Categoría: Opinión

  • La corona invaluable: Celebrando la vida de mi ayuda idónea

    La corona invaluable: Celebrando la vida de mi ayuda idónea

    El diseño de Dios 

    El relato fundacional del Génesis es claro y hermoso. Cuando Dios crea a Eva para Adán, utiliza el término hebreo «Ezer Kenegdo», que se traduce como «ayuda idónea» o «ayuda adecuada para él». Olvidemos la interpretación moderna que a veces minimiza este rol; la palabra «Ezer» se usa en las Escrituras casi siempre para describir a Dios mismo cuando viene al rescate de Israel.

    La mujer no fue creada como una asistente secundaria, como una persona al servicio del hombre, o, pero aún bajo el dominio de él, sino como una fuerza vital, una persona fundamental y, sobre todo, una igual, que está al lado, esa es su ubicación. Es la parte esencial que mira de frente al hombre y provee aquello que le falta para que la vida, el matrimonio y la familia puedan prosperar. Es la columna que soporta, la consejera que equilibra, y el corazón que infunde calor. Es el centro de toda familia.

    El rol fundamental de la Esposa: Fuerza, sabiduría y amor 

    En el ámbito conyugal, el rol de la esposa y madre se eleva a un sacerdocio doméstico. Ella es, a menudo, la arquitecta emocional del hogar. Es determinante en el corazón de las familias salvadoreñas.

    La estabilidad: Ella es el ancla. Proverbios 14:1 lo dice sin rodeos: «La mujer sabia edifica su casa». Ella no solo ordena coordina el hogar y hace que las cosas sucedan, sino que edifica el ambiente moral y sobre todo el espiritual. Su sabiduría y discernimiento son el dique contra las presiones externas.

    La intimidad: La esposa es quien mantiene la llama de la conexión emocional y física, ofreciendo refugio y paz al esposo tras las batallas del día. Y esa blanda respuesta que necesitan las preguntas sin resolver. La esposa siempre tiene una palabra sazonada.
    La transmisión de valores: Como madre, ella imprime la fe, la moral y la compasión en la próxima generación. La fe genuina, según la Biblia, a menudo viaja por la línea materna, asegurando la continuidad del legado espiritual. La esposa como madre tiene una posición única

    Su valor no reside en la sumisión pasiva, sino en la fortaleza activa, el ingenio y la valentía con la que administra y nutre su esfera de influencia. Es, a la luz de Proverbios 31, una empresaria, una administradora de talentos y una mano generosa hacia los necesitados.

    La gran celebración de su proyecto de vida 

    En este día 17 de noviembre fecha de su cumpleaños, amada esposa, ayuda idónea, merece ser vista y honrada no solo por lo que hace, sino por lo que es: una bendición del Señor para mi vida.

    Usted es un reflejo de la gracia y el favor de Dios. Su paciencia, su capacidad de perdonar y su amor incondicional son un testimonio tangible de la gracia divina en acción. Y una amplia misericordia de Dios para mí.

    El hombre que tiene una esposa virtuosa no solo posee un bien, sino que «alcanza la benevolencia de Jehová» (Proverbios 18:22). Su cumpleaños es la oportunidad de recordarle el valor incalculable de ese favor. Soy un hombre bendecido y privilegiado.

    Hoy celebro su vida y su aporte fundamental amada «ayuda idónea»: Que este nuevo año de vida le doy testimonio que rol es irremplazable, su amor es vital y su presencia es la corona más brillante y la mayor bendición que he recibido en la tierra luego de mi salvación. Reciba estas líneas con todo mi amor y agradecimiento honrado su vida y su calidad como ser humano.

    ¡Feliz cumpleaños amada esposa, que el bien y la misericordia estén con usted todos los días, hasta que la muerte nos separe o El Señor regrese! La amo y le agradezco todo su amor. Larga vida perfecta mía.

    *Por Ricardo Sosa, 17 de noviembre de 2025.

  • ¿Será New York un mar de felicidad?

    ¿Será New York un mar de felicidad?

    El resultado de los reciente comicios celebrados en Nueva York me ha impulsado a escribir esta reflexión porque la elección del señor Zohran Mamdani, como alcalde de la capital de mundo, ha sido, a mi modesto entender, otra evidencia de la frustración del electorado que busca satisfacer sus demandas eligiendo a quienes nunca podrán representar sus verdaderos intereses.

    El futuro alcalde ha prometido una mayor accesibilidad económica a sus ciudadanos y la ampliación de programas sociales financiados con nuevos impuestos a las personas con mayores ingresos y a las grandes empresas, propuestas que podrán estar cargadas de buenas intenciones pero que a la larga conducirán al infierno, porque repartir riquezas, solo resulta en la expansión de la miseria.

    Además, leí que el regidor profetizó que “el futuro está en nuestras manos”, una consigna que me trae reminiscencia como aquella de que “el mañana pertenece al socialismo”, que solo ha traído miseria y muerte a la humanidad.

    Hay más, Mamdani, como muchos musulmanes, tiene afinidad con la causa palestina y ha criticado fuertemente a Israel, lo que junto a sus propuestas permite colegir una mayor radicalización del sector más extremista de su partido.

    Admito que tenía la convicción de que el pueblo estadounidense no poseía inclinación al suicidio político, que era una exclusiva virtud de europeos y latinoamericanos, pero el resultado de estos comicios demostró que no éramos los únicos privilegiados, que aquí, como en cualquier otro país, hay suficientes encantados que siguen hasta el precipicio más horrendo a cualquier flautista que interprete las notas a su gusto.

    Siento una profunda admiración por Estados Unidos. Considero que este país es la última frontera de la libertad y del progreso sin barracones de cautivos, un ejemplo, de los niveles a los que puede llegar la humanidad en un ambiente en el que libertades y derechos están amparados por leyes que acatan sus funcionarios.

    No digo que sea un país perfecto y de seguro que podría ser mejor, lo que temo no ocurra porque hay muchos detalles que dejan avizorar la quiebra de algunos de sus fundamentos más importantes, entre otros, el fortalecimiento de males como la codicia y la negligencia, más un factor altamente corrosivo, la envidia.

    La codicia, el enriquecimiento a costa de los que menos tienen, genera un resentimiento que desestabiliza cualquier sociedad y la negligencia es otro corrosivo para los valores sobre los cuales se asienta cualquier civilización.

    Los imperios del pasado no fueron destruidos por invasiones extranjeras sino por la falta de disciplina social y compromisos de sus ciudadanos. La molicie devastó a Roma mucho más que las invasiones de los bárbaros y las ambiciones de sus emperadores. El imperio soviético terminó por consunción, se agotó por sus desvaríos, una situación que se podría repetir aquí si no se rescatan los valores tradicionales que hicieron grande a esta nación.

    Las dolencias referidas están siempre presentes en toda sociedad, pero al parecer están extendiéndose y enraizándose vertiginosamente en este país, se aprecia en sus pobladores una fuerte inclinación a los extremos entre los que no están ausentes el marxismo y fascismo en un afán por quebrar las tradiciones y formas que hicieron posible un progreso equitativo que, aunque no es ejemplar, ha sido provechoso para las mayorías.

    Los extremismos políticos han situado en la desgracia a numerosos países, experiencias de las que podemos conversar extensamente cubanos, nicaragüenses y venezolanos. Los planteamientos populistas y demagógicos tinturados con fuertes propuestas de justicia social condujeron a los obnubilados de estos países a creer que construían el paraíso en la tierra, cuando en realidad, se sumergían en la barbarie y destrucción.

    Opino que las ventajas de este país están en peligro si los principios de convivencia que lo han caracterizado se desvanecen y se imponen en nuestras vidas la avidez empresarial, la desidia en la administración y el rencor entre los ciudadanos avivado por ingenieros sociales que desde hace más de 150 años quieren crear un hombre nuevo.

    Este país, Estados Unidos, es grande por una fortaleza económica y militar lograda gracias a la laboriosidad y disciplina de sus ciudadanos no solo a la riqueza de sus territorios ni gestión de sus políticos. El trabajo es lo que ha hecho grande a Estados Unidos, su capacidad de darle al ciudadano la oportunidad de concretar sus sueños a través del compromiso honesto, razón por la cual creo, hasta ahora, ojalá por siempre, en el “sueño americano”.

    *Pedro Corzo es periodista cubano.  

  • No es un “modelo”: es un caso excepcional y con costos democráticos

    No es un “modelo”: es un caso excepcional y con costos democráticos

    En los últimos años, el término “modelo Bukele” ha sido repetido en reuniones, seminarios y pronunciamientos oficiales de El Salvador como si fuera el paradigma a imitar de la política de seguridad, gobernanza e incluso desarrollo en América Latina. Funcionarios del Gobierno, como el ministro de Seguridad, Gustavo Villatoro, han viajado al exterior para mostrar la estrategia institucional del presidente Nayib Bukele como “referente” regional; paralelamente, la vicepresidencia ha llegado a hablar de una “democracia compleja del siglo XXI” para justificar el diseño institucional que acompaña al proyecto. Pero presentar este caso como un “modelo exportable” es metodológicamente arriesgado y políticamente engañoso. A mi juicio, hay tres razones de peso para rechazar que lo que sucede en El Salvador sea un “modelo” universalizable: la imposibilidad de reproducción en otros contextos institucionales; los costos democráticos de fondo; y el avance evidente hacia la captura institucional y la autocracia.

    1) Imposibilidad de reproducción: por qué las recetas no viajan bien

    Para hablar de “modelo” se entiende que hay algún mecanismo sistemático que puede replicarse en diferentes escenarios, como si fuese un “manual” de política pública que puede ponerse en marcha en otro país con resultados similares. Sin embargo, la teoría reciente de las ciencias sociales —particularmente los estudios de policy transfer y de path dependence— advierte que tales suposiciones son muy frágiles.

    El concepto de policy transfer define la adopción total o parcial de una política de un contexto de gobierno a otro, basada en el conocimiento de la experiencia externa, y distingue procesos de difusión, emulación, aprendizaje cognitivo o coerción. Minkman (2018) advierte que “previously made policy decisions create path dependency”, es decir, que las decisiones previas condicionan el éxito de la transferencia. Por su parte, la literatura sobre path dependence afirma que las decisiones pasadas, los marcos institucionales existentes y los incentivos acumulados generan rigidez institucional: una vez que un país avanza por un determinado camino, revertirlo o adaptarlo cuesta mucho.

    En el caso de El Salvador, el aparato de control —la “mano dura” contra las pandillas, el estado de excepción prolongado, la militarización de la seguridad pública— se asienta sobre una coyuntura territorial, institucional e histórica muy particular: un país con altísima violencia criminal estructural, un Ejecutivo con popularidad extraordinaria, una Asamblea dominada por el oficialismo y un sistema judicial subordinado. Estas condiciones son atípicas incluso en la región. Por tanto, lo que existe no es un modelo, sino un caso singular, difícilmente exportable sin importar también sus costos normativos y democráticos.

    2) Los costos democráticos: Estado de excepción permanecido y rediseño constitucional

    Desde marzo de 2022, El Salvador está bajo un régimen de excepción que ha sido prorrogado decenas de veces: a octubre de 2025, la Asamblea aprobó la 43.ª prórroga del mismo. Esto convierte lo que en principio fue una medida extraordinaria en un nuevo estado ordinario de la gobernanza. Este proceso erosiona el debido proceso, las garantías judiciales y las libertades básicas.

    En paralelo, se ha producido una reingeniería constitucional e institucional que afecta el corazón del sistema democrático. El 1 de mayo de 2021, la nueva Asamblea destituyó a los magistrados de la Sala de lo Constitucional y al Fiscal General, una decisión criticada por la Oficina del Alto Comisionado de la ONU. En 2025 se aprobaron reformas que habilitan la reelección indefinida del presidente y la extensión de los mandatos. Todo esto se justifica en nombre de la “estabilidad”, pero en la práctica implica un cambio estructural en los límites entre poderes.

    Organizaciones como Freedom House catalogan hoy a El Salvador como “parcialmente libre” y documentan una concentración del poder en el Ejecutivo. Presentar entonces esta experiencia como modelo sin advertir que se basa en la restricción de libertades y la subordinación institucional es, cuando menos, engañoso.

    3) Captura institucional y autocratización: lo que muestran los datos comparados

    El instituto V‑Dem Institute, en su Informe “25 Years of Autocratization – Democracy Trumped?” (2025), clasifica a El Salvador como una autocracia electoral. Según este informe, el índice de democracia liberal del país ha disminuido drásticamente, con retrocesos en independencia judicial, libertades civiles y control del Ejecutivo.

    La captura institucional —el dominio del aparato estatal por el poder ejecutivo y su partido— ha alcanzado niveles que desactivan el sistema de pesos y contrapesos. El poder legislativo está alineado con el ejecutivo, la Sala de lo Constitucional fue reemplazada, y los organismos de control actúan bajo subordinación. Esto confirma un proceso de autocratización que desmiente cualquier pretensión de que el caso salvadoreño sea replicable como modelo exitoso.

    Presentar esta experiencia como “modelo” ignora que la eficiencia lograda en materia de seguridad se sostiene sobre el debilitamiento de las instituciones democráticas. Quien intente reproducirlo deberá aceptar también la erosión de libertades y contrapesos, lo cual no puede considerarse una exportación deseable de política pública.

    Es más honesto hablar de “caso salvadoreño” que de “modelo”

    Los modelos presuponen replicabilidad y generalización; las excepciones, en cambio, son únicas e irrepetibles. El Salvador no ofrece un modelo universal, sino un caso excepcional con condiciones irrepetibles y costos institucionales evidentes. Reconocer los logros en materia de seguridad no puede hacerse sin contabilizar los costos en materia de derechos humanos, institucionalidad y Estado de derecho. Exportar la “mano dura” no es construir democracia. Un verdadero modelo regional debería basarse en instituciones fuertes, fiscales independientes, jueces imparciales y gobiernos responsables ante la ciudadanía.

  • La educación y sus fines

    La educación y sus fines

    Los fines de la educación son: educar, instruir, enseñar valores y el amor a la vida. Además, esos fines son variados y complejos de analizar cuando es aplicado a extractos sociales vulnerables o con precariedades económicas.

    La educación ha tenido muchas connotaciones: enseñar a cultivar valores, culturas, tener conocimientos para acoplarse al status quo de una sociedad o para competir y saber quién es el mejor. De este modo, el ser humano debería de formarse para ser una persona de bien y no solo reflexionar que con la educación puede convertirse en un ser sin valores.

    Los fines educativos están escritos; pero, aún no se logran aplicar en la escuela salvadoreña. La educación sigue siendo un paradigma a vencer. Las estadísticas muestran que no todos los estudiantes terminan la escuela, hay deserciones en diferentes niveles. El bajo grado de escolaridad hace que los salvadoreños no tengan las mismas oportunidades de aquellas personas que terminaron bachillerato o una carrera universitaria.

    Por lo tanto, para poder eliminar las desigualdades se necesita: incorporar un currículo educativo que sea equitativo. La educación debe ser un pilar para garantizar una sociedad más justa y democrática. “Para Vasconcelos la educación es un proceso subsidiario, intencional y directo en el cual el educador acompaña y encamina al educando para influir en él, ´de suerte que cada educando consume dentro de sí la máxima potencialidad de su naturaleza´”. Por ende, los docentes deben ser una inspiración para que los discentes puedan tener los conocimientos necesarios y útiles para triunfar.

    En 2012, León presentó “La esencia de la educación es educar, formar, liberar, ordenar, disciplinar. La buena educación forma al niño, a la niña, al joven y a la joven para el desarrollo y construcción del ser humano agradable, inteligente, productivo, libre, firme, sabio”.

    Macías (2021) afirma “el proceso educativo, de acuerdo con el pensamiento pedagógico de Vasconcelos, es causado por factores internos, pero también externos, y combina las virtualidades de la autoeducación y de la heteroeducación, incluye las connotaciones de las dos raíces latinas del término educar: educere (sacar de, extraer de…) y educare (guiar, llevar, conducir, orientar…)”. Lo anterior hace repensar que el ser humano debe ser guiado y conducido hacia los saberes, hacia los aprendizajes que la vida misma nos trae. La educación debe ser una manera de orientar a los seres humanos para que encuentre el bien y la semilla del saber.

    Es importante que en todos los niveles educativos se restructure el currículo para que enseñen: valores, urbanidad y toda ciencia que ayude a ser un mejor ser humano. Por ende, el ser humano educado es probable que no le falla a la sociedad, al Estado, a su familia y se distinguirá entre el bien y el mal. Una persona con estudios formales, logra salir adelante en la vida con menos dificultades. Los fines de la educación, según lo expuesto, es: formar, disciplinar, educar, sensibilizar y guiar al ser humano a que enfrente al mundo y todas las vicisitudes. Un ser humano con bases sólidas en educación logra entrar en todos los estamentos de la sociedad, no se deja engañar y contribuye, a través de su conocimiento, a transformar un mundo con mejores posibilidades, a que los derechos humanos se apliquen igualmente. Una persona educada tendrá la oportunidad de aplicar la ciencia para el bien de la sociedad.

    La educación tiene que tener fines motivadores, a no ser un sistema educativo con dogmas políticos. Toda persona debe ser libre para pensar por sí solo. Si tuvo la oportunidad de educarse, que sean esos aprendizajes para realizar una reconstrucción de un sistema que enseñe a valorar más la vida, a que no se fomente que se llega a la escuela con el fin de aprender habilidades y destrezas para luego pasar en una organización si fomentar el talento humano. La educación debe de  enseñar a pensar al ser humano, a liberarse de todo lo que le impida desarrollarse y dejar una sociedad con valores.

    *Fidel López Eguizábal es docente e investigador Universidad Nueva San Salvador 

    fidel.flopez@mail.unssa.edu.sv

     

  • La esperanza vencedora

    La esperanza vencedora

    Gentilmente, Santiago Cantón me envió una interesante entrevista que recién concedió y acaban de publicar. Este querido colega, camarada argentino desde más de dos décadas, fue el primer relator especial para la libertad de expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y secretario ejecutivo de la misma; además, presidió la Comisión de Investigación de las Naciones Unidas sobre las protestas del 2018 en la Palestina ocupada y se desempeñó como director ejecutivo del Programa de Derechos Humanos del Centro Robert F. Kennedy. En su trajinar por el mundo, ha visitado nuestro país varias veces. La última, supongo, encabezando la misión especial envida por la secretaría general de la Organización de los Estados Americanos (OEA) para evaluar la situación nacional, tras los desmanes iniciales de Nayib Bukele al frente del Ejecutivo; así las cosas, del 14 al 18 de febrero del 2021 lo hizo presencialmente y un par de días después de manera virtual.

    El informe final producto de dicho encargo, lo comenté en su momento; por cierto, no fue nada complaciente con el régimen autoritario que para entonces aún no cumplía dos años y su máxima figura todavía negaba su intención de afianzarse en el poder más de lo debido, constitucionalmente hablando. Al menos en público, que yo sepa, no lo había expresado. Entre otros asuntos preocupantes, en el mencionado reporte de la OEA se hizo referencia a diversas acciones contra el Estado de derecho y la democracia, con base en las denuncias recibidas acerca del quiebre de la independencia de los poderes estatales; asimismo, se señalaron “los ataques a la libertad de expresión y de prensa” junto a “los límites injustificados al acceso a la información”.

    Además, ya inquietaba dentro y fuera de nuestro territorio su “militarización”; esta había sido mayormente evidenciada, hasta entonces, cuando Bukele irrumpió en el recinto legislativo el 9 de febrero del 2020. También se señaló el “incumplimiento” de ciertos compromisos derivados de los acuerdos de paz, así como “el desacato expreso” de “sentencias judiciales”. Porque ya era evidente el retroceso en el siguiente ámbito, desde entonces se recomendó “fortalecer la transparencia de las actividades gubernamentales y garantizar el derecho de acceso a la información de la población salvadoreña”. Cuatro años después, Santiago acaba de ser nombrado secretario general de la septuagenaria Comisión Internacional de Juristas; instalado ya en ese importante cargo, brindó la referida entrevista publicada con este sugerente y desafiante título: “La esperanza vence al diablo”.

    Preguntémonos entonces quién es quién desde la perspectiva de los derechos humanos y comencemos por definir en palabras de Arturo Sosa, general de los jesuitas, al segundo. Evocando la masacre consumada por militares salvadoreños hace 36 años en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), Sosa aseguró que las víctimas de dicha atrocidad aún impune son un ejemplo claro de “la potencia de la esperanza y de la vida sobre el poder del mal y el poder del diablo, que naturalmente existe todavía como una fuerza que intenta destruir nuestros esfuerzos”. Así lo pinceló.

    Ignacio Ellacuría, inmolado en aquel entonces, aseguró por su parte el 22 de marzo de 1985 que la esperanza “no es, sin más, optimismo ni consiste en esperar que los otros resuelvan los problemas […] Hay que poner cuanto antes manos a la obra con desinterés, con lucidez y también con sacrificio […] Arraigados en la esperanza, es preciso trabajar hoy más que nunca, cada uno donde más pueda rendir hasta quedar exhausto, hasta dar todo lo que tenemos dentro”.

    Para que la esperanza adquiera la fortaleza necesaria, se vuelva herramienta eficaz y coadyuve a vencer el mal encarnado en el demonio autoritario y desalmado ‒violador de la dignidad de las personas y de los pueblos‒ hay que estar a la altura del desafío. Parafraseando al buen Santiago, debemos entonces lograr que la ley deje de ser “la espada de los poderosos” para convertirla en “el escudo de los vulnerables”; tenemos que desburocratizar los derechos humanos recuperando “su lenguaje moral” y su energía revolucionaria. Hay que “volver a las trincheras y revivir el espíritu de 1948” plasmado en aquella declaración que nunca, jamás de los jamases, fue pensada para favorecer a unos pocos sino para el beneficio universal.

    Si no lo hacemos, no nos quejemos. Pero sepamos y entendamos de una vez por todas lo siguiente. “Quien vive de la esperanza ‒dijo bien Lanssiers‒ muere en ayunas». Y los ‘padres de la patria’ tendrían que percatarse de lo obvio: cuando el pueblo pierde la ilusión de poder cambiar las cosas a largo plazo, tiene la tentación de cambiarlas de inmediato”. Y acá, eso ya nos pasó no una sino varias veces.

  • El espíritu de tolerante como actitud de acercamiento

    El espíritu de tolerante como actitud de acercamiento

    En un mundo global como el presente, totalmente roto, las actitudes rígidas suscitan aún más incomprensión y sufrimiento, lo que nos requiere extender la mano y entrar en diálogo, al menos para acercar posturas y encontrar soluciones a conflictos absurdos y tensiones dañosas. Sin duda, será saludable para toda la humanidad, comenzar por fortalecer la protección de las sociedades contra el virus del odio y la venganza. La apuesta por un cultivo de concordia y no violencia, debe ser una de nuestras prioridades, así como la educación en derechos humanos y una ética gobernanza. De lo contrario, nos hundiremos en enfrentamientos, que lo único que nos llevan es a romper vínculos sistémicos y a la destrucción total.

    Desde luego, es deber de todo ciudadano ante el resurgir de la intolerancia, ayudar a construir horizontes armónicos que nos fraternicen. Ahora bien, sin una base moral objetiva, ni siquiera la democracia puede afianzar un orden sólido. En consecuencia, es vital educar en la verdad y favorecer la mediación, dondequiera que haya sido afectada, que es lo que nos hace repensar sobre tantas contrariedades vertidas, no favoreciendo la prevención del extremismo violento. Indudablemente, hemos de proveer y prever, valores y principios, al menos para que cesen los hechos crueles y podamos recorrer el camino del amor y de la justicia para todos. Que nuestra buena disposición nos ayude a transitar, con perseverancia y paciencia, será una virtuosa orientación y contribuirá a mejorar las atmósferas.

    Sea como fuere, necesitamos, hoy más que nunca, de ese aire positivo de amor que todo lo tolera y que jamás se irrita por nada. Fruto de esta sublime consideración es el aprecio, la aceptación y el respeto hacia todo proceder, en su forma de ser y en su manera de actuar. Claro está que somos distintos por naturaleza y, tan solo el soplo condescendiente, puede garantizar la supervivencia de comunidades mixtas en todas las regiones del planeta. Al fin y al cabo, como hijos del amor que somos, nuestras fibras más intimas han sido creadas para amarnos entre sí y darnos vida unos a otros. Por esta razón, viendo cómo se suceden nuevas contiendas, con la complicidad o indiferencia, podemos pensar que el gremio mundial ha perdido la vena humana, es decir, el propio corazón.

    Está visto que precisamos una intensa y larga corriente de vida interior, que acreciente una creatividad continua, al menos para reparar nuestros mares interiores, que aletean en el desconsuelo más cruel. Hoy todo se compra y se vende, cuando lo importante es donarse y cuidar juntos de nuestra casa común, cada día más fragmentada y con una conflictiva ciudadanía. Sólo con acciones fuertes y conjuntas, ejercitando la tolerancia se destronará de nuestros pasos el egoísmo deshumanizante que nos pervierte la esencia, de forma irresponsable y mezquina. Nos corresponde, por tanto, avivar el aguante en nuestras organizaciones; por ser éste, no simplemente un preciado arranque, sino además una necesidad para el acuerdo, que es lo que facilita el progreso de los pueblos.

    Por supuesto, todos estamos llenos de miserias, debilidades y errores; para ello, sólo hay que adentrarse en uno mismo y verse. En efecto, si nos examinásemos mar adentro, veríamos que la comprensión y compasión hacia nuestros análogos, es de hecho un estado mental, un discernimiento y una obligación. Démonos cuenta de que todos vamos en el mismo barco; y que, nuestras diferencias, son una parte constitutiva de la universalidad de cultos y culturas. Aprender a vivir juntos en paz, a través de la educación para la ciudadanía global, es un modo de advertir el discurso de antipatía y rencor, que nos impide disfrutar de la existencia y hermanarnos. Lo sustancial es morar como estrellas lumínicas celestes y no morir como siluetas oscuras sin alma. ¡Complaciente propósito!, pues.

  • Estados Unidos, entre radicalismos emergentes y fortaleza institucional

    Estados Unidos, entre radicalismos emergentes y fortaleza institucional

    Mientras las opciones liberales ganan terreno en Hispanoamérica, como apuntábamos la semana pasada, el socialismo populista emerge con fuerza en Estados Unidos, ni más ni menos que en la ciudad de Nueva York. Zohran Mamdani, joven musulmán que ha ganado la alcaldía de la urbe que vio caer las Torres Gemelas hace 24 años, se ha convertido en el líder simbólico de una respuesta opositora a Donald Trump, justo en momentos que el Gobierno Federal acumula más de 40 días de cierre.

    La victoria de Mamdani, imprevisible hasta hace unos meses, se suma a las que el Partido Demócrata se adjudicó en New Jersey y Virginia, donde dos mujeres obtuvieron sendos cargos de gobernadoras. En la mayor parte de los condados de Georgia perdieron los candidatos republicanos, incluso en sitios donde los demócratas no ganaban desde hacía décadas. En paralelo, la propuesta impulsada por otro gran adversario mediático de Trump, el gobernador Gavin Newson, redistribuyendo la configuración distrital de California, también fue apoyada por los votantes.

    Estos resultados, a un año de los cruciales comicios de medio término, envían mensajes a ambos lados del espectro político norteamericano. Los republicanos, por su lado, deben digerir qué efectos ha tenido el desempeño de la Casa Blanca en estas elecciones, pero sin dejar de apostar a las posibilidades reales de Trump para recuperarse en las encuestas.

    Ambas cosas, paradójicamente, pueden ser complementarias en el análisis. Quienes creemos que muchas decisiones erradas del presidente han repercutido en los votantes de Nueva York o California, también tenemos nuestras reservas sobre lo que podría ocurrir, en noviembre de 2026, en los electores de otros estados. El voto se comporta de manera muy diferente dependiendo del lugar en que se emite.

    Pero el Partido Republicano debe tomar debida nota de los grupos de ciudadanos que ahora le están dando la espalda. No es lo mismo perder a minorías intelectuales progresistas que perder a minorías raciales o etarias. En este caso, la opinión de los hispanos, los afrodescendientes y los jóvenes tienen un valor que nadie debería ignorar, y eso incluye a los políticos que ahora tienen la mayoría en las dos cámaras del Capitolio.

    Es cierto que la arriesgada estrategia opositora de obligar al cierre del Gobierno a través del veto al presupuesto federal ha tenido consecuencias tremendas, pero también es verdad que la narrativa de Trump de culpabilizar a sus adversarios de todo lo que ocurre no ha convencido a los votantes. Pareciera que, en la repartición final de responsabilidades, de momento los ciudadanos otorgan más credibilidad a la postura del bando demócrata.

    La economía estadounidense, por otro lado, ha tenido un comportamiento complejo desde el comienzo del segundo mandato de Trump. Los sondeos demuestran que las expectativas creadas por el actual mandatario, cuando era candidato, sobre la inflación y el alto costo de la vida no se perciben todavía como promesas cumplidas. Los ciudadanos, además, tienen visiones muy contrapuestas sobre los efectos que han tenido en los precios las medidas del presidente, desde la persecución a los migrantes —con impacto directo en ciertos rubros con alta demanda de mano de obra— hasta sus ofensivas arancelarias. Ello no significa que las apuestas económicas del republicano hayan fracasado, pero sí que están lejos de haber beneficiado el bolsillo de todos. Por ahora.

    En la esquina demócrata la reflexión también tendría que incluir altas dosis de serenidad y cautela. El triunfo electoral de un epítome anti-Trump como Zohran Mamdani, en una ciudad con las características de New York, no debería percibirse como el ejemplo a replicar en el resto del país. El radicalismo socialista del joven alcalde puede elevar la polarización política, y sin duda lo hará, pero no forzosamente terminará seduciendo al gran electorado con miras al próximo año.

    Mamdani solo se convertiría en una pesadilla para sus adversarios si las promesas que ha hecho a los neoyorquinos tuvieran asidero en la realidad. Lo cierto es que muchas de las propuestas fiscales que ha realizado no dependen en última instancia de su alcaldía, sino de la legislatura estatal de Nueva York, y en otros casos parece inverosímil que consiga el dinero suficiente para sostener la cantidad de servicios subsidiados que ha prometido. Ya se verá qué tan populista fue en su estrafalaria campaña, pero el ala menos extrema del Partido Demócrata debería hacer esfuerzos de reinvención si en verdad desea catapultar sus propias alternativas.

    Personajes altamente ideologizados como Mamdani, claro está, desearían ser los rostros de la reacción demócrata al trumpismo; para contrarrestar estos fenómenos, sin embargo, y evitar un alargamiento de la espiral de divisionismo que se ha instaurado en EE UU, la sensatez debería recuperar el terreno que ha perdido en la política americana. La pregunta es qué tanto espacio tienen hoy la prudencia y el criterio de la defensa institucional al interior de las filas republicanas y demócratas.

    Así como pintan las cosas, las victorias opositoras en Estados Unidos no demuestran que el relevo a Donald Trump esté dibujándose en el horizonte. Incluso vale la pena interrogarse sobre qué opciones habría tenido alguien como Zohran Mamdani si el inquilino de la Casa Blanca hubiera sido otra persona con otro estilo. Porque los radicalismos se alimentan entre sí, y desactivarlos, requiere elevadas concentraciones de razonabilidad. De esta capacidad de reflexión y autocrítica depende el futuro de ambos partidos, así como la sostenibilidad misma de la democracia estadounidense.

  • La trágica ofensiva militar que nunca debió ser

    La trágica ofensiva militar que nunca debió ser

    Aquella tarde del viernes 10 de noviembre de 1989, vi por última vez a Dagoberto Aguirre Cornejo, mi compañero de estudios en el Departamento de Periodismo  de la Universidad de El Salvador (UES). A un grupo de compañeros nos llevó al cuarto oscuro de su taller de fotografía en el Alma Mater, porque nos iba a regalar unos sobrantes de rollos fotográficos.  Cuando encendió lass tratamos de no ponernos nerviosos porque en aquel cuartohabían al menos 20 fusiles, y abundante munición.

    Dagoberto nos explicó que esa misma noche esas y otras armas que estaban guardadas en otros locales de la UES iban a ser entregadas a estudiantes que se iban a sumar a la ofensiva militar del FMLN que comenzaría el día siguiente. Nos regaló los rollos y nos pidió confidencialidad total. Incluso, trató de convencernos que nos sumáramos sabiendo que nunca habíamos manipulado un arma de cualquier tipo.

    Dagoberto tenía 27 años de edad y era un tipo idealista, provenía de una familia de clase media y había estudiado filosofía en Brasil. Según él, la ofensiva guerrillera se justificaba como el único camino viable y necesario para que la clase proletaria arribara al poder para ejercer una verdadera democracia participativa y equitativa. Él estaba seguro que la ofensiva no iba a durar más de ocho días y que miles de ciudadanos se les iban a sumar en los barrios populares.

    La noche del sábado 11, ayer hace 36 años, comenzó la ofensiva final “hasta el tope”. El domingo 12, el equipo de futbol en el que yo jugaba nos presentamos a la cancha de la Hacienda Santa Bárbara, en la periferia de Olocuilta, pero el equipo rival no llegó porque la circunstancias se lo impidieron, por lo que decidimos jugar entre nosotros. Alguien tenía una radio encendida y el locutor estaba anunciando que decenas de personas entre militares, guerrilleros y civiles habían muerto. Me pareció escuchar que entre los muertos se encontraba Raúl Barahona Salamanca, un estudiante de ingeniería a quien yo conocía. En efecto, fue de los primeros que murió en Ilopango.

    Las clases se suspendieron en la UES y solo fueron reiniciadas meses después en el exilio. Desde aquel domingo me mantuve pendiente de las noticias y cuando la calma aparentemente había llegado, supo que Dagoberto había  muerto apenas inició la ofensiva. Sus sueños se acabaron y otros que sobrevivieron nunca vieron los objetivos logrados, al contrario muchos se sintieron traicionados por aquellos comandantes guerrilleros que solo los utilizaron para sus propios intereses.

    Hay quienes sostienen que la ofensiva “hasta el tope” sirvió para acelerar los acuerdos de paz, pero la ofensiva rompió un proceso de diálogo que se encaminaba al final de la guerra civil y fratricida que dejó más de 70 mil muertos y miles de desaparecidos, entre guerrilleros, soldados y civiles, más millones de dólares en pérdidas y daños materiales. Durante el conflicto armado, el país fácilmente retrocedió décadas hacia el subdesarrollo y el estancamiento, sin contar con el resentimiento social que se generó y el cual todavía mantiene secuelas vigentes entre algunos sectores.

    Las  teorías y justificaciones conspirativas sostienen o encuadran sus análisis en que fue el despiadado ataque, al  mediodía del martes 31 de octubre de 1989, contra el local  capitalino de la Federación Nacional Sindical de Trabajadores Salvadoreños (FENASTRAS), que dejó nueve muertos (entre ellos a Febe Elizabeth Velásquez) y más de 30 heridos, supuestamente ejecutado por escuadrones de la muerte, lo que dio paso a  la ofensiva; sin embargo, los mismos ex comandantes revelaron años después que la ofensiva fue diseñada y planificada en Nicaragua mucho antes de tal ataque.

    Lo más triste y lamentable de la coyuntura de la ofensiva, fue la masacre de los sacerdotes jesuitas Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Juan Ramón Moreno, Joaquín López, Amado López y Segundo Montes, así como sus colaboradoras Elba y Celina Ramos. Esta acción cometida por militares en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, la madrugada del 16 noviembre, generó el repudio internacional. Hasta la fecha todavía no se cierra la jurisprudencia en este caso.

    La ofensiva dejó muerte,  llanto, luto, dolor, resentimientos, consecuencias nefastas y una sociedad dividida. Para algunos fue necesaria, pero para la mayoría no. Fue una acción que np debe repetirse en la sociedad. Juan Pablo II en su visita al país instó a la sociedad salvadoreña a no repetir dichas acciones con aquella suplicante frase “otra guerra nuca más”.

    Y es que el conflicto civil y armado arrebató vidas valiosas, enroló a miles de personas inocentes que fueron “marionetas bélicas” de intereses ajenos. Hubo patrocinios insolidarios, los ejes políticos jugaron a una guerra fría y guerreristas, mientras los salvadoreños pusimos los muertos. El dolor fue muy nuestro y las grandes naciones continuaron sus caminos.

    El 1 de diciembre, 20 días después de haber iniciado la ofensiva, Eloy Guevara Paíz, de 27 años, otro compañero estudiante de periodismo en la UES fue asesinado. Fue acribillado por soldaos del ejército en una populosa colonia de Soyapango, mientras acompañado de su cámara fotográfica colaboraba para una agencia internacional.  La muerte de Eloy, al igual que la de Dagoberto y otros estudiantes de periodismo nos caló muy profundo. Nadie debió morir en una maldita guerra entre hermanos que nunca debió existir. Una ofensiva nunca más… Las condiciones para una guerra entre salvadoreños nunca más deben repetirse. Los salvadoreños amamos la paz.

    *Jaime Ulises Marinero es periodista

  • Leer para descubrirnos: el camino hacia pensar mejor

    Leer para descubrirnos: el camino hacia pensar mejor

    Volver a leer con calma.

    Antes, leer un libro era como entrar en otro mundo. Uno abría las páginas y algo se encendía por dentro: la imaginación. Hoy, muchos jóvenes prefieren los videos cortos o las redes sociales. La tecnología es útil y puede enseñar, pero también nos distrae y nos acelera. Leer con calma un cuento o una novela nos ayuda a pensar, imaginar y sentir.

    Cuando solo consumimos contenidos rápidos, perdemos el gusto por comprender bien las cosas. La lectura profunda nos enseña a ver la vida con más claridad. No se trata de leer mucho, sino de leer mejor. Volver al papel, o leer con atención en digital, puede cambiar cómo aprendemos y cómo nos expresamos. Leer bien es pensar mejor.

    ¿Quién decide lo que vemos?

    Hoy, muchas personas leen únicamente lo que aparece en redes sociales o lo que recomiendan las aplicaciones. Pero es importante preguntarnos: ¿quién decide qué vemos y qué leemos?

    La respuesta es sencilla: los algoritmos. Son programas invisibles que observan lo que nos gusta y nos muestran más de lo mismo. Así, podemos dejar de conocer cosas nuevas. Si solo leemos frases cortas o bromas, no aprendemos a pensar más profundo. Es como comer solo dulces: llena, pero no alimenta. Por eso, es importante buscar libros, cuentos y artículos que nos hagan pensar y sentir. Leer bien no es solo seguir lo que aparece en la pantalla, sino elegir lo que alimenta la mente y el corazón.

    En El Salvador, muchas personas no leen libros porque no tienen el hábito o no saben por dónde empezar. En la escuela, a veces se lee solo para pasar un examen, no para disfrutar. Pero la literatura tiene un poder especial: nos enseña a conocer otras ideas, mejorar nuestro vocabulario y entender mejor el mundo. Los maestros, los padres y los medios pueden ayudar a despertar el gusto por leer.

    No se trata de empezar con libros difíciles. Se puede comenzar por historias cortas, sencillas, cercanas a lo que sentimos. Cuando encontramos un libro que nos toca el corazón, la lectura deja de ser tarea y se convierte en compañera.

    Leer nos ayuda a expresar lo que pensamos, a defender nuestras ideas y a respetar las de los demás. Como dice la Biblia: “La sabiduría es un árbol de vida para quienes la abrazan” (Proverbios 3:18). La lectura es una de esas ramas.

    Hoy vivimos rodeados de pantallas, mensajes rápidos y contenidos que duran apenas segundos. Las redes sociales y los libros digitales pueden ser aliados, siempre que sepamos elegir bien.

    La lectura sigue siendo una herramienta esencial para pensar con claridad y no dejarnos llevar por lo primero que aparece. Fomentar el hábito lector es una tarea familiar, escolar y comunitaria. Cuando leemos con criterio, aprendemos a preguntar, a dudar, a escuchar y a construir un mundo más consciente y humano.

    Leer es crecer.

    Leer es abrir puertas a otros mundos, entender mejor lo nuestro y descubrir quiénes somos. Cada página puede enseñarnos algo, emocionarnos y transformarnos. La lectura no solo informa: despierta la imaginación, fortalece el pensamiento y nos conecta con los demás. Leer es crecer. Y todos estamos invitados a crecer.

    *Alfredo Caballero Pineda, es escritor y consultor empresarial.

    alfredocaballero.consultor@gmail.com

  • El país del meme y la esperanza

    El país del meme y la esperanza

    Hay países que fabrican autos eléctricos, otros lanzan satélites, algunos descubren vacunas… y luego está El Salvador, campeón mundial en comunicación espontánea, improvisación social y chisme comunitario de alta velocidad. Somos el único país donde una noticia puede morir antes de confirmarse, pero resucita tres veces gracias a los grupos de WhatsApp. Aquí no necesitamos agencias de inteligencia: basta una señora con tiempo libre y saldo en su teléfono. El salvadoreño no se informa: se emociona informándose. El rumor es nuestro deporte nacional; la verificación, una pérdida de tiempo.

    Somos el Silicon Valley de la especulación, la capital del “me contaron”. Mientras otros países estudian inteligencia artificial, nosotros seguimos perfeccionando la inteligencia vecinal. En El Salvador, el verdadero Parlamento no queda en San Salvador Centro, sino en el grupo familiar. Allí se debaten temas de Estado, se juzga a medio vecindario y se dictan sentencias con stickers y audios de tres minutos. Nadie sabe quién es la fuente, pero todos opinan. La cadena de información nacional funciona así: un rumor inicia con “no es por meter cizaña, pero…” y termina con “te lo digo porque te aprecio”.

    Mientras tanto, los teléfonos son más importantes que los zapatos. Si se pierde la billetera, uno se lamenta; si se pierde el celular, se hace velorio. Somos una sociedad que no teme al Apocalipsis, pero sí al “sin señal”. El Wi-Fi es nuestro nuevo oxígeno, y las redes, nuestro confesor público. No hay noticiero que compita con Facebook: en la red se mezclan política, religión, drama y memes de Piolín. Es el único país donde una oración y una teoría conspirativa se reenvían con la misma fe. Nuestra juventud tiene talento, pero lo reparte en cuotas de treinta segundos.

    Si los filósofos griegos reflexionaban sobre la verdad, el joven salvadoreño reflexiona sobre su mejor ángulo. En lugar de escribir poemas, escriben estados. En lugar de buscar sentido, buscan seguidores. El conocimiento está a un clic, pero el dedo siempre se va hacia el video de gatitos. Sin embargo, sería injusto juzgarlos sin contexto. Son hijos de una era que les prometió que todo se puede, pero que pocas veces les explicó cómo. Viven en un país donde los sueños se enfrentan al salario mínimo y donde estudiar a veces cuesta más que creer. Entre la falta de oportunidades y el exceso de distracciones, la juventud flota: conectada, pero sin rumbo.

    Aun así, entre tanto ruido digital, hay destellos de genialidad. Jóvenes que emprenden, crean, enseñan y sueñan en medio del caos. Lo que necesitan no es más Wi-Fi, sino más propósito. Nadie puede negar que las telenovelas fueron nuestra primera escuela emocional. Nos enseñaron que el amor lo puede todo, que el malo se arrepiente y que la protagonista nunca muere… solo cambia de canal. Pero el problema es que aprendimos el guion, no la lección. Seguimos esperando que alguien llegue a salvarnos, que el destino cambie de capítulo o que el villano se arrepienta justo antes del final.

    El Salvador vive su propia novela diaria: el amor a la patria, la traición política, el drama económico, la comedia de promesas y la tragedia de la pobreza. El guion se repite cada año, pero nosotros seguimos viendo la serie, fieles y resignados, porque —hay que admitirlo— tiene buenos efectos especiales y un reparto entrañable. La pobreza salvadoreña ya no solo vive en los cantones. Vive en el pensamiento de muchos que se acostumbraron a esperar, a depender, a resignarse. Hay quienes tienen acceso a internet, pero no a la lectura. Hay quienes pagan Netflix, pero no sus ahorros. El país no solo necesita más empleos, sino más visión.

    Mientras los noticieros hablan de inflación, los verdaderos números preocupantes son otros: los jóvenes que dejaron de estudiar, los adultos que dejaron de soñar y los que cambiaron la esperanza por la queja. El salvadoreño es capaz de sobrevivir a cualquier crisis, pero a veces no sobrevive a su propia indiferencia. Pese a todo, este país tiene un genio escondido. Aquí se arregla un carro con un clip, se cocina con ingenio y se sobrevive con fe. Somos los reyes de la adaptación. Si el volcán erupciona, lo subimos a TikTok; si el político promete, lo convertimos en meme. Tenemos humor hasta en la catástrofe, lo cual no es malo: es señal de resistencia.

    Pero el humor debería ser trampolín, no escondite. Reírnos de nuestros problemas es saludable; quedarnos solo riendo, peligroso. Porque mientras nos entretenemos con la broma, el tiempo sigue corriendo, y las generaciones futuras podrían heredar un país que aprendió a sobrevivir, pero nunca a progresar. El Salvador tiene un potencial descomunal disfrazado de ironía. Somos alegres por naturaleza, y esa alegría podría ser nuestra revolución pacífica. Pero hay que transformarla: pasar del chiste a la chispa, del meme al milagro.

    Cuando logremos que el humor sea punto de partida y no punto final, el país dejará de ser un “reality show” tropical y se convertirá en una historia digna de contar. La tecnología no nos salvará, pero la conciencia sí. No necesitamos menos risas, sino más razones para reír de verdad. La Biblia dice en Proverbios 14:23: “En toda labor hay fruto; mas las vanas palabras de los labios empobrecen.” Quizá ahí está el secreto que tanto buscamos. Menos palabras vacías, más acciones verdaderas. Menos chismes, más obras. Menos tiempo mirando la pantalla, más tiempo mirando al prójimo.

    Porque un país no cambia cuando deja de reír, sino cuando aprende a trabajar con alegría, a servir con amor y a soñar con propósito. El Señor Jesucristo enseñó que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34). Si nuestras palabras son quejas, rumores o burlas, es porque nuestro corazón anda vacío. Pero si empezamos a hablar fe, esperanza y unidad, quizá el milagro que tanto esperamos no vendrá de arriba… sino desde dentro.