Categoría: Opinión

  • Los Guardianes de la gran nación China

    Los Guardianes de la gran nación China

    El 3 de septiembre de 2025 marcará el 80º aniversario de la victoria en la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la agresión japonesa y de la Guerra Mundial Antifascista. Para el pueblo chino, esta fecha no es solo una conmemoración histórica; es la piedra fundacional sobre la que se erige la narrativa de su resurgimiento y el papel central de su fuerza militar, el Ejército Popular de Liberación (EPL). Como criminólogo y experto en seguridad y defensa nacional, observar este aniversario nos obliga a reflexionar sobre la compleja interrelación entre la historia, la identidad nacional y el rol de una potencia militar en la estabilidad global. Así como también en el 98o. aniversario de fundación del EPL este primero de agosto. 

    La Guerra de Resistencia fue un conflicto brutal y prolongado que forjó la identidad moderna de China. En esa lucha, el precursor del EPL emergió como una fuerza de liberación, no solo contra un invasor extranjero, sino como el catalizador de una transformación política interna. Este legado histórico es crucial para entender por qué el EPL no es simplemente un ejército nacional en el sentido occidental; es el guardián de la nación y del Partido Comunista, la encarnación de la soberanía y el símbolo de la resiliencia china frente a la adversidad.

    Los Guardianes de la Nación: Del campo de batalla a la esfera global

    El concepto de «guardianes» en el contexto del EPL va más allá de la defensa de fronteras:

    • Guardianes de la soberanía histórica: La victoria de 1945 marcó el fin de un siglo de humillación e intervención extranjera para China. El EPL, desde entonces, ha sido el garante de que esa historia no se repita. Su misión primordial es proteger la integridad territorial y los intereses soberanos de China, una lección que resuena profundamente en cualquier nación que valora su autodeterminación.
    • Guardianes de la defensa nacional: Dentro de China, el EPL juega un rol central esencial y apoya excepcionalmente de acuerdo con sus leyes en tareas de seguridad interna, y con extrema excelencia de servicio y pasión por ayudar a sus ciudadanos en desastres y catástrofes naturales, emergencias, terremotos, tifones, reparación de infraestructura, transporte entre otros, siempre al servicio del más próximo. Así como son un gran apoyo al orden público en eventos críticos. 
    • Guardianes de los intereses globales: En las últimas décadas, la capacidad del EPL han crecido exponencialmente. China es hoy una potencia global con intereses económicos y estratégicos que se extienden por todo el mundo. El EPL, con su modernización naval, aérea y espacial, se proyecta como un actor clave en la seguridad de las rutas comerciales, la diplomacia militar y las evacuaciones de ciudadanos chinos en conflictos. Su presencia en misiones de paz de la ONU y su creciente rol en la ciberseguridad global demuestran que su función de «guardián» ahora tiene una dimensión planetaria.

    El 80º aniversario de la victoria en la Guerra de Resistencia es más que un evento histórico para China; es una ventana para comprender el alma de una nación y el papel de un ejército que se percibe a sí mismo como el custodio de su destino. Para nosotros, los que observamos desde este lado del mundo, y en especial desde El Salvador, es una gran oportunidad para analizar cómo el poder militar, defensa y seguridad nacional, de una potencia, de una Nación como China, inciden directamente en la nuestra región, y cómo la historia, incluso la lejana, sigue moldeando el presente y el futuro de la seguridad global.

    «Los Guardianes» del dragón son un gran ejemplo de la dedicación de sus soldados en la defensa de su patria, el mantenimiento de la paz y la promoción de la armonía mundial. Los soldados del ejército chino son dignos de un gran reconocimiento, pues son los guardianes de gran parte de los ideales en los cinco continentes.

    *Por Ricardo Sosa, Dr. y Msc. en Criminología , Experto en Seguridad Nacional 

    @jricardososa 

  • La inteligencia artificial y el pensamiento crítico

    La inteligencia artificial y el pensamiento crítico

    Muchos hemos escuchado hablar sobre el pensamiento crítico, ¿qué es? Según la  RAE es la facultad o capacidad de pensar de forma analítica y razonada, evaluando información y argumentos de manera objetiva y con criterio.

    En una investigación realizada por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), reveló que el uso de inteligencia artificial (IA), como ChatGPT, tiene un impacto negativo en la actividad cerebral y en nuestra capacidad de pensar de manera independiente. El estudio se realizó con 54 estudiantes durante cuatro meses, mostró que aquellos que utilizaron ChatGPT para escribir tareas tuvieron una conectividad cerebral más débil, en comparación con los que realizaron las tareas sin ayuda de IA. 

    Si todos los alumnos se acostumbran a realizar las tareas  con la IA, lógicamente, perderán el pensamiento crítico. Una cosa es la evaluación de una tarea exaula o un examen virtual, y otra, es el aprendizaje. Si hay una dependencia pasiva, el estudiante no razona, toma todo lo que las respuestas de la  IA le dicen. Por lo tanto, no hay pensamiento crítico o razonamiento. 

    En otro contexto, es sorprendente el uso adecuado y pertinente de la IA. Les aseguro que si le ayudamos  a un niño a que utilice ALEXA o SIRI para que le ayude a aprenderse las tablas de multiplicar, se tendrá un excelente resultado. Con la buena utilización de las tecnologías aplicando la  IA, el ser humano puede tener en sus manos un mundo de aprendizaje. Puede ser de autoayuda o aprendizaje autodidacta. Sin embargo, se le debe enseñar al niño y al joven a que utilice el raciocinio.

    ¿Cómo se detecta la falta de pensamiento critico? Los  alumnos no interpretan, no analizan, por ejemplo, un estudiante no comprende para qué sirve la tarea o lectura que acaba de realizar. Leen pero no comprenden.

    Si se utilizara la  IA para el mejoramiento del proceso enseñanza-aprendizaje, los resultados serían óptimos. La IA ayuda al pensamiento critico cuando se utiliza racionalmente. Algo muy importante en las aulas universitarias o en otro nivel educativo, el docente debe de guiar a los alumnos para el buen uso de la IA; con ello, los alumnos  podrán tener pensamiento crítico. Por lo tanto, las universidades, colegios y escuelas, deben estar pendientes del desempeño académico y el buen uso de la IA. 

    En el ámbito laboral, en una organización se puede potencializar los talentos en las organizaciones. En estudios recientes se identificó que muchos empleados utilizan ChatGPT para tener un mejor  esfuerzo, ahorro de tiempo, etc. Cuando se redacta un reporte, como ejemplo, se le puede consultar a ChatGPT, pero sin quitar el renglón de saber para qué servirá ese documento.

    Al diseñar un prompt para el proceso de enseñanza-aprendizaje, el profesor podrá tener a su lado a su asistente. Sin embargo, el docente debe de ser capaz de hacer que los alumnos razonen, piensen y que se les haga ver para qué sirve ese tema o aprendizaje. Si no se sabe utilizar, no se tendrán los  resultados óptimos. 

    En conclusión es el ser humano el responsable de alimentar a la IA, es el que debe de reflexionar y analizar lo que ha investigado. Si se fomenta la dependencia cognitiva se reduce el análisis.

     

    *Fidel López Eguizábal es docente e investigador. fidel.lopez@mail.unssa.edu.sv

     

  • TMB: banquete de tiranos

    TMB: banquete de tiranos

    La abreviatura más recomendada de “también” es “tb”, pero igual puede usarse “tmb”. Hoy  echaré mano de la segunda, pero no para referirme al susodicho adverbio sino para compartir algunas “pensadas” alrededor de tres connotados personajes de la casi siempre decepcionante politiquería en este nuestro continente; las iniciales de sus apellidos coinciden: Donald Trump, Nicolás Maduro y Nayib Bukele.

    Digo “pensadas” porque no aspiran a entrar en el “círculo” de las “ideas” de las “nuevas intelectualidades guanacas”. Esas polémicas figuras,  señaladas en el orden referido, tienen en sus manos las riendas de sus respectivos países: Estados Unidos, Venezuela y El Salvador. Cómo lograron tenerlas, eso ya es harina de otro costal. Aclaro de entrada: ninguno me simpatiza. ¿Por qué? Porque “juegan sucio” y, dentro de esa mala práctica, violan derechos humanos.

    La notoriedad de este trío no es nada reciente ni responde a su intachabilidad. Todo lo contrario. Viene de muy atrás por diversas razones, ciertamente nada edificantes. Pero en los últimos días, la misma se incrementó por el asunto relacionado con el intercambio de prisioneros entre los Gobiernos estadounidense y venezolano. Los cautivos gringos eran diez y los originarios del territorio bolivariano 252. Los primeros se encontraban encarcelados en Venezuela, pero el segundo grupo ‒el más numeroso‒ no estaba detenido en las penitenciarías correspondientes sino que se encontraba en el salvadoreño Centro de Confinamiento del Terrorismo más conocido como el CECOT, “orgullo” de Bukele; al recibirlos en este reclusorio provenientes de la patria de Abraham Lincoln, en la nuestra se inauguró lo que el segundón de acá llamó “servicio de alojamiento penitenciario”.

    Este “novelón” ha ocupado muchos titulares y espacios informativos nacionales e internacionales; también, por razones obvias, ha sido extensa su difusión en las llamadas “redes sociales”. Además de lo esencial de la trama ‒es decir, el referido canje‒ se deben considerar las distintas versiones lanzadas a la opinión pública por algunos de sus principales protagonistas.

    El secretario de Estado de Trump, Marco Rubio, destacó “el liderazgo y compromiso” de este con su pueblo; debido a ello, expresó, sus compatriotas “detenidos injustamente en Venezuela ahora están libres y de regreso a nuestro país”. Asimismo, Maduro ‒quien llamó “terroristas convictos y confesos” a los que liberó‒ externó su gratitud a los religiosos que se involucraron en esta negociación y contribuyeron a alcanzar un final feliz: el papa León XIV y el cardenal salvadoreño Gregorio Rosa Chávez; también agradeció a Trump y a José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente del Gobierno español.  Por su parte, Diosdado Cabello ‒ministro de Relaciones Interiores, Justicia y Paz del régimen chavista‒ aseguró que los retornados habían estado “en el infierno”.

    Bukele, por su parte, se ha pavoneado mostrándose como pieza clave en esta negociación producto de la cual Maduro liberó –además de los estadounidenses– a decenas de sus connacionales que presuntamente había detenido y permanecían en prisión por razones políticas. Pero hay que recordar que en abril del año en curso, el salvadoreño le ofreció a su similar venezolano ‒semejantes ambos en su ejercicio autocrático del poder‒ regresar a sus 252 paisanos que mantenía cautivos en la citada megacárcel, al terruño que los vio nacer; pero, eso sí, si soltaba un número idéntico de presos políticos. Esa oferta no prosperó. ¿Tendrá que ver el éxito que ahora se celebra con lo que declaró Jorge Rodríguez, operador político de Maduro, al asegurar que Bukele no tuvo ninguna intervención en este enredo? 

    Pero ahora, la subdirectora del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los Estados Unidos de América (ICE, por sus siglas en inglés), Mellisa B. Harper, sostiene bajo juramento que fue una “decisión soberana” del Gobierno salvadoreño ‒inconstitucional, aunque no lo diga‒ la consumación de este “cambalache humano”. Porque para mí, eso ha sido. Se trata de un “trueque o intercambio de cosas de poco valor”, de un “acuerdo o intercambio entre dos o más partes alcanzado de forma poco transparente”. Así se define cambalache. Y es que para uno, sus presos eran delincuentes “convictos y confesos agentes de la CIA”; para los otros, los suyos también eran delincuentes integrantes del Tren de Aragua responsables de asesinatos, robos, violaciones y otros graves crímenes. Para ambas partes, todos eran “terroristas”. Ninguno se salvaba; eran personas “de poco valor” transadas “de forma poco transparente”. 

    Esta trama me remite a lo que escribió Martí y cantó Pablito: “A un banquete se sientan los tiranos. Pero cuando la mano ensangrentada hunden en el manjar del mártir muerto, surge una luz que les aterra; flores grandes como una cruz súbito surgen y huyen, rojo el hocico, y pavoridos a sus negras entrañas los tiranos”.

     

  • La cultura del cuidado, como horizonte de tranquilidad

    La cultura del cuidado, como horizonte de tranquilidad

    El ser humano cada vez requiere más del humano ser; pues, aunque el alimento es necesario, hay alientos como el amor y los miramientos que son imprescindibles, para reencontrarnos y salir de la tristeza. Indudablemente, la atención entre nosotros es esencial para cada filiación y cada comunidad. Precisamente, la revolución consiste en visibilizarlo, valorizarlo e invertir, ya no sólo en entendernos, incluso en atendernos mutuamente. No olvidemos jamás, que, si decimos que el asistido es un derecho humano, significa que todos los gobiernos, con sus respectivas instituciones, deben brindar apoyo total. Desde luego, es fundamental, hacernos cargo los unos de los otros e igualmente de la creación, para construir y reconstruirnos en una sociedad sustentada en relaciones de fraternidad.

    Avivar el culto de la estima por el análogo, es la mejor vía para la concordia, además de erradicar la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación, que es lo que suele prevalecer hoy en día. Por consiguiente, cultivar la custodia de la propia existencia y de nuestras relaciones, es inseparable para generar atmósferas armónicas que nos harán, cuando menos individuos más comprensivos con el alivio de todas las necesidades humanas. Porque, la persona, debe significar en nuestra vida comunión y comunidad, no individualismo; también inclusión y no exclusión, ya que todos los miembros tienen la misma dignidad. De este decoro o decencia derivan los derechos humanos, al igual que las obligaciones, recordándonos la responsabilidad de acoger y amparar.

    Por desgracia, nuestras sociedades en sus diversos entornos se están acostumbrando, con demasiada frecuencia, a dejar que una parte tan importante y rica de su tejido social, como pueden ser nuestros mayores y niños, sea marginada y olvidada. Frente a esta situación, es justo un cambio de mentalidad, que refrende un hacer conjunto más responsable. El amor auténtico jamás envejece; y, aunque nuestro físico se vaya deteriorando, el pulso interior se renueva en cada amanecer. Esto implica, activar el acompañamiento y no dejar a nadie en el camino de la dejadez. Al fin y al cabo, todos vamos en la misma barca, en la que estamos llamados a remar juntos, porque nadie se salva por sí mismo. Tampoco ningún país aislado puede asegurar el bien común a su gente.

    El horizonte de la tranquilidad lo injerta un espíritu más adherido, de auténtica pasión por el similar, no como un sentimiento indeciso, sino como una determinación firme y perseverante; que, por supuesto, nos ayudará a encontrar una respuesta a quiénes somos y por qué vivimos, o existimos en apoyo continuo. A veces pienso, que nuestra mayor enfermedad, radica en no sentirse querido por su parentela, desamparado y sin vigilancia por parte de nadie. No vayamos contra el soplo innato que hace de nosotros algo único, comenzando por quererse uno a sí mismo para poder querer a los demás. Tengamos corazón; y, en lugar de mirar al abismo, donde nos veremos cómo aberración, tomemos la cumbre del mejor deseo, el del afecto, con la brújula reconciliadora del verbo.

    Asimismo, hay que tomar como lenguaje en esa cultura del abrazo sincero, el respeto al derecho humanitario, especialmente en este momento en que los conflictos y las guerras no cesan. Cuidado con no cuidar este cuidado. Se destrozan todos los vínculos, las gentes se ven obligadas a huir, dejando atrás no sólo sus hogares; sino, de igual forma, la historia natural y la raíz ilustrativa. Esto es nefasto, la familia es el núcleo natural y fundamental de la sociedad, donde se aprende uno a reprenderse, viviendo en relación y desviviéndose por auxiliarse entre sí. En efecto, es esta preocupación conjunta, de aceptación entre análogos, lo que nos hace crecer hacia un nuevo horizonte de luz y paz. La sapiencia del velado, sin duda, es la lingüística del alma.

  • De escaramuza en escaramuza, el castrismo ha probado su fracaso

    De escaramuza en escaramuza, el castrismo ha probado su fracaso

    Este 26 de julio se cumplirán 72 años de una refriega mal diseñada y pésimamente ejecutada que la propaganda castrista ha llamado “asalto al cuartel Moncada”, pero que, analizada con objetividad, no pasó de ser una escaramuza militar palurda que provocó una oleada represiva por parte del régimen cubano de entonces. Por supuesto, en su afán de mitificar las cosas más insignificantes, la mitología oficialista ha visto siempre en aquella intentona de 1953 el inicio de la revolución que llevó al derrocamiento de Fulgencio Batista.

    Cuando en 2008, casi medio siglo después de haberlo tomado, Fidel Castro soltó por fin el poder formal, delegándolo en su hermano Raúl, el líder de la Revolución cubana era el tercer jefe de Estado más longevo del mundo, únicamente superado por el noveno Rama de Tailandia, el rey Bhumibol (fallecido, por cierto, el mismo año que Castro, en 2016), y por la reina Isabel II de Inglaterra. Era muy llamativo que solo dos gobernantes, ambos monarcas, llegaran a acumular más edad que Fidel a la cabeza de sus respectivos países. Por supuesto, para no ser menos en cuestiones dinásticas, el castrismo también se cuidó de que su poder insular adquiriera ribetes de herencia familiar.

    Pero el verdadero “legado” de Fidel Castro está a la vista, al alcance de todo el que quiera verlo. Cuba es una redundancia del aislamiento, tanto en lo político como en lo económico. Sus habitantes sufren intromisiones estatales intolerables desde la más tierna infancia. La libertad de expresión está cercenada a límites demenciales. La justicia tiene una aplicabilidad selectiva y las cárceles rebozan de opositores, mientras en las calles se suda por la sobrevivencia diaria. Existen elecciones para que el partido único se entretenga en mover piezas, pero en la cima de la montaña nada cambia, como nada cambia tampoco en la llanura.

    En una entrevista concedida poco después del colapso soviético (y que puede verse en internet), Fidel defiende el “período especial” en estos términos: “En las realidades actuales del mundo, nosotros no podemos hablar de la construcción del socialismo en condiciones ideales. Pero todas las conquistas sociales alcanzadas por el socialismo en nuestro país, las defenderemos. Hemos tenido que hacer una apertura económica porque nosotros perdimos capital, mercado, tecnología… Y ahora necesitamos mercado, capital y tecnología para poder desarrollar nuestro país”.

    Esta sorprendente declaración la dio Fidel muchísimo antes de que aceptara, en un lapsus, que el sistema implantado por él no funcionaba “ni para nosotros” (refiriéndose a Cuba). Como queda patente, ya a principios de la década de 1990 se había visto obligado a reconocer que la provisión de mercado, dinero y tecnología que necesitaba su país lo había ido a buscar a través de una “apertura económica”. La confesión posee tales rasgos freudianos, que el propio Castro no advirtió su derrota implícita. Muchos de sus seguidores, de hecho, siguen sin advertirlo, porque extractos de esta entrevista pueden verse en documentales que alaban al líder de la revolución “más humana de Latinoamérica”. Si el discurso de independencia de cualquier potencia extranjera –que fue real solo hasta la caída del bloque socialista– es verdadero, lo ha sido al precio de las libertades individuales de los cubanos. Y eso es pavoroso.

    Ningún político debería sobrevivir, incrustado en el poder, a nueve presidentes de Estados Unidos. Lo que para los simpatizantes y corifeos de Fidel es un logro, para cualquier estudioso de la democracia es una vergüenza. Ningún ser humano debería sentirse orgulloso de ser el “padre” de un proceso revolucionario infinito y empobrecedor.

    Desgraciadamente, Castro y Cuba se convirtieron en símbolos de una época. De una época tumultuosa, por cierto, hambrienta de esa clase de iconografía rebelde, vigorosa y soñadora, surcada por alzamientos triunfantes y utopías igualitarias. El castrismo personificó, por muchas razones, ese caudillismo redentor al que todos los agraviados del planeta podían acercarse para beber de sus aguas. Eran tiempos de ilusión que reclamaban discursos delirantes y una infatigable obnubilación ideológica. Y Fidel ofreció eso en cantidades industriales.

    El modelo cubano execró la propiedad privada e implantó la semilla infértil de la subordinación al Estado. Desafió por décadas las teorías económicas del libre mercado, con calamitosas consecuencias para su pueblo. En paralelo, instauró un sistema educativo destinado a alfabetizar tanto la mente como la conciencia, y una verborrea histriónica concentrada en exaltar la dignidad de un régimen “heroicamente” enfrentado a los más grandes poderes de la tierra. Ninguna utilería faltó en la escenificación de un mito que solo la historia sabrá poner en su justo lugar.

    La nueva conmemoración de la escaramuza del Moncada debería servir para invitar a una reflexión profunda sobre los estragos que producen tanto el ilusionismo teórico como el mesianismo político. Si algo prueba el fracaso del castrismo es que no existen alternativas a la libertad de los pueblos y a la dignidad de las personas.

  • La muerte se viste de intolerancia

    La muerte se viste de intolerancia

    En un acto de intolerancia fue asesinado a golpes, Juan Alberto Lara. Por su muerte fueron capturados y luego condenados sus “amigos” Moisés Mariano Benítez Maltez, Héctor Leonel Molina Díaz y Wilmer Alexander Flores Treminio. El crimen ocurrió el 27 de octubre de 2023 en la colonia Xanadú de San Miguel y la condena fue emitida en junio pasado. Según el proceso víctima y victimarios se encontraban consumiendo bebidas lo cual generó una discusión que terminó con la muerte de Lara que fue atacado a golpes con objetos contundentes y con armas blancas.

    De acuerdo con los datos oficiales de la Mesa Técnica Interinstitucional para la Conciliación de Cifras de Víctimas de Homicidios y Feminicidios, desde enero de 2022 hasta mayo de 2025 en el país se registran 281 muertes (entre homicidios y feminicidios) motivados por la intolerancia social y familiar. Las cifras indican que de 281, un total de 145 son producto de la intolerancia social y 136 por intolerancia familiar (la mayoría feminicidios).

    Solo en los primeros cinco meses del presente año se han dado 32 muertes por intolerancia; 21 por intolerancia social y 11 por intolerancia familiar. Las cifras son altas y preocupantes, si tomamos en cuenta que son hechos que pudieron evitarse a través de la denuncia oportuna y la sana convivencia social.

    La tolerancia es un valor que debemos poner en práctica de manera permanente, con todos y con todo lo que acaece. Tolerar es respetar a los demás sin juzgarlos o discriminarlos por su condición de vida o por su forma de pensar ya que todos tenemos derecho a la existencia con nuestros errores y virtudes.  Tenemos que respetar la libertad de expresión aunque pensemos diferentes, al fin que la razón y la verdad son particularmente individuales de acuerdo a nuestro contexto. Nadie tiene la razón de manera exclusiva ni sus ideas son siempre razonables.

    La tolerancia es, entonces, la capacidad de aceptar las diferencias y la diversidad de ideas, creencias y prácticas o comportamientos de los demás, incluso si son contrarios a los propios. Ser tolerante es una forma de ser digno y de hacer prevalecer la humildad al reconocer nuestras capacidades e incapacidades y las de los demás, aceptando esa forma de existencia. La humildad nos conduce a dejar a un lado la arrogancia y la soberbia y abrazar la modestia para reconocer nuestras limitaciones para aprender de los otros.

    Una persona intolerante es soberbia, altanera y egocentrista al creer que siempre tiene la razón y que es un individuo de naturaleza intocable, capaz de resolver todo haciendo uso de la violencia o de la imposición de su “razón” o de sus condiciones, aunque carezca de fundamentos. Su axioma de probabilidad es la “ley del talión” y su argumento de vida es la “ley del más fuerte”, aunque la fortaleza solo esté en el grito y la acción cobarde defenderse atacando. La comprensión del accionar de sus semejantes no está su alcance en su tosco ser.

    Ser intolerante es una desgracia de la existencia individual y social. Personas que no aceptan que los tiempos y movimientos ocurren por el devenir humano y divino y que como individuos con un rol dentro de la sociedad tenemos que aceptar la existencia de los demás, con sus personalidades y niveles culturales incluidos.

    El tolerante huye del peligro si no lo puede enfrentar de manera razonable; el intolerante se acerca el peligro, aunque no tenga capacidad para enfrentarlo. El tolerante es valiente aunque pacífico; el intolerante es débil, aunque priorice el uso de la fuerza. El tolerante tiene la serenidad para diferenciar el bien del mal, mientras que el intolerante no tiene ni paciencia ni sapiencia para reconocer lo que es bueno o maloy actúa motivado por su incoherencia existencial.

    La intolerancia no tiene marcha atrás. Motivado por una discusión o menos que eso, el intolerante ofende de palabra, golpea, lesiona o hasta arrebata las vidas de sus semejantes, en muchos casos sus seres queridos o parientes cercanos. Tras un crimen son capturados y luego deben pagar con años de cárcel su estupidez, sin que el arrepentimientos sea una moneda de cambio para subsanar el daño generado.

    No es prudente pelear con nadie porque piense diferente en el plano ideológico, político, cultural, religioso o vivencial. Mucho menos prudentes es matar a alguien por una simple discusión, por la disputa de un parqueo, por fanatismos deportivos, porque piensa de manera distinta o porque es diferente a nosotros. Los sabios y buenos, son seres humanos tolerantes.

    La tolerancia tanto como la humildad no están relacionados con la escala social ni la clase social a la que pertenecemos, son valores humanos que se cultivan. La intolerancia se incrementa y muchas veces se vuelve incontrolable cuando la persona se encuentra bajo los efectos de drogas o alcohol, por eso hay que evitar esos vicios que llevan al individuo a adquirir una enfermedad mental con secuelas somáticas. Factores como la presión del tiempo y el espacio, las crisis emocionales, las provocaciones coyunturales (la prisa, la pobreza, las condiciones deplorables, etc.) y otros, solo son vanas situaciones para justificar los comportamientos intolerables.

    Los homicidios y feminicidios cometidos por actos de intolerancia social o familiar son evitables. A veces solo se trata de huir del peligro, de aceptar a las personas tal cual son y de respetar a los demás en su forma de ser. Todos tenemos derecho a la vida y a ser diferente a los otros. La tolerancia evita hechos lamentables y desgracias. Seamos tolerantes para ser tolerables y vivir en sana convivencia. En ocasiones la muerte se viste de intolerancia.

     

    * Jaime Ulises Marinero es periodista

  • “Sigamos haciendo lo mismo aunque no funcione”: la trampa de la inacción en el sistema de salud

    “Sigamos haciendo lo mismo aunque no funcione”: la trampa de la inacción en el sistema de salud

    No estoy de acuerdo contigo, Sobrino, me decía mi tía Margot, usuaria de los servicios del ISSS, en reacción a mi artículo de la semana pasada sobre la integración del MINSA y el ISSS.

    “Imagínate, en estos momentos tenemos que esperar hasta un año o más para una operación, muchas veces no hay medicinas y tenemos que comprarlas en las farmacias privadas. Con más gente, como tú sugieres en tu artículo, todo esto sería peor. Tiempos de espera más prolongados y la compra de medicamentos aún mayor. No hijo, no me compliques mi vida por favor”.

    Como mi tía, muchos ciudadanos coinciden con este tipo de lógica: que la integración o ampliación del sistema podría colapsarlo aún más. El miedo es comprensible: si los recursos actuales no bastan para dar respuesta ágil y completa a los asegurados y usuarios, ¿qué pasaría si la demanda aumentara súbitamente sin una reorganización profunda y mayores inversiones?

    Pero esta postura defensiva —“sigamos haciendo lo mismo, aunque no funcione, pero por lo menos que no empeore”— también refleja resignación ante un sistema que cada día muestra más señales de deterioro: consultas diferidas por meses, desabastecimiento crónico, trámites burocráticos, hospitales y clínicas sobrecargados, y cada vez más personas —como mi tía— que deben pagar de su bolsillo lo que el sistema debería garantizar.

    En lo que sí todos, usuarios y proveedores, con excepción del gobierno reinante, estamos de acuerdo es que ¡el sistema de salud de nuestro país está cada día peor! Urge, más que nunca, una reforma a fondo que confronte las debilidades estructurales, no solo para integrar, sino para transformar y rescatar la salud pública y la seguridad social de El Salvador. Quedarnos haciendo lo mismo solo asegura que la crisis empeore, y condena a millones —como mi tía Margot— a una atención incierta, cara e insuficiente.

    Pero ¿que nos está pasando?

    El sistema nacional de salud viene arrastrando, desde hace décadas, una serie de debilidades estructurales que no han hecho más que agravarse con el tiempo. Hasta hoy, ningún gobierno —ni anterior ni actual— ha diseñado ni implementado acciones que realmente enfrenten de raíz estas falencias inherentes al modelo sanitario del país. De manera similar a lo que ocurre en el área educativa, donde se privilegia la construcción o reparación de escuelas sin asegurar la disponibilidad de personal docente cualificado, el Ministerio de Salud (MINSAL) pretende ampliar coberturas edificando hospitales supuestamente de primer nivel, pero sin contar con el recurso humano médico y de enfermería debidamente formado para operarlos.

    En ambos sectores se incurre en el mismo error: intentar solucionar el problema colocando “la yunta antes que los bueyes”, es decir, priorizando la infraestructura física por encima de la formación y contratación del capital humano necesario para garantizar calidad y sostenibilidad en la atención. Esta aproximación parcial y desarticulada perpetúa la crisis, profundizando la brecha entre la demanda y la capacidad real de respuesta del sistema de salud.

    El sistema de salud de El Salvador, siempre ha adolecido de coberturas insuficientes y una alto grado de segmentación; un déficit de recursos humanos y formación; infraestructura y equipamiento insuficiente o deteriorado; desabastecimiento crónico de medicamentos e insumos; listas de espera y demoras prolongadas; fragmentación y desconexión institucional; brecha de información y sistemas de información débiles; desigualdades y vulnerabilidad social; y en consecuencia, desgastes e insatisfacción de los usuarios.

    Finalmente, la pandemia de COVID-19 profundizó aún más estas debilidades, y un porcentaje importante de la población se volcó hacia el sector privado de los servicios médicos. La utilización de este sector aumentó considerablemente después de la pandemia. Como resultado, la inflación específica en los servicios médicos privados en El Salvador ha superado de forma notable la inflación general del país desde agosto de 2023. Esta tendencia se ha mantenido durante 2024 y a inicios de 2025, con incrementos significativos en los costos de consultas, procedimientos, hospitalización y medicamentos.

    Además del mayor uso de servicios médicos privados —que incide directamente en su encarecimiento—, otros factores han contribuido al aumento sostenido de los costos. Entre ellos destacan: la sobreutilización de servicios, el cambio en los patrones de consumo, y la falta de regulación de precios. En conjunto, estos elementos han impulsado el alza continua en los costos de atención médica y medicamentos.

    El sistema de salud, tanto público como privado, en nuestro país sufre de una enfermedad terminal que requiere, con urgencia, acciones valientes, innovadoras y audaces. Durante años, las soluciones habituales –las mismas recetas de siempre, diseñadas e implementadas por gobiernos anteriores– han demostrado ser insuficientes. Lo vimos con el problema de la seguridad: no se resolvió con medidas convencionales, sino a través de acciones nuevas y atrevidas, incluso temerarias, que no estuvieron exentas de polémica ni de la reacción crítica de organismos internacionales y defensores de derechos humanos.

    A pesar de ese malestar persistente —que aún genera debate entre instituciones, con excepción del gobierno actual—, lo cierto es que estas acciones consiguieron que el ciudadano salvadoreño, independientemente de su clase social, hoy se sienta más seguro y amparado por su gobierno. Así como se enfrentó el desafío de la seguridad, también la crisis de nuestro sistema de salud exige respuestas distintas, disruptivas y verdaderamente transformadoras. Seguir haciendo lo mismo solo agravará la enfermedad; es hora de sanar con la determinación y creatividad que el momento reclama.

    * El Dr. Alfonso Rosales es médico epidemiólogo

  • Sin una nueva política industrial no hay reindustrialización posible en El Salvador

    Sin una nueva política industrial no hay reindustrialización posible en El Salvador

    Durante los últimos 30 años, el mecanismo migraciones-remesas ha sido el principal motor del funcionamiento de la economía salvadoreña. Sin embargo, el abrupto debilitamiento de este mecanismo, provocado por las políticas de la segunda administración del presidente Trump, ha puesto en evidencia su fragilidad y sus límites. En este nuevo contexto, apostar por la reindustrialización y la recuperación de la agricultura ya no es una opción, sino una necesidad impostergable. Dado que existen condiciones para establecer las alianzas necesarias que permitan viabilizar este proceso, el siguiente paso es definir con claridad las estrategias, políticas, programas y acciones que lo harán posible.

    Este golpe de timón exige, ante todo, superar el dogma neoliberal según el cual “la mejor política industrial es la que no existe”. Aunque desde la administración Saca en adelante distintos gobiernos han manifestado su compromiso con políticas sectoriales —particularmente en la agricultura, la industria, los servicios internacionales y el turismo—, en la mayoría de los casos ese compromiso ha sido más retórico que efectivo. Salvo por el esfuerzo más consistente de la actual administración en el ámbito turístico, los avances en los demás sectores, y en la industria en particular, han sido débiles, fragmentados o meramente declarativos.

    Para avanzar con seriedad en la formulación de una política industrial efectiva, es indispensable, en primer lugar, tener claridad conceptual. Las políticas públicas son el conjunto de acciones emprendidas por el Estado para alcanzar objetivos de interés colectivo. En este marco, la política industrial se refiere a las intervenciones del gobierno orientadas a influir en el comportamiento y la estructura de la economía, especialmente en el sector industrial, con el propósito de aumentar su competitividad, generar más empleos dignos, elevar las tasas de crecimiento, y ampliar y diversificar las exportaciones, entre otros objetivos de interés público.

    En segundo lugar, es fundamental identificar las intervenciones concretas que debería asumir el Estado salvadoreño para materializar una política industrial efectiva. Un referente histórico clave es el período comprendido entre 1949 y 1979, durante la vigencia del modelo de industrialización por sustitución de importaciones (MISI), cuando la política industrial desempeñó un papel central. Esta etapa coincide con el periodo de mayor crecimiento económico en la historia de El Salvador, con una tasa promedio anual del 5.5%. Entre las principales medidas adoptadas en ese contexto destacan: incentivos fiscales a las industrias nacientes, acceso a financiamiento en condiciones preferenciales, creación del polo de desarrollo industrial Ilopango–Soyapango, mejoramiento y expansión de la infraestructura de apoyo a la producción —como servicios de agua potable y energía eléctrica, red de transporte y telecomunicaciones—, protección del mercado interno mediante barreras arancelarias y no arancelarias, e impulso decidido a la integración comercial centroamericana.

    A este referente histórico se suma un insumo contemporáneo de gran relevancia: el Plan de Desarrollo Industrial 2025–2029, presentado por la ASI el pasado 12 de junio. Este documento propone, entre otras medidas, la creación de nuevas zonas industriales; una reforma integral del sistema de formación técnica; la mejora del acceso a financiamiento productivo; el desarrollo de insumos que permitan generar bienes con mayor valor agregado; y la ampliación y modernización de los servicios públicos esenciales —como energía, agua, transporte y conectividad— a precios competitivos. Asimismo, plantea fortalecer la participación de empresas nacionales en cadenas de valor locales e internacionales, modernizar la infraestructura de apoyo a la producción (carreteras, puertos y aeropuertos), establecer incentivos de nueva generación alineados con el entorno global, fomentar una cultura de innovación empresarial y facilitar el acceso a tecnologías avanzadas como la automatización, la inteligencia artificial y el internet de las cosas.

    A partir de estos dos insumos —el referente histórico del MISI y la propuesta técnica contenida en el Plan de Desarrollo Industrial 2025–2029—, una tarea urgente es la creación de un foro nacional con participación del gobierno, la empresa privada, la academia, el sector sindical y organizaciones sociales. Este espacio permitiría acordar y concretar las intervenciones prioritarias, definir los recursos necesarios para su financiamiento y establecer los responsables de su implementación. Una iniciativa similar debe impulsarse para la reactivación y modernización del sector agropecuario, tema que abordaremos en un próximo artículo.

    El Salvador no puede seguir inmóvil frente al lento crecimiento económico, la débil creación de empleos y la dependencia de mecanismos cada vez más frágiles como las migraciones remesas. Sin una política industrial sólida, coherente y sostenida en el tiempo, la reindustrialización seguirá siendo una promesa incumplida. Recuperar la capacidad de producir, generar empleo digno y construir un modelo de desarrollo más equilibrado y resiliente exige voluntad política, visión y un compromiso colectivo firme. El tiempo de actuar no es mañana. Es ahora.

     

    * William Pleites es director de FLACSO El Salvador

  • Intercambio de prisioneros: El Salvador y EE. UU. en el ajedrez de la Seguridad Global

    Intercambio de prisioneros: El Salvador y EE. UU. en el ajedrez de la Seguridad Global

    El pasado viernes, una noticia cimbró los titulares internacionales de los principales medios de comunicación: el intercambio de miembros de la peligrosa banda criminal venezolana, el Tren de Aragua, por prisioneros estadounidenses y presos políticos en Venezuela. Este movimiento diplomático, que acaparó la atención mediática global, puso de manifiesto no solo la complejidad de las negociaciones geopolíticas, sino también, aunque quizás de forma menos explícita, la relevancia estratégica del presidente Nayib Bukele, de su gabinete de seguridad, del Gobierno de El Salvador, y su colaboración con Estados Unidos en el combate a la criminalidad transnacional.

    A primera vista, la noticia se centra en Venezuela y su rol en este particular ajedrez. Sin embargo, para un criminólogo y observador atento de las dinámicas de seguridad en la región, la implicación del Tren de Aragua en un canje de esta magnitud lanza una señal clara y preocupante: la capacidad de esta organización de trascender fronteras y de convertirse en un actor de peso en el mapa criminal internacional como ya se ha expuesto en varias columnas en años anteriores, tratando de negar la realidad de su presencia trasnacional y de ser verdaderos actores no estatales criminales. 

    Aquí es donde la experiencia de El Salvador cobra una dimensión particular. Durante los últimos años, el presidente Bukele, su gabinete de seguridad y la Fiscalía General de la República han sostenido una lucha frontal sin precedentes contra las pandillas locales y el crimen organizado, logrando un control territorial y una reducción de la violencia que ha sido objeto tanto de admiración y reconocimiento en los cinco continentes. Este éxito, validado por la percepción de seguridad de sus ciudadanos, se ha construido, en parte, sobre la base de una estrecha coordinación y un intercambio de inteligencia con agencias de seguridad de Estados Unidos y la confianza con la administración Trump.

    La presencia del Tren de Aragua en países como Colombia, Perú, Chile, México, Estados Unidos y, preocupantemente, las alertas sobre su posible infiltración en Centroamérica convierten a este grupo en una amenaza de seguridad regional. En este contexto, la capacidad de El Salvador para contener y desarticular estructuras criminales organizadas se vuelve un activo estratégico para Estados Unidos. Si bien el canje del viernes no involucró directamente a prisioneros del CECOT salvadoreño, el solo hecho de que miembros de una banda tan peligrosa estén en el centro de una negociación internacional subraya la necesidad crítica de que países como El Salvador mantengan y profundicen sus capacidades operativas y de inteligencia contra este tipo de organizaciones, siendo los únicos en la región con este claro enfoque y resultados que se miden en la cantidad de toneladas de drogas incautadas que van hacia el sueño de los narcotraficantes llegar a los Estados Unidos. 

    La colaboración entre el Gobierno de El Salvador y Estados Unidos en materia de seguridad no es solo una cuestión bilateral; es un dique de contención crucial contra el crimen transnacional y en especial al continente. Los recursos, la capacitación y el intercambio de información entre ambas naciones son esenciales para identificar y neutralizar amenazas como el Tren de Aragua antes de que logren establecerse y replicar el control y la violencia que alguna vez ejercieron las pandillas locales.

    En un mundo donde las redes criminales son cada vez más sofisticadas y globalizadas, la efectividad de la política de seguridad salvadoreña, combinada con la excelente relación en este momento con el gobierno de Donald Trump, envía un mensaje potente: la lucha contra el crimen organizado es un esfuerzo compartido que exige alianzas firmes y una vigilancia constante. El ajedrez de la seguridad internacional es complejo, pero El Salvador ha demostrado ser un jugador clave en la protección de sus ciudadanos y, por extensión, en la estabilidad regional. En este juego el presidente Nayib Bukele se convierte en un actor protagonista y desarrolla movimientos en el tablero y escenario geopolítico como no había logrado el país en 204 años de República, quien hubiera pensado que la nación con los mayores niveles de incidencia criminal en la administración que le precedió ahora este jugando en grandes ligas con un liderazgo ganado por ser disruptivo e innovador. 

    * Ricardo Sosa es doctor y máster en Criminología 

  • Las distorsiones que los aranceles provocan

    Las distorsiones que los aranceles provocan

    En economía nada es peor que jugar con los precios y las políticas fiscal y monetaria, queriendo desarrollar al manipular ventajas comparativas para producir donde no las hay o pretender crear ventajas competitivas sin fundamento.  Lo que estamos experimentando me trae a la mente, pero en pantalla gigante, lo que sucedió con el CAME (Consejode Ayuda Mutua Económica, COMECON en inglés), que fue fatal para la Unión Soviética y sus satélites comerciales y políticos.

    Título para una película: CAME y como la manipulación de precios y la manipulación monetaria, desinfló el dinamismo competitivo y trajo la bancarrota. Al final la ciudadanía paga la ineficiencia productiva. El impacto destructor de la eficiencia productiva va mucho más allá del daño a cortoplazo que los aranceles provocan: distorsión, pérdida de confianza para construir infraestructura y plantear incentivos, desarrollar recursos y legislación, invertir y comercializar.

    La ineficiencia provoca inflación, devaluación de la moneda fuerte por emisión y pérdida de confianza. El país que promueve la ineficiencia, si su moneda es utilizada internacionalmente para tranzar y atesorar valor obtenido por la vía del comercio internacional, por medio del llamado señoreaje al emitir le gana a la inflación, que se come el ahorro de quienes han confiado en esa moneda…países, empresas y personas. Quienes invierten en bonos a largo plazo ver el poder de compra de su dinero esfumarse.

    Los aranceles -y más cuando son dispares entre países y generales para la exportación de un país -sin tomar en cuenta las características especiales de cada rubro- crean enormes distorsiones y dificultades para el país que los emite, incumpliendo compromisos y dañando el andamiaje de comercio internacional que, para transparentarlo y organizarlo, ha desarrollado la institucionalidad internacional del ramo. Crea además dificultades para su propia economía.

    Por ejemplo, si un país es competitivo produciendo café, el ponerle aranceles (tasas impositivas específicas) a su importación, de 42% por ejemplo, incrementa el precio y hace desaparecer la conveniencia por precio, de importarlo del país productor afectado. Así mismo, se afecta el consumo local, al volverse poco competitivo el café importado del país eficiente y la demanda baja; ciudadanos locales pierden sus trabajos al bajar la demanda. Se puede sustituir, pero talvez no en la misma cantidad y relación calidad/precio original.

    Cuando este tipo de situaciones se generalizan, se destruye el mercado competitivo y la eficiencia económica, que debe de ser siempre un objetivo racionalizador.

    Peor todavía, si lo que se pretende es reemplazar producción extranjera con producción local en áreas donde el país que lo hace no es eficiente, se está promoviendo la destrucción de la economía, algo que  el CAME logró sin pretenderlo, pues se manejó muy mal. Si el país comprador es un gran jugador en el mercado mundial, el impacto destructivo es desbastador.

    Guardando las proporciones del caso, es como si Costa Rica pretendiera recuperar la industria textil que ya se fue a países que más bien con sus ingresos consumen lo que producimos, el caso de Nicaragua, por ejemplo. Se puede hacer, pero requiere aranceles y subsidios. Es poner recursos buenos a trabajar en procesos sin sentido.

    Destruir los encadenamientos productivos eficientes es un pésimo negocio para todos y atenta contra la división internacional del esfuerzo productivo, en base a ventajas comparativas y competitivas.

    Puede ser que haya algún país de mucho peso, alguno del Oriente podría ser, que compita en base a la manipulación de los precios de los factores de producción. Un país que insiste en esas prácticas de comercio desleal, merece ser castigado y reorientado. Pero el que todos paguen justos por pecadores, por el afán de sustituir importaciones, cual versión moderna del llamado modelo cepalino, exitoso en su momento, es una pésima y destructiva idea.

    El utilizar aranceles para promover objetivos de política exterior o inmiscuirse en los asuntos internos de otros estados, es arriesgarse a perder las bondades de comercio internacional, en su contribución al progreso sostenido hacia el desarrollo. Crea además desconfianza, perjudica la inversión para producir y comerciar internacionalmente; desconciertan las salidas en falso y atrasa la dotación de infraestructura. No crea amigos y es entre amigos, donde a largo plazo se hacen los mejores negocios. Actuar brincándose los acuerdos internacionales o aprovechando lo que la ley no prohíbe, no es buena práctica.

    Un país grande tiene límites como comprador. Sus socios comerciales deben tener esto en cuenta y diversificar su comercio ex-imp, para no abaratar sus productos al pretender todos competir irrealmente por un mercado que tiene límites.

    Menester es tomar en cuenta los servicios y el aporte en divisas que las empresas transnacionales hacen; más aún, cuando la competitividad del gran país está en los servicios y la capacidad de aportarle sus transnacionales. El comercio total, bienes y servicios, así como el aporte de las empresas transnacionales, es la prueba del ácido del comercio internacional de un país. No se puede tener balanza comercial favorable con “todo el mundo” y más sin tomar en cuenta otros rubros, como se acaba de explicar.  Si Costa Rica  por ejemplo, consigue su petróleo en Venezuela en condiciones favorables, no puede pretender desarrollar una balanza comercial equilibrada con ese país.

    En fin, pretender un país sea grande de nuevo como lo fue en el pasado bajo paradigmas que hoy ya no están, desdeñando lo que se ha avanzado en el establecimiento de prácticas correctas de comercio internacional, no me cabe duda de que es un grave error. Es mejor ser grande liderando procesos globales amparados a la racionalidad en este caso económica. Es mejor liderar que confrontar. En todo caso, el mundo tiene que seguir adelante, con o sin el país distorsionante, aplicando las mejores prácticas ya conocidas y por conocer del comercio internacional, con visión estratégica.

    • Carlos Manuel Echeverría fue embajador de Costa Rica en El Salvador