Categoría: Opinión

  • Habrá que creer

    Habrá que creer

    Este sábado 22 de marzo disfruté una tarde llena de mucho calor humano, alegría genuina y agradables muestras de afecto. Eso viví y aprecié al participar en la conmemoración del 45 aniversario del martirio de nuestro santo querido y cada vez más venerado Óscar Arnulfo Romero y Galdámez. El encuentro que contó con la participación de poco más de un centenar de personas –algunas muy jóvenes en edad y otras en espíritu, rebeldía e intensidad, como trato de permanecer– tuvo lugar en la parroquia Cristo Salvador, ubicada en la Colonia Zacamil. Ese espacio habitacional urbanístico y carne viva del pedazo de tierra municipal capitalino llamado Mejicanos, nunca podrá ser borrado del mapa identitario y afectivo de sus habitantes pese a los dictados caprichosos y particularmente convenientes del veleidoso y cada vez más tijereado ‒dentro y fuera del país‒ usurpador actual del poder estatal.

    Pero este muchacho nunca ha sido mi gran motivo de preocupación y cada vez más me tiene sin cuidado mientras vea, sienta y compruebe que poco a poco nuestra gente va encontrando en qué creer y porqué luchar. ¿En qué creer? En el mensaje de nuestro santo patrono de los derechos humanos, sin duda. ¿Por qué luchar? Por la superación de la miseria que conlleva –citando la Conferencia Episcopal de Puebla a la que hizo referencia monseñor Romero en Lovaina, cincuenta días antes de su martirio– salarios de hambre, desempleo y subempleo, desnutrición, mortalidad infantil, falta de vivienda adecuada, problemas de salud, inestabilidad laboral…

    Son estas, pasados 45 años de eso, penurias que aún laceran la cotidianeidad de nuestras mayorías populares y se agravarán con una de las últimas trastadas del oficialismo: junto a sus socios nacionales y extranjeros, le dio el banderillazo de salida a la puesta en marcha del gran negocio de muerte –la minería metálica– cuya normativa fue aprobada en una fecha dolosamente escogida, el 23 de diciembre del año pasado, por la borregada legislativa de Bukele. Perdón, quise decir bancada; “error de dedo”, jejejé, aclaro.

    A propósito, nuestro verdadero buen pastor certificó que es “injusta la ley que no distribuye con equidad las cargas sobre los súbditos en tanto en cuanto sean necesarias para el bien común”. Y la Ley general de minería metálica puesta en las manos oligarcas y del régimen bukelista, es del todo injusta pues las cargas de ese negocio solo incrementarán el mal común prevaleciente acá para beneficio de unos pocos.

    El anterior juicio fue emitido el 13 de mayo de 1950, ¡hace 75 años!, por el entonces padre Romero. Siendo ya cuarto arzobispo de San Salvador, este pronunció una homilía digna de todos los aplausos brindados por la feligresía asistente a la misa del 20 de agosto de 1978. Leyéndola atentamente, concluyo que estaba muy consciente de su rol: pedirle que dialogara con el Gobierno, dijo, “era muy poco”. No le tocaba a él hacerlo. Le correspondía a “las fuerzas del país”, “los partidos políticos”, “las agrupaciones” con “sensibilidad social”… Y el presidente, aseguró, debía “abrir un cauce democrático” para ello. Eso no se practica ahora.

    Asimismo, fue demandante. Entonces se refirió a un estudio del Socorro Jurídico Cristiano, sobre 99 personas desaparecidas por la dictadura. “¿Dónde están?”, inquirió. “En nombre de las angustias de este pueblo –agregó– puedo decir: póngalos a la orden de un tribunal si están vivos; y si lamentablemente ya los mataron los agentes de seguridad, deduzcan responsabilidades y sanciónese, sea quien sea. Ha matado, tiene que pagar”. Esto último tampoco ocurre hoy. Además, Romero denunció la Ley de defensa y garantía del orden público, aprobada por una Asamblea Legislativa controlada por el Partido de Conciliación Nacional: el de los militares. Ese adefesio “legal” precedió a una chorrera de toques de queda, estados de sitio, ley marcial y estado de emergencia nacional… Para ahí vamos, comenzando ese trayecto con el régimen de excepción bukeleano implantado hace tres años.

    Por último quiero hacer notar su honestidad. De esa homilía brotó algo célebre. “Me decía un pobrecito ‒expresó‒ una frase que no se les va a olvidar a ustedes, como no se me olvida a mí: ‘es que la ley, monseñor, es como la culebra. Solo pica el descalzo’”. Eso sí, citó la fuente; no se atribuyó su autoría, pese aque en tan pocas y sencillas palabras retrataba unsistema de “injusticia” que atentaba contra la gente estrangulada por la pobreza.

    Ya vieron pues: para comenzar a transformar radicalmente nuestra realidad nacional, perversa y en camino de una mayor perdición, habrá que creer en el santo patrono de los derechos humanos porque lo que él denunció y por lo que lo asesinaron siguen siendo razones suficientes para luchar.

  • 26 de marzo, Día Mundial del Clima

    26 de marzo, Día Mundial del Clima

    El calor es insoportable a tal punto que cada día es más cálido. El clima se ha distorsionado y llueve repentinamente en cualquier en cualquier hora o lugar. Una tormenta por corta que sea produce severas inundaciones, derrumbes y todo tipo de desastres naturales en perjuicio de la vida humana y animal. Es común escuchar decir a la gente que “el clima está loco”.

    Las condiciones del clima han cambiado por obra y gracia de la misma población que en las últimas décadas no ha sabido cuidar el medio ambiente y que se ha industrializado sin tomar en cuenta el ecosistema, produciendo con ello el efecto invernadero que tanto daño le causa a la vida.

    Las grandes potencias han crecido en la escena industrial y han descuidado su medio ambiente y los países tercermundistas han crecido en pobreza y población, sin que sus gobiernos tengan objetivos definidos y consecuentes para proteger y darle sostenibilidad al medio ambiente que es lo que condiciona el clima de una región.

    Desde 1992, cada 26 de marzo, por mandato de la Organización Mundial de las Naciones Unidas (ONU) se conmemora el Día Mundial del Clima. La finalidad es que la población y los Estados adquieran conciencia y sensibilidad sobre la importancia e influencia del clima y el impacto (negativo) del cambio climático en la vida del ser humano (y en toda forma de vida) a escala mundial.

    La ONU busca que cada nación introduzca el cambio climático como política primordial y estrategia de país, extensivo a la empresa privada y a la sociedad civil. Todo lo cual tiene que traducirse en acciones que protejan el medio ambiente y minimicen su daño por efectos del desarrollo humano. Al final se busca crear conciencia y sensibilización en la población para preservar las condiciones climáticas.

    El gran problema mundial surge cuando las principales naciones industrializadas tienen dirigentes que ven en su mínima expresión las consecuencias negativas del cambio climático condicionado por las afectaciones al clima y al medio ambiente. En este caso Estados Unidos, China y Rusia, cuyos dirigentes no visualizan el cambio climático como factor incidente en la cotidianidad y urgencia de sus pueblos. Recordemos que Donald Trump, el 20 de enero pasado, apenas haber asumido la presidencia de Estados Unidos comenzó a desmantelar la política ambiental, climática y energética de la era Joe Biden. Una decisión de Trump fue sacar a su país del Acuerdo de París el cual fue firmado por 196 países con vigencia desde el 4 de noviembre de 2016 cuyo objetivo es que los países se comprometen a través de sus gobernantes a reducir el calentamiento global a través de políticas ecológicas.

    En tanto China, que es el principal emisor de gases de efecto invernadero no hace lo suficiente por evitar esa situación, aunque hoy está comprometida a tomar medidas protectores y reduccionistas porque su agricultura ya sufre las consecuencias negativas lo cual se traduce en deterioro alimenticio para los más de mil millones de ciudadanos chinos. Por su parte Rusia reconoce las afectaciones negativas del daño climatológics y se comprometió aadoptar políticas que reduzcan los niveles de contaminación, pero su producción de gases con efecto invernadero siguen en aumento. Rusia y China son más retórica que acciones.

    Estas tres grandes naciones aportan menos acciones protectoras del clima y el cambio climático en relación a la contaminación que generan, lo que luego se visualiza en distorsión del clima y en desastres naturales con graves repercusiones en la humanidad.

    Los países como el nuestro no se quedan atrás. El Salvador no cuentan con una política transversal de protección y fomento del medio ambiente, mucho menos con una política que abone a la estabilidad climática. A nivel de Centro América no hay un acuerdo de cooperación y esfuerzo entre naciones para impulsar juntos acciones medioambientales y si lo hay no es conocido ni ejecutado.

    El Salvador ha crecido en población en las últimas décadas y eso significa crecer en urbanismo, lo cual es parte del proceso de desarrollo social, lo malo es que cada vez hay menos tierra fértil cultivable, producimos más bióxido de carbono, disminuyen los bosques, surgen más zonas vulnerables, y en general estamos más expuestos a las secuelas de las sequías, los temporales y las olas de calor y frío que se generan a miles de kilómetros de distancia.

    El crecimiento urbanístico, al igual que la industrialización, debe hacerse con mucha responsabilidad y bajo reglas y normativas claras de protección ambiental y climática. Los gobiernos y ahora las municipalidades con gusto regulan los impuestos, pero no armonizan el cuidado ambiental. Cobran por la destrucción de una finca o terreno cultivable, pero no obligan a alternativas ecológicas, de esa manera el calor, la escasez de agua, la falta de alimentos del agro y los desastres naturales están a la vuelta de la esquina.

    Debe impulsarse las campañas de reforestación, el cuido de áreas protegidas y toda acción que favorezca el medio ambiente y el clima. La educación ambiental debe ser un factor transversal y el cuerpo de leyes debe priorizar el cuido y el fomento del clima.

    Hasta la década de los 80 Santa Tecla era una ciudad de clima fresco, aun al mediodía, ahora es un horno, al igual que muchas otras ciudades que perdieron su frescura por culpa del desorden del clima… generado a su vez por culpa de la falta de conciencia en el desarrollo social.

  • Cierre de Radio Martí, anhelo del totalitarismo

    Cierre de Radio Martí, anhelo del totalitarismo

    No es la primera vez que escribo sobre Radio Martí, una entidad que para muchos cubanos es un ariete informativo contras las mentiras sistemáticas y permanentes de la dictadura cubana y sus asociados de Venezuela, Nicaragua, Bolivia, trabajo, que también han cumplido por décadas la Voz de América, VOA, y otras agencias similares del gobierno federal de Estados Unidos.

    Las trasmisiones son un servicio costoso que deben ser reevaluados en su gestión sin ser eliminados. En cualquier entidad gubernamental, sin importar el país, se cometen errores y es probable que no falten actos de corrupción, sin embargo, la solución nunca es botar el sofá, sino a los sujetos que hayan realizado una mala administración, inclusive, ser sancionados judicialmente si el delito lo requiere.

    Sin dudas, denunciar las autocracias es un mandato imprescindible de las democracias. Educar en aspectos como las libertades y prerrogativas ciudadanas es una obligación de todos los que disfrutamos de las libertades y derechos que hacen a esta gran nación un ejemplo, función que Radio Martí, a pesar de sus ineficiencias, cumplía hacia Cuba a cabalidad.

    Cierto que sus transmisiones no han derrocado el totalitarismo castrista y la VOA no ha destruido los regímenes de Venezuela, Bolivia y Nicaragua, pero al cumplir debidamente la misión de informar con veracidad y equilibrio cooperan con aquellos que activamente y de diferentes maneras, combaten a los autócratas.

    Cesar las transmisiones de estas entidades genera un gran desamparo informativo entre quienes batallan contra las dictaduras. Hay que tener presente que, si “saber es poder” la ignorancia por parte de los opositores de lo que acontece en Cuba y en el mundo, los conduce a una indefensión absoluta.

    Durante más de seis décadas la dictadura castrista ha demostrado ser el enemigo más peligroso y consistente de Estados Unidos en el hemisferio occidental, promoviendo en toda América Latina propuestas contrarias a la democracia estadounidenses. Sus armas han sido la propaganda y el terrorismo y son las transmisiones de estas emisoras federales las que neutralizan la sarta de mentiras y engaños que fabrican contra sus pueblos los regímenes de corte castro chavista.

    El totalitarismo cubano ha usado su voto en las organizaciones internacionales para favorecer resoluciones contra los Estados Unidos, beneficiando a los contrarios acérrimos de Washington como lo han sido, al menos, en los últimos cincuenta años, Rusia, China, Irán y Corea del Norte.

    Según numerosas denuncias en Cuba hay instaladas bases militares y de espionaje de algunos de los regímenes adversarios de Estados Unidos que consistentemente ha socavado la seguridad nacional norteamericana.

    El régimen ha infiltrado en el país a sus agentes de espionaje y captados lacayos en Universidades y en instancias gubernamentales, con el objetivo de obtener informaciones que ha entregado a los enemigos de Estados Unidos, a la vez que se muestra como víctima inocente de todo tipo de agresión por parte de la Casa Blanca ante su propio pueblo, mentiras que ha destruido Radio Martí en los casi últimos 40 años gracias a una programación que, sin ser perfecta, siempre ha dicho la verdad.

    Ingresé a trabajar en Radio Martí en 1998, bajo la administración de Roberto Rodríguez Tejera, un hombre que, durante su gerencia, a mi saber, cumplió a plenitud los mandatos de la posición que ocupaba.

    Puedo asegurar que durante estos 23 años no estuve de acuerdo con muchas de las cosas que ocurrieron y menos con algunos de los ejecutivos de OCB, sin embargo, considero que “La Misión”, como decía la desaparecida Cristina Sansón, es lo más importante, razón por la cual, no comprendo a quienes atacan la Emisora con intención de destruirla, cierto que tenía defectos, lo sabemos todos, pero los cubanos de la Isla necesitan que sigan cumpliendo sus funciones.

    Me atrevo a afirmar que, a pesar de sus deficiencias y probables manejos indebidos, la Oficina de Transmisiones a Cuba, OCB, ha cumplido con sus objetivos de llevar la verdad noticiosa a Cuba y hacer que muchos ciudadanos al interior de la Isla se hayan opuesto al totalitarismo porque han conocido la realidad a través de las ondas radiales de Radio Martí que no debe desaparecer, lo que evidencian los reclamos de dirigentes de la oposición como Jose Daniel Ferrer, Félix Navarro y el periodista independiente Reinaldo Escobar.

  • ¿Crisis constitucional en los Estados Unidos?

    ¿Crisis constitucional en los Estados Unidos?

    He venido al mundo a traer la verdad, dijo Jesus a Pilatos. Este, riendo entre dientes, y mirándolo despectivamente, le respondió, ¿Que es la verdad? La verdad viene de arriba, viene de abajo, vienen de los justos o los injustos. La verdad es negra o es blanca. La verdad no existe. Según el filósofo Karl Popper, la verdad no es algo que se alcance con certeza, sino que se busca continuamente a través de la eliminación de errores. Según él hasta el conocimiento científico es siempre provisional y está sujeto a revisión. En lo personal y observando mi entorno, la verdad es maleable y manipulable, especialmente actualmente cuando la realidad es ilusoria. Repitiendo mentiras, una y otra vez, hasta que se convierten en verdades. La verdad no existe, la verdad pertenece al poder, al dinero, a la influencia.

    El pasado viernes 15 de marzo, a las 9:40 a.m. El juez James E. Boasberg, tras demanda de abogados de la ACLU (American Civil Liberties Union), emite una orden temporal que prohíbe al gobierno de los Estados Unidos deportar a cinco venezolanos detenidos bajo la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798 (Esta ley, aprobada durante el gobierno de John Adams, otorga al presidente de Estados Unidos la autoridad para detener y expulsar a ciudadanos extranjeros de países con los que EE.UU. esté en guerra). La administración Trump apela. Ese mismo día, a las 5:26 p.m. y 5:45 p.m. dos aviones con deportados despegan de Harlingen, Texas.

    Quince minutos más tarde del despegue del segundo avión, el juez Boasberg ordena verbalmente que cualquier avión con deportados debe regresar a Estados Unidos. A las 7:36 p.m. Los aviones aterrizan en Honduras, seguidamente, a las 8:02 p.m. los aviones aterrizan en El Salvador. Pasada la medianoche, amaneciendo el domingo 16 de marzo, un tercer avión llega a El Salvador. Ese mismo día, a las 7:46 a.m. “Oopsie… Too late”, (Ups, demasiado tarde), escribe en inglés Bukele y un emoji de risa/llanto.

    El presidente Nayib Bukele anuncia que los deportados han sido trasladados al Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot).

    Un nuevo tipo de negocio, por lo menos en nuestro país, se perfila, el negocio de la importación de personas deportadas con antecedentes criminales.

    Así ha comenzado el enfrentamiento entre la Casa Blanca de Trump y el poder judicial de ese país. El lunes 17 de marzo, por la tarde, comienza una audiencia sobre lo que Boasberg llama “la posible desobediencia” a su orden judicial. Los abogados del gobierno responden a Boasberg que sus instrucciones verbales no cuentan, sólo se deben seguir órdenes por escrito, y que no pueden responder a sus preguntas sobre los viajes debido a cuestiones de seguridad nacional. Lee Garlent, el abogado principal de ACLU advierte, “creo que estamos muy cerca” de una crisis constitucional.

    La secretaria de prensa de la Casa Blanca, dice a los reporteros que aproximadamente 261 personas fueron deportadas en los vuelos, incluyendo 137 bajo la Ley de Enemigos Extranjeros. Pareciera que en la realidad ilusoria de la Casa Blanca, no todos los deportados tienen antecedentes criminales, y que 124 personas deportadas no deberían estar en el CECOT.

    “Impeach that crazy liberal democrat” (destituyan a ese loco demócrata liberal), proclamó Trump, el martes 18 de marzo, en su canal de medio digital.

    Sorpresivamente, el presidente del Tribunal Supremo de Estados Unidos, John Roberts, emite una inusual declaración pública rechazando los llamados a destituir a jueces. “Durante más de dos siglos, se ha establecido que la destitución no es una respuesta apropiada a un desacuerdo sobre una decisión judicial”, escribe. “El proceso normal de revisión de apelaciones existe para ese propósito”.

    Extraordinario fin de semana vivido en el país ejemplo de la democracia en nuestro planeta. Un fin de semana donde los eventos suscitados por la administración Trump ponen en entredicho que este país continúe siendo una democracia. Forzando los límites del poder ejecutivo, con el beneplácito del poder legislativo. ¿Nos suena familiar?

    La verdad y la democracia parecen inclinarse al poder absoluto, que parece esparcirse a través del planeta entre aquellos con suficientes recursos para financiar sus vuelos a Marte, una vez que hayan destruido la viabilidad del planeta tierra. Un nuevo mundo se acerca, un mundo donde los multimillonarios (con miles de millones de dólares) serán los reyes del mundo. Pilatos lo dijo, ¿que es la verdad?

  • Las alteraciones hipnóticas del poder: el caso Duterte

    Las alteraciones hipnóticas del poder: el caso Duterte

    El poder, ya se sabe, puede ejercer sobre las conciencias un efecto narcótico. Cuando se tiene poder y existe la proclividad de hacer con él lo que se quiera, también se tiende a creer que, por alguna razón, no se perderá jamás.

    Estas condiciones alucinógenas transforman así el dulce presente en una aspiración irreal de eternidad. Quien se siente poderoso llega a incapacitarse a sí mismo para concebir límites a aquello que se expande a través de su voluntad personal.

    Lo cierto, sin embargo, es que el poder se acaba. Tarde o temprano. Nada hay eterno sobre la tierra, ni siquiera la vida del que hoy se cree fuerte e intocable. Para algunos individuos acomplejados el sueño es, precisamente, morir en el ejercicio del poder formal; pero estos casos –si nos atenemos al último medio siglo– son pocos en contraposición a aquellos que no solo lo perdieron sino que terminaron en la cárcel o arrastrados a un fin ignominioso como consecuencia directa de su descomunal ambición.

    Nicolae Ceausescu, dictador de Rumania, salió en diciembre de 1989 al balcón del edificio del Partido Comunista, en Bucarest, creyendo que con su sola presencia iba a apaciguar los ánimos de la población enardecida, y todavía en el juicio sumario que le condenó a ser fusilado tenía dibujada en el rostro la trágica sorpresa que le causó comprobar que, después de todo, ni él ni su esposa eran tan amados como pensaban. Pol Pot, déspota de Camboya, se vio arrojado de su país por la vecina Vietnam y anduvo escondido en las selvas tratando de regresar, hasta que su propio grupo guerrillero lo hizo arrestar y falleció en circunstancias poco claras en 1998. Muammar Gadafi, tirano de Libia, fue linchado por bandas opositoras en 2011, en Sirte, cayendo en una lucha insensata por recuperar el poder, bajo cuyos delirantes efectos seguía cautivo como los sedientos que creen ver reflejos de agua en el desierto.

    Fidel Castro y Hugo Chávez son más bien excepciones en Hispanoamérica, donde los opresores, casi por regla general, no llegan a morir ejerciendo el mando. Algunos, como Augusto Pinochet, lo pierden en elecciones democráticas; otros, como el paraguayo Alfredo Stroessner, el salvadoreño Maximiliano Hernández Martínez o el venezolano Marcos Pérez Jiménez, se ven destituidos por revueltas populares, y algunos otros, como el nicaragüense Anastasio Somoza García o el dominicano Rafael Leónidas Trujillo, terminan asesinados.

    Filipinas, bello archipiélago asiático, ofrece el más reciente eslabón de esta cadena interminable de tiranos defenestrados: su decimosexto presidente, Rodrigo Roa Duterte, hoy de 79 años, ha sido finalmente arrestado por orden de la Corte Penal Internacional y está siendo juzgado en La Haya, sede del organismo. Duterte, nacido en 1945, tuvo su sexenio de poder entre 2016 y 2022, pero ya planeaba postularse nuevamente como alcalde de Davao, en un esfuerzo por resucitar su carrera política.

    Lo que ahora enfrenta, en cambio, es la posibilidad de terminar sus días en la cárcel, si es que la CPI lo encuentra culpable de crímenes contra la humanidad. Obnubilado por los vahos del poder, el exmandatario filipino también creyó que nunca iba a sufrir las consecuencias de sus decisiones.

    Abogado de profesión y con estudios en Ciencias Políticas, Duterte fue un líder emergente tras la revolución de febrero de 1986 que puso fin a la dictadura de dos décadas de Ferdinand Marcos. Luego de ganar siete veces la alcaldía de Davao, ciudad al sur del archipiélago, se postuló a la presidencia poniendo énfasis en el controversial proceso de pacificación que había llevado a cabo durante su larga gestión edilicia.

    “Cuando sea presidente, ordenaré a la Policía Ejército que encuentren a esta gente y los maten”, dijo en marzo de 2016 durante un mitin, refiriéndose a los traficantes y consumidores de droga que luego perseguiría desde su residencia oficial en Manila. “Si conocen a algún adicto”, recomendó en junio de aquel año, al asumir el cargo, “vayan y mátenlo ustedes mismos. Hacer que sus padres lo hagan sería demasiado doloroso”.

    Con esta retórica agresiva, Duterte alentaba a la población a hacer justicia por sus propias manos. “Esta campaña de disparar a matar se mantendrá hasta el último día de mi mandato. No me importan los derechos humanos, créanme”, aseguró en agosto de 2016. Incluso llegó a afirmar que, si en Filipinas había tres millones de adictos, él “estaría feliz” de asesinarlos, comparando su política con el Holocausto. Una vez relató que había matado a un hombre, arrojándolo al vacío desde el aire, como castigo por haber robado: “Si cometes corrupción, te llevaré en helicóptero a Manila y te lanzaré desde ahí. Ya lo hice antes, ¿por qué no hacerlo otra vez?”, dijo en diciembre de 2016.

    Duterte insistió en que le tenía sin cuidado una posible condena por crímenes de lesa humanidad. En septiembre de 2017 espetó: “No me importa ser procesado en la CPI. Adelante. Sería un honor ir a prisión por mi país”. Bien, pues se le acaba de conceder esa “honra”. Sus propias palabras, de hecho, han sido fundamentales para la corte internacional, que las considera fuente de incitación al uso de la fuerza letal contra meros sospechosos de cometer delitos. Las cifras de asesinados durante su implacable “guerra contra las drogas” podrían elevarse a más de 25.000 víctimas, de acuerdo a los organismos no gubernamentales que documentaron pacientemente estos casos.

    Una vez más, la historia sigue ofreciendo valiosas lecciones en relación a los liderazgos autoritarios. Sin importar de qué manera pierdan el poder, e incluso si no lo pierden, las tiranías terminan invariablemente siendo repudiadas por la posteridad. El delirio desemboca en pesadilla; la soberbia y la petulancia, en desprecio universal.

  • La criminalización de la inmigración irregular en los Estados Unidos

    La política migratoria de la administración de Donald Trumpmarcó un punto de inflexión en la forma en que Estados Unidos aborda la inmigración irregular. La criminalización de los inmigrantes indocumentados, que antes eran considerados infractores civiles, generó un intenso debate sobre la legalidad, la ética y las implicaciones sociales de esta política en los últimos sesenta días en el mundo.

    La llegada a El Salvador de 238 convictos al penal de máxima seguridad el CECOT en Tecoluca, San Vicente procedentes de los Estados Unidos de Norteamérica puso a nivel mundial un tema que había sido invisibilizado por la mayoría y es el cambio radical de la política migratoria de la administración Trump, desde mi punto de vista presento a continuación mi análisis sobre el tema, con el objetivo de orientar, formar, despertar el interés para que pueda investigar, y educar desde los aspectos de seguridad nacional de la manera siguiente:

    Cambio de paradigma:

    • Históricamente, la entrada ilegal a Estados Unidos se consideraba una infracción civil, sujeta a deportación.

    • La administración Trump implementó una política de «tolerancia cero» que criminaliza a todos los inmigrantes que ingresaron e ingresen ilegalmente al país, independientemente de sus antecedentes o circunstancias.

    • Esta política ha resultado en la separación de familias, la detención masiva y el procesamiento penal de miles de inmigrantes en condición irregular e ilegal.

    • Hasta el 19 de enero 2025 las consecuencias eran generalmente, detención, deportación y prohibición de reingreso por un período determinado. En algunos casos, se imponían multas.

    • En El Salvador incluso los denominados coyotes fueron vistos como personas de bien, altruistas y a quienes se les pedía apoyo para fiestas patronales o cuando moría alguien que ayudara con los gastos fúnebres.

    • Nuestros compatriotas que viven allá desde la década de los sesenta que existe evidencia de la salida de nuestros hermanos, luego durante el conflicto y obligados a salir por amenazas de muerte de las pandillas criminales creímos, pensamos y hasta justificamos que tenían el derecho de irse, buscar seguridad, empleo y lograr el gran sueño americano a pesar de las consecuencias, pero la mayoría lo vio como un derecho y hasta con admiración si “lograba entrar”.

    La situación bajo el gobierno actual ha cambiado, incluso del primer mandato de Donald Trump, según el pensamiento, y sobre todo la línea de política exterior y de inmigración pueden cambiar con cada administración, incluso de un periodo a otro con el mismo presidente.

    Para el presidente Trump, sus funcionarios cercanos, grupos económicos, de poder, y la ciudadanía que le apoyan en sus primeros dos meses de gobierno que oscilan entre el 48 y 49% del total de encuestados, argumentan que la criminalización de la inmigración irregular era y es necesaria para hacer cumplir la ley y que los infractores sean severamente castigados y según su pensamiento este será un disuasivo para otras personas que lo intenten, de igual forma que era indispensable e impostergable proteger sus fronteras.

    Un argumento técnico ha sido que de las personas que se encuentran dentro de los Estados Unidos existen muchos que habían cometido delitos graves en sus países pero que también los han cometido en aquella Nación, que se encuentran agrupados, que pertenecen a estructuras criminales transnacionales por lo que representan una verdadera amenaza a la seguridad nacional y que podría facilitar y propiciar el ingreso de más criminales e incluso de terroristas. Son considerados invasores.

    Se argumenta que la inmigración irregular tiene un impacto negativo en la economía de Estados Unidos, ya que los inmigrantes indocumentados compiten por empleos con los trabajadores estadounidenses, y que se hace necesario sostener la criminalización para proteger los empleos de los trabajadores estadounidenses.

    Dentro del grupo de 238 convictos que llegaron al penal del CECOT en nuestro país, existen 101 personas que fueron expulsados de Estados Unidos debido a que ingresaron de manera ilegal y no pueden demostrar que disponen de permiso, y esto es delito federal lo cual tiene vigencia de larga data, en especial en Titulo ocho del Código de los Estados Unidos es una parte fundamental de la ley de inmigración de ese país, es una recopilación de leyes que regulan la inmigración y la nacionalidad.

    Estas leyes se han ido creando y modificando a lo largo de la historia de Estados Unidos. que ha evolucionado y que sigue siendo la base del sistema de inmigración de Estados Unidos. Este grupo de 101 personas no son miembros de la estructura criminal del Tren de Aragua, pero han cometido delito federal, ellos y todas las personas que han ingresado ilegalmente no importa la nacionalidad de procedencia, pero a partir del 20 de enero del 2025 se inicia una política de “tolerancia cero” la cual no se implementó en el primer mandato Trump.

    No existe a la fecha ninguna exclusión que proteja a nadie que se encuentre de manera ilegal en Estados Unidos, ninguna nacionalidad, todo ha cambiado en el actual gobierno, pero le he orientado que siempre ha sido delito federal. Por lo que las deportaciones van a continuar bajo la visión de la amenaza a la seguridad nacional, la cero tolerancia y una de sus principales promesas en la campaña, la prisión es una de las posibilidades como una consecuencia criminal, así como los operativos continuarán, la búsqueda no para.

    La seguridad nacional es un concepto amplio que abarca la protección de un país contra una variedad de amenazas, tanto internas como externas son temas estratégicos y de años de formación continua y especializada. Se refiere a la protección de los intereses vitales de un país. Estos son parte de los principios que impulsar el presidente Trump y su gobierno.

    Mi compromiso y responsabilidad con usted como lector es de orientar y presentar un análisis que le ayude a estar informado y que pueda usted obtener sus propias conclusiones; la mayoría de mi vida he estudiado e investigado la seguridad nacional, pública y defensa nacional, espero haberlo logrado, bendiciones

    *Por Ricardo Sosa, Doctor en Criminología, Experto en Seguridad Nacional

  • Sobre humanistas y extincionalistas

    Sobre humanistas y extincionalistas

    Detengo el botón de cambio de canal de la televisión, mientras buscaba noticias sobre el rescate de los astronautas varados en el espacio durante nueve meses, en una misión planeada para ocho días, cuando observo las instalaciones de una nueva universidad en San Salvador, que llamó mi atención.

    Muy moderna, parecía una oficina del Silicon Valley o un anexo del edificio de la sede de Apple, diseñado directamente por el propio Steve Jobs para adecuarse al espíritu de la nueva generación «sin corbata y en zapatos tenis» activa en los años setenta, y responsable de los cambios tecnológicos más importantes de la humanidad.

    Suaves y contrastantes colores, grandes paredes transparentes, sitios de encuentro, singulares pupitres más adecuados para una moderna cafetería con wifi, que los repetidos, alineados y pesados de madera y metal que conocimos en nuestro tiempo de estudiante, con un profesor que tiza en mano escribía conceptos o esquemas sobre en verde pizarrón, y uno tomaba notas apresuradas para repasar luego en casa.

    De modo que la arquitectura llamó mi atención, y luego el nombre: Instituto Kriete de Ingeniería y Ciencias (Instituto Key). Así que dejé a los astronautas para otra ocasión y me dispuse a averiguar de qué se trataba. En ese momento hablaba Roberto Kriete, a quién identificaba con la aerolínea Taca de El Salvador (de niño la relacionaba con los emblemáticos aviones de carga Douglas DC3 de Taca, muy conocida en aquel entonces en Venezuela, por lo que la tenía como una línea aérea venezolana, hasta que décadas después me la topé en Centroamérica con modernos aviones que cruzaban el Atlántico y el Pacifico compitiendo con marcas europeas y estadounidenses de las más renombradas.

    El hecho es que describía el origen de la idea, y quien junto a uno de sus hijos, se dedicaron a darle forma el concepto de educación superior que querían implantar. Entendí que solo iba dirigido a mentes brillantes, estudiantes disciplinados y ambiciosos de buen cociente Intelectual; sin importar el origen, condición social, económica, religiosa o étnica. Por lo que cualesquiera que reuniese esas cualidades y no tuviere los medios económicos para cursar la profesión elegida, estaría en condiciones de ser beneficiado con una beca que cubriría entre un 40 y un 100 % del costo de su carrera. «¡Vaya!», me dije, eso es pensar en grande y a futuro.

    E inició su presentación ante los numerosos invitados a la inauguración de esta manera: «Esta es una universidad elitista, más no clasista», y luego entendí a lo que se refería con lo de las mentes brillantes, abiertas al mundo, a la libertad, al libre mercado, a la calidad, no como casta sino como seres libres, cualificados, actuales y sin la carga del medioevo espiritual o el prejuicio social.

    La mejor Universidad de la región, es el objetivo, respaldada por los mejores institutos tecnológicos de Occidente, incluyendo al prestigioso Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey.

    Esto me llevó a la Venezuela de Carlos Andrés, en su primer gobierno (1974-1979) cuando creó el Programa de Becas Gran Mariscal de Ayacucho para enviar profesionales y bachilleres a estudiar en las mejores universidades e institutos tecnológicos conocidos, desde Estados Unidos hasta Alemania, desde Argentina a México, para cursar carreras tecnológicas; sin distinción alguna, solo un promedio de notas que variaba si eran procedentes de la provincia o de las grandes ciudades, egresados de institutos privados o públicos.

    Hoy, no tenemos ni escuelas de párvulos funcionales. Emigran sus padres, emigran profesores, sus maestros y ellos mismos. Pasamos en Venezuela, de repente, de la luz del renacimiento a la oscuridad del medioevo. Recuerdo perfectamente las palabras de Chávez cuando destruyó PDVSA: “Aquí se acabó la meritocracia, acá ahora todos somos iguales”. Allí se selló nuestra suerte como nación.

    Todo lo contrario a lo que se ha propuesto El Salvador actual: la búsqueda de la excelencia.

    La presentación del Instituto Key para El Salvador y el mundo, contó con la presencia del presidente Nayib Bukele, que en su intervención final al igual que el empresario Roberto Kriete, hizo una afirmación que llamó inmediatamente mi atención por su actualidad, profundidad y alcance de ella, que describe los tiempos civilizatorios que vivimos, inmersos como nos encontramos en pleno cambio epocal. Quizá el cambio civilizatorio más significativo vivido por la humanidad desde el Renacimiento. Y que muchos, una buena parte insertos en el mundo occidental, se niegan asumirlo por miedo a lo desconocido, por la seguridad que se tiene en lo conocido o por temor a abandonar esa zona de seguridad que ofrece el dogma.

    Pensábamos que los sesenta rompía definitivamente con el pasado, y en cierta medida fue así: el Mayo francés, Woodstock, la píldora anticonceptiva, la minifalda, la guerra de Vietnam, los Beatles, el viaje a la luna, la radio portátil, los derechos humanos, el Concilio Vaticano II ( que apenas ahora 60 años después, se asumen algunos cambios y percepciones aprobados allí).

    La afirmación que hizo el presidente, al inicio de sus palabras, una vez expresado su total apoyo a la puesta en marcha de la moderna universidad fue la siguiente: “Ya el mundo no se divide en izquierda y derecha, se divide entre humanistas y extincionalistas”.

    Esta frase en medio de un ambiente académico inserto en la Estación Espacial Internacional, de donde rescataron a los astronautas Suni Williams de ascendencia india, y Barry “Butch” Wilmore, quienes preceden los futuros viajes al planeta Marte, rompe definitivamente con los dogmas ideológicos, políticos o doctrinarios del pasado, que tanto daño hizo en El Salvador, y que actualmente diluye la nación venezolana en una inmensa diáspora sin territorio.

    Lo que hay, dice Bukele son personas humanistas (acá entra un vocablo muy, muy amplio) y extincionalistas (vocablo que adoptaré para referirme a los dogmáticos, a los unidimensionales, los resentidos y canalizados hacia la destrucción o el nihilismo, ante la inexistencia de la oferta violenta del comunismo, y demás doctrinas masificantes y estatistas. Los zurdos los llama el presidente Javier Milei de Argentina, que son los kirschneristas a imagen y semejanza de los chavistas o maduristas venezolanos, que prefieren crear el caos antes que aceptar los cambios propuestos en plena libertad y legitimidad, Porque son los que extinguen la libertad, la cultura, el mérito, la libre competencia, de opinión, de mercado, de opción. Es lo de siempre, solo han variado los escenarios. Es la lucha entre la civilización y la barbarie, como bien escribió Domingo Faustino Sarmiento ya en el siglo XIX, aunque en otras dimensiones.

    Por todo ello, optamos por el humanismo y no por el extincionalismo. Hay que insertarse sin miedo en el futuro, no quedarse en el pasado porque es también una manera de dejar de ser.

    * Juan José Monsant Aristimuño, exdiplomático venezolano, fue embajador en El Salvador.

  • ¿Por qué razón El Salvador es un país de Tercer Mundo?

    ¿Por qué razón El Salvador es un país de Tercer Mundo?

    Son muchas las aristas para analizar por qué razón no avanzamos. El Salvador sigue siendo un país de Tercer Mundo, eso necesita que todos los sectores nos preocupemos. Cuesta asimilarlo; sin embargo, hay muchas razones.

    El promedio de escolaridad en El Salvador es hasta el octavo grado. Según el nuevo censo que se desarrolló en el país, el grado de escolaridad aumentó un grado. Mientras no se le apueste a la educación o se inyecte más presupuesto, no saldremos adelante. Mientras más profesionales se tenga, mejores oportunidades vendrán para el país, especialmente si se les apuesta a carreras tecnológicas.

    No hay empresas que fabriquen: autos, maquinaria, industria, etc. Cuando se visita un país industrializado, se nota que hay capital, trabajo y desarrollo. Quizá contemos con algunas empresas como «Aeroman»; sin embargo, hace falta más empresas como esas en el país. Además, tenemos niveles bajos de industrialización.

    No hay recursos minerales como en otros países. El presidente Bukele está con la idea de extraer el oro. Quizá haya un poco; pero eso no es suficiente para decir que tenemos riquezas naturales como: petróleo, cobalto, cobre, etc.

    El PIB per capita es bajo, hay más de las 600,000 personas que viven en pobreza, existe desigualdad social, el sueldo mínimo es de $365 dólares, muchos emigran por no encontrar oportunidades laborales, etc. Estos son algunos indicadores que miden cómo está un país.

    La agricultura no es sostenible. Todos sabemos que dependemos de países como Guatemala y México. Esos países importan muchas verduras y frutas al país. Somos un país pequeño, pero eso no quiere decir que no tenemos la capacidad de autoabastecernos con la agricultura. Es más, hay poca tecnología y la agricultura cada día se va haciendo menos sostenible.

    Dependemos en un gran porcentaje de las remesas. Eso es lo que hace que el país no se hunda más en la miseria. Casi 3 millones de salvadoreños viven en el extranjero y son más de 6,000 millones de dólares los que ingresan anualmente. Eso hace que la economía no llegue a números rojos.

    Mientras se dependa económicamente de países poderosos, no saldremos adelante. La asistencia social es importante; pero no es suficiente para salir de la pobreza, de los problemas económicos. Eso ayuda a que una comunidad se mantenga, pero no se solucionan de raíz los problemas.

    No contamos con un sistema de salud pública eficaz y eficiente. Hace falta tener una calidad de salud. El mismo ISSS adolece de especialistas. Los hospitales públicos no tienen el suficiente presupuesto para funcionar óptimamente.

    Debe de haber más apoyo para los pequeños y medianos empresarios. Si se hace una reingeniería para apoyar a los micro, pequeños y medianos empresarios, se tendrá una mejor clase empresarial. Los pequeños emprendedores necesitan de capital semilla, de créditos blandos y de mejores oportunidades. Recordemos; que el comercio informal es el que mantiene la economía del país.

    El desarrollo de las zonas rurales no llega a todos los pobladores. Los países de primer mundo no abandonan las zonas vulnerables, en el área rural apoyan a los agricultores, artesanos y a la población en general.

    Mientras no crezca la inversión extranjera en el país, seguiremos con un gran porcentaje de pobres. Todo el país necesita que se afinquen empresas para que aumenten las plazas laborales. El Salvador tiene oportunidades laborales, por ejemplo, en los «call centers», hay más de 36,000 empleados, pero eso no es suficiente para miles de bachilleres y profesionales que se gradúan anualmente. Se necesita más inversores, más y mejores oportunidades laborales.

    Es importante que se apueste por la tecnología, al acceso equitativo de la educación y por distribuir los recursos apropiadamente. Las desigualdades merman cuando existen políticas públicas que ayuden a todos los sectores. Dejemos atrás los días de conflicto armado, las pandillas y la inseguridad.

    Actualmente, se debe pensar también en la democratización del país para poder salir adelante. Debe de haber un gobierno que piense en todos los sectores y que canalice inversión. Saldremos adelante si el Estado garantiza el progreso, la inversión extranjera y la seguridad social.

    * Fidel López Eguizábal, Docente investigador Universidad Francisco Gavidia
    flopez@ufg.edu.sv

  • Pedir justicia implica clemencia

    Pedir justicia implica clemencia

    Cada uno de nosotros, solo será justo,

    en la medida en que haga sus labores de desapego, porque nuestra víscera egoísta perenemente está apegada a la deslealtad, dentro de una atmósfera adherida al odio, a la venganza, a los rencores. Por desgracia, cualquiera hemos presenciado la destrucción de vínculos hogareños, que nos revuelven por dentro, pero que ahí suelen estar, pasando de una generación a otra. Son muchas las personas que viven distanciándose de sus propios lazos naturales, que no han aprendido aún a reprenderse y, todavía menos, a perdonar de corazón. Desde luego, la rabia es un vicio que destruye las relaciones humanas y una fuente de desatinos. De ahí, la necesidad de templarnos con la amplitud de mirada y la benevolencia del sabio que cabal lo justifica.

    Indudablemente, no somos responsables del naciente desespero, ya que coexistimos humanos y tenemos sentimientos, pero siempre sí que existimos como garantes de su desarrollo. En ocasiones, es saludable que el furor se desahogue de la manera adecuada. Si un ser humano no se indignase ante la injusticia, si no sintiera la opresión de un débil, entonces significaría que tiene un corazón empedrado, deshumanizado por completo e inhumano. La solidaridad con el indefenso es algo innato en nosotros. Necesitamos hallarnos arropados entre sí; máxime en un momento en el que la desaceleración económica, las tensiones geopolíticas y el cambio climático ponen en peligro, ya no solo el mercado laboral, también las nuevas oportunidades de subsistencia.

    Hoy más que nunca, no podemos cerrar los ojos a la realidad que nos ha tocado vivir; y, aunque progresemos en la conciencia de la moralidad, tenemos que hacer valer su significado, al menos para mejorar la concordia entre análogos. Sea como fuere, y a poco que nos adentremos en nosotros mismos, observaremos que vivimos en un mundo en el que los vínculos hogareños apenas existen, cada cual camina a su rumbo materialista, con ritmos existenciales frenéticos, sin importarnos para nada la construcción de una sociedad más humana y fraterna. En este sentido, también me dirijo a los responsables políticos, pidiéndoles que ayuden socialmente a ese aluvión de desfavorecidos, que caminan por el mundo desolados, sin que nadie le extienda una mano.

    En medio de importantes necesidades humanitarias y de seguridad, tampoco podemos ignorar ciertas corrientes dominadoras, sostenidas por principios mercantiles posesivos e individualistas, que han llegado a sustraer del concepto de rectitud sus raíces culminantes, separándolas de un espíritu decente y solidario. Sin duda, es imperativo el apoyo internacional, al menos para poner fin a la mayor crisis de desplazamiento mundial. La justicia, en efecto, no es un simple pacto entre semejantes, ya que lo que es justo no está determinado originariamente por la efectiva ley, sino por la identidad profunda del ser, llamada a cultivar el gusto por lo que es equitativo y auténtico, aun cuando esto pueda comportar sacrificio e ir contracorriente.

    Todo en esta vida, requiere esfuerzo y dedicación; ahora bien, si cuando fuiste mazo no tuviste compasión, ahora que eres yunque, te toca tener aguante. Sea como fuere, continuamente me he reafirmado que los derechos fundamentales, están inscritos en nuestra propia naturaleza humana; y, como tales, deben salvaguardarse con tolerancia comprensiva, pero sin dejar de intensificar el esfuerzo conjunto y universal de garantizar su respeto. Por ello, en tiempos difíciles como los actuales, las naciones deben sumar esperanzas e impedir que se desmorone el orden mundial. De lo contrario, acabaremos destruyéndonos como linaje. ¡Triste época la nuestra!; porque las leyes abundan, lo que falta es la entereza, para perpetuar la civilización y que se armonice.

  • Me declaro "marzista"

    Me declaro «marzista»

    Sí, así, con «zeta». Porque marzo es un mes cargado de significado y heroísmo, al hablar de la defensa de los derechos humanos en este mi país. Algunas personas pensarán que lo digo por la figura más reconocida en esa lucha acá y puede que también mundialmente. Obviamente hablo del cuarto arzobispo de San Salvador, monseñor Óscar Arnulfo Romero, cuyos verdugos consumaron su encargo hace 45 años: el lunes 24 de marzo de 1980. Claro que tiene que ver con él, si hasta la Organización de las Naciones Unidas ha dedicado esa fecha a la conmemoración del Día internacional del derecho a la verdad en relación con violaciones graves de los derechos humanos y de la dignidad de las víctimas. Pero no solo es por él, ahora santo de la Iglesia católica y pastor inmortal de su pueblo, sino también por otra cantidad de personas que fueron igualmente sacrificadas durante ese mes por haber abrazado –cada cual a su manera– tan noble y riesgosa cruzada. Algunas pocas, las recuerdo enseguida.

    Comienzo este breve recorrido trayendo a cuenta al amigo de Romero: Rutilio Grande. Este jesuita fue asesinado el 12 de marzo de 1977 junto a: Manuel Solórzano de 72 años y Rutilio Lemus de apenas dieciséis, que por la edad de ambos representaban a nuestro campesinado. Hoy los tres son beatos. El martirio del padre Grande –así le decíamos en el colegio Externado de San José cuando, en 1971, era nuestro prefecto de disciplina– no fue lo que propició que monseñor pasara de ser «malo» a convertirse en «bueno», como se suele simplificar la historia; pero sí terminó siendo, junto con el sufrimiento del pueblo, un factor fundamental para su evolución.

    Me hubiera encantado verlos en poderosa dupla, lista y dispuesta siempre a denunciar ‒cada cual por su lado o a dos voces‒ los crímenes y otras graves violaciones de derechos humanos que impunemente cometió la dictadura en aquella época. Bueno, ni tan impunes porque precisamente este par de valientes curas ya las venían denunciando con corazón ardoroso y voz potente; ello los condujo hasta el inaceptable sacrificio de sus vidas. La puesta en escena de esa generosa pareja jugándose el pellejo por su gente, bien pudo titularse «Rutilio y Romero, el pueblo primero». Pero no pudo ser: Grande fue inmolado dieciocho días después de que a monseñor lo encumbraran como cuarto arzobispo de San Salvador.

    Debió transcurrir un año, luego de este par de acontecimientos, para conocer el surgimiento de un nuevo organismo defensor de la dignidad de nuestra gente más sufrida: la Comisión de Derechos Humanos de El Salvador. Una de sus fundadoras y primera presidenta, fue Marianella García-Villas. A esta abogada y filósofa salvadoreña, el ejército gubernamental la emboscó ‒junto con más personas indefensas‒ en La Bermuda, Suchitoto, departamento de Cuscatlán el 13 de marzo de 1983; se la llevaron herida para luego torturarla y asesinarla a mansalva.

    Previamente, el 17 de marzo de 1982, fueron víctimas fatales de otra emboscada artera el periodista holandés Koos Koster junto a tres colegas más de la misma nacionalidad. También defendían los derechos humanos del pueblo salvadoreño, investigando en el terreno y difundiendo la denuncia de lo que ocurría en nuestro país.

    Y el 15 de marzo de 1993 presentó su informe público la Comisión de la Verdad; sin embargo, cinco días después, los señalados como responsables de las graves violaciones de derechos humanos incluidos en el mismo fueron «premiados» con la mal llamada «Ley de amnistía general para la consolidación de la paz». Lo hicieron sin importar el sufrimiento que le causaban y aún le causan a las familias de sus víctimas. Pero así pretendieron enterrar la historia dolorosa de lo ocurrido antes y durante la guerra, como también pasó en 1932 con el «perdón» dictado por el tirano salvadoreño del siglo pasado ‒Maximiliano Hernández Martínez‒ en favor de los autores de la matanza perpetrada en enero de ese año, incluido él mismo.

    Ahora, marzo permanece desafiante para quienes nos empeñamos en no abandonar a las víctimas de las cochinadas pasadas y presentes. A seis días de iniciado ese mes en 1980, se suspendieron garantías constitucionales al decretarse un estado de sitio que duró casi siete años; en el presente, a finales de marzo del 2022 Bukele impuso su régimen de excepción que está por cumplir tres. En este último escenario, se han violado y se continúan violando derechos humanos. No queda más que seguir y persistir siendo «marzistas»: convencidos militantes y combatientes por la verdad y la justicia que, además, debemos convencer a más personas para que abracen esta causa como la verdadera ruta hacia la verdadera paz.