políticos de cuatro a cinco años limitan la visión a un horizonte electoral, ya que, aunque gane el mismo partido político, lo cambian todo porque no corresponde al período político de ese líder o grupo de poder el Partido Comunista Chino (PCCh) opera con una visión de décadas, a menudo proyectándose hasta el centenario de la RPC en 2049. Puede usted estimado lector apreciar esta enorme diferencia para nuestros países en América Latina.
Esta mentalidad de planificación se filtra a través de los denominados Planes Quinquenales, que no son meras directrices económicas, o cumplimientos de formalidades, sino documentos fundacionales que dictan la dirección de toda la sociedad. En un Estado la planificación se convierte en la herramienta principal para la gestión del riesgo social y la prevención de la desestabilización o crisis a cualquier nivel. Si un gobierno occidental ve la congestión urbana como problemas a mitigar, el PCCh los ve como amenazas para el desarrollo de sus habitantes, como posibles problemas de salud mental, que retrasara el bienestar de su población y por consecuencia el logro de sus objetivos que deben ser eliminadas mediante la ingeniería social, la creatividad, la participación ciudadana y la inversión masiva
El diseño de una gran nación no es casualidad
En criminología, estudiamos cómo la teoría del control social explica que el orden se mantiene cuando las instituciones tienen la capacidad de hacer cumplir las normas. En China, esta capacidad es inigualable. La planificación de Beijing es un «Diseño de la Cima» un concepto clave que asegura que cada política—desde la reforma educativa y cada una de sus políticas esté alineada con el objetivo estratégico final de la «Gran Rejuvenecimiento de la Nación China.»
Lo que distingue a China no es solo la ambición de sus planes, sino su capacidad de ejecución y cumplimiento, son ejecutores. Los proyectos son concebidos con una firme determinación y los recursos se dirigen sin las fricciones burocráticas o las obstrucciones políticas comunes en otros sistemas. El resultado es un país que puede construir ciudades enteras en una década, desplegar redes de alta velocidad por miles de kilómetros, o movilizar a su población en respuesta a crisis, todo ello siguiendo una hoja de ruta preestablecida.
La «grandeza» de China, por lo tanto, desde mi punto de vista, reside en su disciplina estratégica. Es una grandeza que se mide en megaproyectos completados, en metas de reducción de pobreza alcanzadas, y en el orden interno mantenido a través de una supervisión omnipresente. Los cimientos de su poder no se construyeron improvisadamente; fueron calculados, proyectados y cumplidos a través de 70 años de rigurosa adherencia a un plan maestro. El mundo solo está empezando a comprender las implicaciones de un poder cuyo motor principal es la planificación ininterrumpida. No se trata de un milagro es planificación estratégica que tiene continuidad de 70 años y que les permite buscar el logro de los objetivos nacionales permanentes. Esta columna será leída en treinta años y todas las metas abran sido sobrepasadas. La planificación paga bien.
*Por Ricardo Sosa, Doctor y máster en Criminología
Experto en seguridad nacional
