Categoría: Opinión

  • Güegüenses

    Hace más de 45 años, en Centroamérica tomaron el poder unas fuerzas revolucionarias agrupadas en un solo puño. Ocurrió en Nicaragua, cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional derrocó el 19 de julio de 1979 al dictador Anastasio Somoza Debayle, conocido como «Tachito», tercero y último eslabón de la odiada dinastía instaurada por su padre: el también general Anastasio «Tacho» Somoza García. Este fue presidente entre 1950 y 1956, hasta el atentado que culminó con su muerte. Su hijo Luis lo sustituyó durante siete años; «Tachito» ocupó el cargo de 1967 a 1972 y de 1974 hasta su caída. Larga historia familiar despótica, superada por la que después se le vino encima al pueblo chocho: la de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

    Aquella revolución, que al inicio enamoró a buena parte del mundo, fue maleada progresivamente hasta convertirse en la dictadura feroz y asesina que es ahora. Tras el desplome de «Tachito» ‒ultimado catorce meses después en Paraguay‒ nació la llamada Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional encabezada por Ortega. Dos de sus integrantes, la recién fallecida Violeta Barrios viuda de Chamorro y el empresario Alfonso Robelo, dimitieron en abril de 1980; años después, Sergio Ramírez Mercado y Moisés Hassan abandonaron el sandinismo oficialista.

    A día de hoy, la «Chayo» y Daniel son «copresidentes». Eso a ninguno de los Somoza se le ocurrió, pero este par salió corregido y aumentado. Tras ganar las elecciones del 2006 y reelegirse en el 2011, el 2016 y el 2021, él ha permanecido en el puesto –ahora en mancuerna con su esposa– durante casi dos décadas. Pero antes había ocupado la silla presidencial desde 1984 hasta 1990, año en el cual perdió las elecciones. También fue derrotado en 1996 y en el 2001. De esos eventos, centraré mi atención en el de 1990.

    Entonces, en la inmensa mayoría de las encuestas aparecía triunfante el candidato sandinista por mucho. El «Gallo ennavajado» se autonombró; destacaba de su campaña proselitista una producción musical así titulada y algo bayunca. La rival que más se le «acercaba» era la ya mencionada doña Violeta, quien siendo apuesta de la Unión Nacional Opositora a final de cuentas resultó ganadora con alrededor del 55 % de los votos emitidos. Casi casi lo que Borge y Asociados pronosticó. No obstante, esta encuestadora costarricense fue cuestionada por no revelar su metodología. Sin embargo, en esos días oí decir que había instalado cabinas dentro de las cuales la gente respondía en secreto la batería de preguntas que depositaba en una urna.

    No puedo dar fe de esto último; pero si ocurrió, resultó ser un mecanismo efectivo y útil. Aclaro que lo escuché en aquel país, hermano en las buenas y las malas, porque viajé al mismo para participar en dichos comicios como observador internacional, integrando una iniciativa de los frailes dominicos. Lo que sí me consta es aquella multitud congregada el miércoles 21 de febrero en la entonces Plaza Carlos Fonseca Amador, presenciando el cierre de campaña sandinista y ‒de paso‒ deleitándose con el mejor reggae de la época: el de Jimmy Cliff. Más noche, cenando en un restaurante, escuché a un envalentonado y triunfalista comandante orteguista diciendo: «¡La plaza ya votó!».

    Entre esa fecha y la del domingo decisivo, circulaba un día por las calles managüenses con un funcionario del sistema interamericano; íbamos en un vehículo identificado con el escudo de la Organización de Estados Americanos. Mientras esperábamos la luz verde del semáforo, se nos acercaron dos jóvenes engalanados con los coloridos distintivos del «Gallo ennavajado». Nos preguntaron si pertenecíamos a dicha entidad. Para no complicarse, mi colega dijo que sí. Inmediatamente, uno de ellos nos pidió que hiciéramos algo para que Ortega no ganara. Al preguntarle extrañados por qué, la respuesta fue un contundente «no queremos ir a la guerra». Entendible: ese par de adolescentes hacían propaganda para el orteguismo, pero les aterraba ir a combatir a los «contras» financiados por Estados Unidos.

    ¿Por qué recordar estos hechos? Pues porque en guerra, dictadura u otro tipo de situación social anómala, la opinión real de mucha gente tiende a esconderse; en tales escenarios, sus verdaderas valoraciones están condicionadas. Típico del Güegüense nica. Parafraseando a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, este es el personaje mítico que en la época colonial no enfrentaba directamente al dominio español; más bien, se mostraba «cooperativo y conciliador» mientras taimadamente ingeniaba formas para socavarlo. No hay que culpar, pues, a quienes allá o acá hoy ocultan su real sentir político; se debe condenar a quien en su ambición desmedida controla, hostiga, atemoriza, reprime, miente y militariza la sociedad. En fin, aquel que siembra terror.

  • El ejercicio diario del amor y el valor de estar juntos

    Quien es verídico, asume la responsabilidad de ser lo que es y se reconoce libre activando los andares auténticos. Además, se predispone a salir de este mundo de falsedades, a retomar otros cultos más seguros, que aminoren las tensiones y acrecienten el abrazo sincero entre culturas diversas, frente a la tentación de huir a espacios virtuales, que no entienden de corazón y menos aún de espíritu donante. En una sociedad, en la que las tecnologías parecen acercarnos, no suele ser así, distanciando a los que viven próximos. En ocasiones, esa sintonía de miradas adheridas a la palpitación del corazón, como lenguaje de acompañamiento vivo, permanecen ausentes. Desde luego, no hay mejor arma que un te quiero dicho con toda el alma, para sofocar el grito de la humanidad.

    Por otra parte, el ser humano en su esencia no debe ser esclavo, de nadie ni de sí mismo, sino un entusiasta de los latidos. Su única misión reside en el amor, que es lo que nos nutre y nos eleva el verbo en verso. De ahí, lo vital que es ser poesía y no poder, que todo lo apodera de intereses mezquinos. Nuestro deber, sin duda, es huir de este hábitat alocado que incita permanentemente al conflicto. Dejemos de cultivar batallas absurdas que no resuelven los problemas, al contrario, los agrava hasta el extremo de impedir que cicatricen. Lo transcendental es no dejarse torturar por el miedo, como individuo vinculado a rehacerse en cada despertar, al menos para que la alegría sea conjunta y el reencuentro tan efectivo como afectivo.

    Indudablemente, hemos de regresar al universo de la cercanía, para que la humanidad deje de deshumanizarse y de volverse inhumana. Nada nos asusta más que la inmovilidad y el individualismo. El entrenamiento cotidiano y conjunto es el que nos pone alas. Ahora, claro, lo sustancial es orientarse en todos los contextos afablemente, predominando siempre el sentido de comunión y comunidad, de ser familia. No hay otra verdad más grande, que todos dependemos de todos, por eso cuesta creer en nuestro propio afán destructivo. Al cuidar de nosotros mismos, comenzamos a cuidar de la tierra, reflejando lo importante que es alcanzar ese espacio interior, tanto del aprender a reprendernos, como del querernos para poder querer a los demás y a lo que nos rodea.

    Con lo que está sucediendo en el planeta, con la agitación y las hostilidades que hay, me parece de suma influencia, el ejercicio diario del acercamiento y la práctica del corazón, como un enfoque contemplativo del bienestar físico, mental y espiritual, de cada cual consigo mismo, para mantenerse armónicamente saludable y superar la depresión y la ansiedad. Entrar en sanación, pues, es trascender. Utilicemos el poder del amor, ya no sólo para amarnos, sino también para ser amables y colindantes. Desde luego, nunca es tarde para reiniciar el diálogo y renovar modos y maneras de vivir, antes de que el terrible sufrimiento humano que originan las luchas, nos deje sin palabras; y, lo que es peor, sin confianza alguna.

    El futuro siempre está ahí, entre nosotros, y no como una expectativa para vengarse, sino como un instante más; que debe contribuir a superar los errores del pasado, reconstruyendo nuevos caminos de paz. Ojalá aprendamos a poner la estima y el respeto en acción, seguro que generamos entonces un mundo más fraterno, concienciado en las alianzas, para fomentar habilidades entre sus poblaciones como la empatía, el trabajo colaborativo, el liderazgo compartido y la creatividad para solucionar problemas. En efecto, si nos dejamos ablandar el corazón, levantando al que está caído, acariciando al que ha sido maltratado, atendiendo el alarido de la gente atemorizada, seguramente una esperanza reavivará otra esperanza; y, el barco de la vida, será la mejor sonrisa en la marea existencial.

    • Víctor Corcoba Herrero es escritor español

  • Alto a las deportaciones porque nadie es ilegal

    Alto a las deportaciones porque nadie es ilegal

    Nadie, absolutamente nadie, es ilegal por existir o estar en cualquier país con problemas migratorios o sin documentos en regla. Un salvadoreño, mexicano, hondureño, nicaragüense, guatemalteco o de cualquier nacionalidad que viva en cualquier ciudad o condado de los Estados Unidos, es tan legal como cualquier estadounidense.

    Las palabras correctas pueden ser indocumentado o ciudadano con problemas de regularidad migratoria, pero nunca ilegal, porque migrar no es delito alguno. Buscan migrar los seres humanos que tienen anhelos y sueños de mejores condiciones de vida en un territorio que no pertenece a su país. Se migra por temor a la inseguridad, los conflictos armados, la pobreza, la búsqueda de mejores oportunidades laborales, la persecución de un sueño, la búsqueda de mejores condiciones de vida y de la superación personal y de los suyos. Son pocos, poquísimos, los que migran huyendo (por la comisión de un delito o por la persecución política) o por placer.

    Por lo anterior a ningún extranjero que resida en cualquier nación se le debe llamar o considerar ilegal, haber nacido en un país pobre, inseguro y sin oportunidades no puede considerarse nunca como una acción delictiva. La mayoría de gente que migra procede de países tercermundistas, donde se carece de condiciones necesarias para generar desarrollo para todos.

    Se migra hacia naciones en desarrollo en mejores condiciones. Los centroamericanos, principalmente los salvadoreños, hondureños, nicaragüenses y guatemaltecos, al igual que los haitianos y mexicanos, históricamente siempre han tenido el “sueño americano” como ilusión o alternativa para mejorar sus vidas. Estados Unidos siempre ha sido el destino de los migrantes, muchos de los cuales han logrado mejorar las condiciones de vida de los suyos y han aportado al desarrollo de esa gran nación de Norte América.

    Las estadísticas señalan que en Estados Unidos, el 19 por ciento de los habitantes son latinos, es decir unos 65 millones. La mayoría son mexicanos y centroamericanos que han aportado grandemente al crecimiento de ese país. El aporte de los latinos va en todo sentido, en las áreas de economía, cultura, ciencias, agricultura, política, deportes y otros rubros.

    Se calcula que más de 10 millones de ciudadanos latinos viven en Estados Unidos de manera irregular al carecer de documentos que normalicen su permanencia en esa nación. Precisamente es esta cantidad de gente la que corre el riesgo de ser deportados, por la administración del presidente Donald Trump. A esos millones de ciudadanos el presidente Trump los llama ilegales y ordena redadas para capturarlos e iniciar sus procesos de deportación, sin importa su aporte al desarrollo estadounidense, mucho menos factores humanos como la segregación familiar o las condiciones de vida.

    Por supuesto que Estados Unidos como nación soberana puede deportar a cualquier ciudadano que haya cometido una acción delictiva, pero los que están siendo deportados en su mayoría no son delincuentes, sino ciudadanos que hasta antes de esa política nefasta eran trabajadores que desde aquella nación aportan a la economía de sus respectivas familias a través de las remesas.

    A los latinos y ciudadanos de cualquier parte del mundo que cometan delitos en Estados Unidos que los persigan, los encarcelen y una vez cumplida sus sentencias que los deporten a sus países de origen. Igual que deporten a aquellos que llegaron a esa nación huyendo por los ilícitos que cometieron en sus respectivos países. La gran nación estadounidense no puede ser escondite de delincuentes consumados y si en ese territorio no han cometido delito, pues con toda autoridad moral, ética, legal y soberana, que deporten. Sin embargo, no pueden ni deben deportar personas que se fajan trabajando y aportando en un país que no es el suyo.

    Recordemos que el crecimiento exponencial de Estados Unidos, en todos los ámbitos, ha sido determinado por migrantes que llegaron y aislaron a las tribus originarias, incluso haciendo uso de la violencia. Estados Unidos es una nación de arraigos migratorios que vio su vida y y fortaleza como nación a partir del aporte, la pujanza y la entereza de un conglomerado de diferentes razas, entre ellas la latina.

    Muchos hombre y mujeres abandonaron su país, se separaron de su familia, se expusieron al peligro y la incertidumbre para llegar a territorio estadounidense, donde se dedicaron a las peores labores o a las faenas que los ciudadanos de ese país despreciaban por riesgosas o inhumanas. Quienes recogen la nieve, las cosechas y se dedican a la construcción y a los trabajos más peligrosos son los migrantes, la mayoría latinos, entre ellos cientos de miles de salvadoreños que hoy viven atemorizados porque en cualquier momento y lugar del territorio estadounidense pueden ser capturados y deportados sin haber cometido delito alguno.

    No hay ciudadanos ilegales. Hay personas que sin documentos regulares hacen su mejor esfuerzo. Los aproximadamente más de 750 mil salvadoreños que no tienen sus documentos en regla no son delincuentes y no hay razón legal ni humanitaria para perseguirlos. Ojalá y Trump recapacite. Que deporte a los delincuentes, pero que trate con dignidad y respeto a quienes con su trabajo aportan a esa nación, a sus países de origen y a sus familias. Todos los ciudadanos somos legales.

    • Jaime Ulises Marinero es periodista

  • Cuba: Estudiantes, a la carga, la Patria es de todos.

    Cuba: Estudiantes, a la carga, la Patria es de todos.

    Las recientes protestas de los estudiantes en Cuba hacen soñar por el retorno de los tiempos en que ese sector transitorio de la sociedad cubana era un demandante constante y justiciero de sus derechos.

    El estudiantado cubano, particularmente los de secundaria y universitarios, están hartos de las restricciones y conculcación de sus prerrogativas ciudadanas por parte del totalitarismo, de ahí, que encarecimiento de los servicios telefónicos que provee el estado a través de una de sus entidades, Empresa de Telecomunicaciones de Cuba Sociedad Anónima, ETECSA, haya sido un detonante de la frustración y falta de esperanzas de una vida mejor de toda la población, particularmente, los jóvenes.

    El monopolio de ETECSA, según artículo publicado por El Nuevo Herald, es propiedad, al menos parcial, de empresas militares cubanas, los verdaderos dueños de la Isla.

    Estos esbirros uniformados, han ganado millones de dólares vendiendo servicios telefónicos a cubanos que residen en el extranjero para sus familiares que viven en Cuba, más aún, afirma la columnista Nora Gámez, “documentos financieros secretos obtenidos por el Miami Herald muestran que RAFIN S.A., una empresa controlada por los militares con una participación importante en ETECSA, tenía 407 millones de dólares en efectivo en agosto del año pasado”.

    La ineficiencia y voracidad del sistema totalitario cubano son equivalentes. Sus funcionarios rechazan desarrollar actividades productivas que rindan beneficios, pero adoran los medios que les permitan disfrutar a ellos y su prole de una vida mejor como lo evidencia el hecho de que Manuel Anido Cuesta, el hijastro de Miguel Diaz Canel con la titulada primera dama de Cuba, Lis Cuesta, graduado en Derecho por la Universidad de La Habana, está matriculado en el Programa de fiscalidad nacional para Profesionales del IE University Business School en Madrid.

    La suma acumulada por estos socios de ETECSA es tan notable, que no es posible que Diaz Canel la haya gastado inscribiendo al hijo de su esposa en la universidad madrileña o los hijos de otras damas en diferentes alto centros de estudios, a pesar, de que los estudiantes de a pie de la Isla no puedan acceder a los servicios de la única telefonía celular existente por sus altos precios.

    Las protestas de los estudiantes y del resto de la población son muy importante. No sabemos por cuanto tiempo se extenderán, pero aun así muestran el agotamiento masivo de la población que se refleja con máxima idoneidad en el alto número de prisioneros políticos más de seis décadas y media después de la llegada de los Castro al gobierno.

    Cuba es una pradera extremadamente seca, han sido 66 años en los que el fracaso gubernamental ha ido acumulando los malignos residuos de sus errores, mentiras, planes malogrados, miseria y muerte, lo que hace muy posible que el más humilde de los reproches desate una cadena de acontecimientos que desplace a la clase gobernante y abra paso a cambios trascendentales.

    Provocar la chispa redentora que prenda los campos insulares, áridos por el totalitarismo, está en manos de los cubanos. Ejemplos en la tierra en la que nacimos sobran, como fue el caso del 12 de enero, vísperas del asalto a la ciudad de Bayamo, Oriente, cuando un grupo de bayameses encabezados por Pedro Figueredo «Perucho», autor de la letra de La Bayamesa, decidió prenderles fuego a sus hogares.

    Los estudiantes cubanos, particularmente los universitarios, tuvieron un rol particularmente justiciero en los tiempos republicanos, condición contestaria que Fidel Castro se apresuró en neutralizar en los meses iniciales del triunfo de la insurrección cuando decidió asumir el control de la Federación Estudiantil Universitaria entidad que se ha plegado por décadas a la voluntad totalitaria como lo evidencia la declaración del presidente nacional de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), Ricardo Rodríguez González, quien identifico “a supuestos enemigos de manipular las recientes expresiones de malestar en universidades del país, tras el aumento de tarifas anunciado por la estatal”.

    Lo que Rodríguez Gonzáles no reconoce es que es otro funcionario al igual que los de ETECSA. Obligado a responderle a la dictadura totalitaria con su respaldo. Los estudiantes como el resto de la población están forzados a reclamar sus derechos. El general Antonio Maceo lo dijo, “La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; pues mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos».

    • Pedro Corzo es periodista cubano

  • Medicina y paradojas: el conflicto entre longevidad y bienestar.

    Medicina y paradojas: el conflicto entre longevidad y bienestar.

    Pedro F, tiene 80 años, es maestro jubilado y enviudo hace 10 años. No tiene familiares cercanos y el único hijo falleció hace mas de treinta años. Vive solo en su casa con dos gatos y un perro que rescato de la calle. Se presento a la consulta de la Dra. Linares, medico internista, con una ronquera crónica de mas de dos meses de duración. Linares ordeno una serie de exámenes de rutina, entre ellos una radiografía de tórax. Una llamada urgente de parte de la secretaria de la Dra. Linares sorprendió a Pedro. Algo malo está pasando, pensó Pedro, esto no es lo usual.

    Don Pedro, dijo la doctora, hemos encontrado una mancha en el vértice de su pulmón izquierdo, que parece corresponder con un cáncer. Luego de ser referido al oncólogo del hospital del Seguro Social, Dr. Gustavo Rodríguez, con la consecuente explicación de una serie de procedimientos y los posibles tratamientos alternativos, don Pedro respondió: “yo soy solo”.“Doctor, prefiero no hacerlo” respondió tranquilamente don Pedro. Sus palabras resonaron en el consultorio, dejando al Dr. Rodríguez confundido y hasta cierto grado frustrado por las palabras del paciente. Rodríguez insistió en la necesidad del tratamiento para prolongar la vida del paciente. A pesar de toda la información brindada el señor Pedro F. mantuvo su posición.

    “Doctor, soy una persona mayor, que ha vivido su vida a plenitud. Ya tomo demasiadas medicinas. No tengo familia y sería muy difícil lidiar con los efectos secundario de la quimio radioterapia y con tanta dependencia de hospital. Quiero seguir con la tranquilidad de mi casa y mis animales, mientras pueda cuidarme solo no quiero mas tratamientos, al menos no por ahora”.

    La medicina, guiada por el conocimiento científico, aspira a prolongar la vida, mejorar su calidad, o aliviar los padecimientos. Sin embargo, existen eventos o momentos, en los cuales, prolongación y calidad se contradicen. La situación anteriormente descrita nos obliga a detenernos y reflexionar sobre este tipo de contradicción donde la autonomía del paciente se impone y desafía a la “indicación” (mas que sugerencia) de la autoridad médica.

    Estoy dispuesto a morir, nos dice el paciente, pero que se haga a mi manera. Como enseña el principio de autonomía, la tarea no es imponer tratamientos, sino proporcionar información clara, explorar expectativas, ofrecer apoyo y, cuando la decisión del paciente no coincide con las recomendaciones, acompañarlo sin prejuicio en el camino que ha elegido en tanto sea compatible con la propia subjetividad del médico de cabecera. “Dr. Prefiero no hacerlo” es un mensaje claro y preciso sobre cuales son mis prioridades como paciente, y como paciente también comprendo que la medicina no es un ejercicio de control, sino un dialogo entre ciencia y humanidad.

    Calidad de vida sobre la prolongación de esta. Claramente, la calidad de vida no siempre está definida por los estándares biomédicos, sino por el significado que cada persona encuentra a su existencia, incluso en el contexto de una enfermedad grave.La definición de «calidad» es una decisión individual.

    La sensación de independencia, como lo define Pedro en su argumento, es para muchas personas una variante importante en su definición de calidad. Valorar menos efectos secundarios y mejor calidad de vida. En distintos estudios se ha determinado que las preferencias para rechazar un tratamiento se pueden mantener incluso con el conocimiento de que la intervención médica convencional sí prolonga la sobrevida, pero lo que se valoriza en esos casos trata de la situación de ausencia de efectos secundarios y la idea de sostener una mejor calidad de vida.

    «Existe el mito de que la calidad de vida sólo es válida cuando se define por el éxito objetivo. Nuestra tarea es explicar que es subjetiva, y que la vida puede tener sentido a pesar de las limitaciones». Afirma Gustavo Kusminsky (consultor en Hematología y Servicio de Trasplante Hematopoyético del Hospital Universitario Austral y profesor de Medicina en el Hospital Universitario Austral, Buenos Aires, Argentina).

    Es crucial que como médicos recordemos que nuestro rol es promover el bienestar de nuestros pacientes, especialmente cuando enfrentan situaciones de patologías graves. Eso implica el respeto a las decisiones del paciente con relación al plan de vida que cada uno de ellos se ha trazado individualmente, aunque ese plan de vida no este alineado con el progreso biomédico.

  • El mundo está de cabeza: guerras, atentados, corrupción, amenazas nucleares

    El mundo está de cabeza: guerras, atentados, corrupción, amenazas nucleares

    Las primeras semanas de junio han sido pródigas en acontecimientos, ofreciéndonos una panorámica tremenda del estado en que se encuentra el mundo.

    Mientras la guerra entre Rusia y Ucrania se alarga y el conflicto en Gaza nos arroja a la cara escenas dantescas, un prometedor precandidato presidencial colombiano, Miguel Uribe Turbay, es baleado a quemarropa en un parque de Bogotá, y la mujer que presidía la Cámara de Representantes de Minnesota, Melissa Hortman, es asesinada a tiros junto a su esposo al interior de su hogar en Minneapolis.

    Este último atentado se produce, además, en un fin de semana marcado por grandes contrastes al interior de Estados Unidos, pues durante la celebración de los 250 años de su poderoso ejército, con desfile militar y pirotecnia incluidos, cientos de miles de manifestantes en varias ciudades salieron a protestar contra Donald Trump y sus agresivas políticas migratorias.

    Ambos despliegues se escenificaron con propósitos tan disímiles, que el espectro de la polarización vuelve a asomarse a escasos diecisiete meses de las elecciones intermedias, programadas para noviembre de 2026.

    En ellas, Trump corre el riesgo de recoger todas las cosechas de sus propias siembras, por ahora solo materializadas en un pegajoso eslogan que se hace cada vez más fuerte: “¡No Kings!” (Sin reyes).

    En paralelo a estos asuntos, otro líder político en problemas es el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, que se ha visto obligado a comparecer en dos oportunidades ante una muy tensionada opinión pública para enviar tres mensajes que, a la postre, terminan siendo inconciliables: pedir perdón, prometer investigaciones y amenazar a los españoles con el diluvio que se desataría si él se viera despojado de sus poderes.

    Las disculpas han sido, claro, para intentar reparar los daños producidos por el voluminoso informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, involucrando a miembros clave del gobernante Partido Socialista Obrero Español (Psoe) en una urdimbre corrupta de dimensiones escatológicas.

    Sin embargo, son las “advertencias” de Sánchez las que deberían motivar el mayor de los escándalos, pues la lógica que subyace en ellas sugeriría que, siendo la alternativa a su caída el arribo al poder de eso que él llama la “ultraderecha”, los ciudadanos deberían sudar las mismas calenturas y olvidarse de ser ellos, en las urnas, los que en todo caso confirmen la hipótesis.

    Dicho en otras palabras, puesto que sus numerosos “errores” le han convertido en cadáver político, el presidente del Gobierno entiende que su más “patriótica” obligación es atornillarse angustiosamente al asiento, porque existe la posibilidad de que la mera democracia pueda resultar peor que la corrupción de su partido.

    Reveladores como son de su carácter, los silogismos de Pedro Sánchez deberían figurar entre las exhibiciones de cinismo más asombrosas que se hayan escuchado jamás en la historia de la política occidental.

    La ex presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, ha visto ratificada su condena a seis años de cárcel por delitos de corrupción, mientras que en El Salvador la imagen de Nayib Bukele se deteriora a pasos agigantados en virtud de investigaciones (nacionales y extranjeras) que confirmarían sus iniciales acuerdos con las pandillas para obtener ese meteórico descenso de la criminalidad que tanto le enorgullece.

    Finalmente, todas las alarmas se encuentran encendidas en Oriente Medio.

    Tras diezmar a la cúpula de Hamás y neutralizar la capacidad bélica de Hezbolá, todo ello en 2024, Israel por fin se decidió en estos días a impedir por la fuerza que Irán avance en su acumulación de uranio enriquecido para fabricar armas nucleares.

    El régimen chiita de Teherán es una amenaza latente para la paz en la zona, y la unidad de propósitos entre Washington y Tel Aviv respecto a la necesidad de controlar a los teócratas iraníes no puede tener más sentido.

    El problema con estas escaladas militares es que nunca se sabe cómo terminarán.

    A simple vista parece que Teherán estaría a un palmo de perder la única carta de negociación que poseía: su capacidad de desestabilizar la región a punta de ojivas.

    Sus aliados se encuentran debilitados, su economía muestra signos evidentes de agotamiento y la sorpresiva caída de la dictadura de Asad en Siria, el año pasado, rompió la cadena logística que permitía a Irán mantener su apoyo a grupos terroristas vía Líbano.

    Cualquier proceso de cambio de régimen en Teherán, sin embargo, enfrenta desafíos relacionados con la complejidad estructural iraní.

    Allá las fuerzas armadas están divididas en dos grupos claramente diferenciados desde la época del fundador de la República Islámica, el ayatolá Jomeini: el Ejército regular del país y el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, una milicia creada expresamente para salvaguardar la seguridad física e ideológica del régimen.

    La hipotética desaparición de los actuales líderes teocráticos no garantiza de ningún modo la estabilidad del país, sino que podría desatar una guerra civil de imprevisibles consecuencias.

    Estados Unidos, por otra parte, debe decidir si apoya a Israel en su deseo de acabar con los búnkeres donde Irán ha enterrado a una gran profundidad sus laboratorios nucleares.

    Si estas instalaciones son destruidas, los ayatolás sabrán que Washington ha intervenido, y lo que sobrevendría después aún es motivo de controversia entre especialistas.

    ¿Tendría Irán la capacidad para seguir sosteniendo sus amenazas? ¿Se aventuraría Trump a una intervención de largo plazo en una zona tan volátil?

    El planeta sigue girando, pese a todo, aunque a veces parezca que está de cabeza.

  • Medicina y paradojas: el conflicto entre longevidad y bienestar.

    Medicina y paradojas: el conflicto entre longevidad y bienestar.

    Pedro F, tiene 80 años, es maestro jubilado y enviudo hace 10 años. No tiene familiares cercanos y el único hijo falleció hace más de treinta años. Vive solo en su casa con dos gatos y un perro que rescató de la calle. Se presentó a la consulta de la Dra. Linares, médico internista, con una ronquera crónica de más de dos meses de duración. Linares ordenó una serie de exámenes de rutina, entre ellos una radiografía de tórax. Una llamada urgente de parte de la secretaria de la Dra. Linares sorprendió a Pedro. Algo malo está pasando, pensó Pedro, esto no es lo usual.

    Don Pedro, dijo la doctora, hemos encontrado una mancha en el vértice de su pulmón izquierdo, que parece corresponder con un cáncer. Luego de ser referido al oncólogo del hospital del Seguro Social, Dr. Gustavo Rodríguez, con la consecuente explicación de una serie de procedimientos y los posibles tratamientos alternativos, don Pedro respondió: “yo soy solo”. “Doctor, prefiero no hacerlo” respondió tranquilamente don Pedro. Sus palabras resonaron en el consultorio, dejando al Dr. Rodríguez confundido y hasta cierto grado frustrado por las palabras del paciente.

    Rodríguez insistió en la necesidad del tratamiento para prolongar la vida del paciente. A pesar de toda la información brindada el señor Pedro F. mantuvo su posición.

    “Doctor, soy una persona mayor, que ha vivido su vida a plenitud. Ya tomo demasiadas medicinas. No tengo familia y sería muy difícil lidiar con los efectos secundarios de la quimioterapia y con tanta dependencia de hospital. Quiero seguir con la tranquilidad de mi casa y mis animales, mientras pueda cuidarme solo no quiero más tratamientos, al menos no por ahora”.

    La medicina, guiada por el conocimiento científico, aspira a prolongar la vida, mejorar su calidad, o aliviar los padecimientos. Sin embargo, existen eventos o momentos, en los cuales, prolongación y calidad se contradicen. La situación anteriormente descrita nos obliga a detenernos y reflexionar sobre este tipo de contradicción donde la autonomía del paciente se impone y desafía a la “indicación” (más que sugerencia) de la autoridad médica. Estoy dispuesto a morir, nos dice el paciente, pero que se haga a mi manera.

    Como enseña el principio de autonomía, la tarea no es imponer tratamientos, sino proporcionar información clara, explorar expectativas, ofrecer apoyo y, cuando la decisión del paciente no coincide con las recomendaciones, acompañarlo sin prejuicio en el camino que ha elegido en tanto sea compatible con la propia subjetividad del médico de cabecera. “Dr. Prefiero no hacerlo” es un mensaje claro y preciso sobre cuáles son mis prioridades como paciente, y como paciente también comprendo que la medicina no es un ejercicio de control, sino un diálogo entre ciencia y humanidad.

    Calidad de vida sobre la prolongación de esta. Claramente, la calidad de vida no siempre está definida por los estándares biomédicos, sino por el significado que cada persona encuentra a su existencia, incluso en el contexto de una enfermedad grave. La definición de “calidad” es una decisión individual. La sensación de independencia, como lo define Pedro en su argumento, es para muchas personas una variante importante en su definición de calidad.

    Valorar menos efectos secundarios y mejor calidad de vida. En distintos estudios se ha determinado que las preferencias para rechazar un tratamiento se pueden mantener incluso con el conocimiento de que la intervención médica convencional sí prolonga la sobrevida, pero lo que se valora en esos casos trata de la situación de ausencia de efectos secundarios y la idea de sostener una mejor calidad de vida.

    «Existe el mito de que la calidad de vida sólo es válida cuando se define por el éxito objetivo. Nuestra tarea es explicar que es subjetiva, y que la vida puede tener sentido a pesar de las limitaciones». Afirma Gustavo Kusminsky (consultor en Hematología y Servicio de Trasplante Hematopoyético del Hospital Universitario Austral y profesor de Medicina en el Hospital Universitario Austral, Buenos Aires, Argentina).

    Es crucial que como médicos recordemos que nuestro rol es promover el bienestar de nuestros pacientes, especialmente cuando enfrentan situaciones de patologías graves. Eso implica el respeto a las decisiones del paciente con relación al plan de vida que cada uno de ellos se ha trazado individualmente, aunque ese plan de vida no esté alineado con el progreso biomédico.

  • Coyotes: Desvelando la Crueldad tras el Tráfico de Personas

    Coyotes: Desvelando la Crueldad tras el Tráfico de Personas

    Desde esta columna donde la ciencia criminológica se adentra en las sombras que persisten en nuestra sociedad, la reciente noticia de la Fiscalía General de la República (FGR), en coordinación con la Policía Nacional Civil (PNC), sobre la captura de una red dedicada al tráfico ilegal de personas, es un recordatorio crudo pero real de que, incluso en medio de los grandes avances en seguridad, hay delitos que persisten y hieren profundamente el tejido social.

    Este golpe a los denominados «coyotes» no solo es un acierto operativo, sino una ventana para comprender la crueldad inherente a una actividad que deshumaniza y explota a los más vulnerables.

    La investigación especializada de la FGR revela una modus operandi despiadado: cobros que ascendían a 14,000 mil dólares por persona, con pagos fraccionados que garantizaban la sumisión y el endeudamiento de las víctimas. Una parte se exigía antes de salir de El Salvador, y el complemento, al pisar suelo estadounidense. Esta mecánica no solo asegura el lucro de los traficantes, sino que ata a las víctimas a una deuda impagable, o de la cual pasará muchos meses tratando de honrar, convirtiéndolas en rehenes financieros y, a menudo, exponiéndolas a riesgos úntimamente mayores de explotación, extorsión o, incluso, a convertirse en personas que serán utilizadas para el narcotráfico en su desesperación por saldar la deuda u otros delitos como prestar sus cuentas bancarias para operaciones de lavado de dinero o cobros de extorsión o estafas.

    Las capturas incluyeron a un abogado que se encargaba de elaborar los títulos de propiedad de manera ilegal cuando las víctimas no tenían con que pagar para que los llevaran. Y cuatro hombres más residentes en Concepción Batres, Usulután, Quezaltepeque, La Libertad, Jiquilisco y San Salvador en donde se desarrollaron allanamientos y las capturas, se incautó diferentes tipos de evidencias que servirán para la investigación.

    Desde una perspectiva criminológica, el tráfico ilegal de personas es un delito que se nutre de la desesperación y la vulnerabilidad. Las «causas raíz» de la migración irregular (la búsqueda de mejores oportunidades económicas, la reunificación familiar, la huida de la violencia o la falta de esperanza en sus comunidades de origen) son el caldo de cultivo perfecto para estas redes criminales. Los traficantes, lejos de ser «facilitadores», son depredadores que explotan sueños y necesidades básicas, operando con una frialdad calculada que ignora la vida humana.

    Este delito no es solo un acto de fraude o contrabando; es una forma de victimización continuada y estrechos vínculos y relaciones con actores del crimen organizado. Las víctimas no solo sufren el riesgo inherente del trayecto (peligros naturales, abusos por parte de otros criminales o incluso de las propias redes de tráfico), sino que cargan con una deuda que las persigue, las estigmatiza y las expone a múltiples formas de violencia en cada etapa del camino. La promesa de una vida mejor se convierte, para muchos, en una pesadilla de endeudamiento, trauma y, en los peores casos, de muerte.

    La desarticulación de estas redes es fundamental. No solo se detiene a los perpetradores, sino que se envía un mensaje claro a aquellos que lucran con la dignidad humana: sus operaciones no quedarán impunes. Es crucial que la FGR y la PNC sigan fortaleciendo sus capacidades de investigación financiera para golpear las ganancias de estos criminales, y que la cooperación internacional sea constante, ya que estas redes operan transnacionalmente. El trabajo de la FGR y del señor fiscal general, fiscal adjunto, fiscales adjuntos especializados y jefaturas a nivel nacional no es solo contra las pandillas, aborda al crimen organizado y delincuencia en general en beneficio de las víctimas y de la sociedad salvadoreña.

    Pero la lucha no termina con las capturas. Como sociedad, debemos reflexionar sobre las condiciones que hacen que un salvadoreño esté dispuesto a pagar $14,000 o más, ya que siguen creciendo los montos, y arriesgar su vida en manos de estas redes. La prevención del delito en el tráfico de personas implica no solo la represión de los coyotes y criminales, sino también la construcción de oportunidades légitimas y seguras, así como la concienciación sobre los riesgos reales que entraña este peligroso viaje. Solo así podremos desmantelar por completo el cruel negocio de la desesperación.

    *Por Ricardo Sosa, Doctor y máster en Criminología
    Experto en seguridad

  • El egoísmo de los sistemas gobernantes

    El egoísmo de los sistemas gobernantes

    Siempre se repite la misma crónica, con su idéntica biografía, de no pensar más que en uno mismo. Aún nos falta aprender a darnos y a donarnos a cambio de nada. Sólo hay que observar, los nefastos gobiernos del mundo, repletos de intereses mundanos, haciendo de la gobernanza un enjambre de perversión dominadora. Ciertamente, somos unos irresponsables al servicio únicamente del poder. Tan sólo de boquilla defendemos a los vulnerables y marginados. Si realmente trabajásemos por la estirpe humana, por el bien de su comunidad, no habría esas tremendas desigualdades, entre la inmensa riqueza concentrada en manos de unos pocos y la multitud de necesitados del mundo. Por desgracia, anteponemos el éxito personal a los caudales recaudados para sí y los nuestros.

    A poco que buceemos en nuestra propia historia, nos daremos cuenta que únicamente el egocentrismo y el rencor tienen patria, la fraternidad carece de ella. Practicar el corazón no es lo nuestro. Olvidamos que todos requerimos de todos para vivir y que, el mejor mando, es aquel que nos enseña a servir, no a servirnos de la gente. Quizás tengamos que salir de ese inherente amor propio, miope y destructivo, hacia un amor libre y generoso, que nos reconduzca hacia un espíritu siempre dispuesto, que es lo que injerta espacios armónicos. Claro, sería convertir la política en la mejor poética de latidos verdaderos, cuya ley fundamental es la clemencia de sus moradores. Ojalá dejásemos de alimentar el desenfrenado deseo de placer y ambición, dándonos por completo.

    Sea como fuere, caer en la resignación es la mayor torpeza. Es absurdo que un pueblo cifre sus esperanzas en horizontes inmorales que socaven la identidad natural, así como la dignidad del ser humano y sus libertades fundamentales. Nuestra vida personal es única y tiene el más sublime valor, aunque aislados nos extinguimos. La relación de pulsos es lo que nos acrecienta. Por cierto, ahora que se habla de una diplomacia inclusiva, nos conviene también no perder ripio y observar a esas gentes descartadas, a las que ignoramos continuamente con nuestra pasividad. Crear un entorno hostil que disuade a estos ciudadanos de entrar en jurisdicción o de expresar sus opiniones, socavando en última instancia su capacidad de contribuir plenamente a hacer filiación, es otra de nuestras grandes miserias actuales. Está visto que la avaricia nos devora hasta nuestros propios vínculos genealógicos.

    Nos merecemos ser escuchados para entrar en diálogo, tampoco hace falta un gobierno perfecto, se requiere uno que aglutine también a sus rivales, desde el respeto. En cualquier caso, hemos de salir de este malvado territorio dominador, afanado egoístamente a una calamidad general, donde el abandono es enfermizo. Sin duda, hoy más que nunca, se requieren personas fieles a sus responsabilidades cívicas, comenzando por decir ¡no!, a un dinero que corrompe en lugar de abastecer. Me quedo, pues, con la estética de la solidaridad desinteresada; lo que conlleva, una vuelta de la economía y de las finanzas, a una ética en favor del ser humano. Por tanto, fuera estilos de vida aprovechados y materialistas, excluyentes a más no poder, que han desarrollado una globalización empedrada.

    En efecto, casi sin darnos cuenta, nos volvemos indiferentes ante los clamores de los otros. Ya no compartimos lágrimas, ni mostramos apoyo ante el drama de los demás. Sin embargo, nos interesa hallarnos coaligados. Qué pena de las autoridades que no dan ejemplo y, además con sus malévolos directorios, fragmentan en lugar de unir. Deberíamos crear un equilibrio y un orden social más hogareño. Esto nos obliga a ejemplarizar nuestras actuaciones, para que aminore el cáncer social de la corrupción, profundamente arraigada en los gobiernos, empresarios e instituciones de muchos países. Es cierto que la debilidad humana siempre ha estado ahí, pero aprendamos de las caídas y renazcamos, antes de que la codicia nos enraíce en lo perverso para siempre.

    • Víctor Corcoba Herrero es escritor español

  • ¿Es posible una reindustrialización en El Salvador?

    ¿Es posible una reindustrialización en El Salvador?

    El pasado 12 de junio, la Asociación Salvadoreña de Industriales (ASI), a través del Consejo Industrial de El Salvador, presentó el Plan de Desarrollo Industrial 2025-2029. Este documento representa el mayor esfuerzo del sector privado por posicionar nuevamente a la industria como un pilar clave del desarrollo económico y social del país. Su visión es clara: posicionar a El Salvador en un polo industrial regional capaz de atraer inversiones, generar empleos de calidad, incrementar las exportaciones y reducir las desigualdades territoriales y sociales que afectan al país desde hace décadas.

    Las metas quinquenales propuestas por el plan son claras: establecer al menos 200 nuevas empresas industriales, generar 20,000 nuevos empleos, atraer US$ 700 millones en inversión extranjera directa, ampliar el crédito al sector en US$ 1,000 millones e incrementar las exportaciones a una tasa promedio anual del 8%. No obstante, sorprende que entre ellas también se incluya que el PIB industrial y el índice de producción industrial solo crecerían a una tasa del 1%, lo cual resulta incomprensiblemente poco ambicioso si se considera la magnitud de los desafíos y los recursos que se espera movilizar.

    Más allá de esas cifras, el plan centra su atención en diez áreas en las que se sustentaría el plan de reindustrialización. Estas incluyen la creación de nuevas zonas industriales; una reforma integral del sistema de formación técnica, con el objetivo de capacitar a 20,000 personas para integrarse al sector industrial; la mejora del acceso a financiamiento productivo; y el desarrollo de alternativas de insumos que permitan producir bienes con mayor valor agregado. También se plantea la ampliación y mejora de los servicios públicos esenciales —como energía, agua, transporte y conectividad— a precios competitivos; el fortalecimiento de la participación de empresas nacionales en cadenas de valor locales e internacionales; la modernización de la infraestructura de apoyo a la producción, incluyendo carreteras, puertos y aeropuertos; y el diseño de un sistema de incentivos de nueva generación, más eficaz y alineado con las condiciones del entorno global. El plan también propone fomentar una cultura de innovación en las empresas, para facilitar su inserción y liderazgo en mercados dinámicos, así como facilitar el acceso a tecnologías avanzadas —automatización, inteligencia artificial, internet de las cosas— que marcan la transición hacia la Industria 4.0. En conjunto, estas estrategias buscan posicionar a la industria salvadoreña como un referente regional en producción responsable, resiliente e inclusiva.

    La mayor fortaleza de este documento no está solo en sus cifras o sus aspiraciones, sino en su diagnóstico implícito. Por primera vez, un grupo empresarial de peso reconoce implícitamente que el actual modelo económico está agotado. Asumir que no se puede seguir dependiendo críticamente de factores como las migraciones y las remesas es un paso clave para pensar el futuro del país desde la producción, la inversión, la educación, la capacitación, la tecnología y el empleo productivo. Esta toma de conciencia es valiosa, pero también exige pasar del diagnóstico a la ejecución, lo cual implica decisiones complejas y un compromiso político decidido y sostenido.

    Sin embargo, el plan industrial presentado también revela algunas limitaciones importantes. Una de ellas es la falta de claridad conceptual y metodológica. El documento tiende a mezclar sin distinción ideas generales con metas específicas, estrategias con acciones puntuales, y propuestas con resultados esperados. Esta falta de precisión puede dificultar su implementación, así como el seguimiento y evaluación de sus avances. Además, no se establece con claridad quiénes serán los responsables de ejecutar cada acción ni qué mecanismos de gobernanza permitirán coordinar los esfuerzos entre sectores.

    Otro aspecto preocupante es que el plan no detalla los recursos necesarios para ejecutar las transformaciones que plantea ni especifica con claridad de dónde provendrán. Hablar de ampliar el crédito, invertir en infraestructura, modernizar la formación técnica o digitalizar procesos productivos sin definir fuentes de financiamiento concretas puede convertir las aspiraciones en promesas difíciles de materializar, especialmente en un contexto de presiones fiscales crecientes. Una estrategia de esta magnitud requiere planificación financiera, mecanismos claros de movilización de recursos y una articulación efectiva entre el sector público, la banca de desarrollo, los organismos internacionales y la inversión privada.

    Pero quizá el vacío más importante del plan está en no abordar explícitamente el tipo de Estado que se necesita para acompañar y sostener un proceso de reindustrialización. Relanzar el aparato productivo no depende únicamente de empresas dinámicas o de inversiones estratégicas. Se requiere también de instituciones públicas con capacidad de orientar el desarrollo, coordinar actores diversos, asignar recursos con criterios de eficiencia y equidad, y garantizar la implementación eficaz de políticas industriales. Esto implica contar con una función pública profesionalizada, seleccionada por méritos, con estabilidad en sus cargos y dotada de instrumentos de gestión modernos. Además, exige fortalecer los sistemas de control y transparencia para asegurar que los recursos públicos y privados se canalicen adecuadamente, en línea con una visión de largo plazo. No se trata de acusar desinterés, sino de reconocer que un proyecto industrial de esta envergadura exige una institucionalidad a la altura de los retos.

    Afortunadamente, El Salvador cuenta con su propia historia para guiar esta discusión. Entre 1949 y 1979, el país impulsó un ambicioso modelo de industrialización por sustitución de importaciones, liderado por una coalición de actores del sector público, privado y profesional. Aquel proceso articuló políticas fiscales, financieras, educativas, laborales y de infraestructura que, con sus limitaciones, permitieron transformar significativamente la estructura económica del país. La enseñanza principal de esa experiencia es clara: cuando hay objetivos definidos, capacidades institucionales, voluntad política y un pacto de largo plazo entre Estado y sector productivo, sí es posible modificar el rumbo de la economía.

    No se trata de replicar un modelo del pasado, sino de recuperar su enfoque integral, adaptarlo al contexto actual y actualizarlo con las herramientas y desafíos del siglo XXI: transición tecnológica, sostenibilidad ambiental, inclusión territorial y justicia social. La reindustrialización es posible, pero no es automática. Requiere visión, liderazgo, capacidad técnica y un compromiso público-privado que trascienda los ciclos políticos. Solo así se podrán construir las oportunidades que tantos salvadoreños merecen y que el país necesita para aspirar a un desarrollo verdaderamente sostenido y equitativo.

    • William Pleites es director de FLACSO El Salvador