Locos propósitos de una guerra loca

Quizás ha hecho bien Donald Trump en quitarse la careta y llamar las cosas por su nombre: no más Departamento de Defensa. Ahora se llama Departamento de Guerra. Y es obvio, la Administración Trump está en guerra. ¿Y este hijo de inmigrante alemán quiere el Nobel de la Paz? ¡Nada más distópico que eso!

El asesinato de Charlie Kirk, figura prominente del movimiento conservador que lidera Donald Trump y que se arropa bajo las siglas de MAGA (Make America Great Again, que tiene varias traducciones: Haz a Estados Unidos grande otra vez o Que Estados Unidos vuelva a ser grande o Estados Unidos siempre ha sido grande por si no lo sabían o Estados Unidos es lo que nunca ha dejado de ser…), es un inesperado episodio que enloquece más a esa atolondrada plataforma política que está decidida a imponerse a trancas y barrancas en Estados Unidos y en el mundo. ¿Podrá? Está por verse.

El modo como se están desarrollando los acontecimientos de esta extraña y alocada guerra empujada por el gobierno norteamericano pareciera tener propósitos, pero no un guion establecido. Responde a impulsos.

De entrada, es en todos los frentes y contra todos los que esos de MAGA consideran enemigos (quizá solo los halcones israelíes se salvan de ese sambenito). Esto se parece un poco al macarrón mental que Adolfo Hitler tenía durante la segunda guerra mundial, cuando les daba órdenes a los generales, él que solo era un cabo. ¡Y le hacían caso! El resultado ya se sabe.

Trump se fue a ‘hacer la paz’ con Putin, en Alaska, pero no le salió el tiro. La locura guerrera de Putin es de otro tipo. Él ha sido espía de la KGB, Trump ha vendido y comprado cosas, chunches e inmuebles (¡y es buen actor según ha apuntado hace unos días Woody Allen!) y ha atropellado personas en su bulliciosa vida. Putin y Trump hablan idiomas diferentes en este escenario de guerra.

Donald Trump se ha creído eso que como mantra se repite frente al espejo: que los Estados Unidos es el guardián del mundo y que puede hacer y deshacer. El segundo ataque a otra supuesta lancha de narcotraficantes (según la versión norteamericana) en aguas internacionales frente a Venezuela, sugiere que ese despliegue tendrá más componentes.

Las declaraciones que recién ha dado Trump retrata el modus operandi norteamericano: los Estados Unidos tienen el derecho de hacer lo que les plazca en aguas internacionales. ¿Y a cuenta de qué? Pues porque sí. En eso, sin embargo, se parece a la lógica que Rusia está aplicando a Ucrania. Y tanto Rusia como Estados Unidos dicen que lo que hacen es en defensa propia: atacan primero a quien no los ha atacado. ¡Es de locos!

La línea de guerra que está desplegando Trump dentro de Estados Unidos, persiguiendo a miles y miles de inmigrantes y además militarizando ciudades, solo va a conseguir que se generen, aquí y allá, modalidades de resistencia cívica que por ahora aún se expresarán en las urnas. Las encuestas ya están anunciando que entre la población de origen latinoamericano (mexicanos y centroamericanos son la mayoría) el apoyo a Trump se ha desmoronado.

En esta cruzada de enemistarse con todo mundo, en el escenario internacional, Estados Unidos está, de hecho, sin respaldo mayoritario. En la votación para reconocer la solución de los dos Estados (Israel y Palestina) los norteamericanos solo fueron apoyados por Israel, como era de esperar, y secundados por Argentina, Paraguay, Hungría, Micronesia, Nauru, Palaos, Papúa y Tonga.

El método de las amenazas a Rusia y a China no le está funcionando a Trump. Ni pareciera que se mueve India. En América Latina, los dos grandes referentes, México y Brasil, aún resisten el chantaje. Argentina, por ahora, ha perdido el decoro y la compostura, porque su presidente está desubicado. Es decir, la tienen cuesta arriba los Estados Unidos.

El problema para la Administración Trump es que el tiempo es su peor enemigo. En el terreno económico las cosas no marchan bien y no mejorarán si se sigue con esa falta de previsibilidad. Y un grave traspié en lo económico sería terrible para este gobierno que en cada esquina lo está arriesgando todo, como apostador compulsivo.

El pulso que ahora ha comenzado para hacer que retroceda Israel y asuma la salida de los dos Estados, y donde los países árabes están actuando en bloque, podría ser una derrota para Trump, que con sus omisiones y acciones ha estado respaldando esa brutalidad de asesinar en masa a la población palestina de Gaza.

*Jaime Barba, REGIÓN Centro de Investigaciones