Leer literatura no es solo disfrutar de una historia. Es también aprender a comunicarnos mejor. Cada cuento o novela nos ofrece nuevas palabras, formas de pensar y maneras de decir lo que sentimos. La lectura, especialmente la narrativa, afina las herramientas más importantes de la vida: escuchar, hablar y comprender al otro.
Cuando una persona lee con frecuencia, su vocabulario crece y su expresión mejora. La lectura expone al lector a un lenguaje rico y variado que fortalece la fluidez verbal y la precisión al comunicar ideas. Además, al leer, el cerebro absorbe de forma natural las estructuras correctas del idioma, lo que ayuda a escribir y hablar con mayor claridad y coherencia.
Por eso, quien lee bien suele expresarse mejor. La lectura convierte a las personas en comunicadores más efectivos y empáticos, cualidades fundamentales tanto en la escuela como en el trabajo y en la vida cotidiana.
La enseñanza de Salarrué
En su libro Cuentos de barro, el escritor salvadoreño Salvador Salazar Arrué, Salarrué, logra algo extraordinario: elevar el lenguaje popular del campo a la categoría de arte. Sus relatos rescatan la voz campesina, los modismos y las expresiones náhuatl que forman parte de nuestra identidad. Leer a Salarrué es aprender a valorar la forma de hablar del pueblo como una fuente de sabiduría y belleza.
Su estilo es sencillo y sensorial. Usa pocas palabras, pero cada una está cargada de emoción y significado. Esa economía del lenguaje enseña al lector a elegir la palabra justa, la que toca y comunica sin exceso. Además, su ritmo narrativo imita el habla campesina, recordándonos que la musicalidad de una frase es tan importante como su sentido.
El lenguaje de la vida en “La Petaca”
En el cuento La Petaca, Salarrué demuestra su dominio del lenguaje y su sensibilidad social. Narra la historia de María, una joven del campo marcada por la pobreza y la ignorancia. El autor utiliza palabras como “peche”, “diay” o “tata”, que pertenecen al habla salvadoreña, y las convierte en poesía.
El término “petaca”, que significa joroba, adquiere en el relato un sentido simbólico: la carga social y emocional que María lleva sobre sí. Cuando esa carga “se baja a la barriga” con su embarazo, el lenguaje se transforma en metáfora del destino humano.
La fuerza de Salarrué está en lo que no dice. Evita los juicios y las descripciones explícitas. Deja que el lector imagine, que participe en la historia. Esa técnica enseña el poder del silencio, de la palabra medida, de la elipsis que sugiere más de lo que muestra.
La Petaca nos recuerda que el lenguaje no solo cuenta historias: revela verdades. Cada palabra puede ser puente o herida, consuelo o denuncia.
Final del cuento: (Búsquelo, léalo)
“Le pusieron una coronita de siemprevivas. Estaba como en un sueño profundo; y es que ella siempre estuvo un grado abajo de los suyos; cuando todos se estaban riendo, ella sonreía; cuando todos sonreían, ella estaba seria; cuando todos estaban serios, ella lloraba; y ahora que ellos estaban llorando, ella no tuvo más remedio que estar muerta”.
Leer para comprendernos
La literatura de Salarrué no solo enriquece el idioma: educa la sensibilidad y fortalece la comunicación. Leerlo es aprender a mirar con compasión y a hablar con respeto.
Como dice la Biblia: “El corazón del justo piensa para responder; más la boca de los impíos derrama malas cosas” (Proverbios 15:28).
Leer nos enseña justamente eso: a pensar antes de hablar, a escuchar antes de juzgar y a comunicarnos con el alma.
*Alfredo Caballero Pineda, es escritor y consultor empresarial.
alfredocaballero.consultor@gmail.com
