Categoría: Opinión

  • Carta abierta a la “defensora del puesto”

    Carta abierta a la “defensora del puesto”

    San Salvador, El Salvador, martes 14 de octubre del 2025L VII aniversario de la canonización del máximo defensor de nuestro pueblo: san Romero de América

    “No era procuradora cuando publiqué esa foto, lamento tu falta de objetividad; pero si alguna vez me necesitas, no dudes en buscarme”. Esta “aclaración” y queja, licenciada Raquel Caballero de Guevara, usted me la mandó el viernes 10 de octubre recién pasado mientras aspira a ser ‒por tercera ocasión‒ titular de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos. Así reaccionó a lo que expresé al pie de dicha gráfica que difundió, en una “red social”, dos días antes. “¡Di no al turismo del oficialismo!”, escribí. Además me mandó copia de la misma, con la fecha cuando fue tomada: 23 de julio del 2022. Menos de tres meses antes, pues, de que se reenganchara en el cargo con los votos de la “borregada” cian y sus comparsas en una Asamblea Legislativa patética. Mi acotación la divulgué abiertamente; su réplica fue en privado.

    Hoy reconozco el error cometido y le ofrezco una disculpa. Eso sí, permítame señalar algo: mi imprecisión tiene que ver con un asunto de temporalidad, no de objetividad como usted asegura. Cuando posó para la cámara en ese momento, no la habían reelegido aún para que ‒hablando del “deber ser”‒ velara por el respeto y la garantía de nuestros derechos, investigara de oficio o por denuncia recibida casos en los que hubiesen sido violentados, asistiera a presuntas víctimas, promoviera recursos judiciales o administrativos para proteger dichos derechos, y vigilara la situación de las personas privadas de libertad. De las catorce que aparecen enlistadas en el artículo 194 constitucional, esas son las primeras cinco funciones que debió cumplir durante sus dos períodos en el puesto: del 2016 al 2019 y del 2022 hasta estos días. Considerando únicamente esas, no pasa el examen.

    Pero si vamos a hablar de objetividad, antes que nada aclaremos de qué se trata. Tiene que ver con lo real, con lo que puede verificarse; su contrario es la subjetividad cuya “base” está relacionada con lo que alguien cree, siente u opina. En la defensa y protección de los derechos humanos, la primera es esencial. Por ello, siendo Comisionado Nacional nombrado para ello en su país, nuestro querido Leo Valladares tituló así el célebre informe preliminar que publicó sobre personas desaparecidas en Honduras entre 1980 y 1993: “Los hechos hablan por sí mismos”. Ni más ni menos.

    Y en el caso de su permanencia al frente de la que debiera ser una real defensoría del pueblo, tanto durante la administración anterior como en la que está por finalizar,  destacan ciertos hechos censurables que reclaman su contundente aclaración para pensar en usted como alguien del todo solvente para continuar al frente de dicha entidad, nacida del sacrificio del pueblo salvadoreño desde antes de la guerra y durante la misma. No son los únicos reprochables, pero se encuentran entre los más destacados.

    Le recordaré primero que el Tribunal de Ética Gubernamental la condenó, en diciembre del 2018, por nepotismo en el ejercicio de su mandato inicial. Durante una entrevista televisiva realizada en enero del siguiente año, cuando fue interrogada al respecto su respuesta fue evasiva y agresiva; sin respaldo, sostuvo que eso era parte de una “agenda oscura” y habló de “amenazas a muerte” provenientes del “crimen organizado”, pero aseguró que no se iba a “doblegar” ante este. Sin embargo, a la fecha, que yo sepa nadie ha atentado contra su integridad física o la de alguien perteneciente a su entorno más cercano. Antes, en enero del 2018, despidió a Mirna del Carmen Rojas Márquez; pese a que el Tribunal del Servicio Civil ordenó en abril del 2019 su restitución, usted no acató tal decisión y la víctima falleció en mayo.

    Con actitud desafiante y altanera se “defendió” como “gata panza arriba”, al ser interrogada recientemente en la comisión legislativa sobre su viajadera y la reserva de esa información. Ni hablar de su apología sobre el “bukelato”; por cierto, antes de este nunca se perpetraron “más de tres mil asesinatos” mensuales como indicó en su tan descompuesta defensa. A su nefasta gestión frente al absolutismo gobernante se suman jerarcas eclesiales timoratos, partidos anodinos, academia silenciada o silenciosa, organización social precaria y una población mayoritariamente mansa o miedosa. Habrá, pues, que defender los derechos humanos como en tiempos de Romero.

    Francamente indignado,

    Benjamín Cuéllar Martínez

    Posdata: ¡Cuidado con su principal rival!

    Nota del autor al miércoles 15 de octubre el año en curso: con su nuevo reenganche,  esta “carta abierta” ‒difundida antes de que la renombraran por tres años más‒ confirma la certeza de mi llamado final formulado.

     

  • Buscar el encuentro siempre, jamás el encontronazo

    Buscar el encuentro siempre, jamás el encontronazo

    Nuestra propia vida debe contar con el estimable propósito de ser, un permanente encuentro sorpresivo con aquello que nos acompaña, incluidos nuestros semejantes, y un reencuentro consigo mismo. Necesitamos hallarnos corazón a corazón, para la concurrencia de latidos en un mundo repleto de ofensivas, que ha de fraternizarse y no destruirse. Sin duda, tampoco es saludable para nadie mantenerse distante, ni indiferente o pasivo; la cercanía es fundamental en un planeta, totalmente globalizado, que requiere del don de la concordia entre semejantes. Hemos de entrar en diálogo, sin exclusiones de ningún tipo, sabiendo que nadie tiene la verdad absoluta. Por eso, es vital escucharse, atenderse y entenderse, unirse y reunirse en alianza, para conciliarnos entre sí.

    Seamos responsables, pues; comprometámonos en defender y proteger los derechos humanos, poniéndonos en disposición de esas gentes, que son víctimas de un aluvión de injusticias y dejadez por parte de todos. Ciertamente, las autoridades tienen que implicarse mucho más, pero también nosotros tenemos que redoblar esfuerzos en la lucha contra la impunidad, fomentando la unidad y el amparo, nunca el aislamiento y el desamparo. El vínculo del pulso está ahí, llamándonos a formar hogar y a sentirnos familia, no campo de batalla y desconsuelo. Con genuina empatía hacia todos, hemos de ofrecer nuestra colaboración, para que la noble tarea de servicio sea más poética que política, menos interesada y más donante en suma.

    Esto nos demanda el cultivo de una racionalidad humana más observadora, justa e ilustrada. En efecto, hay que salir de esta mediocre mundanidad, conocerse y reconocerse como seres en relación, apoyarse en caminos recorridos, pero esperanzarse en otro futuro más melódico que terrícola. Desde este enfoque, se muestra que la confianza en la certeza y la razón en la conciencia, no sólo no se oponen, sino que se apoyan y complementan de modo admirable. Sea como fuere, en tiempos tan revueltos, donde los avances tecnológicos parecen dejar en penumbra a los problemas más trascendentes, la ciudadanía se merece un reposo para cuestionarse y; además, una acción y reacción a la crecida de inseguridades, tras pensar y repensar el camino a tomar.

    Sí, es bueno meditar, encontrarse uno a sí mismo y salir a desprenderse en busca de una mano amiga. Buscando las lozanas sensaciones se hallan las imágenes, las nuevas sendas con sus lenguajes y sensibilidades; quizás tengamos que poner más poesía y menos poder, porque nuestras entretelas son débiles y el cuerpo orgulloso, lo que debe animarnos a no desfallecer jamás, para poder bajar del pedestal y liberarnos del aluvión de cadenas que nos ahogan diariamente. No olvidemos que el tiempo es el mejor guía, siempre encuentra el momento para inspirarnos, para sentirnos musa y volvernos poetas en guardia. Sólo a través del verso, interiorizado en el alma, nos daremos cuenta que no somos libres; ya que, cada vez más individuos, se hallan todavía encadenados a la pobreza.

    Son estos períodos difíciles, de los que debemos aprender a dejarnos ayudar para que nos apoyen, los que nos sacan del individualismo, fortaleciendo los lazos, incluso de personas que, en un principio, no estaban próximas a nosotros. Una vida grande siempre nace del encuentro, debido a un gran motivo y a un fuerte fundamento. Con la situación actual que tenemos, en el que los desastres se multiplican y amplifican, devastando vidas y medios de subsistencia, suprimiendo en un soplo décadas de avances en materia de desarrollo, no debe ser tanto un problema más, si en la toma de decisiones comenzamos por mejorar el ánimo para conectarnos entre nosotros, haciendo frente conjunto en correspondencia a las adversidades. La suma de fuerzas, eleva aparte el espíritu: ¡Que lo sepamos!

  • ¿Cómo mejorar la productividad de los pobres?: Digitalización

    ¿Cómo mejorar la productividad de los pobres?: Digitalización

    La productividad de los pobres es uno de los temas más relevantes para el quehacer económico contemporáneo, pues constituye un eje central en la búsqueda de un crecimiento más inclusivo y sostenible. Mejorar la productividad de los sectores de bajos ingresos no solo tiene efectos directos sobre la reducción de la pobreza, sino que también impulsa la expansión de la demanda interna, fortalece la base tributaria y dinamiza el desarrollo económico en su conjunto. En economías como la salvadoreña, donde cerca de dos terceras partes del empleo y casi la mitad de la producción nacional provienen del sector de las micro y pequeñas empresas (MYPE), elevar su productividad equivale a echar combustible al motor principal del progreso nacional.

    En el Informe Nacional del Estado de la MYPE 2025, publicado la semana pasada, propusimos una de las vías más prometedoras para avanzar en este objetivo: la digitalización, entendida como la adopción de herramientas tecnológicas en el quehacer productivo de los empresarios. No se trata simplemente de conectarse a internet o abrir una página en redes sociales, sino de integrar la tecnología en los procesos de producción, administración, gestión financiera y toma de decisiones. Es la segunda ocasión en que abordamos este tema, luego de haberlo planteado por primera vez en el Informe Nacional de la MYPE 2023, donde ya señalábamos que la digitalización podía convertirse en una herramienta decisiva para impulsar el crecimiento y la sostenibilidad del sector.

    Los resultados del nuevo estudio muestran que persisten brechas estructurales. Si bien más del 82 % de las MYPE cuenta con conexión a internet, el desafío radica ahora en el tipo y la calidad de dicha conexión. Según el informe, más de la mitad de los empresarios MYPE (51.8 %) dependen principalmente de datos móviles, mientras solo el 41 % dispone de banda ancha fija (Wi-Fi). Este hallazgo es clave: el acceso por datos móviles —aunque útil para la comunicación y las ventas— limita el uso de herramientas más sofisticadas que requieren estabilidad, velocidad y capacidad de transmisión de datos, como los sistemas de gestión, el control de inventarios o la contabilidad en línea.

    También se detectó que las MYPE con menores niveles de ventas son menos propensas a contar con conexión de banda fija: apenas el 35.2 % de los negocios con ventas inferiores a 1 500 dólares mensuales dispone de Wi-Fi, mientras que entre las pequeñas empresas con ingresos superiores a 15 000 dólares la proporción asciende al 65.6 %. Estas diferencias reflejan que la brecha digital no es solo tecnológica, sino también económica: las empresas más vulnerables operan con conexiones más precarias, lo que reduce su capacidad de incorporar la tecnología en sus procesos productivos.

    El estudio también revela que las MYPE salvadoreñas, en general, no utilizan la tecnología en sus actividades internas y que, cuando lo hacen, su uso se concentra en la comercialización de productos o servicios, no en la gestión interna. En promedio, el 50.7 % de las MYPE no emplea ninguna herramienta digital en sus operaciones, aunque este porcentaje disminuye al 18.3 % entre las pequeñas empresas. Solo entre un 7 % y un 12 % de los negocios manifestó usar tecnología para manejar inventarios, llevar la contabilidad o pagar planillas. En contraste, el 36.6 % de las MYPE afirmó utilizar herramientas digitales para coordinar entregas de bienes o servicios, proporción que se eleva al 52.7 % entre las pequeñas empresas.

    Las MYPE representan el 99.6 % del parque empresarial nacional, y las brechas identificadas son de tal magnitud que evidencian la necesidad de una intervención estatal decidida para dinamizar la economía desde su base. Hacerlo no solo sacaría de la pobreza a miles de familias, sino que también permitiría al propio Estado recaudar más impuestos, conforme los negocios crezcan y se formalicen.

    El Informe Nacional del Estado de la MYPE 2025 retoma la voz de miles de micro y pequeños empresarios salvadoreños no solo para dimensionar las carencias, sino para proponer soluciones viables. Dado que existen múltiples herramientas digitales gratuitas con alto potencial para mejorar la productividad —desde sistemas de gestión hasta plataformas de capacitación o marketing—, el reto es diseñar políticas públicas que incentiven y acompañen su adopción activa.

    Llevar a cabo esta transformación no solo es factible, sino urgente. La política económica que ve a los pobres como meros receptores de subsidios ha demostrado ser un fracaso. De acuerdo con las proyecciones más recientes del Fondo Monetario Internacional, la economía salvadoreña apenas crecerá un 2.5 % en 2025, lo que significa que, por decimonoveno año consecutivo (exceptuando el efecto rebote tras la pandemia), la tasa de crecimiento del PIB no superará el 4 %. Una vez más, creceremos menos que todos nuestros vecinos centroamericanos.

    El país no puede seguir resignándose a un modelo de bajo crecimiento y mantenimiento de la subsistencia y la pobreza. La digitalización no es un lujo: es una condición para transformar la rebusca en progreso, y una oportunidad para que los pobres pasen a ser protagonistas del desarrollo económico nacional.

    *Gabriel Pleités, Ph.D. en economía por la Universidad de Utah.

  • Adiós Colegio Divino Salvador… Gracias por formarnos

    Adiós Colegio Divino Salvador… Gracias por formarnos

    En 1982 acababa de entrar a la adolescencia cuando llegué como estudiante del turno vespertino del Colegio Divino Salvador (CDS), una institución ubicada en las antiguas instalaciones del Liceo Salvadoreño.  Desde entonces le guardo mucho cariño a un centro educativo que fue mi alma mater media y donde cultivé amigos y una convivencia llena de grandes anécdotas que atesoro en mis recuerdos.

    Era estudiante de primer año de bachillerato académico y ya tenía la plena convicción que en la universidad tenía que estudiar periodismo, por eso para segundo año tenía que escoger la opción humanidades. Llegué a ese primer año con la timidez de un adolescente pueblerino que viajaba desde Olocuilta a San Salvador dispuesto a aprender y a hacer amigos. Rápido me hice de amigos, algunos de los cuales jamás volví a ver y otros ya partieron al cielo, pero los recuerdo con mucho cariño y nostalgia.

    Cuando inicié mis estudios de bachillerato el director general era el profesor Ernesto Revelo Borja, quien en la década los 60, durante la administración del presidente Julio Adalberto Rivera se desempeñó como ministro de Educación. El director académico era el Lic. Oscar Antonio Pino Dawson. El primero era todo un personaje que inspiraba mucho respeto, mientras que Pino era un psicólogo que castigaba sonriendo, que nos generaba mucha confianza y que era un sabio con sus consejos. Ambos ya descansan en paz y viven en la memoria de muchos, qué como yo, les vivimos agradecidos por su sapiencia y tolerancia hacia nosotros. Fueron valiosos y sus vidas valieron la pena.

    Un día el Sr. Pino me castigó porque le lancé un piropo “inapropiado” a una compañera. Me regañó y me llamó a su oficina, donde se dispuso a aconsejarme y terminó dándome una larga y sabia orientación. “Vos vas a ser un buen periodista” me dijo, sin preguntarme cual era mi aspiración. Algunos de mis profesores de tercer ciclo también me habían dicho antes que el periodismo era lo mío y yo mismo tenía claridad de ello.

    En segundo año de bachillerato me pasé al turno matutino. En la mañana (solo para varones) estudiábamos los alumnos de bachillerato académico Humanístico y Físico –Matemático. Por la tarde (mixto) los de la especialidad en químico-biológico.  Tanto en el turno de la mañana como el de la tarde fue determinante nuestro bibliotecario Emeterio Colocho, quien hacía las veces de “Disc Jokey” (DJ) porque en cada recreo era el responsable de animar desde su oficina convertida en cabina con la música del momento. Muchas veces acudíamos a él para pedirle alguna melodía especial y él siempre nos complacía. Los recreos eran para jugar basquetbol o fútbol, escuchar música o ir al cafetín del colegio. Colocho estaba al tanto de los grandes cantantes y éxitos de la época y contribuyó mucho a nuestras sanas vivencias de estudiantes. A muchos nos gustaba ir a la administración, precisamente porque una de las secretarias era hermosa y nos sacaba suspiros.

    En el turno matutino me tocó vivir entre dos mundos. Las asignaturas comunes las recibíamos todos juntos, mientras que para recibir las de la especialidad nos separaban a los de Humanidades. Resulta que en la especialidad de Humanidades tenía alrededor de 12 compañeros que eran seminaristas, incluso ahora son sacerdotes; mientras que en las clases comunes había algunos compañeros “jodarrias” con quienes alguna vez nos salimos de clases para ir a “vacilar” con señoritas estudiantes de centros educativos vecinos y en ocasiones hasta para ir a los cines a ver películas no aptas para menores. En ocasiones nos salíamos para ir a apoyar a nuestro colegio en los juegos de fútbol y basquetbol que se disputaban en el marco de los juegos estudiantiles, entonces tan clásicos y de moda.

    El CDS era un asiduo participante en los juegos estudiantiles, inclusive alguna vez fue campeón en la categoría superior de fútbol y en baloncesto era un gran competidor junto al Liceo Salvadoreño, Instituto Miguel de Cervantes, Colegio Santa Cecilia, Colegio Don Bosco, INFRAMEN y otros. para los estudiantes ir al gimnasio nacional o al estadio Flor Blanca realmente era una fiesta donde participábamos en duelos de barras y regresábamos afónicos de placer.

    Un grupo de compañeros eran “jodarrias” y los otros eran sensatos. Había que amoldar la conducta, según la clase. Hubo profesores que se hicieron muy amigos y otros muy estrictos, pero todos de muy buen talante docente.  Todos aquellos profesores ya se retiraron y desgraciadamente algunos ya fallecieron. A cada uno de le recuerda con mucho cariño y respeto. Profesores como Emperatriz de Artiga, Otoniel Figueroa, Ricardo Cuéllar, Rafael Lara, Pedro Ancheta, Humberto Quijano, Oscar Pino, Rogelio Lara, Florencio Chávez, Heriberto Cortez, Humberto  Moreno,  Francisco Rivera, Javier Lara y otros, dejaron un saber valioso en nuestra formación como bachilleres.

    Siempre me sentí orgulloso del colegio, el cual estaba enclavado en un sitio de alto valor cultural e histórico, sobre la décima avenida sur, en el barrio San Esteban. Enfrente el palacio de la Policía Nacional, contiguo a la iglesia La Merced (donde la historia marca que el 5 de noviembre de 1811 se dio el primer grito de la independencia centroamericana) y a unos metros la  Administración de Rentas.  A una cuadra la histórica y desaparecida iglesia San Esteban.

    Las instalaciones de colegio, construido de ladrillos, hierro forjado, madera y lámina troquelada traída del extranjero resistió terremotos y toda suerte de eventos naturales. Las instalaciones fueron cedidas por las autoridades maristas del Liceo Salvadoreño a los visionarios propietarios del Colegio Divino Salvador, luego que el inmueble divinista sufriera un incendio de gran envergadura.

    Desde su fundación el CDS ha graduado a miles de jóvenes, muchos de ellos trascendieron con un valioso aporte a la sociedad salvadoreña. Médicos, abogados, odontólogos, economistas, administradores de empresas, contadores, ingenieros, arquitectos, militares y toda suerte de profesionales pasaron por aquellas aulas verdes de nuestro querido colegio.

    En estos días se ha anunciado oficialmente que concluyendo el año lectivo 2025, tras 75 años de funcionamiento, el colegio será cerrado definitivamente. Las instalaciones del colegio siguen ahí, en apariencia en buen estado. Sobrevivieron a los eventos naturales, a la guerra, al accionar de las pandillas y a toda forma de inclemencia, pero así es el ciclo de la vida. Los verdaderos motivos de su cierre solo los propietarios lo sabrán a cabalidad. Todos los centros educativos privados de la zona cerraron desde hace muchos años y solo el CDS había sobrevivido. Cerraron el Instituto Miguel de Cervantes, el Nuevo Liceo Centroamericano, el Liceo David J. Guzmán, el Liceo Salarrué, el Instituto Orantes, el Liceo Rubén Darío, el Liceo Camilo Campos, y muchos otros históricos.

    Cierra el Colegio Divino Salvador, pero atrás deja a camadas de promociones de bachilleres que se consolidaron en amistades perdurables, en cúmulos de gratas anécdotas vividas, en agradecimientos infinitos, en la continuidad de los años maravillosos, en una amalgama de añoranzas que desde el pasado las hacemos revivir cada vez que nos encontramos con nuestros excompañeros y amigos con quienes compartimos aulas, sueños, ilusiones y vivencias.

    Gracias maestros, gracias excompañeros, gracias amigos, gracias promoción 1982-84, gracias a quienes nos sentimos orgullosos de ser divinistas… Se cierra el colegio, pero florece la nostalgia, el orgullo y el honor, así como el deseo de volver a aquellas aulas donde nos forjamos como bachilleres de la república.

    *Jaime Ulises Marinero es periodista

  • Razón y sentido: El poder transformador de las matemáticas y la literatura en la sociedad moderna

    Razón y sentido: El poder transformador de las matemáticas y la literatura en la sociedad moderna

    La lectura de los libros clásicos y el estudio de las matemáticas, aunque aparentemente distintos, convergen en su capacidad de enriquecer profundamente al ser humano y de fortalecer el tejido social en el mundo moderno.

    Ambas disciplinas son pilares del pensamiento, la cultura y el progreso. Su práctica constante genera beneficios que trascienden lo individual para impactar positivamente a la comunidad y a la sociedad.

    Con las matemáticas razonamos con números; con la lectura de un libro, razonamos con ideas abstractas. En ambas se razona, y con ambas se amplía el horizonte del conocimiento. Veamos.

    La literatura clásica ofrece al individuo una ventana hacia la condición humana. Obras como Don Quijote de la Mancha, Hamlet o Cien años de soledad permiten explorar emociones, dilemas éticos y contextos históricos que desarrollan el pensamiento crítico, los valores universales y los desafíos del porvenir.  Leer clásicos mejora la expresión verbal y escrita, estimula la imaginación y fortalece la identidad cultural. En la sociedad, promueve el diálogo intergeneracional, preserva la memoria colectiva y fomenta valores como la libertad, la justicia y la dignidad.

    Como afirma el libro de Proverbios: “El corazón del entendido adquiere sabiduría, y el oído de los sabios busca la ciencia” (Proverbios 18:15). La lectura profunda cultiva el alma y afina la conciencia.

    Las matemáticas, por su parte, entrenan la mente en la lógica, la precisión y la resolución de problemas. Desde las operaciones básicas hasta las teorías complejas, desarrollan habilidades cognitivas esenciales para la vida cotidiana y profesional.

    En el plano social, son fundamentales para la ciencia, la tecnología, la economía y la planificación. Permiten tomar decisiones informadas, optimizar recursos y diseñar soluciones sostenibles frente a los desafíos actuales. En ellas también se revela el orden y la belleza del universo, como lo expresa el salmista: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19:1). Así recordamos que detrás de cada fórmula hay una armonía que trasciende lo humano.

    En conjunto, literatura y matemáticas forman un equilibrio entre sensibilidad y razón, entre arte y ciencia. En estos tiempos modernos, marcados por la velocidad, la polarización y la sobreinformación, ambas disciplinas invitan a la profundidad, al análisis riguroso y a la reflexión ética. Son herramientas para formar ciudadanos conscientes, creativos y comprometidos con su entorno.

    La literatura da voz a las diversas culturas y experiencias; las matemáticas ofrecen un lenguaje universal que trasciende fronteras. En la educación, su integración fortalece el pensamiento integral, preparando a las nuevas generaciones para enfrentar un mundo complejo con sabiduría y humanidad.

    En definitiva, cultivar tanto el pensamiento literario como el matemático no solo enriquece al individuo, sino que construye sociedades más justas, productivas, inteligentes y en constante progreso. Son faros que iluminan el camino hacia un desarrollo humano pleno y una convivencia más armónica.

    Epílogo

    En un mundo que exige respuestas rápidas y soluciones inmediatas, detenerse a leer un clásico o resolver un problema matemático puede parecer un acto contracultural. Sin embargo, es precisamente en esa pausa reflexiva donde se forja el carácter, se afina la inteligencia y se cultiva el espíritu.

    La literatura nos conecta con lo perdurable; las matemáticas nos revelan lo exacto. Juntas, nos enseñan a vivir con propósito y a construir con visión. En ellas encontramos no solo conocimiento, sino sabiduría y el sano deleite de la vida.

  • Dilexit Te

    Dilexit Te

    El Papa León XIV nos sorprende con su primera Exhortación Apostólica cuyo tema se veía venir, después del pontificado del Papa Francisco, y de la elección del nombre “León XIV” en continuidad con “León XIII”: el amor a los pobres.

    En un documento que reboza entusiasmo, León XIV retoma, incluso materialmente, el mensaje enfático y claro, de Francisco. Según nos cuenta el mismo Papa al inicio, la Exhortación ya estaba en el tintero cuando murió Francisco. Aunque el Papa León diga que sólo añadió algunas partes de su puño y letra, el estilo positivo y práctico en que está redactado el documento, deja entrever un autor con formación intelectual estadounidense.

    La estructura del documento es sumamente clara, y no sólo aborda el tema del amor a los pobres en cuanto tal, sino que, además, quiere transmitir al lector la emoción que han experimentado quienes han puesto en práctica ese amor a lo largo de la historia del cristianismo.

    El Papa León XIV toma de la mano al lector para juntos recorrer desde la vida misma de Jesucristo hasta nuestros días, la historia de una Iglesia que siempre se ha distinguido por estar volcada hacia los pobres. No se trata de teorías, sino de uno y otro testimonio vivo, con su respectivo aparato crítico (propio de un académico), de cómo los pobres han sido siempre los predilectos y el tesoro de la Iglesia. En esta línea, es encantadora la escena protagonizada por el Diácono San Lorenzo, cuando las autoridades civiles de la época le piden que se presente con los tesoros de la Iglesia. San Lorenzo se presenta acompañado de una multitud de pobres, y cuando le preguntan por los tesoros, responde “Estos son los tesoros de la Iglesia”.

    El documento papal no es un reproche, ni mucho menos un “sermón”, en el sentido despectivo de la palabra, sino propiamente una exhortación. Quién no se emociona leyendo la historia de los mercedarios que daban su propia vida como pago del rescate de los prisioneros de las guerras de finales del siglo XII y comienzos del XIII; la historia de san José de Calasanz, quien en el siglo XVI, crea las primeras escuelas públicas de la historia en su deseo de dar educación a los pobres Roma; y así, una sucesión de nombres de santos que en su afán de salir al encuentro de los más necesitados, revolucionaron la historia fundando instituciones que hoy forman parte esencial de la vida del mundo moderno: hospitales, asilos, orfanatos, etc.

    La última parte de la exhortación Dilexit Te, consiste en mostrar el inmenso panorama que el mundo actual nos propone para salir al encuentro de los más necesitados en las distintas “periferias”, como les llamaba Francisco. Las palabras del Papa León parecen apuntar a que surjan los nuevos santos que, en una sociedad “pasada de rosca”, fundarán esos manantiales donde irán a beber los necesitados de hoy día.

    *El padre Hugo Anibal Dávila es sacerdote católica, doctor en Teología de la Historia

  • “Sobrevivir es un milagro, curarse es un privilegio”

    “Sobrevivir es un milagro, curarse es un privilegio”

    En El Salvador, enfermarse se ha convertido en un acto de fe, una mezcla entre esperanza celestial y resistencia humana. Es como jugar a la lotería: uno nunca sabe si va a salir con diagnóstico, con medicina o con una cita para dentro de medio año. Y, aun así, los salvadoreños seguimos creyendo que “todo va a estar bien”, aunque el cuerpo diga lo contrario. En este país, la salud no solo es un derecho constitucional, sino una especie de deporte extremo, donde los pacientes hacen fila desde la madrugada, con su termo de café y su rosario, esperando que ese día el sistema tenga misericordia.

    Porque aquí, si uno logra conseguir cita y que el médico esté presente, ya se siente bendecido. Y si además hay medicina… eso ya se considera un milagro digno de documentarse. Mientras tanto, los hospitales privados parecen otro universo paralelo, donde el aire acondicionado sopla como un suspiro hermoso y los pacientes salen con tratamiento, diagnóstico y hasta un chocolatito de cortesía. Allí nadie espera seis meses; lo más que esperan es la factura. Y así, entre las paredes pulcras del sistema privado y las salas abarrotadas del sistema público, se revela una realidad dolorosamente cómica.

    En El Salvador, solo se enferman los que pueden pagarlo. Los demás simplemente resisten, sobreviven y se automedican con el optimismo que les queda. En los hospitales públicos, las recetas médicas se han vuelto piezas de colección. Uno sale del consultorio con una lista que parece un poema: amoxicilina, ibuprofeno, omeprazol. La enfermera sonríe y dice: “vaya a la farmacia”. Pero al llegar, la historia cambia: “no hay, está en proceso de abastecimiento”. Esa frase es ya patrimonio cultural de la salud salvadoreña. En ese momento, el paciente guarda la receta como quien guarda una reliquia.

    Sale caminando con la dignidad intacta, aunque con el estómago vacío. En casa, improvisa su tratamiento: té de ruda, vapor de eucalipto, alcohol con alcanfor, y mucha fe. Y si nada de eso funciona, dice resignado: “si Dios me quiere llevar, ni el seguro me salva”. El humor es la anestesia de los pobres. En el sistema de salud pública, las esperas son tan largas que algunos pacientes terminan curándose solos antes de ser atendidos. Otros, lamentablemente, ya no llegan. Pero nadie pierde el sentido del humor. En la sala de espera, se oyen conversaciones que podrían inspirar novelas.

    “Miré, yo vine por la presión alta, pero con esta espera ya se me bajó”. O aquel clásico: “me duele el riñón, pero peor sería el bolsillo si me voy a una clínica”. Y así, entre risas, el salvadoreño le pone sabor a la tragedia. Porque aquí, reírse también cura. Los hospitales nacionales son verdaderos templos del realismo mágico. Hay ventiladores que suenan como helicópteros, camillas que chirrían como puertas del más allá, y mosquitos que parecen internos de medicina haciendo prácticas. Las enfermeras, con heroísmo que no cabe en una bata, hacen milagros con lo que hay: un termómetro viejo, dos gasas, y mucha vocación.

    Y aunque el sistema se caiga a pedazos, ellas siguen atendiendo con una sonrisa que vale más que cualquier medicina. Porque el verdadero milagro salvadoreño no está en los medicamentos, sino en el personal médico que lucha cada día contra la escasez, la burocracia y el olvido. Conseguir una cita médica en el sistema público es como ganar un sorteo. “Su cita con el especialista está programada para mayo”, le dicen al paciente, mientras este revisa el calendario y descubre que apenas es octubre. El optimismo no se pierde: “bueno, ojalá llegue vivo”, murmura.

    Y si el día de la cita el médico no llega porque “está en capacitación”, el paciente suspira y vuelve a casa, resignado a sobrevivir tres meses más. En cualquier otro país eso sería un escándalo; aquí es rutina. El salvadoreño se adapta a todo, incluso a la espera. El enfermo pobre, sin saberlo, se ha vuelto filósofo. Aprende a aceptar la enfermedad con una mezcla de humor y sabiduría popular. “Este dolor va y viene, como mi suerte”, dice don Pedro, mientras se toma un té de manzanilla porque “el doctor dijo que reposara, pero no explicó cómo hacerlo sin dejar de trabajar”.

    En cada barrio, la salud se defiende con creatividad: la vecina que recomienda ajo para la presión, el compadre que cura con aguardiente, y la abuela que asegura que “todo mal se va con sudor”. Y si el remedio no funciona, pues al menos se intentó, porque en este país la esperanza es más barata que la medicina. El diagnóstico del sistema de salud es claro: padece de escasez crónica, anemia presupuestaria y fiebre de indiferencia. Pero no todo está perdido. A pesar del caos, hay enfermeros que trabajan sin dormir, médicos que atienden con el corazón y pacientes que, entre dolores y bromas, siguen creyendo que un día las cosas mejorarán.

    Porque si algo caracteriza al salvadoreño, es su capacidad de reírse incluso cuando el cuerpo no da para más. Y ahí está la clave: el humor como resistencia, la fe como tratamiento, y la esperanza como medicina universal. Porque, aunque el sistema no tenga medicinas, el pueblo sigue teniendo alma. En el fondo, la salud no se cura solo con pastillas, sino con dignidad. No se trata de pedir milagros, sino de exigir humanidad. Que los hospitales sean lugares de alivio y no de resignación. Que las citas no sean promesas para el próximo semestre, sino oportunidades de vida.

    Como dice la Biblia —con sabiduría que trasciende los siglos—: “El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos.” (Proverbios 17:22). Y quizá ahí esté el secreto del salvadoreño: seguimos riendo, seguimos luchando, seguimos vivos. Porque, aunque la salud en El Salvador esté enferma, el corazón del pueblo todavía late fuerte. Y mientras eso siga así, aún hay esperanza de que un día el sistema también despierte… aunque sea después de su larga cita pendiente con la justicia social.

    * Jaime Ramírez Ortega es abogado

  • Un crimen olvidado del Castrismo

    Un crimen olvidado del Castrismo

    Han transcurrido décadas, abrumadores días y horas, al extremo que los que vivimos esos tiempos aciagos apenas lo recordamos, razón por la cual, es prudente que las nuevas generaciones del hemisferio conozcan que el castrismo desarrolló muchas de las estrategias más violentas y criminales que hayan conocido Las Américas.

    Es muy importante incursionar en el pasado, ningún crimen debe quedar impune y menos olvidado, de ahí la importancia del trabajo que realizan el cineasta Lilo Vilaplana y el activista Reinol Rodríguez, con un documental histórico sobre el fatídico vuelo 495 de Cubana de Aviación, caído en las cercanías de la Bahía de Nipe, después de haber sido secuestrado por seguidores de Fidel y Raúl Castro.

    Rodríguez y Vilaplana intentan hacer visible un crimen que contó con el silencio cómplice de muchos, incluido autoridades y numerosos e importantes medios de prensa de la época. El propio gobierno de Estados Unidos declaró, según medios, que el hecho estaba fuera de su jurisdicción, al parecer, estaban seducidos por la parafernalia del castrismo.

    Estos dos cubanos, comprometidos con la verdad histórica, investigaron a fondo los sucesos mencionados y entrevistaron a sobrevivientes del desastre, entre ellos a Omara González, una pasajera de susodicho vuelo.

    El castrismo fue violento en la insurrección y mucho más como gobierno. En su tiempo colocaron explosivos en lugares públicos para obligar a la población a permanecer en sus casas, asesinaban policías y militares para motivar la represión gubernamental de una feroz violencia oficial que también debe ser recordada, lo que tuvo como colofón la estrategia castrista de “las tres c, cero cines, cero cabarés y cero c…. en alusión a los burdeles”.

    Esta amenaza tuvo una pronta confirmación al explotar una bomba colocada en una abandonada cartera de mujer en un cabaré capitalino, hiriendo a varias jóvenes, una de las cuales, le tuvieron que amputar un brazo, recordaba en una conversación el escritor José Antonio Albertini, quien también fue uno de los que intentó rescatar del olvido el vuelo 496 en su programa en WLRN.

    En ocasiones, la violencia hacia estragos en las propias filas insurrectas, como cuando en la ciudad de Santa Clara dos jóvenes estudiantes transportaban una bomba que fatalmente explotó antes de tiempo.

    Las bombas y secuestros ejecutados por las huestes castristas en cumplimiento de las fatídicas órdenes de los hermanos, quedan pálidas ante el horrendo crimen ocurrido el primero de noviembre de 1958, dos meses exactos antes de que llegara a Cuba una oscuridad que se ha extendido por 66 años y 10 meses, sucedió dos días antes de que se celebraran las últimas elecciones plurales, aunque fraudulentas, de nuestra historia.

    Como una muestra de que la espiral de la violencia castrista estaba presta para operar fuera de la Isla, Raül Castro, dictó la orden 30 en la que autorizaba el secuestro de ciudadanos estadounidenses, lo que condujo a que, en junio de 1958, 49 norteamericanos, entre ellos 20 civiles, empleados de la planta de extracción de níquel de Moa, propiedad estadounidense, y 29 militares de la infantería de marina, estuvieran secuestrados en la Sierra.

    Incomprensiblemente los dolorosos sucesos del vuelo 495 apenas eran aludidos entre los cubanos. En el rescate participo Gerardo Reyes, un notable periodista colombiano que dedicó 10 años de su vida a una investigación que culmino en un libro titulado “Vuelo 495”, una obra en la que se aprecia como personas inocentes son involucradas en situaciones complejas que pueden concluir con su propia muerte.

    El vuelo 495 de Cubana de Aviación fue el primer avión secuestrado en el espacio aéreo estadounidense. Los pasajeros no tenían ningún vínculo con el gobierno cubano, no eran un objetivo político, simplemente, los secuestradores, al parecer, pretendían transporta a las guerrillas orientales armas, municiones y tal vez dinero.

    El viaje a Varadero, poco más de 300  kilómetros, 45 minutos, nunca llegó a su destino. A bordo del turbohélice Vickers Viscount, iban 16 pasajeros, entre ellos una mujer embarazada.

    La aeronave fue capturada por cinco jóvenes militantes del fatídico Movimiento 26 de julio, se afirma que cumplían ordenes de Raúl Castro, la operación terminó en tragedia, según el periódico Gente en su edición de noviembre 16 de 1958, murieron 17 personas, entre ellos seis ciudadanos estadounidenses. Ninguno de los culpables pagó el crimen. Otra tragedia cubana que “nadie quiere escuchar y menos ver”.

    *Pedro Corzo es periodista cubano

  • Perutazo

    Perutazo

    Perú en este momento ha entrado en una gruta oscura. Viene de cambiar presidentes: Ollanta Humala, 2011 (1826 días; el único que ha terminado su período presidencial); Pedro Pablo Kuczyinki, 2016 (601 días); Martín Vizcarra 2018 (955); Manuel Merino, 2020 (5 días); Francisco Sagasti, 2020 (254 días); Pedro Castillo, 2021 (497 días); Dina Boluarte, 2022 (1034 días); José Jerí, asumió el 10 de octubre de 2025 (3 días…).

    Difícil encontrar un cuadro de inestabilidad política como este.

    El nuevo presidente, que responde al nombre de José Enrique Jerí Oré ha dicho que ahora sí, el Perú se arreglará con ‘su’ gobierno. Y se lo ha dicho a ese fantasma que anda por ahí en las calles de Lima, inquieto y harto de tanta tontería política reinante, esto es, se ha dirigido a la ‘Generación Z’.

    Sin embargo, las credenciales del señor Jerí Oré no son muy buenas: apoyó la destitución de Pedro Castillo a finales de 2022; fue de los más entusiastas ―desde el Congreso― colaboradores de la señora que ‘iba a Palacio’ (parafraseando al periodista César Hildebrandt), Dina Boluarte, recién destituida; fue acusado de violación sexual, pero de forma ‘milagrosa’ (¿o misteriosa?) su expediente fue archivado y ahora contribuyó a destituir a la señora Boluarte y se ha subido él mismo a la mula.

    Como era de esperarse, la ‘trayectoria’ de Jerí Oré ha comenzado a difundirse en redes sociales. Así, han sido ‘rescatadas’ algunas frases machistas que propaló en 2011 y en 2012: ‘Las mujeres son seducidas con amor, cariño y respeto. Para todas las demás existe Mastercard’; ‘La salchipapa no está tan apetecible como las comensales’. Es decir, Jerí Oré es personaje de la farándula política y representativo de la tragicomedia política peruana. También dijo en esos años: ‘el sexo hace que se produzcan más neuronas’, ‘la sapiosexualidad es la nueva tendencia del sexo’. En 2013 afirmó: ‘Lo que más me gusta de toda fiesta infantil: ¡Las animadoras! ¡Son un encanto!’. Y en 2014 posteó: ‘¡Las chicas doradas italianas de Rusia son imponentes! ¡Mejor me voy a Italia! ¡Mamma mía!’. O sea, Jerí Oré se las trae…

    Pero hay más. La Fiscalía Provincial Penal Corporativa de Huaral informó de la denuncia en donde se señala a José Jerí como implicado en una presunta violación sexual contra una mujer de 31 años. El hecho se dio el pasado 29 de diciembre de 2024. De acuerdo con la notificación fiscal, la agraviada indicó que en un viaje con ‘fines recreativos’ estuvo presente José Jerí. Horas después, ella perdió el conocimiento por la ingesta de bebidas alcohólicas y, al abrir los ojos encontró una prenda del entonces congresista. La mujer identificó a un hombre calvo y con barba, que por supuesto coincide muy bien con las características físicas de Jerí Oré. ’Al despertar, aún aturdida, me di cuenta de que estaba desnuda y al costado de mi ropa estaba el bividí del congresista José Enrique Jerí Oré’, relató. Ante esas declaraciones, en su momento, el entonces parlamentario de Somos Perú salió a rechazar las acusaciones e indicó que se comunicaría con la agraviada.

    Los antecedentes del nuevo presidente de Perú tienen más tópicos: al parecer también hay acusaciones de crecimiento de su patrimonio sin tener el respaldo adecuado de los ingresos declarados.

    Jerí Oré, que anda por los 36 años y que se supondría debería ser alguien de relevo para la politiquería reinante, en realidad es un ‘hijo auténtico’ de esa maraña de formaciones partidarias que han hecho nido en el Congreso peruano y desde donde despachan la bancarrota política de Perú.

    Establecido todo lo anterior, sin embargo, este personaje que chapotea en el trucado politiquero peruano ha sido alzado a la presidencia de la república. Esto ya no solo es insólito, sino ciencia-ficción pura.

    El Congreso peruano es la institución más desprestigiada del país y sin embargo es la que quita y pone presidentes.

     ¿Por qué sacaron del juego a Dina Boluarte? Quizá por cálculo electoral y porque el acecho ciudadano en las calles no para y ahora con el factor ‘Generación Z’ las cosas serán más complicadas. La señora Boluarte, que no representaba a nadie, ya no servía para la nueva fase electoral que se aproxima. ¿Pero por qué Jerí Oré? Porque en la cadena de sucesión le correspondía por ser el presidente del Congreso, y porque quizá nadie más se quería echar ese trompo a la uña.

    Esa canasta de partidos políticos sanguijuelas creen que de esa manera limpiarán su imagen frente a la ciudadanía, que cuando llevó a Pedro Castillo, había dado un paso firme en el alejamiento de esas babas de políticos mafiosos. ¿Y ahora? ¿No hay vehículo electoral? Quizá sí, pero será insuficiente. Ahora se necesita una coalición nacional para transformar al Perú, no uno o varios partidos políticos para ganar una elección. Y en las calles y caminos de Perú hay ahora un verbo crítico más articulado que antes y más suelto de la politiquería reinante y puede dar lugar a un Perutazo.

    *Jaime Barba, REGIÓN Centro de Investigaciones

     

     

     

  • El espejismo del progreso: lo que el Banco Mundial revela sobre nuestra economía

    El espejismo del progreso: lo que el Banco Mundial revela sobre nuestra economía

    He explorado territorios complejos y poco familiares en mi área cognitiva, donde reconozco que mi comprensión es limitada. Con todo, se trata de un tema esencial para el desarrollo nacional, por lo que resulta imprescindible reflexionar y analizarlo a profundidad. Este interés surge frente al más reciente reporte mensual del Banco Mundial, que aborda la situación económica actual y las perspectivas de crecimiento para El Salvador y la región.

    En el último reporte mensual del Banco Mundial, publicado el martes 7 de octubre, se constata que Guatemala y Panamá lideran el crecimiento económico en Centroamérica para 2025, ambos con un 3.9% del Producto Interno Bruto (PIB). A estos dos países les siguen Costa Rica (3.6%), Honduras (3.5%), Nicaragua (3.1%), República Dominicana (3%) y, solo por encima de Belice (1.5%), se sitúa nuestro país, El Salvador, con un crecimiento proyectado del 2.5%.

    Leo esto con sorpresa, pues, aunque la carga financiera familiar es palpable, mientras que las imágenes que nuestro actual gobierno proyecta muestran un panorama de bonanza, bienestar y felicidad del pueblo salvadoreño. Sonrisas, algarabía y fiesta llenan nuestras calles y avenidas del centro histórico. No es casual que los diputados de la Asamblea Legislativa no dejen de agradecer al presidente Bukele por el impacto de sus políticas en la vida cotidiana, políticas que ellos mismos han aprobado.

    Pero ahí está la confusión: si el pueblo vive en un supuesto paraíso de felicidad, con el estadio y la biblioteca más grandes de Centroamérica, ¿por qué otros países centroamericanos, incluso algunos que miramos con desdén, registran un crecimiento económico más fuerte? Según reportes del gobierno, el turismo ha inundado nuestras playas y volcanes; se habló incluso de un «tsunami» de turistas hondureños dejando millones de dólares en nuestra economía. Pero ¿a dónde va ese dinero? ¿Por qué no se traduce en un mayor crecimiento económico?

    El caso de Honduras, con su imagen de narcoestado y altos índices de violencia, y aun así con un crecimiento mayor al nuestro, levanta preguntas. Su población incluso clama por un liderazgo como el de Bukele, admirando lo «bonito» que está El Salvador.

    ¿Está equivocado el Banco Mundial? ¿Recibe dinero de intereses externos cuestionables? La explicación de esta contradicción radica en que el crecimiento económico no siempre se refleja de inmediato en la percepción social o en ciertos sectores visibles. Factores estructurales como la baja inversión privada, restricciones fiscales, productividad limitada, desigualdades, y desafíos institucionales que persisten, limitan la capacidad real de crecimiento sostenible. La retórica oficial y las imágenes pueden mostrar un progreso tangible en infraestructura y símbolos de desarrollo, pero estos no siempre corresponden a un crecimiento económico más amplio y equitativo reportado por expertos internacionales.

    El período presidencial en el que El Salvador registró su mayor crecimiento económico reciente fue durante la administración del presidente Nayib Bukele, particularmente en el tercer trimestre de 2021, cuando el Producto Interno Bruto (PIB) creció un 11.7% en comparación con el mismo período del año anterior, según datos oficiales del Banco Central de Reserva (BCR). Este repunte estuvo impulsado principalmente por las actividades del sector servicios —restaurantes, hoteles, transporte, almacenamiento y servicios personales— y representó, en buena medida, un “efecto rebote” tras la fuerte contracción del -7.9% registrada en 2020, producto de la pandemia de COVID-19 y las restricciones sanitarias que paralizaron gran parte de la economía.

    Sin embargo, el dinamismo no se sostuvo. En 2022 el crecimiento se desaceleró a un 3.2%, afectado por la alta inflación global y un entorno internacional menos favorable. En 2023, la economía repuntó ligeramente a 3.5%, gracias a la mejora en seguridad, el auge del turismo y un mayor dinamismo del consumo interno.

    Los desastres naturales ocurridos en 2024, junto con una deuda externa que ya equivale al 88% del PIB, un desempleo estructural persistente y una baja calidad educativa, redujeron el crecimiento económico a un 2.6% y consolidaron un entorno poco atractivo para la inversión extranjera. Además, diversos registros indican que el gobierno de Nayib Bukele probablemente constituye el período presidencial en el que la deuda externa ha aumentado más en términos absolutos, al menos desde que existen registros comparables a partir de 1991.

    Un crecimiento económico débil, como el actual, limita la generación de empleo, incrementa la pobreza y frena la inversión pública en salud y educación, ya que los ingresos fiscales crecen lentamente. Esto, a su vez, debilita la demanda interna y restringe el consumo.

    En este contexto, El Salvador necesita con urgencia estrategias efectivas para reactivar su economía. Ha llegado el momento de evaluar el impacto económico de un régimen de excepción que ya suma tres años de vigencia, y preguntarnos si las políticas actuales están realmente contribuyendo al desarrollo sostenible del país.