Categoría: Opinión

  • La incertidumbre es incómoda, pero la certeza es absurda

    La incertidumbre es incómoda, pero la certeza es absurda

    Durante esta última semana los índices bursátiles más importantes y reconocidos del mundo (DOW, S & P 500, NASDAQ 100, IBEX 35 y otros) han enloquecido, sufriendo bajas que casi rozan el 20% de su pico a principios de este mes. Economistas y financieros expertos, expresan temor que nos estemos acercando a una recesión económica mundial.

    Una combinación de factores económicos, políticos y monetarios han generado incertidumbre y volatilidad. Entre los factores económicos uno de los pilares de esta incertidumbre y volatilidad lo está generando el impacto de los aranceles y guerras comerciales, generadas fundamentalmente por las políticas económicas del gobierno de Donald Trump. Hasta nuestro país ha sido afectado por estos aranceles y eso aun y a pesar de la cooperación del CECOT.

    Cuanto poder en una sola persona. Y seguramente seguimos pensando en democracia. Trump seguramente siente una mezcla de satisfacción personal, responsabilidad…y poder. Para alguien con su personalidad, el hecho que sus palabras o decisiones puedan mover los mercados globales, alterar relaciones diplomáticas o cambiar el rumbo de industrias enteras probablemente refuerza su percepción de influencia personal.

    Él mismo ha dicho muchas veces que le gusta «ganar» y dominar las negociaciones, así que tener ese tipo de impacto en el escenario mundial debe ser, para él, una confirmación de que está en control. Al mismo tiempo, no siempre parece actuar con la cautela o el respeto que uno esperaría de alguien con ese poder, generando incertidumbre y volatilidad en los mercados.

    Para Trump, todo parece pasar por el filtro de qué representa en términos de transacción: poder como capital, influencia como moneda, y cada movimiento como una jugada en una negociación.

    Los mercados no son tanto un sistema complejo que afecta millones de vidas, sino más bien un tablero donde medir quién «gana» y quién «pierde». Y si hay turbulencia, probablemente lo vea como parte del juego: ruido temporal mientras él sigue cerrando «el trato».

    El problema que conlleva esta visión del mundo, como un negocio, se corre el riesgo de reducir todo, incluso la estabilidad de países o la vida de millones, a una cuestión de ganancia o pérdida personal. Lo peligroso es que en un negocio se puede asumir riesgos calculados, perder el dinero, renegociar. Pero en la política global, las consecuencias son más profundas y menos reversibles: guerras, crisis económicas, polarización social… Y si alguien cree que puede «ganar» siempre, incluso a costa de otros, puede volverse impredecible y hasta temerario. Es como jugar al póker con las fichas de todo un país, o en este caso de todo el mundo.

    ¿Pero por qué los aranceles o tarifas?

    Las tarifas o aranceles (Los aranceles o tarifas aduaneras son impuestos que se aplican a
    los bienes que cruzan fronteras internacionales, ya sea al ser importados o exportados. Su propósito principal es regular el comercio internacional, proteger la producción nacional y generar ingresos para el gobierno), son una de las herramientas favoritas de Trump, y las usa como palanca de presión, no solo económica sino también política. Pero lo preocupante es que, aunque él las presenta como una forma de proteger la economía estadounidense, en la práctica terminan generando tensiones globales, subidas de precios, e incertidumbre en los mercados. Además, muchas veces quienes terminan pagando esas tarifas no son los países a los que apunta, sino los consumidores y empresas locales. Es como si dijera: «vamos a castigar a China (o a México, o a Europa)», pero en el proceso se castiga también a los trabajadores, agricultores o fabricantes en USA. Lo que pasa afuera está entrelazado con lo que pasa adentro, y viceversa.

    A nivel global, las tarifas que impone Trump pueden desatar guerras comerciales (y entre ayer y hoy, hemos visto el tsunami que se avecina con el enfrentamiento comercial entre las dos economías más poderosas del mundo), que ralentizan el comercio, encarece las materias primas, afectan la confianza de los inversionistas. Países aliados también pueden sentirse traicionados, y si no veamos a Europa, que ya envió a Pedro Sanchez como emisario de la comunidad Europea para buscar alternativas comerciales con China.

    En fin, el día de hoy (miércoles) los mercados cerraron con casi 10 puntos porcentuales de ganancia. Un suspiro de alivio para los ahorros de muchos. Veremos que nos trae el mañana. Siempre me han dicho que: la incertidumbre es una posición incómoda, pero la certeza es una posición absurda

  • La educación pública salvadoreña y su realidad (II)

    La educación pública salvadoreña y su realidad (II)

    Inicio con una interrogante en esta parte final del análisis sobre la educación pública: ¿Hacia dónde va la educación salvadoreña? La matrícula escolar en el 2025 tuvo una baja de un aproximado de 50,000 estudiantes. Eso es un indicativo de preocupación para el Ministerio de Educación y para la sociedad. No se puede hacer caso omiso, eso afecta al desarrollo del país. Entre menos estudiantes matriculados, aumenta la incapacidad de salir del subdesarrollo.

    Se están reconstruyendo algunas escuelas, se han arreglado, de eso no hay duda; sin embargo, 64 escuelas han cerrado en lo que va del año. En vez de mejorar la educación, se está dando un paso atrás. Un niño se alegra cuando su escuela se ve bonita. Aunque, una cosa es el cascarón y otra es ver si lo que está adentro funciona eficaz y eficientemente. El gobierno manifestó que arreglaría todas las escuelas públicas. Es un aproximado de 300 millones que se necesitan para lograr tal objetivo.

    El MINED ha realizado reformas educativas. Algunas asignaturas cambiaron su nombre y se tendrán nuevos bachilleratos técnicos. Solamente son 15 especialidades las que se ofertan. Se espera que el bachillerato técnico sea siempre una opción; ya que, El Salvador necesita de muchas carreras técnicas y es el bachillerato la punta de lanza para que los bachilleres técnicos se matriculen en carreras técnicas universitarias o ingenierías.

    Un punto importante que no se ha mejorado es el salario de los docentes, existe una categorización; sin embargo, hay mucho desempleo docente, no hay incentivos como en otros países. Un aspecto muy importante que no podemos obviar son las pensiones. Los docentes, casi todos, tienen una pensión paupérrima, no les alcanza para tener una vida digna. Eso se debe de reformar. En conclusión, el magisterio se merece mejores salarios y oportunidades.

    Cualquier salvadoreño, tenga o no estudios, sabe bien que para que el país avance se necesitan de muchos graduados universitarios. Los que llegan del sector público a las universidades han pasado un calvario al experimentar las falencias en el sistema educativo.

    ¿Se tiene una mejor infraestructura educativa? Muchas escuelas no están legalizadas, alquilan inmuebles o están en el limbo. Las escuelas públicas deben de estar equipadas. Muchas no tienen ni bibliotecas ni laboratorios para la práctica educativa.

    Aproximadamente, el 60% de las escuelas en El Salvador no tienen sus inmuebles legalizados. Esto se traduce en alrededor de 3,042 escuelas de un total de 5,000 escuelas públicas. Ese es otro problema que enfrentan los directores, sus escuelas están en un limbo. Tarde o temprano las cerrarán.

    ¿Cómo está la brecha digital en El Salvador? Según LA PRENSA GRÁFICA El 64 % de las familias con estudiantes del sector público no tiene Internet en casa. Eso quiere decir que, en las escuelas, hacen milagros para poder conectarse y poder aprender.

    Para llegar a tener una calidad educativa, es de tener una infraestructura adecuada y digna para los estudiantes y personal administrativo; además, se necesita de tener a docentes capacitados. En la actualidad hay muchos avances, especialmente en la tecnología. Debe de haber una profesionalización de los docentes.

    Mientras tanto, para que la educación cambie, sería bueno tener programas educativos que sean efectivos, eso sucedió cuando se tuvo el programa EDUCO. Hace falta una verdadera reingeniería, el MINED hace sus esfuerzos; sin embargo, no alcanza el presupuesto para que funcione un verdadero sistema educativo de calidad. Hablar de la educación pública salvadoreña es de analizar también los bachilleratos y la falta de un presupuesto justo para la única universidad pública, la Universidad de El Salvador.

    En conclusión, las manifestaciones que realizan los sindicatos del magisterio son por la falta de oportunidades, son porque a la educación cada vez la van haciendo a un lado. Tal parece que solamente el que quiera salir adelante podrá cumplir sus objetivos.

    Fidel López Eguizábal. Docente investigador Universidad Francisco Gavidia
    flopez@ufg.edu.sv

  • Lindeza

    Lindeza

    En el Diccionario de la Lengua Española, hay tres acepciones de esta palabra. Una: «cualidad de lindo»; la segunda: «hecho o dicho gracioso» y la última, expresada irónicamente y en plural, habla de «insultos o improperios». Hay otra expresión que podría considerarse sinónimo de la anterior: «lindura». También significa «cualidad de lindo», pero por lo demás solo alude a una «persona o cosa linda». Y de esto último no trata este «comentario». Bueno, ¡de alguna forma debo nombrar lo que escribo! Por ello, lo titulé así: «lindeza». Dejando atrás la «cualidad» referida, la empleé para intentar medio digerir lo ocurrido hace poco tras la opinión de Bukele circulada en «redes» sobre el tratamiento de la violencia en México; también por lo de su aparente síndrome de Blanca Nieves.

    Este se relaciona con «la distorsión en la imagen que una persona puede tener de sí misma» acerca de su juventud, su belleza o sus propias cualidades. Las que lo padecen envidian a quienes las superan en algo como, por ejemplo, la popularidad. ¿Cuáles son sus indicios? Ansiedad, celos, obsesión por la salud y la belleza física, necesidad de aprobación, baja autoestima, preocupación por aparentar juventud y ‒finalmente‒ tristeza.

    No soy psicólogo ni nada que se parezca; entonces, no puedo ni debo afirmar que esos síntomas forman parte de la personalidad del inconstitucional usurpador del aparato estatal salvadoreño. Lo que sí sé es que Bukele se acaba de parar frente al «espejo» de la modernidad informática llamado inteligencia artificial, preguntándole quién era el presidente más popular del mundo. Solo eso, sin más, lo podría perfilar como quien puede que sea: un megalómano, egocéntrico y sobrado. Insisto, no soy psicólogo para emitir una opinión categórica y menos un diagnóstico; tampoco soy vidente, pero…

    Como quería que le respondiera con una palabra, esta fue la que la inteligencia artificial le soltó en plena cara: Sheinbaum. ¡Sí! Claudia Sheinbaum, presidenta constitucional mexicana. No Bukele. ¡Duro porrazo a la engreída imagen que pueda tener de sí mismo! Imagen inflada por un entorno de fanáticos aduladores, casas encuestadoras de dudosa reputación y una descomunal publicidad alrededor de su persona. Hizo una segunda pregunta y recibió otra revolcada, hasta que con la tercera pudo salir más o menos bien librado. Pero ya se había exhibido solito…

    Esto ocurrió acabando marzo recién pasado. Pero ya le había llovido sobre mojado cuando, días atrás, quiso darle «cátedra» a la citada mandataria en lo relativo al manejo de la seguridad. Veamos. El Salvador ‒con escasos 21 000 kilómetros cuadrados y apenitas superando los seis millones de habitantes‒ versus México con casi dos millones de kilómetros cuadrados y alrededor de 130 mil millares de personas poblándolos. ¡Por favor! Eso, para comenzar.

    Pero en la retorcida mentecita de aquel, el «inconveniente» de la criminalidad altamente organizada allá se «resuelve» fácil: entrarle estado por estado, hasta abarcar los 32 existentes que incluyen la Ciudad de México. No sé si también piensa que debería repetirse lo ocurrido acá: negociaciones entre los mandos delincuenciales y Gobierno, junto a la puesta en escena de una «tropa» hipertatuada y ya condenada ingresando a un moderno y «pulcro» Centro de Confinamiento contra el Terrorismo; léase, CECOT.

    Otro componente del mal llamado «modelo Bukele»: el hacinamiento de personas inocentes en el resto del inframundo penitenciario, adonde se encuentra la inmensa mayoría de privadas de libertad y cuyas condiciones atentan descarada e inaceptablemente contra las Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos de las Naciones Unidas o «Reglas Mandela». «Hasta entre los perros hay razas», decía muy mexicana mi santa y dicharachera madre. Guardando las distancias, eso pasa entre los internos del CECOT ‒orgullo «bukeleano» alquilado a Trump «a precio de me lo llevo»‒ y quienes padecen de todo lo peor que se nos ocurra en los infiernos carcelarios del autollamado «dictador más cool».

    Hagamos cuentas alegres y pensemos en un año promedio para erradicar las mafias del crimen organizado en una entidad federativa mexicana, desafiando su tamaño y el elevado poder de fuego que poseen. Para ser como el salvadoreño y hacer lo que aconseja, Sheinbuam tendría que controlar toda la institucionalidad y violar derechos humanos; también la Constitución para reelegirse durante, al menos, cinco períodos consecutivos. ¡Tres décadas, mínimo! Volverse impúdicamente una dictadora más en la región, pues. Eso sin considerar lo que algunos llaman «efecto Baygón»: rociar un rincón para que algunos insectos mueran, mientras muchos se dispersan y siguen jodiendo en otros lugares de la casa.

    Así las cosas, por la pretenciosa «cátedra» que Bukele quiso impartirle a la presidenta Sheinbaum le llovieron a este no pocas y merecidas lindezas; es decir, improperios, insultos y hasta ‒ocupando el tumbaburros del idioma español‒ sonoras puteadas.

  • Mundo revuelto

    El regreso de Trump a la presidencia de Estados Unidos es probable que constituya un punto de quiebre para esa gran potencia en sus relaciones con el resto del mundo. Lo prometido en campaña por Trump pareciera que se está cumpliendo al pie de la letra. Lo que no está claro es si esas líneas de acción que ahora impulsa Trump cuentan con un apoyo mayoritario de los grandes y complejos conglomerados empresariales que retoban el poder del Estado en Estados Unidos.

    Como era de esperarse las reacciones de diverso signo se han comenzado a expresar y a mostrar sus intenciones de confrontar a Trump y sus aliados.

    Contar con un amplio respaldo electoral no es lo mismo que ser el poseedor de un cheque en blanco para hacer lo que se le dé la gana. Y las acciones más emblemáticas que la nueva administración norteamericana está emprendiendo dan cuenta de una visión de mundo muy concreta, pero también muestran que no le será sin costos a Trump y sus socios concretar en lo que está empeñado.

    La política de contención migratoria que impulsa (lo que no quiere decir que las anteriores diez administraciones no la hayan tenido) muestra no su capacidad de expulsión de extranjeros sino su incapacidad para enfrentar el fenómeno migratorio con humanidad y con dignidad. Las vidas rotas que quedarán después de todo esto no serán pocas.

    ¿Pagará altos costos políticos por esto? Por supuesto que sí, pero serán a mediano plazo. Sin embargo, la acción de imponer una variada fórmula de aranceles a las importaciones, en el corto plazo, ha comenzado a desencadenar respuestas que se pueden volver peligrosas para Estados Unidos. Porque Trump está actuando y vociferando como si la gran potencia norteamericana estuviera en la cúspide de su poderío. Y esa premisa es falsa de falsedad.

    Hace un poco más de diez años Morris Berman escribió ‘La edad oscura americana’. No es un libro fácil sino sombrío, porque explora en las tripas de la sociedad norteamericana. El autor sugiere que estamos al final de la era imperial norteamericana, aunque eso está por verse aún. Lo cierto es que releer las páginas de ese libro puede alumbrar un poco para comprender esa carrera loca que el casi octogenario Trump está empeñado en realizar.

    La brusca sacudida provocada por la acción de aplicar los aranceles a todos los países ―una medida de claro sentido proteccionista― tiene el grave problema de que Estados Unidos es un país que no está en ascenso ni sus índices de bienestar social se encuentran al alza. La reciente emergencia sanitaria por covid-19 mostró la vulnerabilidad de Estados Unidos. Esta frágil condición de la gran potencia mundial de América (donde su poderío militar sigue siendo su bandera principal), hace pensar que esta ofensiva conservadora en varios frentes de la nueva Administración Trump da pistas para imaginar dónde es que aprieta la soga.

    En recientes declaraciones de Jim Farley, CEO de Ford, este capo de la producción mundial de automóviles ha sugerido que en la competencia global el desafío es China, sobre todo en dos órdenes: la capacidad que tienen los chinos de movilizar suministros de todas partes del mundo y la velocidad de innovación que viene mostrando la industria china.

    Si se tasan bien esas opiniones, es fácil precisar que el enfoque de Trump y sus aliados es un tanto desenfocado y alocado, y solo puede crear incertidumbre, confusión y congelamiento en las inversiones.

    Los diversos frentes de confrontación que ha abierto Trump de manera simultánea, en no mucho tiempo, le pasarán la factura. La Unión Europea responderá de acuerdo a sus propios intereses, lo mismo harán los países del BRICS, sus vecinos cercanos (Canadá y México) …

    Las recientes marchas de protesta en diversos estados de Estados Unidos son una temprana reacción a estas políticas excesivas impulsadas por la Administración Trump. Y de cualquier modo que se quiera ver, la emergencia ciudadana multiclasista y plurinacional que ahora ha comenzado a hacerse sentir tiene la posibilidad no solo de detener esta avalancha desesperada conservadora, sino que también podría ser el momento para proponer el rediseño del ‘modelo norteamericano de vida’. Pero todo eso dependerá de la calidad del análisis de la realidad concreta que los vectores político-sociales principales propongan. Si se trata de una simple negativa a Trump, ese vigor social se desvanecerá.

    Trump y su proyecto de resucitar las glorias pasadas norteamericanas ha llegado tarde a un mundo complejo donde las fórmulas en blanco y negro no funcionan. Y también ha llegado con retraso a una sociedad norteamericana que urge de un rediseño general donde prime el bienestar social generalizado.

  • El disparate de los altos precios

    El disparate de los altos precios

    Un día de estos fuimos con un amigo a almorzar al centro histórico capitalino y literalmente nos estafaron con los precios. La comida y el refresco no tenían nada de especial para ser tan caros. Hasta hace poco cualquiera almorzaba en la zona y pagaba precios módicos. Fuimos al lugar que consideramos más accesible por los precios, porque con la renovación del centro histórico han surgido restaurantes donde los platillos cuestan lo que el promedio de los salvadoreños no podemos pagar.

    Tras almorzar con mi amigo concluimos que no somos turistas en tierra propia y que los dueños de los negocios abusivamente demasiado se han disparado con los precios porque asumen que todo mundo anda con dólares. A favor del lugar que visitamos está el hecho que en ningún momento nos obligaron a entrar, aunque como era servicio a la vista, tampoco conocíamos los precios hasta que nos cobraron. La Dirección de la Defensoría del Consumidor debe, al menos, obligar a este tipo de negocios a mostrar a los clientes los precios.

    Los cambios en el centro histórico han dejado a los no turistas y a los turistas mismos sin opciones. No hay alternativas y obligadamente hay que acudir a un lugar suntuoso (dispuesto a gastar sin sentirse estafado) o a un restaurante “económico” donde el refresco cuesta casi tres dólares y una empanada más de un dólar.

    Es obvio que los comercios o negocios autorizados en las cuadras del Centro Histórico se están aprovechando de la plusvalía, la fuerza turística de la zona y de la falta de competencia popular, pero no son los únicos. Los supermercados y algunas “tiendas de la esquina” también han sabido sacarle provecho a la coyuntura. Hace algunos años la señora de una tienda cercana a la universidad donde imparto clases me decía que a los productos les aumentaba entre cinco y veinticinco centavos de dólar porque tenía que sacar el dinero que les daba a los pandilleros que la extorsionaban. Los mareros que la extorsionaban están presos desde hace más de dos años, pero ella mantiene los precios y a algunos productos hasta les ha incrementado el valor, porque según ella sus clientes ya se acostumbraron.

    En los supermercados casi todo es más caro. Las frutas y verduras presentan precios exponenciales, el doble o el triple del valor en los mercados municipales. Una pasta de diente que en un mercado cuesta un dólar, en un supermercado cuesta $1.30, pero eso sí, cuando la ponen en oferta llega a valer hasta $1.15 (¡jajaja!). No hay control estatal en los precios y en lo personal creo que, sin que haya “intervencionismo”, el Ministerio de Economía y la Defensoría del Consumidor deben regular los precios, parecido a lo que se hace con los combustibles.

    El Estado debe crear un mecanismo legal y congruente con nuestra realidad para evitar los abusos de quienes solo buscan su bien individual o saciar sus ambiciones personales a costa de los demás. Obviamente hay lugares y productos suntuosos, pero igual nadie obliga a nadie a ir por un café a un hotel o una zona exclusiva, no obstante ni siquiera en estos lugares se debe permitir los abusos. Hace meses atendí a unos amigos extranjeros en un hotel y a uno de ellos se le ocurrió pedir una bebida gaseosa por la que pagó $10.00.

    El abuso de los precios se ha generalizado. En Semana Santa del año pasado el agua de un coco costaba regularmente $3.00 cuando en época normal valía $1.00 pese a que los comerciantes compran a $30.00 o $35.00 el ciento de cocos. En un hotel de playa el agua de coco servida en vaso valía $5.00.

    Las pupusas es otro ejemplo. Subió el precio de la harina y las pupuserías aprovecharon para incrementar los precios sin elevar la calidad del producto. Se normalizó el precio de la harina, pero las pupusas mantuvieron el alza a tal punto que muchos comensales se sienten timados por los precios desorbitantes, especialmente en lugares emblemáticos, como el pupusódromo de Olocuilta.

    Los salvadoreños no tenemos cultura del ahorro y a veces somos dados a las apariencias. Por una marca compramos un producto caro y dejamos de comprar similar producto que vale la mitad o menos y es de mejor calidad. Esto último nos suele pasar con la vestimenta.

    En fin, como buenos salvadoreños y personas inteligentes no permitamos que nos estafen con los precios altos. Exijamos una regulación y hagamos como hemos decidido con mi chero: No volver a visitar ese restaurante donde se han disparado con los precios. Comerciantes no abusen.

    • Jaime Ulises Marinero/Periodista

  • Conscientes de un vivir en conciencia: el fundamento de los consensos

    Conscientes de un vivir en conciencia: el fundamento de los consensos

    Nos hemos globalizado y, eso, está muy bien;

    ahora nos falta sustentarnos en el verdadero amor, conocedores de que el espíritu fraterno, es lo que nos obliga a desvivirnos por vivir la acción colectiva, como fuerza orientadora para lograr la concordia, desde el abecedario del respeto mutuo y el lenguaje de la tolerancia. En consecuencia, ha llegado el momento, tan precioso como preciso, de activar la pausa, para oírnos y vernos junto al mejor libro de moral que llevamos en nuestro fuero interno, lo que conlleva prioritariamente a recogerse y acogerse unos en otros; puesto que, nuestra historia humana, también tiene un destino común. Desde luego, esta nueva era debe volcarse en lo auténtico, comenzando por asegurar a todo ser humano una existencia conforme a su dignidad.

    El relativismo no es la solución y la falsedad nos deja sin percepción. Aprendamos a desenmascarar, el verdadero peligro destructor, ese que radica en cada uno de nosotros, pues disponemos de instrumentos cada vez más poderosos, capaces de llevarnos tanto a la ruina como a las más altas conquistas. Es cuestión, entonces, de tomar reparo. Esto hace que nos descubramos, acusándonos a nosotros mismos, por no haber sido capaces de aprender a reprendernos. Sin duda, necesitamos tiempo para nosotros, para la reflexión ética y la clemente faena, sobre todo a la hora de abordar nuestros propios retos. De lo contrario, germinará la furia irresponsable, al no haber trabajado por mantener viva esa pequeña chispa iluminadora de fuego celeste, que puebla los interiores para poder discernir.

    Axiomáticamente, no hay más que un avance: la cognición al servicio de la entereza; como tampoco hay más que un desarrollo: el don de la inspiración al servicio de la entrega. Pero, ¡cuidado!, esto no significa seguir al interés del propio yo, haciendo lo que me conviene. ¡No es esto! Realmente, la sabiduría radica en ese espacio íntimo, donde confluye la verdad con la bondad, el espíritu donante con la suma de labores conjuntas, hasta volvernos ciudadanos dispuestos a trabajar: corazón con corazón y sin coraza. La quietud, en efecto, no se consigue mediante el equilibrio de fuerzas y de beneficios, se alcanza más bien con la confianza que nos inspiran sentimientos humanitarios. Por otra parte, una sociedad es noble y respetable por su apego a los principios fundamentales.

    Por ello, es vital que la ciudadanía tome conciencia de que estamos viviendo situaciones verdaderamente crueles e inhumanas. El primer cambio es de conciencia, de que la justicia social se ajuste a la diversidad cultural, dando visibilidad a los más vulnerables. También hay que frenar los discursos de odio; si es preciso usando la inteligencia artificial o patrullando las redes sociales, para detectar y frenar el ciberacoso y la violencia digital. Además, quizás tengamos que continuar educando para la sociabilidad, considerando algo tan vital, como que no se pierda un solo talento por falta de oportunidades. Lo que nos recuerda, asimismo, que tenemos que salir de este mundo de barbarie o este mundo pondrá fin a la humanidad.

    Hay que enamorar al mundo, en comunión de servicio. Urge, por ende, que todos fomentemos una cultura de paz con amor y lo hagamos activando la voz del alma. Tan sólo hay que proceder, con unas entretelas puras, a promover una conciencia global, que de sanación a un mundo fracturado y peligroso, en el que nadie es nada por sí mismo, sin los demás. Nos precisamos todos. De modo que, cuando hablamos de cuidar la casa común que es el planeta, acudamos a ese mínimo de noción universal y de preocupación por el cuidado mutuo. Porque si alguien tiene algo que ofrecer, para dar vida, es porque ha logrado una altura moral que le permite transcenderse para sí y para sus análogos. Lógicamente, cualquier ciudadano de bien, prefiere perder el honor antes que la sensatez.

  • Apuntes sobre los aranceles de Trump

    Apuntes sobre los aranceles de Trump

    El gobierno del presidente Trump ha dado un golpe de timón extraordinario. La lógica que se ha mencionado es la siguiente: subir aranceles para proteger la producción nacional y atraer inversiones, especialmente de empresas transnacionales originarias de EEUU.

    El presidente Trump ha dicho que, por la vía de los aranceles, podría el gobierno federal generar tantos ingresos como para sustituir el impuesto de la renta. Así mismo, se busca negociar reciprocidad con los países afectados, lo que para muchos de éstos puede ser nefasto, porque las economías incipientes tienden a ser débiles y no diversificadas.

    El asunto es complejo y señala un cambio paradigmático importante en el comercio, que podría ser temporal o duradero, según se comporte el resto del mundo y las empresas trasnacionales. Una intensa y nociva guerra comercial no se puede descartar. Cabe acotar que en general los aranceles impuestos son cerca de la mitad de los promedios que EEUU alega le cargan a sus exportaciones en los diversos países. Obviamente EEUU no quiere hacerle demasiado daño a los compradores en EEUU y quisiera pensar, que hay conciencia de que un daño a economías débiles crea inestabilidad política y económica. En el caso de Nicaragua por ejemplo, el debilitar su industria maquiladora en textiles, puede traer serias consecuencia para Costa Rica. En el caso de Cambodia (Khemer), un país de bajo ingreso y nivel de desarrollo, posiblemente con mucha influencia china, lo que puede suceder es que el país se alinee más decididamente con los chinos.

    Las consecuencias serían serias si se mantiene la batería de aranceles: si empresas migran a EEUU bajo la protección arancelaría que tendría que volverse permanente, producirían lo que ya EEUU a su nivel de ingresos general y de desarrollo científico y tecnológico no debe producir. A un mayor costo, o sea, a un nivel de ineficiencia, que no se da cuando se produce en un país con condiciones precisas para generar ese bien. De allí la división internacional del trabajo y su impacto, fundamentado en la capacidad productiva y los costos, así como en los términos de intercambio comercial entre países. También la globalización que tiene miles de años de estarse formando y hoy en día, a los niveles científicos y tecnológicos actuales y futuros, es una realidad objetiva y por lo tanto, no se irá…a Dios gracias, pues es mucho lo que se perdería. Sería involucionar.

    No creo “la mano” que está jugando Trump sea improvisada. Leyendo se da uno cuenta de cosas: ¿Además del desmantele del proteccionismo arancelario a nivel mundial, no siempre justificado, podría ser que está buscando hacer al US dólar menos atractivo para que baje su precio y que hacer que las exportaciones de EEUU sean a su vez más competitivas, atrayendo a su vez mayor inversión extranjera? ¿Podría ser que provoque una recesión para forzar a la Reserva Federal a bajar la tasa de interés a fin de impulsar a las empresas y reducir los costos financieros de un estado super endeudado? ¿Se estará gestando un cambio paradigmático más profundo que vaya más allá de lo comercial? Es de analizar con seriedad.

    Ciertamente con la China hay una situación muy particular que debe cambiar. Pero meter a “todo el mundo en el mismo saco”, puede ser como abrir una caja de pandora, con impacto negativo en la confianza, los riesgos económicos y el valor del dólar, así como su papel como principal moneda en la dimensión internacional. A los EEUU le puede salir “el tiro por la culata” y además, arrastrarnos al vacío.

    La incógnita en este momento es total. A diferentes niveles de desarrollo, hay bienes que un país puede producir y muchos que no. El tema de la China es que es todo a la vez… economía primitiva al lado de la crecientemente más sofisticada. El estado nunca ha abandonado el dirigismo dentro de un marco autoritario, como se lo decía a los amigos norteamericanos cuando viví en Washington DC entre el 2006 y el 2010. La China sigue siendo marxista y ve el capitalismo de estado como un esquema para facilitar un rápido desarrollo; Marx planteó el comunismo para países desarrollados, no para los que no lo son. La China manipula costos y precios ciertamente. Merece un alineamiento diferente pero no puede ser ignorada. Francamente, no quiero ni pensar que hubiera pasado si la Revolución Cultural hubiera triunfado y si de Deng Xiaoping no hubiera estado presente.

    Thomas Friedman argumenta en un artículo reciente que China le está ganando la batalla a los EEUU. Eso me preocupa. Quisiera ver a EEUU promoviendo las ideas, principios y valores que han hecho a esa nación grande. La nación del mundo, donde hay de todo y todos lados.

    Volviendo al tema de los aranceles y su peligro, menciono lo siguiente: no todos los productos resistirán igual: la elasticidad de la demanda sin duda jugará un papel importante. Otro tema: estamos hablando de bienes finales e intermedios y cadenas productivas, algunas de las cuales ya incluyen a Costa Rica. Manejar esa realidad para “arancelear” es complejo. De los servicios no se ha hablado, no están “arancelados”. Como Costa Rica, EEUU es fuerte en servicios. En el caso de Costa Rica, favorecen el equilibrio de nuestra balanza comercial.

    A Centroamérica no le fue tan mal, con excepción de Nicaragua. Trump ha dicho que él negocia, presidente transacciona, al fin y al cabo, con quien lo llame. Más exactamente… que él “atiende el teléfono”. Así que, presidentes, “manos a la obra” … llamen.

    Especulo que lo que hay ahora en el tablero cambiará en las próximas semanas o meses; es necesario hacerse presente, hacerse valer, para que el devenir sea favorable.

    Carlos Manuel Echeverría Esquivel fue embajador de Costa Rica en El Salvador, exviceministro costarricense y exfuncionario del SICA.

  • Nicaragua: La dictadura insaciable

    Nicaragua: La dictadura insaciable

    Hay que repetirlo hasta el cansancio, tanto Daniel Ortega como su co-dictadora Rosario Murillo son dos autócratas insaciables. Sujetos que no respetan limites cuando matar el hambre de poder corresponde.

    Por todos es conocido que el castrochavismo se sostiene gracias a las bayonetas, aunque en el presente están sentados sobre AK-47, suministrados por el amigo entrañable de todos los autócratas, Vladimir Putin.

    El co-dictador, Daniel Ortega, ha legitimado una práctica que todos conocemos, consistente en la subordinación de los poderes del estado, órganos legislativo, judicial, electoral, de control y fiscalización, regionales y municipales al Poder Ejecutivo, una aberración consagrada por la apócrifa Asamblea Nacional de Nicaragua, compuesta por lacayos del matrimonio supremo que como siempre, votaron unánimemente a favor de la propuesta.

    Con esta disposición dictatorial los poderes públicos desaparecen, de hecho, la democracia deja de existir y la precaria participación ciudadana se extingue por completo por decisión de dos déspotas y la complicidad de sus servidores.

    En realidad, tanto Ortega como su cogobernante son fieles admiradores de sujetos con la peor calaña del mundo, entre los que se pasean, José Stalin, Adolfo Hitler, Mao Tse Tung y por supuesto, el gestor de los cánceres del castrochavismo, Fidel Castro, quien fuera directamente el diabólico hacedor del régimen nicaragüense.

    La reforma a la siempre violada constitución de Nicaragua establece las ya conocidas figura de copresidentes, condición que de hecho ya existía en el país, igualmente, extiende el tiempo de servicio de los cargos que supuestamente deberían elegirse.

    En mi opinión el régimen nicaragüense, aunque busca parecerse lo más posible a la dictadura totalitaria establecida en Cuba por los hermanos Fidel y Raúl Castro, pretendiendo aportar legitimad a todos sus actos, tampoco esta libres de los hábitos de las dictaduras militares como sucede con su vocación de hacer desaparecer a sus enemigos o desterrándolos, aunque en honor a la verdad las dos grandes similitudes entre Cuba, Venezuela y Nicaragua son la gran capacidad represiva y la crueldad para encerrar a sus adversarios, generando un ambiente de indefensión ciudadana que paraliza las comunidades.

    Una de esas mañas fue recientemente denunciada por la organización de “Derechos Humanos Nunca Mas”, compuesta por desterrados en Costa Rica, según esta institución, la dictadura ha impuesto una política de desaparición forzada de sus opositores, como ha ocurrido al menos con una docena de ellos que fueron arrestados hace varios meses.

    Los Castro y Ortega gustan de la legitimidad, de aparentar que son demócratas que respetan la voluntad popular, por esto esta última reforma a la constitución, tal y como hiciera el castrismo en la mayor de las Antillas después del éxito del Proyecto Varela, propuesta del Movimiento Cristiano Liberación que dirigía el mártir Osvaldo Paya Sardiñas, 2002, al proclamar que el Socialismo en Cuba era irrevocable.

    Para beneficio del pueblo de Rubén Darío las instancias internacionales no cesan de denunciar los crímenes del Orteguismo, recientemente, ante una audiencia en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la representante del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional, Lesly Guerrero, dijo que las reformas han permitido al Ejecutivo, encabezado por dos “copresidentes”, consolidar un control total sobre los poderes Legislativo, Judicial y Electoral y agregó, “Estas modificaciones no solo eliminan los contrapesos institucionales, sino que establecen un sistema de gobierno donde la represión y el autoritarismo se presentan con una apariencia de legalidad”.

    Por otra parte, la soberbia de los co-dictadores es ilimitada, condición que se muestra con la retirada del país del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, como consecuencia de que el Grupo de Expertos de Derechos Humanos sobre Nicaragua reclamó demandar al país centroamericano ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por privar de la nacionalidad a nicaragüenses.

    Todo parece indicar que Nicaragua y Venezuela están en procura de establecer regímenes similares al de Cuba. Imponer una sociedad cerrada en la que cualquier vestigio de libertad y respeto a la dignidad humana desaparezcan.

    No obstante, los co-dictadores no duermen bien. Corre el mes de abril. Séptimo aniversario de las protestas populares en la que los esbirros de Ortega mataron cerca de 400 personas, estimados populares, 325 según el CIDH de la OEA.

    La sangre de todos estos mártires está en las manos de Ortega y Murillo, y la sangre mancha como afirma el escritor Jose Antonio Albertini en una de sus novelas.

  • No arriesgue su futuro: Estados Unidos reprime la inmigración ilegal

    No arriesgue su futuro: Estados Unidos reprime la inmigración ilegal

    Hace unas semanas leí una noticia alarmante: traficantes de personas, «coyotes», están utilizando plataformas como TikTok para ofrecer sus «servicios» y prometer cruces «seguros» hacia Estados Unidos. Llevo más de 33 años en el servicio exterior, y puedo afirmar que esa promesa es una mentira peligrosa… Y esto es ahora más cierto que nunca.

    El presidente Trump está comprometido con asegurar nuestras fronteras, proteger a nuestras comunidades y hacer cumplir las leyes migratorias de los Estados Unidos. Si una persona intenta entrar ilegalmente a Estados Unidos, miente en su solicitud de visa, trabaja sin autorización o se queda más tiempo del permitido, enfrentará consecuencias graves.

    En febrero de 2025, las detenciones de personas que cruzaron la frontera ilegalmente y se encontraban en territorio estadounidense aumentaron un 627 por ciento en comparación con el año anterior. Eso no es casualidad: es resultado directo de una política migratoria clara y firme. Quien cruce la frontera ilegalmente, viole las leyes o permanezca sin autorización será detenido y deportado.

    Pero proteger nuestra frontera no se limita a lo físico. Desde el momento que se recibe una solicitud de visa, el gobierno de los Estados Unidos, a través de los diferentes consulados en nuestras embajadas, emplea el sistema más riguroso del mundo para detectar fraudes. Algunas personas, sin medir las consecuencias, intentan mentir en sus solicitudes, esconder antecedentes, usar documentos falsos o fingir vínculos familiares. Estas acciones no solo ponen en riesgo su entrada al país, sino también la de sus familiares. Por eso, mi equipo en la Embajada trabaja estrechamente con funcionarios migratorios salvadoreños, capacitándolos para detectar fraudes documentales, colaboración que solo el año pasado permitió identificar más de 260 documentos falsos y pagos ilícitos superiores al medio millón de dólares. El fraude migratorio es un delito grave que puede resultar en la prohibición permanente de ingreso a los Estados Unidos.

    Desde que una persona recibe su visa aprobada, nuestro sistema monitorea activamente el uso que le dan a la misma. Si alguien viola las condiciones de su estadía, quedándose más del tiempo permitido en su entrada, trabaja sin permiso o comete delitos —incluso menores— su visa será revocada y será deportado.

    Sabemos que muchas veces estos intentos ilegales no se hacen solos. Por eso, el gobierno estadounidense también toma medidas firmes contra quienes facilitan la migración irregular, incluyendo a traficantes de personas y funcionarios que toleran o promueven estas prácticas. En algunos casos, hemos impuesto restricciones de visa a ejecutivos de empresas privadas —como compañías de vuelos chárter y autobuses— que han facilitado estos movimientos ilegales.

    La realidad es clara: los riesgos de migrar ilegalmente superan con creces cualquier supuesto beneficio. Puede perder la vida, caer en manos de criminales o quedar marcado con antecedentes que afectarán su futuro y el de su familia. Las consecuencias son severas: cárcel, separación familiar y la prohibición definitiva de volver a ingresar a los Estados Unidos.

    Si usted conoce a alguien que se encuentra ilegalmente en los Estados Unidos, lo mejor que puede hacer es recomendarle que regrese voluntariamente a El Salvador.

    Cumpla la ley, proteja a su familia y cuide su futuro. No se arriesgue innecesariamente.

    • William H. Duncan, Embajador de Estados Unidos ante El Salvador

  • La inexplicable ofensiva arancelaria de Trump

    La inexplicable ofensiva arancelaria de Trump

    El presidente de Estados Unidos ha desatado una conflagración de aranceles que golpeará a casi todo el mundo. Lo ha hecho, además, mintiendo con absoluto descaro, porque pretendió hacernos creer que sus decisiones responden a un elemental sentido de justicia económica.

    La verdad, sin embargo, es otra: Trump ha elegido la bravuconada arancelaria por razones que aún no logran entenderse a cabalidad, pero que, aparte de someter al mercado global a un estrés enorme, le abre las puertas a una recesión que terminará castigando a los propios consumidores estadounidenses.

    Un arancel, digámoslo pronto, es un impuesto al libre mercado internacional. Del mismo modo que un gravamen sobre determinado producto infla su precio en lo interno, así los aranceles colocados sobre la importación de bienes elevan el precio de esos bienes. En consecuencia, ignorando todas las premisas liberales sobre el comercio, Trump está colocando barreras innecesarias y desmesuradas al intercambio de productos. Por qué lo hace es una de las grandes interrogantes del momento.

    El problema es que las únicas dos razones que podrían, en apariencia, animar a alguien a desatar este caos son tan riesgosas como contradictorias: el “estilo negociador” de Trump, por una parte, y el alivio al peso de la deuda vía recesión, por otra. De acuerdo a estas hipótesis, la Casa Blanca buscaría asustar a sus socios comerciales para sentarse a pactar con ellos nuevos acuerdos desde una posición de fuerza –algo que sigue a la letra el manual de Trump–, a la vez que pretendería provocar a conciencia una recesión, induciendo con ello una caída en los tipos de interés de la deuda estadounidense.

    Si ambas cosas fueran ciertas, los posibles beneficios de estas medidas no lograrían compensar los peligros asumidos a través de ellas. Las negociaciones bilaterales con cada país tendrían que arrojar resultados favorables a Washington en poco tiempo, dada la tremenda e insostenible volatilidad que ha acarreado el proceso. Y en el supuesto de que la recesión estuviera dentro de los cálculos de Trump, esos varios miles de millones de dólares que Estados Unidos se ahorría en pago de intereses por el financiamiento de su deuda pública valdrían muy poco frente a la debacle económica provocada por la escalada arancelaria.

    Por donde se le vea, es difícil entender la lógica detrás del anuncio de estas brutales acciones antiliberales, aplaudidas acríticamente por los seguidores del movimiento MAGA (Make America Great Again). De hecho, lo que ocurrió pocas horas después es justo lo que ningún mandatario norteamericano debería querer para su país, es decir, reacciones impositivas unilaterales como las decididas por Canadá y China. A partir de aquí, el conocido temperamento explosivo de Trump podría hacer el resto: progresión de las respuestas comerciales mutuas, nuevas alianzas regionales en torno a polos de desarrollo alternativos a EE UU y una ola inflacionaria capaz de arrasar con la estabilidad de miles de hogares americanos.

    Las arbitrariedades políticas, claro, suelen disfrazarse. Y eso fue lo que hizo Trump al asegurar que solo estaba “equilibrando” las relaciones comerciales de su país frente a las demás naciones del mundo. En su discurso hasta llegó al colmo de justificarse echando mano de una genuina aberración económica, pues supuso que el “comercio justo” es igual a no tener déficits o superávits comerciales con ningún país, algo que solo es posible de manera artificial y no mediante el libre intercambio de bienes.

    Lo absurdo de semejante planteamiento salta a la vista si comparamos la actividad económica de un país con la que realiza un individuo. ¿Quién puede decir que tiene “equilibrio comercial” con la farmacia en la que adquiere medicinas o con el supermercado donde se abastece de comida? Todo consumidor de medicinas tiene déficit comercial con su farmacia, porque esta última no le comprará nunca en la misma proporción en que él le compra. Al mismo tiempo, sin embargo, cuando ese mismo individuo vende productos o servicios, con esas personas que le compran tendrá casi siempre superávit comercial, pues a menos que sean proveedores suyos no adquirirá nada de ellos jamás.

    Los países, en definitiva, acuden al mercado internacional por idénticas razones: comprar y vender. Si registran déficits o superávits con varias naciones es algo que no debería importarles demasiado, a menos que pierdan algo –dinero o bienes que necesitan– como resultado del conjunto de esas transacciones. ¿Por qué tendría que preocuparle a Estados Unidos, por ejemplo, tener déficit comercial con un país al que le compra muchas materias primas si con ellas manufactura productos sofisticados que luego vende a otros países? Pero elevando aranceles a ese concreto proveedor de materias primas, justificándose en que así “equilibra” las cosas con él, no solo estaría castigando a ese país sino que introduciría barreras en el libre mercado que a la larga terminarían perjudicando al mismísimo Estados Unidos.

    Volvemos entonces a la pregunta que nos hacíamos arriba: ¿por qué Trump encuentra utilidad en acudir a estas falacias para explicar la más salvaje subida arancelaria en el último siglo? ¿Con qué propósito se atreve a llamar “reciprocidad” a una escalada arbitraria de aranceles con efectos impredecibles para todos? Es difícil responder a este tipo de cuestiones usando la lógica económica o política. Quizá deberíamos acudir a otras áreas profesionales –las relacionadas a la salud mental, por ejemplo– para comprender mejor las causas de ciertas debacles que se avecinan.