Hoy me dirigía a realizar algunas tareas domésticas cuando, al pasar frente a una escuela, me encontré con todos sus alumnos alineados a lo largo de la carretera, enarbolando pequeñas banderas de nuestro país. Por supuesto, disminuí la velocidad del automóvil, sorprendido por el griterío de los jóvenes en uniforme. Recordé que, en esta época y con la nueva ministra de Educación, deben saludar. Al mismo tiempo, me hizo pensar que estamos en el mes de la patria, ese tiempo en que con júbilo patriótico celebramos nuestra independencia nacional. ¡Que somos libres y soberanos! Pero… ¿realmente lo somos?
El concepto de independencia nacional se describe como la condición en la que un pueblo o un Estado logra autonomía plena frente a cualquier otra potencia extranjera, es decir, cuando deja de estar sometido política, económica, militar o culturalmente a un poder externo. Es decir, la independencia nacional es la capacidad de un país para ejercer soberanía plena sin subordinación externa, tomando decisiones propias sobre su gobierno, economía y cultura.
¿Pero es nuestro país realmente independiente?
Sin intención de parecer sacrílego o traidor, creo que esta es una pregunta importante que nos invita a reflexionar sobre el estado actual de nuestra soberanía y libertad. Reflexionar sobre nuestras fortalezas y debilidades es esencial para poder avanzar como nación.
La independencia de El Salvador —como la de muchos países— puede analizarse desde distintos ángulos. Uno de ellos es la independencia histórica: El Salvador proclamó su independencia de España el 15 de septiembre de 1821, junto con otras provincias centroamericanas. Sin embargo, en los años siguientes estuvo ligado al Imperio Mexicano (1822-1823) y luego formó parte de la Federación Centroamericana (1824-1839), hasta que finalmente quedó como república independiente. En este sentido, sí es independiente en lo formal y jurídico, ya que no está bajo dominio colonial.
Otro aspecto por considerar es la soberanía política. El Salvador tiene su propio gobierno, constitución, leyes e instituciones. Elige a sus autoridades y no depende jurídicamente de otro país. Pero en la práctica, la influencia externa es fuerte, especialmente de Estados Unidos —en política, economía, migración, seguridad y remesas—, así como de organismos financieros internacionales. Esto limita la capacidad de tomar decisiones completamente autónomas.
La dependencia económica es otra variable que afecta nuestra independencia. Más del 20% del PIB proviene de remesas familiares enviadas desde EE. UU., lo cual genera un nivel considerable de dependencia. Además, el país importa gran parte de lo que consume —alimentos, energía y bienes industriales—, lo que hace que su independencia económica sea muy frágil.
Finalmente, la independencia cultural también merece análisis. El Salvador conserva su identidad, tradiciones y expresiones propias, pero está expuesto a una fuerte influencia cultural extranjera, desde medios de comunicación y música hasta la moda y el uso del idioma inglés entre los jóvenes.
El Salvador es independiente de manera formal y jurídica, pero en la práctica su independencia es limitada por la dependencia económica, la influencia política y la presión de actores internacionales. Dicho de otra forma: es soberano en papel, pero vulnerable en la realidad.
Entonces, ¿porque celebramos con tanto fervor nacionalista?
Esta pregunta, que estoy seguro muchos se hacen, y que toca una distinción entre lo simbólico y lo práctico.
Celebrar la independencia no es solo conmemorar la ausencia de dominio colonial, sino recordar la identidad nacional, la lucha de los próceres y los valores de libertad y soberanía. Celebrar la independencia es recordar que como pueblo se luchó, algunos hasta la muerte, por obtener una identidad propia y un derecho para decidir nuestro propio destino. Es cierto que a través de los años y presiones externas, cierto grado de esa identidad salvadoreña y esa autonomía se han visto disminuidas, pero es que esa celebración también nos sirve como recordatorio de los desafíos que todavía tenemos como nación. Nos sirve también como un acicate hacia nuestras aspiraciones de libertad y soberanía.
En estos tiempos ningún país ni nadie es completamente independiente. En pocas palabras: celebramos la independencia porque representa nuestra identidad y soberanía histórica, incluso si la independencia “real” es parcial. Es más, un acto de memoria y aspiración que un reflejo literal de la situación actual.
*El Dr. Alfonso Rosales es médico epidemiólogo y consultor internacional