Categoría: Opinión

  • Cuba en la memoria

    Cuba en la memoria

    La memoria puede hacernos trampas, pero hay situaciones, experiencias, que no se olvidan, aunque te lo propongas.
    Tengo las vivencias de los primeros años de triunfo de la insurrección castrista muy frescas, por eso, cuando en Radio Martí me propusieron hacer un programa y dijeron como se llamaría, me dije que escribiría un artículo con ese nombre y abordaría temas que las nuevas generaciones de cubanos probablemente ignoren.

    Las primeras semanas de 1959 el populismo sangriento del castrismo recurrió a la división de la población entre revolucionarios y no revolucionarios. Se confiscaron medios de prensa que pasaron al control absoluto de los nuevos funcionarios y se desplegó una campaña propagandística a favor de Fidel Castro, en un país que contaba con amplios recursos en ese sector.

    Con el pasar del tiempo las religiones, particularmente la Iglesia Católica, antigua aliada, pasó a ser un enemigo mortal. Castro no quería más Dios que él, siempre se vio como el supremo, dueño de vidas y haciendas, condición que le confirieron muchos de sus compatriotas y extranjeros.

    El sectarismo cundió, fue una especie de aviso que se complementó con mítines de repudio contra quienes abandonaban el país, practicaban una religión, o eran contrarios de las propuestas castristas. Meses más tarde, se institucionalizo la delación con una intensa campaña a favor de los diabólicos Comités de Defensa de la Revolución como paradigmas, paralelo a una campaña de victimización del gobierno para justificar las masivas confiscaciones de las grandes industrias y empresas que habían conducido al país a un progreso innegable.

    Por supuesto, todas las ocurrencias que recuerdo estaban enmarcadas en mítines multitudinarios que empezaban y concluían adorando a Fidel Castro y la revolución, con consignas repetidas en las calles y los medios, como, “Esta es tu casa Fidel”, “Si Fidel es comunista que me pongan en la lista” y la más indignante de todas, “Elecciones para que”, simultáneo, con una campaña de intimidación sistemática y permanente, basada en una represión masiva que se ha extendido por más de 66 años sin atisbos de concluir.

    La libertad de información y expresión, amenazada desde el mismo primero de enero de 1959, fue abolida en el simbólico entierro del periódico Diario de la Marina, vergüenza protagonizada por estudiantes universitarios bajo orientación de los hermanos Fidel y Raúl Castro, cuyos partidarios hacían fogatas de libros como la que presencio el escritor Jose Antonio Albertini en el Paseo de la Paz de la ciudad de Santa Clara.

    El trasfondo de aquella vocinglería de esbirros adorando al nuevo amo, muy pocos querían escuchar, era el sonido de la descarga de fusiles frente al paredón de fusilamientos cuyas proximidades estaban cubiertas de sangre como me relato en una entrevista la exprisionera política Olga Morgan, cuando arrestada, fue conducida al paredón de fusilamiento de La Cabaña, donde su esposo, el comandante William Morgan, había sido muerto unos días antes.

    Fidel Castro inundó el país con una política populista y demagógica en la que una falsa justicia social era la meta. Mientras dictaba leyes como la 270, rápidamente revocada, o entregaba gratuitamente ropa y zapato a los obreros, las personas que abandonaban el país eran objeto de confiscaciones que incluían viviendas, vehículos y cuentas bancarias, sin que faltara el decomiso de un anillo, cadena o cualquier bien personal que pudiera tener algún valor.

    El proceso, demandaba un control absoluto de la economía para imponer el sistema totalitario, así que el 13 de marzo de 1968, en la titulada Ofensiva Revolucionaria, cumpliendo el mandato de Fidel Castro, fueron expropiados por el estado casi 80,000 establecimientos comerciales, muchos de los cuales fueron clausurados, pasando los cubanos por mandato de la enjundia divina del máximo líder, a ser única y exclusivamente empleados del estado.

    Esta acción gubernamental condujo al país a una ineficiencia económica absoluta. La disminución de la oferta de productos y servicios golpeo fuertemente a la población. La miseria se extendió y profundizó, la dependencia de la URSS y el bloque socialista en general se acentuó mientras los hermanos Castro enviaban a morir como mercenarios a miles de compatriotas en las guerras imperiales de Moscú que Fidel hizo suyas para pagar con sangre cubana su deuda con la Unión Soviética.

    *Pedro Corzo es periodista cubano

  • La próxima evolución de la ayuda humanitaria: ¿elefante M&E o tigre de Bengala?

    La próxima evolución de la ayuda humanitaria: ¿elefante M&E o tigre de Bengala?

    El reciente discurso de Trump en Naciones Unidas, en el que cuestionó el desempeño de la ONU, no es un episodio aislado, sino el reflejo de una tendencia que probablemente continuará en la política internacional durante la próxima década: el cuestionamiento sistemático al valor de la ayuda exterior, al sector humanitario y a los organismos multilaterales que han sostenido la arquitectura global de la cooperación desde la Segunda Guerra Mundial. En este contexto, el sector humanitario enfrenta un reto fundamental: demostrar con hechos y cifras verificables por terceros —y no únicamente con principios— su impacto y relevancia.

    Presentada como una defensa de los contribuyentes, la narrativa de que la cooperación internacional constituye un gasto inútil o poco transparente derivó en el cierre de USAID, la institución que más fondos destinaba a la ayuda humanitaria y al desarrollo a nivel mundial. En materia de salud, un artículo publicado en la prestigiosa revista científica “The Lancet” estimó que los programas de USAID habrían prevenido más de 91 millones de muertes en países de ingresos bajos y medianos entre 2001 y 2021. A ello se suman otros logros importantes, aunque no siempre verificables con el mismo rigor, en ámbitos como la educación, el crecimiento económico o la gobernanza. Sin embargo, los opositores de USAID argumentaban que la inversión respondía a agendas políticas contrarias a Trump, como la equidad de género o la atención al cambio climático, e incluso acusaban a la agencia de despilfarro o de ineficacia para frenar la migración irregular hacia Estados Unidos.

    Esta narrativa probablemente persistirá en el espectro político de los países que actualmente asignan más recursos a la cooperación internacional. En Estados Unidos, Elon Musk, quien hoy aparece como el principal contrapeso a Trump dentro del Partido Republicano, estuvo personalmente detrás del recorte a USAID. En Europa y otras regiones, partidos populistas también cuestionan los compromisos globales en nombre de la prioridad de atender necesidades internas, poniendo en riesgo su disponibilidad futura de fondos de cooperación. En este clima, el sector humanitario corre el riesgo de perder legitimidad y financiamiento si no responde con pruebas contundentes de su utilidad y eficacia. Tradicionalmente, estas pruebas provienen de equipos de monitoreo y evaluación que trabajan para los proyectos, con la supervisión y orientación técnica de los donantes de fondos o las organizaciones ejecutoras.

    No obstante, el reciente caso de USAID demuestra que la manera en que muchos donantes supervisan y distribuyen recursos necesita corregir problemas de asimetría de información derivados de un fenómeno conocido por los economistas como “riesgo moral”. Esto ocurre cuando un grupo con más información (los ejecutores de proyectos) tiene un incentivo (asegurar la continuidad de fondos) o un mecanismo de protección (el amparo de la agencia) que lo lleva a priorizar “resultados” medibles, pero no necesariamente significativos para un tercero (el congreso estadounidense). Los economistas utilizan este término no para juzgar la moralidad de los actores, sino para mostrar cómo la falta de alineación de objetivos entre ellos conduce a ineficiencias.

    En otras palabras, es posible que más estadounidenses hubieran protestado contra el cierre de USAID si la agencia hubiese contado con más resultados verificables de efectos reales. Lamentablemente, muchos de sus proyectos se evaluaban mediante indicadores superficiales vinculados a acciones —como el número de vacunas administradas o las capacitaciones impartidas— en lugar de resultados finales, como la reducción de la mortalidad o el aumento de la alfabetización. Así, mientras era sencillo reportar cuántas personas asistieron a un curso, era mucho más difícil demostrar cuántas aprendieron realmente a leer o a escribir.

    En defensa de las entidades ejecutoras, también es cierto que ninguna habría aceptado comprometerse a medir impacto sin contar con fondos suficientes para llevar a cabo evaluaciones que suelen ser onerosas, haciendo inviables proyectos altamente focalizados, pero de gran potencial. De ahí que la solución no pase por sustituir agencias ni demonizar a los ejecutores, sino por incorporar un nuevo actor que cierre las asimetrías de información y otorgue credibilidad a las evaluaciones.

    La academia es un candidato natural para asumir ese rol, pues dispone de las competencias para que investigadores independientes desarrollen indicadores y validen datos confiables sobre el desempeño y los logros de los proyectos humanitarios e incluso de infraestructura. La responsabilidad de financiar este esfuerzo no debería recaer únicamente en los donantes, que ya enfrentan la presión de ajustar presupuestos limitados para atender múltiples crisis. Los gobiernos de los países en desarrollo, principales beneficiarios de la cooperación y al mismo tiempo quienes más arriesgan perder recursos, deben asumir un papel más activo. Una vía es la creación de oficinas nacionales de M&E con participación del Estado, la academia, el sector privado y la cooperación internacional. Estas oficinas generarían la evidencia que demandan los contribuyentes de los países desarrollados, aumentarían la transparencia en el uso de fondos y mejorarían la calidad de los proyectos futuros. Además, sus hallazgos podrían orientar con mayor eficacia la inversión pública interna hacia las comunidades que reportan mayores resultados.

    La lección es clara: los cuestionamientos a la cooperación no desaparecerán. La respuesta no puede limitarse a la defensa retórica de principios humanitarios, sino a la construcción de evidencia sólida que demuestre su valor real. Solo una apuesta decidida por sistemas de monitoreo y evaluación robustos, capital humano especializado y mecanismos de validación internacional permitirá que la cooperación internacional evolucione y conserve legitimidad en un mundo polarizado que cada vez se asemeja más a una sabana.

    En la naturaleza, el elefante ha sobrevivido gracias a una evolución que fortaleció su memoria colectiva y su capacidad de transmitir conocimiento entre generaciones. Esa herencia —recordar rutas de agua en sequías, identificar amenazas y sostener la cohesión de la manada— lo convirtió en un símbolo de resiliencia y de fuerza paciente en entornos cambiantes. El tigre de Bengala, por su parte, evolucionó hacia la agilidad y la potencia individual, perfeccionando la capacidad de imponerse sin depender de vínculos colectivos.

    La cooperación internacional enfrenta hoy una disyuntiva semejante. Puede optar por el camino del elefante, evolucionando hacia una memoria institucional más sólida mediante sistemas de monitoreo y evaluación robustos, transparentes y validados por terceros, que refuercen su legitimidad en un entorno de escepticismo creciente. O, si fracasa en esta evolución, puede ser desplazada por modelos de ayuda más parecidos al tigre: veloces y eficaces en apariencia, pero menos comprometidos con la rendición de cuentas y con los principios democráticos que históricamente han sostenido el orden internacional.

    *Gabriel Pleités, Ph.D. en economía por la Universidad de Utah.

  • Diálogos medievales, desafíos actuales…

    Diálogos medievales, desafíos actuales…

    Recientemente, el mundo se conmocionó con el asesinato de un activista norteamericano durante una presentación universitaria. La noticia inundó las redes sociales y se convirtió en tema de conversación para millones de personas en todo el mundo. Las reacciones no se hicieron esperar y, como los temas que abordaba el activista, la polarización ha sido extrema.

    Este hecho me llevó a reflexionar sobre el verdadero objetivo de un diálogo. Con frecuencia, las discusiones cotidianas se reducen a defender posturas preconcebidas o puntos de vista opuestos, donde lo único que se logra es levantar la voz y, en el peor de los casos, llegar a episodios violentos.

    Sin necesidad de recurrir a casos tan extremos, he observado que muchas discusiones ordinarias surgen por malentendidos o por asuntos poco relevantes. Sin embargo, los ánimos se caldean, se pierde la perspectiva del tema y las conversaciones derivan en agresiones personales o en intentos de desacreditar al interlocutor. Es lo que se denomina la falacia ad hominem que es un tipo de argumento lógico que ocurre cuando alguien ataca a la persona que hace un argumento en lugar de atacar el argumento en sí. Es decir, en lugar de analizar la validez o evidencia de lo que se dice, se descalifica al interlocutor para debilitar su posición.

    A menudo, las personas que discuten piensan tener la razón absoluta y, al sentirse en posesión de la verdad, la defienden con vehemencia sin detenerse a escuchar el punto de partida de quien tienen delante. Muchas veces se está defendiendo el mismo argumento, pero desde perspectivas distintas.

    Al reflexionar sobre esto, recordé lo que alguna vez leí acerca del método escolástico o las discusiones medievales, especialmente en el ámbito académico y filosófico, que marcaron el desarrollo intelectual de Europa en universidades y escuelas monásticas. A estas se les denominaba disputationes.

    Estas disputationes eran debates formales, cuidadosamente estructurados, cuyo fin era buscar la verdad a través de la lógica, la argumentación y la autoridad de los textos clásicos. No se trataba de “ganar” una discusión, sino de esclarecer la verdad sobre la cual se dialogaba.

    El proceso comenzaba con la formulación de la quaestioquodlibetalis, o status quo de la cuestión presentada por un maestro o moderador. Este exponía brevemente el tema y ofrecía los antecedentes necesarios, apoyándose en distintos argumentos. Una vez acabada la disertación, el respondens, que había escuchado con atención y comprendido lo expuesto, debía resumir fielmente lo dicho por el ponente, pidiendo su confirmación: “Lo que has querido decir es…”. Solo cuando el ponente principal validaba el resumen y certificaba que se había comprendido correctamente lo argumentado, se permitía iniciar la contraargumentación. En caso contrario, el ponente repetía o aclaraba sus argumentos.

    Solo con la venia del ponente se le permitía al respondens rebatir lo expuesto. Antes de eso, cualquier discusión carecería de sentido, pues se hablaría de temas distintos.

    El intercambio de razones y objeciones se hacía mediante silogismos y reglas de lógica formal, con intervenciones claras y fundamentadas. Lo esencial no era defender ideas previas, sino iluminar la verdad. Al final, el moderador ofrecía una determinatio, es decir, una resolución definitiva que explicaba por qué ciertos argumentos era más sólidos y, cuando era posible, conciliaba las posturas enfrentadas.

    Un ejemplo clásico de este método se encuentra en la Summa Theologica de Tomás de Aquino, donde cada cuestión se desarrolla presentando primero el tema a tratar, luego las objeciones que se han presentado a lo largo de la historia, seguidas de la exposición de cada objeción (sed contra), la propuesta de una solución que tenía en cuenta todas las objeciones previas y, finalmente, una respuesta cuidadosamente argumentada.

    Las disputationes medievales fueron un ejercicio riguroso que combinaba lógica, autoridad y fe en la búsqueda de la verdad. Su legado perdura en la filosofía, la teología y la educación, recordándonos que discutir no debería ser un acto de confrontación, sino un camino compartido hacia la claridad.

    Si nos acostumbráramos a escuchar y entender el punto de vista de la otra persona, muchas discusiones podrían evitarse, y descubriríamos que muchas veces estamos de acuerdo más de lo que creemos.

    *El padre Fernando Armas Faris es sacerdote católico y doctor en filosofía 

  • Análisis criminológico de la vulnerabilidad digital en la Operación Escudo Virtual

    Análisis criminológico de la vulnerabilidad digital en la Operación Escudo Virtual

    Desde una perspectiva criminológica y a la luz del caso denominado como «Escudo Virtual» en El Salvador, que apuntan a desarticular redes de estafa transnacionales por parte de la FGR y PNC, es imperativo señalar que el ciberdelincuente ya no ataca fallas técnicas, sino la «falta de higiene digital» y la confianza humana. En la Estafa 4.0, la tecnología es solo la herramienta; la verdadera vulnerabilidad reside en el comportamiento del usuario en las redes sociales y plataformas de información.

    A continuación, detallo los principales aspectos vulnerables que son explotados por los estafadores en el marco de las nuevas tecnologías:

    1. La hiper exposición en redes sociales (El factor OSINT Criminal)

    El error más grave de la víctima es la sobreexposición voluntaria de información (OSINT: Open Source Intelligence) que el estafador utiliza para hacer creíble el engaño.

    Geolocalización y rutinas: publicar fotos etiquetadas en casa, en el trabajo, o durante unas vacaciones («Estoy en la playa toda la semana») es una «invitación al riesgo». Permite al estafador suplantar la identidad de un ser querido con un relato de urgencia («Mamá tuvo un accidente y necesito una transferencia inmediata»), sabiendo que la víctima no puede verificarlo al estar lejos.

    Datos de seguridad clásicos: la mayoría de las preguntas de seguridad de los bancos (nombre de la primera mascota, fecha de aniversario, ciudad de nacimiento, nombre de soltera de la madre) se encuentran en biografías, hashtags de celebración o encuestas virales de Facebook. El estafador solo tiene que recolectar estos datos para facilitar el restablecimiento de contraseñas o el acceso remoto a las cuentas.

    Vínculos familiares y emocionales: al publicar fotos con familiares, la víctima crea un mapa de relaciones que es explotado por la técnica del «vishing» (estafa telefónica). Al conocer el nombre de un hijo o cónyuge, el estafador gana inmediatamente una capa de credibilidad al iniciar la llamada o el mensaje.

    2. La Manipulación Emocional y la Urgencia Artificial

    Los ciberdelincuentes explotan dos pilares de la psicología humana en el entorno digital:

    Miedo y coerción (suplantación institucional): el delincuente se hace pasar por una entidad con autoridad (FGR, PNC, un banco o una Fintech). Genera un sentido de urgencia desmedido («Su cuenta será bloqueada en 5 minutos si no verifica aquí», «Tiene una multa pendiente con el MH»). Esta presión psicológica anula la pausa reflexiva, llevando a la víctima a hacer clic en enlaces de phishing o proporcionar datos sensibles sin pensarlo.

    Codicia y oportunidad (fraude de inversión): en El Salvador se ha observado el auge de fraudes con criptomonedas o falsas oportunidades de inversión. Se promete un retorno «demasiado bueno para ser verdad» o un «empleo fácil» (Money Mule). La víctima, ante la promesa de una ganancia rápida y simple, desactiva su escepticismo y entrega dinero o sus datos de cuenta para «recibir el pago».

    3. El eslabón humano de la Red Criminal (las mulas bancarias)

    Este es un aspecto crucial revelado por el caso denominado Escudo Virtual:

    Cuentas de mulas: Los estafadores se aprovechan de la necesidad económica de jóvenes o adultos para reclutarlos como «mulas de dinero». Estas personas, a menudo sin experiencia criminal previa, prestan o alquilan sus cuentas bancarias personales a cambio de una comisión “por no hacer mucho”

    Vulnerabilidad legal: Al permitir el depósito y la transferencia rápida de fondos robados, estas personas se convierten en el eslabón más rastreable y vulnerable de la cadena de lavado de dinero, exponiéndose a cargos penales severos por facilitar el fraude o el lavado, tal como se ha visto en las capturas masivas de la operación.

    Conclusión Criminológica

    La Estafa 4.0 triunfa porque combina el poder de la tecnología (automatización y deepfakes) con la debilidad humana (la urgencia, la codicia y el exceso de confianza). La defensa ya no es solo técnica, sino cultural. Reducir la vulnerabilidad pasa por aplicar la «regla del escepticismo cero»: dudar de toda comunicación no iniciada por uno mismo y tratar la información personal en redes sociales como munición para el crimen organizado.

    Mis felicitaciones a las autoridades fiscales, policiales, ministerios de seguridad pública y justicia y el ministerio de defensa que han trabajado en equipo y con alto compartimentaje durante muchos meses hasta llegar a esta etapa de éxito.

    *Ricardo Sosa es doctor y master en Criminología

    @jricardososa 

  • Si esto es un hombre…

    Si esto es un hombre…

    El hotel se encontraba situado a pocas cuadras de la Plaza de la Cultura de San José, me llevó allí Pablo López Ulacio, “te hacen un buen precio por mes y se encuentra cerca de las principales vías, allí llegué cuando me vine a Costa Rica, huyendo del gobierno” me dijo el Director de La Razón. No entendí, y le pregunté ¿pero Chávez no escribía en ese periódico, cuando nadie le paraba, cómo es eso que ahora te persiguen?. Fíjate que nos tocó reseñar el primer caso de corrupción que se dio a los pocos meses de su mandato, el de la Imprenta Micabú, propiedad de Luis Miquelena, donde se  imprimieron más cinco millones de ejemplares de la Constitución aprobada, y de los Seguros Mundial, a quien le otorgaron el monopolio de los seguros de los ministerios.

    Sacamos la noticia con datos, documentos, fechas, nombres y apellidos. Hasta al Grupo Gato, aquél de Molina Gasperi nos mandaron, juicios penales y allanamiento. Así que me fui.

    Un par de meses después, leyendo un encartado del diario La Nación,  me topé con un ensayo acerca de Primo Levi; un judío sefardita de origen italiano sobreviviente Auswitchz, capturado cuando iba a incorporarse a la resistencia, y entregado a los nazis. Luego de su liberación en 1945 escribió varios libros testimoniales (Si esto es un hombre, La tregua, Los Hundidos y Los Salvados).
    En uno de ellos relata que lo que mas le impresionó, lo desmoronó de la humanidad, fue haber constatado que quienes torturaban, asesinaban o daban las ordenes eran personas con un grado de cultura adecuado, médicos, enfermeras, ingenieros, juristas, intelectuales. En otro paraje escribe “Debemos constatar una vez más, que el ultraje es incurable: se arrastra con el tiempo, y las Erinias, en las que es preciso creer, no acosan tan solo al torturador, perpetúan el ultraje cometido por él al negarle la paz al atormentado”.

    Años después de haber sido liberado, ejercer su profesión de químico, escribir libros y dar conferencias, se suicidó (1987); no logró interiorizar, esa “banalización de mal”, como lo conceptualizó Annah Arendt.

    Me niego a  entender los motivos o causas psicosociales que conducen al hombre ejecutar hechos como el Holocausto judío, y tantos más en la desconcertante historia de la humanidad.

    Hay otros, como el genocidio que ha venido perpetrando en Venezuela el chavismo/madurismo, junto a sus secuaces cubanos, oportunistas e indiferentes, donde la tortura se convirtió en política de estado. Las causas de su amoralidad o inmoralidad, de su enfermedad espiritual o psíquica se las dejo a los sacerdotes y a los sicólogos, y deseo fervientemente que muy pronto, a los jueces penales nacionales e internacionales, aunque a ellos les toca conocer los efectos y no las causas.

    Hay igualmente otros genocidios perpetrados que los españoles de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y demás contertulios, como Petro, Lula y demás desubicados en la historia ignoran, dejan pasar por alto; me refiero a las Naciones Unidas, a la Unión Europea, como el genocidio armenio, no el turco de 1915, sino éste reciente, el ejecutado por Azerbaiyán contra la población de origen armenio. Donde la intermediación de la gestión del Presidente Trump, aparentemente, puso fin el pasado 8 de agosto a una guerra entre las dos naciones, que duraba ya más de 20 años.

    Tampoco la ONU, convertida en una búnker del wokismo,  ha condenado o intervenido en Africa. Concretamente en Nigeria, en la República Popular del Congo, Sudán, Etiopía y Somalia para detener el asesinato de cristianos que pasan de 3.100 mil en lo que va del año, solo en Nigeria; otros tantos secuestrados o encarcelados, y más de cuatro mil edificios destruidos entre escuelas, templos y hogares, todos perpetrados por islamistas fanáticos que no han logrado superar la Edad Media.

    En Corea del Norte no hay libertad religiosa, pero se calcula que unas 400 mil personas practican la religión cristiana a escondidas, porque si el régimen de Kim Jong-un los descubre son enviados a prisiones con trabajo forzoso e incluso ejecutados.

    Esta es la telaraña de la Naciones Unidas, donde un país agredido es señalado de agresor y el agresor de víctima. Como es el caso concreto y actual del Israel y la organización terrorista palestina Hamas. El desconcierto, ignorancia o fragilidad conceptual es de tal magnitud, que una competencia deportiva tradicional, tan española como puede ser el cantejondo o la bota Tres Z, la Vuelta Ciclista de España fue saboteada por Pedro Sánchez y sus socios deslucidos y peor vestidos de Podemos y Puigdemont.

    No hubo podio de honor para los ciclistas, dado que en cada villa por la que atravesaban eran agredidos, interrumpidos por verdaderos zombis que ondeaban banderas palestinas, frente a ellos. (Recientemente leí una declaración del Ministro de Cultura donde proponía que, si Israel llegaba a clasificar para el mundial de fútbol, España debía abstenerse de participar…).

    Fueron muchos los saboteadores de la Vuelta a España, por lo que es válido preguntarse, si de verdad están convencido de de quién es quien es esta guerra ¿por qué no se alistan y se van a combatir en Gaza?

    El desconcierto es de tal magnitud que países como Reino Unido, Francia, Canadá, Bélgica, Mónaco entre otros europeos apoyan el reconocimiento del Estado Palestino. Demagogia, eso está previsto desde 1945, pero ahora se resalta como algo nuevo. Y uno se pregunta ¿Cuáles limites tiene ese Estado, existe una estructura de gobierno, una Carta constitutiva, o solo son las instrucciones del jefe de turno de Hamas, quienes marcan el paso?

    ¿Fue el gobierno de la Autoridad Nacional Palestina la que dio la orden o fue iniciativa no consultada de la organización terrorista Hamas, la de invadir y atacar a Israel el pasado siete de octubre de 2023?

    Ese amanecer, actuando sobre seguros y nocturnidad, un comando de terroristas palestinos fuertemente armados asesinaron con saña a 1.200 ciudadanos judíos no combatientes de todas las edades  y sexo, violaron muchachas jóvenes para exibirlas atadas al capó de sus siniestras camionetas, ensangrentadas y agonizantes, y secuestraron a 240 personas, igualmente de todas las edades y sexo, muchas de las cuales ya han fallecido.

    Sí, algo está descontrolado en la comunidad internacional, y por supuesto en las Naciones Unidas. Y en algún momento Occidente, o lo que va quedando de ella, su cultura y valores, tendrá que reaccionar, por elemental sentido de sobrevivencia.

    *  Juan José Monsant Aristimuño fue embajador de Venezuela en El Salvador

  • Avenidos con la acción del bien, la derrota del mal se consigue

    Avenidos con la acción del bien, la derrota del mal se consigue

    Reforzar nuestro compromiso con una atmósfera libre de artefactos, en un contexto de creciente inestabilidad mundial, es algo tan preciso como necesario. Comenzar, exactamente, eliminando totalmente las armas nucleares del astro; es, sin duda, el mejor propósito vivencial en un mundo global para fraternizarnos y no dejarnos vencer por el veneno del mal. Necesitamos reconstruirnos y no destruirnos, desterrar y destronar de nuestros horizontes los violentos enfrentamientos fratricidas, abrazarnos a la bondad y adherirnos al bien. La quietud la conseguiremos en la medida que custodiemos los vínculos y fomentemos iniciativas y obras buenas. No tiene sentido, pues, proseguir con el rumbo de las absurdas contiendas.

    Lo sé, no es fácil cambiar de itinerario, y más en un cosmos asfixiante, que deja en entredicho constantemente la autonomía del ser humano. Tristemente, la primera gran mentira es la violencia que echa abajo lo que se pretende defender, tanto la dignidad, cono la propia existencia de cada cual y la libertad de la persona. Por tanto, es indispensable promover una gran obra pedagógica de las conciencias, que formen universalmente a todos en lo justo, especialmente a las nuevas generaciones, abriéndolas al espacio del humanismo integral y solidario. Lo que no es de recibo, que se mantenga el exterminio nuclear entre nosotros, arreciado por las divisiones y la desconfianza, adyacente a los excesivos gastos militares y a que los países intimiden con su poderío nuclear.

    Desde luego, hay que comenzar por dar vida a un nuevo orden social, económico y político, activando el diálogo sobre los enfrentamientos, pero no sólo con palabras, sino también con hechos concretos; teniendo muy presente el bien común y sus consecuencias sociales. Cuando se promueve el cultivo de la asistencia en todas sus dimensiones, se promueve la concordia. Trabajar unidos por estos valores, de respeto y promoción de la persona y de sus derechos fundamentales, desde una perspectiva ecuménica, contribuirá a asegurar nuestro futuro común. Precisamente, los horrores de la Segunda Guerra Mundial culminaron en las explosiones de Hiroshima y Nagasaki, lo que puso de relieve la necesidad de abordar el problema nuclear, así como la pertenencia a la familia humana.

    Lógicamente, esta dependencia ciudadana, titular de obligaciones y derechos, mundializada y hogareña, unida por un origen y destino común, nos ruega cultivar el culto a la cultura, con un buen hacer y un mejor obrar, con la condena al racismo, la tutela de las minorías, la asistencia a los prófugos y refugiados, la movilización de la solidaridad internacional para todos los necesitados; además de aplicar el destino universal de los bienes, asegurando a todos las condiciones esenciales para participar en el desarrollo. Por consiguiente, tomar la moralidad de la interdependencia entre países ricos y pobres, por si mismo ya es un gran avance, lo que nos exige un mayor espíritu cooperante para afrontar adecuadamente el desafío de la pobreza.

    En consecuencia, todos estamos llamados a trabajar en la pugna de las desigualdades, como tampoco nadie puede eximirse del esfuerzo del trabajo como deber y derecho, incluidas las lágrimas y el sudor vertido en la lucha, para vencer la malignidad con la honestidad. Lo fundamental es aprender a combatir esta brega con las armas del amor. Al fin y al cabo, si todo se realiza en buen término a través de la unidad y en comunión, hagámoslo asimismo para acabar con las armas nucleares y empezar un tiempo nuevo que despierte en nosotros la esperanza del cambio, con el aliento necesario para no caer en el desaliento y el corazón encendido de generosidad. Únicamente, de este modo, por muchas caídas que tengamos, podremos reponernos y continuar reencontrándonos entre sí como hermanos.

     

    *Víctor Corcoba Herrero es escritor español

    corcoba@telefonica.net              

     

  • ¿Está la democracia en peligro? El fin del Viejo Mundo y la incógnita del Nuevo

    ¿Está la democracia en peligro? El fin del Viejo Mundo y la incógnita del Nuevo

    El Viejo Mundo parece estar a punto de expirar, sin que el Nuevo Mundo termine de abrirse paso en nuestras vidas. Esa transición incompleta genera angustia en la conciencia colectiva. Con todo lo que estamos experimentando y percibiendo —guerras en varios continentes, desigualdad extrema, abusos de poder en múltiples países, el auge de gobiernos populistas—, muchos nos preguntamos si no estamos, en realidad, frente a un mundo fallido, donde la democracia ya no logra responder a las necesidades de nuestra era.

    De acuerdo con sus teóricos, la democracia liberal moderna se sostiene sobre cuatro pilares fundamentales: participación ciudadana, limitación del poder, protección de derechos y un gobierno responsable ante el pueblo. Sin embargo, en la práctica —tanto a nivel global como en nuestro propio país— vemos cómo el sistema ha sido secuestrado por élites, tanto internacionales como locales (Elon Musk y sus compinches incluidos). La desigualdad estructural se mantiene férreamente resistente al cambio; el populismo y la manipulación avanzan a pasos agigantados, acompañados del debilitamiento institucional, la corrupción extendida y la falta de independencia judicial. Y, quizá lo más preocupante de todo, se profundiza la desafección ciudadana.

    Los jóvenes en distintas partes del mundo han comenzado a cuestionar las democracias parlamentarias y a mostrar preferencia por sistemas de gobierno que perciben como más efectivos para responder a sus necesidades. Para estas generaciones, la democracia va perdiendo legitimidad como régimen, mientras emergen como alternativa modelos de gestión inspirados en las grandes corporaciones, cuya facturación supera en muchos casos el PIB de varios países y concentra un poder incluso mayor que el de muchos Estados. A este fenómeno se suma el progresivo y constante desprestigio de la clase política, lo que refuerza la desvalorización de la democracia como sistema.

    ¿Y nuestra democracia como esta?

    Tras los Acuerdos de Paz de 1992, nuestra democracia aspiraba a consolidar un pluralismo político real, una auténtica separación de poderes y un Estado de derecho con instituciones independientes, todo ello sustentado en una amplia participación ciudadana. Sin embargo, la situación actual —más allá de lo visible, pues hay un sinnúmero de dinámicas ocultas en el “metaverso” político— constituye la antítesis de aquellas promesas.

    Hoy observamos una marcada concentración del poder: el Ejecutivo domina la Asamblea, la Corte Suprema, la Fiscalía y los órganos de contraloría, debilitando casi por completo la noción de contrapesos. Si bien las elecciones aún persisten, las condiciones de competencia entre partidos están lejos de ser igualitarias. A ello se suma el debilitamiento extremo de la oposición política, lo que plantea serias dudas sobre la equidad del régimen electoral.

    La altísima popularidad presidencial, sumada a los logros en materia de seguridad pública, otorga legitimidad a este modelo de gobierno. Por esa razón, la suspensión del régimen de excepción y la restitución plena de los derechos ciudadanos no parecen vislumbrarse en un futuro cercano.

    Nuestra democracia atraviesa así un periodo de transición hacia un modelo híbrido, lo que algunos analistas denominan “autoritarismo competitivo” o “democracia iliberal”. El autoritarismo competitivo es un sistema político que se vale de las apariencias democráticas para legitimar un abuso del poder que impide una verdadera democracia con pluralismo político y controles efectivos. Este concepto fue introducido en 2002 por los politólogos Steven Levitsky y Lucan A. Way para describir regímenes híbridos que no son ni democracias plenas ni autocracias completas. Ejemplos claros de autoritarismo competitivo incluyen la Venezuela de Hugo Chávez, Perú bajo Alberto Fujimori, y hoy en día países como Hungría, Turquía y El Salvador, donde se observan desequilibrios en las instituciones, control sobre el poder judicial y medios de comunicación, y limitación a la competencia política real.

    Siendo realista y semipesimista, no creo que se pueda revertir esta transición actual del sistema democrático en El Salvador. La mayoría de la ciudadanía en este país, de acuerdo con distintas encuestas de opinión, aprobamos la perdida de nuestros derechos a cambio de una seguridad restablecida. Una minoría, como es observable, continuara participando, sacándole el máximo provecho a los espacios imperceptibles de libertad y utilizando creativamente el espacio digital. Yo, continuare observando, tratando de comprender, y deseando a mi país y al mundo, el menor de los males.

    * El Dr. Alfonso Rosales es médico epidemiólogo y consultor internacional

  • Las escuelas modelo

    Las escuelas modelo

    Una “escuela modelo” necesita de políticas educativas acordes a la realidad nacional; además de una excelente infraestructura y un mejor presupuesto para el Ministerio de Educación. Han existido muchos modelos educativos en El Salvador¨; cada uno ha tenido sus fortalezas y debilidades.

    Para analizar la educación salvadoreña, es pertinente analizar el modelo educativo de Chile, según el Banco de Desarrollo de América Latina, Chile ha hecho grandes avances en materia educativa y muchos indicadores lo ubican como líder entre los países latinoamericanos. Además, cuenta con las mayores tasas de cobertura educativa de la región y lidera los rankings en las pruebas estandarizadas de conocimientos.

    Con respecto al programa SABE (Sistema de Apoyo a la Calidad Educativa) el cual tuvo un papel fundamental en la implementación y consolidación de las Escuelas Modelo en El Salvador. Impulsó metodologías centradas en el aprendizaje activo y participativo. Su objetivo fue desarrollar competencias en los estudiantes que van más allá de las aulas o del contenido curricular.

    Según Julio Roberto Magaña, maestro,  normalista y exdirector de la Escuela Urbana Mixta Unificada “José Martí” de Tacuba, Ahuachapán, “las escuelas modelo surgieron en el marco de la Nuclearización Educativa, un modelo de administración y supervisión escolar, donde había una escuela sede y las demás escuelas, generalmente rurales, de una zona o municipio, giraban alrededor de esa sede, con un director de núcleo como supervisor de la jurisdicción y cuando se daba la integración con pequeños proyectos y se veía la calidad qué de ahí se desprendía, es decir, sobresalían en muchas formas, las escuelas sedes tomaban ese nombre de escuelas modelo. Acá en Tacuba, yo supervisé el núcleo y conseguí tener talleres de aprendizaje no solo para los alumnos de la escuela sede, sino también llegaban alumnos de las escuelas satélites como le llamaron al principio. Y al hacer un trabajo con empeño se observaba la calidad cuándo los alumnos ganaban concursos de matemáticas, ortografía y otros, a nivel nacional. Eso fueron, en rayas gruesas, las escuelas modelo”.

    Para implementar un modelo de calidad educativa se debe de analizar investigaciones realizadas por pedagogos o estudiantes en las áreas de la educación. En la investigación realizada por egresados de pedagogía de la UCA, descubrieron en el Instituto Nacional de El Sauce (La Unión) lo siguiente: “Este modelo de calidad se fundamenta en prácticas pedagógicas que desarrollan las habilidades de los estudiantes de cooperación, competencia, resolución de problemas, pensamiento crítico”. En este estudio se evidenció que los estudiantes realizan prácticas pedagógicas. El Instituto Nacional de El Sauce, se catalogó como Modelo de la Escuela Inclusiva de Tiempo completo clásico.

    El modelo Escuela Inclusiva de Tiempo Pleno (EITP) quizá ha sido uno de los más prometedores, buscaba el desarrollo integral de los estudiantes. Se aplicaba competencias académicas, productivas y ciudadanas. Su enfoque era de extender la jornada y la participación ciudadana. Para este modelo se necesita de tener muchos recursos económicos.

    Recordemos que, en El Salvador, son pocas las instituciones públicas que puedan tener la capacidad de albergar a los alumnos durante una jornada desde la mañana hasta la tarde. Recuerdo cuando estudié en la “José Martí”, los alumnos, en tercer ciclo, recibíamos aprendizajes extracurriculares como: carpintería, electricidad; mientras que las alumnas aprendían croché y costura.

    Las Escuelas modelo deben de fortalecer las habilidades blancas, incorporar metodologías que promuevan el aprendizaje en proyecto, evaluación integral e infraestructura adecuada. En una escuela modelo también debe impartirse: arte, educación física, manualidades, educación musical, enfoques pedagógicos innovadoras, etc. El objetivo es formar a estudiantes integrales.

    Actualmente, el modelo educativo Mi Nueva Escuela, busca una educación con enfoque de calidad e integridad. El objetivo es renovar la infraestructura, incorporar más tecnología y la formación docente. Como propuesta, es idóneo que en los libros de texto se incorporen temas como: habilidades blandas, educación financiera y emprendimiento.

    No hay un modelo educativo perfecto; Sin embargo, es de tener en la mira a las escuelas que son ejemplo, las cuales gradúan a sus estudiantes con excelentes conocimientos, competencias y habilidades para triunfar.

  • El gran Chema

    El gran Chema

    No hablaré del luchador salvadoreño que se ganó el cariño de tanta gente, sobre todo durante la década de 1960, siendo protagonista insustituible del espectáculo que se montaba en la legendaria Arena Metropolitana los sábados por la noche. José María Velázquez era su nombre; fue conocido con ese alias y también como “La montaña tecleña”. Siendo niño y adolescente, este gladiador del encordelado guanaco atrapó mi atención; era un personaje corpulento muy querido por quienes, al igual que mis hermanos mayores y este servidor, nos rebuscábamos para ver por televisión dicho espectáculo: la “Lucha libre internacional”, narrada por “Miguelito” Álvarez. Pero no. Hoy recordaré a otro luchador incansable e insustituible en otros ámbitos, queridísimo por tanta gente, quien recién partió físicamente de este mundo: José María “Chema” Tojeira Pelayo, también grande.

    Lo que había que decir de él como protagonista político, académico, religioso, defensor de la dignidad humana y más en nuestro país a lo largo de cuatro décadas, ya lo dijo de manera magistral Rodolfo Cardenal cuando en la misa de cuerpo presente pronunció una muy desafiante homilía el pasado martes 11 de septiembre. Pretender añadir algo es riesgoso, así que mejor reviso entre mi recuerdos y comparto en esta ocasión lo principal que de él me queda de lo acumulado a lo largo de más de 33 años transcurridos desde que tuve el privilegio de conocerlo.

    Algo esencial de esa relación fue el trabajo desarrollado alrededor del caso de la masacre en la Universidad Centroamericano José Simeón Cañas(UCA), perpetrada el jueves 16 de noviembre de 1989por militares que obedecían órdenes superiores. Cuando llegué a trabajar a esta casa de estudios el lunes 6 de enero de 1992 y tomé posesión de la dirección del Instituto de Derechos Humanos de la misma –el IDHUCA– no lo conocí inmediatamente; ese día debí presentarme ante el que fuera mi jefe durante catorce años: el mencionado padre Cardenal, vicerrector de Proyección Social.

    Con Chema tuve contacto posteriormente. Desde que llegué a ocupar el puesto de Segundo Montes, también jesuita, establecimos las prioridades institucionales que asumiríamos: apoyo a las comisiones encargadas de establecer la verdad sobre las atrocidades ocurridas en años anteriores y de depurar la Fuerza Armada, así como a acompañar los primeros pasos de las recién creadas Policía Nacional Civil y Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos. Pero con Chema, además, nos metimos de lleno a empujar el caso del asesinato de los seis sacerdotes jesuitas, Julia Elba Ramos y su hija Celina en el seno de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Así comenzamos a trabajar juntos.

     

    Como su tocayo, el atleta, este jesuita nacido en la ciudad española de Vigo pero salvadoreño por opción y corazón también era alto pero no rechoncho. Impactaba, sin lugar a dudas, más por su personalidad que por su estatura; pero sobre todo por la alegría que transmitía y contagiaba incluso en situaciones peliagudas. A propósito, recuerdo que el martes 15 de septiembre de 1998 –durante la conmemoración oficial de la independencia centroamericana‒ el ministro de Seguridad Pública se lanzó contra el trabajo del IDHUCA; palabras más palabras menos, aseguró que queríamos destruir la corporación policial debido al acompañamiento brindado a las familias de dos jóvenes asesinados unos años atrás: Ramón Mauricio García Prieto y Manuel Adriano Vilanova. Según el funcionario, se trataba de una “manipulación” nuestra orquestada para «favorecer a determinado partido político».

     

    Chema –entonces rector de la UCA– reiteró el respaldo institucional a una labor extensa, amplia y muy necesaria de educación y formación en derechos humanos, incluyendo al personal policial. También destacó la defensa, el apoyo y la asesoría a personas que habían sufrido violaciones de dichos derechos. “En este terreno ‒afirmó– la labor del IDHUCA no se centra en la simple denuncia sino que trata fundamentalmente de conseguir, a través del acompañamiento de las víctimas, que las instituciones del país funcionen realmente”.

     

    Más que el fruto de manipulaciones abiertas o vedadas, de intereses partidistas perversos u otras inconfesables intenciones, el desinteresado servicio que Chema entregó al país y a su gente más desprotegida tenía y tiene que ver con la bondad a la cual se refirió durante su último programa transmitido por la radio de la universidad que tanto quiso. “La bondad es necesaria en la política”, afirmó; estas constituyen “dos realidades que tienen que ir juntas”. Eso no ha ocurrido en este país tanto en la preguerra, la guerra y la posguerra. Y, para preocupación nuestra, ahora ese sueño se observa cada vez más lejano. Por eso, parafraseando a Rodolfo, dejemos que este nuestro gran Chema descanse en paz pero asumamos el desafío que nos deja: en El Salvador y el mundo, quienes lo seguimos no deberemos “descansar mientras la justicia y la paz no se abracen”.

  • El  caso de Roberto: La deportación y los daños colaterales

    El  caso de Roberto: La deportación y los daños colaterales

    Roberto R. tiene 39 años de edad, un hijo estadounidense de seis años y una mujer hondureña, a los que desde junio pasado no ve. A principios de ese mes fue detenido por el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE), en la ciudad de Los Ángeles, California y el mes pasado fue deportado a El Salvador, sin un tan solo dólar en sus bolsillos,

    Angustiado por la suerte de su hijo y de su  mujer, quien también carece de estatus legal en Estados Unidos, Roberto lamenta su suerte y asegura que apenas se den las circunstancias adecuadas volverá a irse ilegalmente hacia Estados Unidos. Su decisión ya está tomada y la semana pasada partió a México, desde donde planea volver a Estados Unidos cuando exista la menor oportunidad.

    Resulta que hace 14 años, Roberto le pagó $8,500 a un traficante de personas para que lo llevara ilegalmente a Estados Unidos. Fue un 2 de enero de 2011 cuando Roberto inició la travesía, sufriendo las inclemencias del clima y el peligro, a tal punto que en Tamaulipas, México, fue secuestrado por un grupo delincuencial que lo liberó tras propinarle una golpiza. En el Río Bravo estuvo a punto de ahogarse hasta que llegó a Austin, Texas, desde donde un pariente lo llevo a Houston y desde esa ciudad a San Francisco. Vivió menos de un año en San Francisco y junto a otro salvadoreño optaron por irse a Los Ángeles, ya que esperaban tener mejores oportunidades de trabajo.

    En la ciudad de Los Ángeles se le dificultó encontrar un buen trabajo hasta que un hondureño los llevó a trabajar de jardineros al condado de Orange, para lo cual tuvieron que comprar permisos de trabajo falsificados.  Regresó a Los Ángeles donde conoció a Margarita B., una hondureña indocumentada que laboraba limpiando viviendas. En 2014 decidieron vivir juntos y producto de esa relación nació su hijo a quien hace cinco años los médicos le detectaron autismo.

    El autismo del hijo de Roberto se ha desarrollado a tal punto que el niño busca causarse dolor golpeándose la cabeza contra las paredes y mordiendo objetos duros. Debido a esa circunstancia Margarita dejó de trabajar para cuidarlo todo el tiempo y Roberto se convirtió en el único que aportaba dinero para el hogar. La vivienda en Los Ángeles la compartía con una pareja de mexicanos, a fin de poder cancelar el monto del alquiler.

    La primera semana de junio pasado Roberto se encontraba trabajando en la limpieza de una piscina domiciliar cuando llegaron cinco agentes de Migración que tras agredirlo verbalmente le pidieron sus documentos y luego lo esposaron y lo subieron a una camioneta en la cual ya tenían a tres latinos. Roberto se enteró que el mismo propietario de la piscina, un ciudadano de origen polaco, lo había delatado, con el fin de no pagarle cerca de $850, el equivalente a una semana laborada.

    Fue llevado a una Corte que ordenó su deportación la cual se hizo efectiva el mes pasado. Llegó a su colonia en Soyapango y se encontró con que muchas cosas habían cambiado. En 2010 escapó de morir porque el pandillero que lo atacó a balazos no tenía puntería y los cinco disparos que le hizo no pegaron en su humanidad. Supo que el sujeto que le disparó está preso por el Régimen de Excepción. Roberto decidió marcharse porque en el país su vida corría peligro por las amenazas de los pandilleros y porque a pesar de rebuscarse no encontraba trabajo.

    A mediados de 2016 sus  dos hermanos menores, acosados por las pandillas y la falta de oportunidades laborales, también se fueron ilegalmente para Estados Unidos. Uno de ellos se quedó viviendo en Chihuahua (México) y el otro reside Nueva York, donde tuvo la suerte de casarse con una estadounidense y tiene la ciudadanía norteamericana.

    Roberto está seguro que volverá a ver a su esposa e hijo. Confía en que la política contra los migrantes de Donald Trump no será permanente y que dentro de algunos años cuando deje la presidencia los inmigrantes podrán vivir tranquilos en Estados Unidos, una nación forjada por migrantes de todo el mundo.

    Y es que la política migratoria de Trump atenta contra los derechos fundamentales de la humanidad. Migrar en busca de oportunidades es un derecho humano universal, reclamado por la iglesia católica universal que a través de Su Santidad , el peruano estadounidense, León XIV ha pedido abiertamente a Trump parar las deportaciones de inmigrantes y respetar la dignidad humana.

    En el caso de Roberto, su mujer debe estar angustiada temiendo por su propia deportación y por la salud de su hijo. Ahora ella se verá obligada a trabajar o a vivir de la caridad humana. La separación familiar es un daño colateral de ingratas consecuencias generado por la política de deportación de la administración estadounidense. Es una política migratoria que no mide consecuencias ni sopesa el enorme daño que causa a seres humanos.

    Son millones, especialmente latinos, los que día a día sufren la angustia y el temor de ser deportados sin nada en sus bolsillos, dejando allá lo que construyeron, su familia,  sus amigos, sus carreras laborales y todo el aporte que hicieron al crecimiento y desarrollo de esa gran nación.

    Trump, y sus asesores, debería hacer un alto en el camino y valorar a los migrantes como seres humanos que tienen sus derechos y deberes.  No es justo que arrase con todos, aunque tiene todo el derecho del mundo para perseguir a los criminales sea cual sea su estatus legal y su nacionalidad. Emigrar en busca de mejores oportunidades es parte de la naturaleza humana y como dijera León XIV: “(Los migrantes son) Mensajeros de Esperanza, en un mundo marcado por la guerra y la injusticia… Porque su dignidad (de los migrantes) siempre es la misma, como criaturas de Dios”.

    *Jaime Ulises Marinero es periodista